Eran las dos de la madrugada del viernes cuando María se dispuso a limpiar la cocina. En un momento dado, le picó la curiosidad. Su amiga Carmen le había entregado una caja un mes atrás. Esta le había advertido que no la abriera; eran juguetes sexuales de su marido, que se había marchado de casa en febrero para no volver, le confesó cuando se la entregó. Y María la guardó en la cocina, sin revisarla, poniéndola junto a las conservas. María la abrió y allí se encontró la macabra sorpresa: un cráneo humano en avanzado estado de descomposición, cocido y envuelto en papel Albal.
La cabeza desmembrada del cuerpo era la de Jesús María Baranda, un jubilado de 67 años al que echaban en falta desde febrero. Exempleado del Banco Santander, nacido en Getxo (Vizcaya) pero residente en Castro Urdiales, era conocido y apreciado en el pueblo. “Un tío amable que bajaba a tomar chatos con su cuadrilla y que nunca tuvo una mala palabra con nadie”, cuentan en los bares que frecuentaba.
Nadie en el municipio se explica lo sucedido. Castro Urdiales (Cantabria) es uno de los pueblos más bellos de la costa cantábrica y todavía en octubre cuenta con veraneantes. Un lugar tranquilo que se ha visto sacudido por tan grotesco suceso: una vecina de la calle Santa Ana avisó, en mitad de un ataque de nervios, a la Guardia Civil durante la madrugada del viernes al sábado: en su casa había una caja con un cráneo humano.
Pareja poco unida
La Guardia Civil detuvo de inmediato a Carmen M., gaditana de 61 años, residente en Castro Urdiales desde hace 7 años y pareja de Jesús. Ambos estaban separados de sus anteriores parejas y convivían en un piso de la calle Padre Basabe, a la entrada del pueblo. Una extraña pareja, según cuentan por el barrio: “Yo me acabo de enterar que esos dos eran pareja, porque nunca se les veía pasear juntos”.
Jesús era muy conocido en Castro. Frecuentaba los bares de la popular playa de Ostende y lo hacía siempre en compañía de sus amigos de cuadrilla. Un grupo de jubilados que hoy no se han dejado ver por la calle. El pueblo está literalmente tomado por policía y periodistas y han decidido quitarse del medio mientras digieren el varapalo.
“Yo le he atendido muchas veces y a las camareras nos trataba siempre como si fuésemos sus nietas. Siempre amable, campechano y hablador”, lo define Sara, una chica que reside en la misma calle donde convivía esta extraña pareja.
Una mujer gruñona
Sobre Carmen no hay tan buenas palabras. “Una tía rara. Tampoco sé decirte mucho más. No tenía hijos, sólo un perro y sólo salía a la calle para pasearlo. Era muy gruñona. Le molestaban los críos aunque no le hicieran nada. Yo a los míos les tenía terminantemente prohibido que se dirigiesen a esa mujer”, cuenta una vecina de la calle Santa Ana.
Dos caracteres aparentemente opuestos que acusaban problemas de pareja. Un vecino del bloque, antes de pedir permiso a la Guardia Civil para poder entrar en el edificio (precintado mientras duró el registro de la policía científica) confiesa que “algunos gritos sí que había escuchado yo hace tiempo. Peleas entre ellos”, concluye, sin ahondar más “porque la verdad es que yo sé lo mismo que los demás; es decir, nada”.
La pista de Jesús se pierde en febrero. Su familia le pide explicaciones a Carmen, que contesta que no sabe nada de Jesús. Que se ha largado de casa y se ha llevado 12.000 euros. Pero que cree que volverá para Semana Santa, porque tienen planeado hacer un viaje. Andrés, el hermano de Jesús María, se cree la versión que le da su cuñada y espera a que su hermano vuelva.
No denuncia
Pero pasa Semana Santa y Jesús no vuelve. Le sugieren a Carmen que denuncie la desaparición. Pero la gaditana, con una sangre fría que asusta, rechaza acudir a las autoridades, confiando en que Jesús volverá y creyendo que se encuentra bien. En su entorno extrañaba esa tranquilidad, sabiendo que Jesús no había dado noticias y que su forma de proceder nunca sería esa.
Entretanto, Carmen le había hecho entrega de la caja a una amiga de la Casa de Andalucía de Castro Urdiales. Un centro cultural que está ubicado en la plaza de toros del pueblo y que tras el suceso permanece cerrado a cal y canto. Sus responsables tampoco atienden las llamadas. Igual que los integrantes de la cuadrilla de Jesús, han decidido borrarse del mapa mientras sigue la investigación, que continúa bajo secreto de sumario.
Cuando Carmen le entregó la misteriosa caja a María, le dijo que eran juguetes sexuales de Jesús y que ella, ni los iba a usar, ni los quería tener en casa para nada. La amiga decidió aceptar el encargo sin abrir el recipiente en ningún momento. Hasta que no pudo más y le picó la curiosidad.
Un suceso surrealista sobre el que se ciernen incontables interrogantes. ¿Qué le sucedió en realidad a Jesús? ¿Dónde está el resto del cuerpo? ¿Por qué se quedó Carmen con la cabeza? ¿Cuánde le hizo entrega del cráneo a su amiga? ¿Fue una especie de venganza o aviso? ¿Había un triángulo amoroso que acabó mal, tal y como apuntan algunos vecinos? ¿Por qué la familia de Jesús no denunció su desaparición? Por el momento, son todo hipótesis en Castro Urdiales. Es casi octubre, pero por el clima parece que toavia sea verano. Camina la gente por la playa de Ostende, por los bares que frecuentaba Jesús, y nadie se explica nada. La policía científica sigue registrando la casa en la que convivía la pareja para intentar esclarecer uno de los sucesos más extraños que ha sucedido nunca en Castro Urdiales.