'Las Espinosadas', las quedadas de Rocío Monasterio con sus poderosos 700 familiares políticos
El patriarca de la familia desvela a EL ESPAÑOL cómo mantienen esa curiosa tradición tratando de reunir a los más de 700 miembros del linaje una vez cada cinco años.
1 septiembre, 2019 03:04Noticias relacionadas
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Ese día, unos llevan colgada de la pechera una etiqueta de color naranja. Otros la lucen de color verde. Más allá uno se los encuentra con el distintivo azul. No faltan, por supuesto, los amarillos. En cada una de ellas aparece también un número individualizado, y un nombre, e indicaciones específicas de la parte de la familia de la que proceden. Cuando llega la jornada de la gran reunión, cada miembro prepara la noche anterior el color que le corresponde. Es la insignia característica e ineludible que se coloca en el pecho y que les diferencia. Ayuda al resto de componentes de la inacabable estirpe a saber de qué sector procede cada uno de los invitados. Un requisito imprescindible para acudir a la celebración.
Los Espinosa de los Monteros son una familia muy particular. Su linaje resulta tan extenso como inabarcable. Según sus cálculos, cuentan con más de 700 miembros entre sus filas. La descendencia y los árboles genealógicos ascienden durante siglos, pero lo que está claro es que el sobrenombre está presente en las altas esferas de la sociedad española desde hace más de cien años.
No es casualidad, por tanto la presencia a día de hoy, uno de los nombres más reconocibles se pueden encontrar en el Congreso de los Diputados: Iván Espinosa de los Monteros, el portavoz parlamentario de Vox, es su cara más visible en estos momentos. Se trata también de uno de los asistentes acérrimos, junto a su mujer, la también representante del partido, Rocío Monasterio, a una célebre reunión que se produce una vez cada lustro. En las fotos se la ve también a ella, junto a su familia política. Todos haciendo piña. Para reencontrarse con algunos, y para conocer al resto de miembros desperdigados por todo el mundo. La celebración siempre se sucede de forma puntual pasado ese período de tiempo. Y ellos mismos bautizaron estas entrañables congregaciones hace ya tiempo, con un inequívoco sobrenombre: "Las Espinosadas".
Las etiquetas que se observan en las imágenes sirven, cómo no, para que ellos puedan reconocerse entre los centenares de personas que acuden a la llamada en cada ocasión. Y cada ocasión, creánlo, se convierte en algo extremadamente especial. No en vano, el evento al que nos referimos tan solo ocurre una vez cada cinco años. Es probable que muchos de sus miembros procedan de puntos totalmente dispares de la geografía española, europea y mundial. Una suerte de congregación planetaria les vuelve a agrupar. A todos ellos les unen dos cosas: haber nacido con el mismo apellido y pertenecer a la misma familia.
"Dentro de la familia hay de todo, y en estas reuniones lo que menos importa son las siglas políticas de cada uno. Siempre son multitudinarias. A veces se hacen en otoño, a veces en verano. Pero siempre en Madrid, que es donde vivimos la inmensa mayoría. Así mantenemos una tradición bonita que tenemos en casa. Para reencontrarnos y para conocernos". Quien habla a EL ESPAÑOL es la cabeza visible de la casa, Carlos Espinosa de los Monteros, el padre del dirigente de Vox. Empresario, abogado y IV marqués de Valtierra. Entre 2012 y 2018 desempeñó el cargo de Alto Comisionado del Gobierno para la Marca España. Anteriormente, fue vicepresidente de Inditex, (2005-2012), presidente de Iberia y también vicepresidente del Instituto Nacional de Industria durante la Transición.
Un currículum al alcance de pocos. Es también él quien mantiene viva esta costumbre. Y quien desvela, relata y describe a EL ESPAÑOL esta peculiar tradición de una de las familias más numerosas de España.
