“Es que Blanca es así”. Esa parece ser la respuesta oficial de todo el que la conocía. Que es así, y punto. Cuando la familia de la medallista olímpica Blanca Fernández Ochoa se fijó en que no estaba, hicieron lo lógico e intentaron llamarla al teléfono. Pero no se lo había llevado. Cuando la Policía Nacional se puso a buscarla, lo primero que miraron es si había algún movimiento en alguna de sus tarjetas de crédito. Pero no tenía. La que probablemente ras la mejor esquiadora de la historia del país llevaba una vida rara, casi de ermitaña, y eso ha complicado las cosas hasta el hallazgo de su cadáver once días después. Era peculiar: “Claro que lo era, por eso es una medallista olímpica”, responde una amiga cercana.
Fernández Ochoa, que tenía 56 años, desapareció el pasado día 24 de agosto en la sierra de Cercedilla y su familia denunció ante las autoridades el día 29. Tardaron tanto porque, de nuevo la respuesta oficial, “ella es así” y había comentado a su hija Olivia que iba a pasar cuatro días “al norte”. 11 días pasaron desde la última vez que alguien supo de ella por última y ni rastro, a pesar de que se montó el dispositivo de búsqueda más amplio que ha conocido la Comunidad de Madrid.
Lo cierto es que desde que dejó el esquí profesional Fernández Ochoa tuvo que sufrir varios golpes que no le han permitido volver a ser la misma. El no encontrar su sitio tras abandonar la alta competición, dos divorcios, uno de ellos especialmente traumático, y la muerte de su hermano Paquito en 2006 a causa de un cáncer le dejaron mella. “Aunque es verdad que lo había pasado mal, en los últimos años estaba mucho mejor”, reconocía un familiar.
Pero antes, el “es que Blanca es así”. Su entorno cuenta que cuando murió Paquito, Blanca empezó a realizar este tipo de escapadas. Se iba, estaba varios días desaparecida y acababa volviendo. Por eso su familia no se preocupó demasiado en un principio. En esta ocasión tampoco se llevó la tienda de campaña ni el saco para dormir. “Ella no hacía eso”, relata Adrián Federighi, cuñado de Blanca y marido de su hermana Lola, en conversación con EL ESPAÑOL. Lo hacía en uno de los pocos momentos de pausa que encontraba, con los helicópteros sobrevolando y las batidas a punto de partir.
“Ella siempre hacía eso. Echaba a caminar y cuando le cogía la noche se echaba, con las estrellas”, añadía. “Quizás en invierno sí que iba con la tienda de campaña pero si no siempre dormía al raso, haciendo vivac”, comentaba.
Sin móvil, tarjeta, carné ni cuenta bancaria
Y en esas caminatas casi siempre hacía lo mismo. Iba sin móvil. Era una deportista casi nata, le encantaba pasar tiempo por la montaña y por su cabeza nunca pasó la idea de que pudiera sufrir un accidente y que necesitara llamar a alguien. Además, se mostraba públicamente encantada de no tener el teléfono móvil a mano. “Ella siempre lo decía, que qué bien era ir sin móvil”, cuenta Federighi. “Además, al principio de la desaparición, cuando la llamábamos no nos extrañaba que no contestara, porque normalmente no contestaba a nadie. Sin embargo, a nosotros, a la familia, al ver que la habíamos llamado sí que nos la acababa devolviendo”, añade.
Pero esa no era su única particularidad. También presumía de no tener cuentas bancarias y no utilizaba la tarjeta de crédito para nada, no tenía. Pagaba todo en efectivo. Tras su desaparición se especuló con que había realizado una compra con tarjeta de crédito pero resultó siendo falso. “Eso lo comunicó alguien seguramente con la mejor de las intenciones pero se equivocaron de Blanca Fernández. ¿Cuántas personas llamadas así debe haber?”, se preguntaba otra familiar.
Además, insistían desde la familia que ella ni tenía tarjeta de crédito ni cuenta bancaria. Esto último resultó no siendo cierto. En las labores de investigación la Policía Nacional descubrió que en realidad sí que tenía una cuenta, en Bankia, pero que en ella no había ni un solo euro. Otra pista que acababa en dique seco.
Si Fernández Ochoa hubiera sido distinta todo habría funcionado de otra manera. Al tener el más que probable accidente que sufrió en la montaña de Cercedilla, quizás habría podido llamar a alguien. Si hubiera comprado algo con tarjeta en alguna de las tiendas, algo que seguramente hizo ya que salió de casa con lo puesto, la Policía podría haber acotado la zona donde se registró su último movimiento.
Esta vez, ni siquiera fue con documentación. Según ha confirmado la familia, en el coche de Blanca, que se encontró en un aparcamiento de Las Dehesas de Cercedilla, se encontraron 15 euros, una mochila en la que dentro estaba su documentación y unas chancletas. “Es que Blanca es así”, sseguía resonando en la atmósfera.
Un divorcio tormentoso
Otro de los episodios que marcaron la vida de Fernández Ochoa fue su divorcio de David Fresneda, el padre de los dos hijos de la deportista. Ambos se conocieron a mediados de los 90 en La Azohía, en Murcia. Ahí, él regentaba un centro de buceo que ella también pasó a gestionar temporalmente hasta que se divorciaron y en 2000 vendieron el negocio a otros propietarios.
“Ese tipo la desestabilizó y ella no supo encontrar su lugar”, reconoce un amigo cercano y que se ha criado junto a la familia Fernández Ochoa. “Ella lo pasó especialmente mal tras su segundo divorcio”, reconoce Adrián Federighi, aunque nadie se mete a explicar por qué. “Pero en los últimos años parecía que estaba bien. Se había buscado un nuevo novio, Ernesto, y es un tipo increíble y muy simpático. Era muy feliz a su lado y viajaban mucho”, añade.
Sin embargo, desde la separación se cambió su vida, se fue a vivir a casa de su hermana Lola y desde ahí compaginaba varios trabajos. Daba charlas de motivación a ejecutivos, tenía un proyecto de chalecos de electro estimulación y trabajaba como relaciones públicas en la empresa de una de sus hermanas. Un poco de todo y, según sus conocidos “no encontraba su sitio”. Pero, al contrario de lo que pueda parecer, seguía manteniendo relaciones cercanas con muchas personas y no parecía haberse aislado. Más bien, se trataba de un alma libre.
La posible inestabilidad mental de Fernández Ochoa es un asunto que ha traído cola estos días, llegando a publicarse en la prensa un trastorno bipolar diagnosticado desde pequeña. La familia ha confirmado este extremo a EL ESPAÑOL pero quita hierro al asunto. “No es una enfermedad que le haya surgido, es algo que lleva desde pequeña y desde entonces ha pasado por dos hijos y ha participado en cuatro Juegos Olímpicos”, decía un familiar. “Si la idea que está sacando la gente de esto es que ha venido hasta aquí para suicidarse, que se ha tirado por algún sitio, no tiene sentido, ella no es así”, añadía.