“En este 80 aniversario, se extiende este recordatorio solemne que tiene el Gobierno de España en relación a los republicanos, al exilio y a todo lo que fue el horror franquista”.
De repente, hay una pequeña pausa. La que habla es Isabel Celaá, ministra de Educación y portavoz del Ejecutivo. El episodio ha tenido lugar este viernes, en la rutinaria rueda de prensa que se celebra tras el Consejo de Ministros. Y, por un momento, esa rutina se ha roto.
“Yo esto lo siento de manera muy íntima porque el hermano de mi madre fue una de las víctimas de Mauthausen. Esto es un detalle que como estamos casi en familia se lo puedo decir. Lo siento de manera muy profunda”, añadía Celaá. Según ha podido saber EL ESPAÑOL, la ministra hablaba de su tío Ángel Diéguez Canales, fallecido en el campo en 1941.
Este viernes, el Gobierno ha sorprendido publicando en el Boletín Oficial del Estado (BOE) una lista de 4.427 personas que murieron en el campo de concentración nazi de Mauthausen-Gusen entre 1940 y 1945. El objetivo de esto no es sólo poner nombre a unas historias que parecen haber quedado perdidas en el tiempo, sino que las propias familias puedan saber qué pasó. Ahora, los familiares tendrán un mes para presentar alegaciones antes de que sean inscritos como fallecidos en el Registro Civil Central.
“El objetivo no es otro sino poner en valor aquello que fue silenciado durante 80 años”, seguía Celaá, tras la pausa personal. “Ha habido familias que hasta épocas muy recientes no han llegado a conocer qué fue de su familiar desaparecido. El hecho de que estén en el BOE le proporciona una solemnidad y les hace aparecer con una identidad que una vez les fue negada.
Ángel, el tío de la ministra
Entre los 4.427 nombres que se han publicado en el BOE, para la ministra hay uno que es distinto al resto, el de Ángel Diéguez Canales. Según ha podido confirmar EL ESPAÑOL, él es el tío de Celaá. Nacido el 29 de marzo de 1918 en País Vasco, Ángel llegó al campo de concentración nazi de Mauthausen y ahí falleció cuando tenía solo 23 años, el día 14 de noviembre de 1941.
Su número de prisionero era el 24820 y su primera matrícula en Gusen era la 3925. Esto es porque, si bien llegó a Mauthausen en primer lugar luego fue redirigido al campo de concentración Gusen I, fundado entre 1938 y 1940. Los tres campos de concentración de Gusen dependían a su vez a Mauthausen, solo que la elevada cantidad de prisioneros hizo que los nazis ampliaran el campo.
El complejo era un campo de trabajo forzoso que se cobró numerosas víctimas, entre ellas, las de los republicanos españoles que cayeron ahí. En total había más de 7.000 presos españoles y cerca del 65% falleció a causa de la alimentación y las duras condiciones de vida, especialmente en el verano de 1941, cuando falleció Ángel.
La mayoría de los presos son españoles que cruzaron a Francia en 1939 y ahí fueron recluidos en campos al aire libre. Cuando Franco llegó al poder y los alemanes ocuparon el país galo, se convirtieron en presos y ambos países llegaron a un acuerdo para ser internados en campos alemanes.
Gusen fue liberado por las tropas norteamericanas el 5 de mayo de 1945. Por eso el Gobierno ha establecido ese día para conmemorar a las víctimas españolas del régimen nazi. Se desconoce cómo llegó el tío de la ministra hacia esos lares, pero la inclusión del nombre en el BOE permite que la herida se vaya cerrando poco a poco, tantos años después de que quedara abierta.
Nombres olvidados en Madrid
Los 4.427 nombres estaban apilados y olvidados en unos libros que se encontraban en la sede del Registro Civil Central en la calle de Montera. Esos papeles fueron obtenidos por los soldados americanos que liberaron el campo y luego pasaron a ser propiedad de la administración francesa. Finalmente, llegaron a España en 1951 pero por aquella Franco estaba en el poder y cayeron en el olvido. Hasta ahora.
Un grupo de historiadores de la Universidad Complutense de Madrid ha revisado su contenido para que se pudieran publicar, lo que ha sucedido este viernes. “Lo hemos trabajado fuera de nuestros turnos y hemos tenido que traducirlos del alemán al francés y luego al castellano”, explica Gutmaro Gómez Bravo, coordinador del grupo de historiadores, en conversación con este diario.
“Tiene un significado a nivel histórico porque se homologa todo esto y empezamos a estar al nivel de otros países que han hecho estudios de este tipo”, comenta Gómez. “Luego tiene un valor familiar incalculable, porque la mayoría de las familias no tienen datos ni recibieron cartas. La mayoría perdieron el contacto durante la Guerra Civil y los dieron por muertos en el campo de batalla… este conocimiento se había perdido”, añade.
“En España hay mucha polémica en torno a la Guerra Civil pero no en torno a este tipo de estudios, que son más asépticos. Yo creo que pueden dar una idea de por dónde hay que abordar estas cuestiones, podría ser un camino”, añade, y comenta que no siempre cuentan con el beneplácito y las ayudas de las administraciones, algo que haría falta. Su necesidad ha quedado patente este viernes, cuando ya han empezado a llegar las primeras alegaciones de familiares de las víctimas de uno de los episodios más oscuros del siglo XX.