Qué son las Espinosadas
"La idea es conocernos un poco todos, los más jóvenes y quienes ya tenemos más experiencia, quienes somos algo mayores". Dice el patriarca que tienen elaborada una base de datos donde están registrados quienes forman parte de la familia. Cualquiera de ellos sus miembros puede acceder a ella. Cuando alguno fallece, la base de datos se actualiza, y se puede comprobar al momento. Consiste en una especie de archivo informático en el que localizarles a todos con rapidez. "Hay multitud de generaciones y somos unos 700 vivos con ese apellido. Imagínate. Pero tenemos una organización bastante buena".
Las Espinosadas se podrían definir del siguiente modo: cada cinco años, un día de verano o de otoño, los Espinosa de los Monteros organizan una enorme convocatoria a la que invitan a los centenares de miembros desperdigados por todo el mundo. Muchos de ellos no se conocen entre sí. Es una fecha señalada en el calendario por todos. Los que ya se conocen entre sí, que son muchos, nunca se la quieren perder. "No ha habido ninguna a la que fueran menos de 200",dice Carlos. El récord fueron 505 asistentes.
Al ser tan amplia la familia, no falta quienes empleen sus recursos para poder planificar la reunión que se produce cada cinco años. "Uno de nuestros sobrinos tiene un catering, y es él quien lo pone. Otro se encarga de las invitaciones. Otro de escoger el lugar, un sitio amplio en el que quepa todo el mundo. Organizamos también cosas para los niños, para que estén jugando toda la tarde. La última fue en una finca aquí a las afueras".
Los invitados llegan de decenas de lugares, tantos como bifurcaciones tiene el árbol genealógico. Muchos de ellos proceden, según relatan los Espinosa de los Monteros, desde Latinoamérica. "Muchos de ellos nos cuentan que siempre habían tenido mucha curiosidad por saber de dónde venía el apellido. Y llegaban con un dibujo de sus antepasados hecho para saber de qué parte venían, qué parientes de la familia eran suyos en España".
Como comentábamos al principio, cada sector acude al convite, si puede, con los suyos, con sus mujeres, sus maridos, sus hijos. Y lo hacen portando todos ellos el color que les distingue. "Eso es indispensable, que cada uno acuda con su colorcito, porque así ya se nos hace más sencillo saber quiénes son todos ellos".
La tradición dura ya casi medio siglo. Nació por primera a mediados de los setenta a propuesta de uno de sus miembros más veteranos y ha perdurado desde entonces. "La primera de toda las reuniones la propuso un antepasado nuestro, Hernando, que llegó a participar en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960". Su experiencia es la demostración de la amplia variedad de personalidades presentes en la historia de la familia. "La mayoría son militares. La generación de los abuelos son una mujer y la mayoría eran militares, marítimos y diplomáticos", explica Carlos.
Hernando Espinosa de los Monteros, el primer organizador de esta tradicional quedada, participó en aquella competición mundial representando a España en la especialidad de hípica. Su buen hacer provocó que alcanzase la final tanto del salto de obstáculos individual como el del salto por equipos. Aquel hombre desempeñó en aquel tiempo las funciones de general de caballería. Fue durante los tiempos de la dictadura.
Hernando decidió instaurar aquella bella costumbre familiar con el fin de hacer piña, y con el fin de conocer a parientes de una estirpe ya entonces enormemente extendida. "La primera reunión -dice Carlos Espinosa de los Monteros- se produjo en la carretera Fuencarral El Pardo. En un restaurante llamado El Faro. Yo tendría 20 y tantos años. Fue muy divertida porque conocimos allí a bastantes primos que no habíamos visto nunca. Teníamos muchas cosas en común".
Es costumbre que la reunión se celebre siempre en Madrid. La única vez que se rompió esa regla fue en el año 2006. Era una ocasión especial: era el aniversario número 1.000 del nacimiento del apellido. "Y por eso nos fuimos todos a Burgos, al pueblo Espinosa de Los Monteros, a celebrarlo. En el lugar donde nació el nombre de la familia durante la Edad Media".
