Botton, el último de la saga judía de los Danone: de crear el mejor yogur al retiro entre olivos y viñas
El nieto del fundador de la firma reside a las afueras de Barcelona. Sus operaciones disparan a Avinyonet del Penedès al 2º municipio más rico de España.
6 octubre, 2019 02:35Noticias relacionadas
Una extensa sábana de 310 hectáreas cubierta con centenares de olivos de aceitunas arbequinas. 250.000 litros al año de un producto de altísima gama. Una lujosa hacienda de paredes blancas situada en el municipio de Avinyonet del Penedès, provincia de Barcelona, recibe al curioso. Detrás de toda esa producción, de una exitosa hacienda adquirida hace varias décadas, se encuentra el nombre de Mauricio Botton, un rico empresario de 87 años de edad cuya fortuna ha puesto en el mapa a ese pequeño ayuntamiento en el que apenas viven 1.700 personas.
Lo primero que pensaron los habitantes del pueblo es que a alguien le había tocado la lotería. Dicen que un subidón de ese tipo es difícil que se deba a otra cosa. Después, ya con más pausa, se percataron de que todo tenía que ver con un habitante al que no suelen ver mucho por allí. El modo en que se reparte la riqueza en España a veces arroja ciertas sorpresas. En el ránking de los municipios más ricos del país hay algunos que son fijos y que no suelen bajar del top 10: Boadilla del Monte, Pozuelo de Alarcón, Majadahonda, San Cugat del Vallés… Son nombres muy repetidos. Este año, por el medio, se ha colado el de ese pequeño pueblo de la provincia de Barcelona.
En cuestión de un año, este municipio ha pasado del puesto 28 al número dos. Ya venía ascendiendo con fuerza en la lista en los últimos años, pero alguna operación reciente tras el capital del hombre más rico y adinerado del pueblo ha provocado esa ascensión al podio. De una renta media de 27.000 euros a los 57.843 en la lista de la Agencia Tributaria. Y todo por la ingente fortuna de Mauricio Botton, una fortuna invertida en la producción de una de las más preciadas plantaciones de toda Cataluña, La Finca La Gramanosa, una extensión que produce, cada año, 250.000 litros de aceite de oliva de alta gama. Casi nada.
Avinyonet del Penedès es uno de esos municipios en decadencia de la España rural, donde apenas ha nacido nadie en los últimos años. Algunas pequeñas empresas completan el panorama de un pueblo en el que ha sorprendido la presencia de un hombre cuyo patrimonio asciende a los 625 millones de euros y que ocupa el puesto 45 de las fortunas españolas según la lista Forbes.
La historia de éxito de este empresario afincado desde hace muchos años en Cataluña no es fruto de la casualidad. Botton procede de una familia siempre inmersa en el mundo de los negocios. Él es el último heredero de una estirpe protagonista de una historia de éxito, el eslabón final de una cadena que, generación tras generación, ha ido conservando y mimando el nombre de la multinacional líder mundial en el sector del yogur. La familia judía, a fin de cuentas, que fundó, hace cien años, la empresa Danone.
El adinerado nieto de los fundadores
Gramanosa es la base de operaciones de Mauricio Botton Carasso. El empresario compró hace 30 años los terrenos de la hacienda con vistas a un plácido futuro. Ya entonces había puesto fecha de caducidad a su permanencia en la histórica compañía familiar, así que fue planificando tranquilamente su porvenir.
Aquella compra fue un ocioso capricho con el que mantenerse ocupado, pero ahora su marca de aceites es todo un próspero negocio con el que trata de afrontar la vejez este longevo y octogenario empresario.
Durante casi 40 años, Botton continuó la saga familiar de los Danone al frente del departamento de I+D de la firma y del centro de investigación instalado en la Ciudad Condal. El nieto del fundador es todavía uno de los accionistas históricos, pese a que vendió hace unos años la práctica totalidad de sus acciones en la firma familiar.
En 2011, Botton decidió invertir seis millones de euros para construir una de las almazaras más avanzadas de toda Europa. Un dinero con el que el empresario cree que ha logrado llegar a un punto de excelencia pocas veces alcanzado en el sector.
Germina Finance es la empresa matriz del último heredero del imperio de los yogures. Botton tiene en esta firma un activo de 625 millones de euros, fruto en su mayoría de la venta en los últimos años del total de las acciones que tenía en la filial española de la gran multinacional.
Para localizar el origen de la fortuna de este empresario y de toda su familia es preciso retrotraerse unos 100 años en el tiempo. Del Penedès a la Barcelona que retrató Eduardo Mendoza en La verdad del Caso Savolta, esa ciudad de emprendedores y artistas a principios del siglo XX, una urbe sofisticada, de vanguardia, ajena al conflicto europeo. Una ciudad que se está haciendo a sí misma, repleta de emprendedores. Una ciudad que, en esos momentos, como Danone en el mundo moderno, apenas está comenzando a nacer.
