Es 7 de abril de 2016 por la noche y en el Teatre Nacional de Catalunya no cabe un alfiler. Se celebra una gala que culmina cuando Óscar Camps sube al escenario. Ovación cerrada. El activista pro-derechos humanos se acaba de convertir en ‘Catalán del año’. En la estrella del evento con el que El Periódico reconoce anualmente a los catalanes más admirados. Camps recibe la estatuilla de manos de Carles Puigdemont, mientras las felicitaciones desbordan las redes. En su discurso, Camps asegura que le hubiese encantado no ganar nunca ese premio. Porque a Óscar Camps lo nombran catalán del año en reconocimiento a su labor humanitaria: salvando inmigrantes a la deriva por el Mediterráneo.
No imaginaba que, poco después, los trabajadores de su empresa de socorrismo iban a declararse en huelga indefinida para denunciar los constantes incumplimientos de las condiciones laborales. Que lo llevarían a juicio y que perdería. Que se vería en el ojo del huracán porque, en su vida pública, salva a náufragos que intentan alcanzar las costas europeas. Pero en su faceta de empresario oprime a sus trabajadores en esas mismas costas.
La lista de quejas es larga. Jornadas maratonianas de trabajo, descensos paulatinos de salario para poder ofertar más barato que las otras empresas y adjudicarse así los concursos para gestionar el socorrismo de muchas playas españolas, instrumental obsoleto o inexistente, horas extras que exceden por mucho las fijadas en el convenio y represalias contra los trabajadores que pretenden organizarse sindicalmente. Voraz o explotador son los calificativos que le dedican sindicatos y personas que han trabajado para él.
Es el lado oscuro del icono humanitario de nuestros días. De un joven que aspiraba a ser dibujante de cómics, que encontró en el socorrismo su modus vivendi, que creó un imperio en ese sector y que ha acabado siendo famoso por rescatar a personas del mar, pero criticado (y condenado) por sus malas prácticas con sus trabajadores.
Del cómic al agua
Óscar Camps Gausachs (Barcelona, 1963), es tal vez la figura del momento. El protagonista de este verano. Su labor de salvamento a bordo del barco Open Arms, rescatando inmigrantes por el Mediterráneo, ha convertido a este catalán de 56 años en el nuevo icono humanitario mundial. A su barco se han subido personajes ilustres como Marc Gasol o, más recientemente, Richard Gere. Gracias a su intervención, cientos de inmigrantes que pretendían llegar a Europa a bordo de frágiles pateras han podido vivir para contarlo. Su proyecto quijotesco le ha puesto en el objetivo de los medios de todo el mundo, en el pedestal de las organizaciones humanitarias, y en el punto de mira de políticos ultraderechistas como Matteo Salvini.
Pero antes de llegar a tal grado de popularidad, Óscar Camps ha pasado por otras fases mucho menos conocidas. Camps destacaba en su juventud en sus facetas de dibujante y de nadador. El sueño de ganarse la vida con los cómics lo abandonó pronto y el de la competición deportiva nunca le acabó de llenar. Lo que sí que fue siempre fue emprendedor. Con 25 años ya creó su primera empresa, una agencia de alquiler de coches en Castelldefels. Cuenta La Vanguardia que en 1993 se separó de su primera esposa, dejó el rent a car y se puso a trabajar en la que sería su otra gran vocación: ayudar a la gente.
Encontró trabajo en las ambulancias de Badalona y fue consolidando su voluntariado en Cruz Roja, realizando trabajos en grandes eventos de Cataluña como rallys o conciertos. Pero encontró su futuro en el mar, ese que empezó a amar desde pequeño cuando lo llevaba su abuelo. Hasta la entrada de este siglo, no estaba regulada la presencia de socorristas en Cataluña. Hasta entonces, Óscar cumplió puntualmente con su labor como voluntario las playas catalanas.
Pero en 1999 cambiaron las cosas. La Generalitat sacó el primer decreto de piscinas que regulaba la presencia de socorrista. Ahí decidió que se acabó el voluntariado y empezaba el negocio: decidió fundar Proactiva Serveis Aquàtics S.L., la empresa con la que se acabaría haciendo con el control del servicio de socorrismo de gran parte de la costa catalana, Baleares, Canarias y la costa levantina.