Una familia de apellido milenario
La historia de esta prolongada saga familiar se remonta a los albores de la Baja Edad Media, en el siglo XI. Y nace en la localidad con la que comparte ese mismo nombre. Es una villa de frontera, ubicada al norte de la provincia de Burgos. Limita prácticamente con Vizcaya y Cantabria. Aquel lugar, hace cientos de años, se conocía como la villa de los Monteros. Pasó un tiempo hasta adquirir el sobrenombre de Espinosa.
Este apelativo no era casual. El valle en el que está enclavada esta localidad se le conocía como Val de Espina. Después pasó a llamarse Val de Espinosa. Tenía que ver con las características propias de aquella tierra, un paraje asilvestrado, plagado de punzantes plantas silvestres. Un lugar, cómo no, plagado de espinos.
El apellido Espinosa de los Monteros nace en el período de mayor trascendencia del lugar, en los tiempos de la reconquista. Concretamente, a principios del siglo XI, en tiempos de Sancho García, conde de Castilla. Uno de los escuderos de aquel señor descubrió que se había urdido un complot para eliminar a su señor. Tenía enemigos que pretendían envenenarle. Sancho García logró sofocar gracias a aquel fiel vasallo aquel malévolo plan, y en recompensa le otorgó el honor de que él y su descendencia se convirtiesen, desde aquel entonces, en la guardia personal de los condes de Castilla.
-Aquel hombre -dice don Carlos- era nativo de la villa de los Monteros. Y desde entonces aquel lugar se conocía como la villa de Espinosa de los Monteros.
Ese privilegio duró hasta el año 1931, el último año de reinado de Alfonso XIII. El arraigo de la familia y su relación con estas instituciones es tal que, en 1975, cuando Juan Carlos I organizó su Guardia Real, bautizó uno de los tres batallones con el nombre de los Monteros de Espinosa.
De esa manera llegó el año 2006, en el milenario aniversario de tan simbólico hecho. La familia de Iván decidió que, por primera vez, la tradicional Espinosada se celebraría en ese lugar. "Estuvimos dos años organizándolo todo. Y tratando de localizar al máximo número posible de gente de la familia".
Siempre ligados al poder
Desde ese hecho histórico, que se pierde en la noche de los tiempos, el apellido Espinosa de los Monteros ha estado estrechamente ligado al poder. Y a los cargos militares. Valga como ejemplo algunos de los representantes de la familia a lo largo del último siglo.
Entre los antepasados de la casa se encuentra Eugenio Espinosa de los Monteros Bermejillo, que fue el embajador español en la Alemania de Hitler. Su hermano, Carlos Espinosa de los Monteros Bermejillo, había sido capitán del estado Mayor durante los primeros años de la guerra del Rif, contra Marruecos, que se prolongó desde 1911 hasta 1927. Entre sus subordinados se encontraba un joven Francisco Franco Bahamonde. Carlos fue nombrado en el año 1920 Ministro de Instrucción Pública, Gracia y Justicia del territorio del Sarre, gestionado en aquel entonces por la Sociedad de Naciones. Esto se acordó en el Tratado de Versalles, el acuerdo de paz que puso fin a la Primera Guerra Mundial.
El hijo de este Carlos fue Francisco Javier Espinosa de los Monteros y Herreros de Tejada (1911-1984), marqués de Valtierra. Es el abuelo de Iván, y el padre del actual patriarca, el hombre que nos relata la historia de esta saga tan particular y de cómo luchan para que sus costumbres nunca se extingan por muchos siglos que pasen.
La última quedada se produjo en 2016. En las fotos que facilitan los miembros de esta estirpe se observa decenas y decenas de miembros posando según las ramas de las que cada uno procede. La próxima tendrá lugar en el año 2021. Y a menos de dos años vista, una de las familias más numerosas del país se encuentra ya en plenos preparativos. Nadie se lo quiere perder.