Condiciones precarias
Desde que se fundó, la empresa de socorrismo ha ido creciendo a un ritmo vertiginoso. Demasiado tal vez: “Se ha ido quedando con casi todas las adjudicaciones del servicio de gestión de socorrismo en las playas catalanas a base de reducir el precio de los servicios hasta tal punto que las empresas pequeñas no puedan competir”, denuncian desde el sindicato portuario de Barcelona CGT, que fueron los primeros en denunciar públicamente, en 2018, las prácticas fuera de la legalidad de Óscar Camps con su empresa.
¿Cómo conseguía Camps estas adjudicaciones ofertando unos precios tan bajos y que le siga saliendo rentable: “Pues lo de siempre: reduce los salarios de sus trabajadores y reduce el tamaño de sus plantillas, haciendo que algunos trabajadores hagan jornadas de 10 horas diarias sin descanso, en días libres y durante todo el verano, a pleno sol”, señala este sindicato.
También apunta el sindicato a “fraude en la contratación, haciendo que una relación fijo-discontinua pase a ser temporal por obra y servicio, abaratando los costes de despido”, así como “mala calidad de los materiales de salvamento, sin tener en cuenta la salud e integridad de los bañistas y trabajadores”.
No va a los juicios
Cuentan desde el sindicato, desde donde aseguran haber recogido numerosas comunicaciones con extrabajadores hartos por las paupérrimas condiciones laborales, que “cuando se presenta a los concurso dice que tiene, por ejemplo, una ambulancia para esa playa. Luego resulta que no es cierto y que, cuando hace falta, la tiene que traer de otra playa, dejando una sin cubrir”.
Por último, denuncian que en la empresa hay “persecución sindical a todos los que quieren organizarse para combatir las condiciones impuestas. El año pasado, 5 trabajadores de la playa de El Campello fueron despedidos al montar una sección sindical de CGT”. Poco después, la justicia le dio la razón a los sindicalistas y un varapalo a Óscar, al que condenó por vulneración de los derechos fundamentales.
Proactiva despidió al representante del sindicato CGT en las playas de Barcelona. Despido nulo e indemnización por daños morales fue lo que falló el alto tribunal catalán. “Ni siquiera se presenta a los juicios, porque tiene tan claro que lo que está haciendo es ilícito, que no comparece para ahorrarse los gastos de abogados”, cuentan fuentes del sindicato que ha denunciado las prácticas abusivas del activista del Open Arms.
Camps sigue mandando
Camps se quita del medio en 2015. Al menos en apariencia. Asegura que ese año se apartó de la empresa, justo cuando empezó a dedicarse a la labor humanitaria. Sin embargo, los trabajadores que denuncian sus malas condiciones laborales, niegan este extremo y aseguran que sigue teniendo todo el poder en la toma de decisiones de la empresa, aunque ahora no salga en la foto. "Óscar Camps sigue al frente del brazo comercial de Proactiva. Firma los despidos, las renovaciones de contratos y tiene un canal de radio, llamado Delta Oscar. Cuando se pone en línea, todo el mundo tiene que callar y escuchar", explicaban fuentes de Proactiva a EL ESPAÑOL por medio de Crónica Global.
Precisamente fue en 2015 cuando Camps perdió su primera batalla judicial contra sus empleados: el Tribunal Superior de Justicia de Baleares le condenó por despidos improcedentes a cinco de sus socorristas que trabajaban en playas de Ibiza. Ahí fue donde Camps se quitó del foco de esta empresa y consagró su imagen exclusivamente al barco humanitario. Es la que le ha llevado a convertirse en el último icono humanitario moderno. Mientras, la empresa de socorristas seguía litigando con trabajadores descontentos.
No entienden que, a pesar de las huelgas, de las condenas judiciales y de malas experiencias laborales como las que tuvieron en Baleares con su empresa de socorrismo (que acabó retirándose de las costas antes incluso de que venciese el contrato), se le sigan adjudicando contratos en la costa barcelonesa. Su presunta amistad con la alcaldesa Ada Colau ha sido un factor repetido hasta la saciedad en el entorno marítimo de Barcelona. La alcaldesa le adjudicó en 2016, una vez más, la gestión del socorrismo de las playas de Barcelona. Una sombra demasiado alargada.
Los afectados inciden en que "esto no tiene nada que ver con lo que está haciendo con el barco. Somos gente de mar y somos los primeros en aplaudir esta iniciativa. Yo, incluso, me apunté para ir en el Open Arms aunque no me llamaron", cuenta uno de los perjudicados por Proactiva. Lamentan también desde el sindicato que la información publicada "haya sido utilizada por la extrema derecha para sus propios fines". Pero, cuentan, "lo de Óscar Camps con sus empleados debe saberse. Estamos hablando de derechos laborales. De dignidad".