El nacimiento en un laboratorio del Raval
Danone nació en un laboratorio del barrio del Raval. Concretamente, en el número 16 del Carrer dels Angels. El primer yogur se fabricó allí a finales de 1919. Fue la casa en la que se instalaron el empresario sefardí Isaac Carasso y su mujer Esther cuando llegaron a Barcelona, esa misma década. 75 años después de aquel primer yogur, Pasqual Maragall colocó una placa a la puerta de la casa en 1994 para que todo el mundo supiera que allí nacieron los yogures más famosos del mundo.
Durante los primeros compases de su estancia en Barcelona, Isaac Carasso comprueba una ciudad moderna, pero donde también muchos de los niños que allí residen padecen importantes infecciones intestinales. Decide poner remedio a este problema y populariza en la ciudad un alimento muy conocido y famoso en los Balcanes por sus beneficiosos efectos. Se trata del yogur.
El año 1919 fue extraordinariamente productivo para Carasso. 14 años antes, en 1905, había nacido su hijo Daniel, al que apodaba “Danon”. Ese fue, a la postre, el nombre con el que bautizó a la ahora prestigiosa firma. La familia había emigrado huyendo de los conflictos que azotaban su ciudad natal, Salónica, (Grecia), antes y durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
Allí el patriarca judío trabajaba como importador de aceites y comerciante de frutos secos. Fue allí donde conoció lasa propiedades del yogur. Uno de los científicos de la época, Ilya Metchnikoff, premio Nobel de Medicina, también judío, hablaba de las importantes propiedades de ese producto, alegando incluso que podía alargar la vida.
El largo viaje de aquel hombre hacia España se produjo con la efervescencia y los bombardeos del primer conflicto bélico intercontinental. El matrimonio, tras enormes penurias, y una prolongada travesía, consiguió instalarse en El Raval, y en una de las habitaciones de esa primera casa de la familia, una especie de laboratorio improvisado, elaboró el primer Danone del mundo.
Las farmacias fueron el primer lugar en el que se vendieron estos productos. Al principio, solo se fabricaban en Barcelona, pero Carasso negoció con la empresa de tranvías de la ciudad un precio para distribuir la mercancía. Todo se fabricaba por la noche. El negocio comenzó a prosperar.
Tiempo después la empresa se mudó a Francia. Su hijo Daniel, el que dio nombre al afamado y conocido producto, fue el continuador de la saga y del éxito de la empresa. La fama de este producto creció tanto en aquellos años que se dice que incluso Alfonso XIII comenzó a introducirlo en sus dietas y en los desayunos de la Familia Real.
Cuando tenía 23, Daniel Carasso, el hijo del fundador, inauguró la Sociedad Parisina del Yogur Danone e inauguró el primer punto de venta en París. En Francia pasó de las farmacias a las queserías.
El inicio y desarrollo de la Segunda Guerra Mundial les cogió ya en París. La invasión nazi de la ciudad y la caída de Francia puso a toda la familia en un grave peligro. Como familia judía, y como familia de éxito, temían a Hitler y al sus secuaces del Tercer Reich. Así que se subieron a un barco y se marcharon a Estados Unidos.
Los años posteriores, los que abarcan la Guerra Fría, hasta casi la década de los 90 del siglo pasado, fueron de un crecimiento exponencial de la firma convirtiéndose en una de las empresas más importantes del mundo. Solo tras la caída del Muro de Berlín en el año 1989 lograron instalar su mercado en los países de Europa del Este, de donde provenían las raíces del producto y de la familia.
Mauricio Botton Carasso, el último heredero de todo el imperio, es hijo de Jeanne Carasso, la otra hija del fundador. Una de sus tías Flora, murió en la cámara de gas de Auschwitz en 1944. El resto de su familia logró salvarse en aquel viaje fuera de Europa hacia territorio aliado.
De algún modo, se puede decir que la supervivencia de Danone logró consolidarse tras aquella huida lejos de la boca del lobo y de una Francia que ya había sucumbido a la ocupación nazi. Al término de la contienda, con la victoria de los aliados, Daniel Carasso, el tío de Mauricio, continuó regresando a Francia de cuando en vez y también a España, para ver el crecimiento y el florecer de sus negocios.
Un hombre retirado entre viñedos
El nombre de la familia hacedora del yogur Danone vuelve a saltar ahora a la palestra a raíz de ese pequeño pueblo a 50 kilómetros de Barcelona, el lugar donde se fundó hace un siglo la compañía, en donde vive retirado el último miembro de la familia. Los vecinos del lugar opinan que el crecimiento exponencial y tan fulgurante de la riqueza media de la localidad se tiene que deber a alguna operación reciente del nieto del creador de la empresa.
En 1939, falleció su abuelo Isaac, el hombre que fabricó aquel primer yogur en la pequeña habitación del Raval. Fue enterrado en el cementerio judío de la localidad francesa de Bayona. Allí descansa desde entonces. Su tío, Daniel, el hombre que expandió la compañía, falleció en el año 2009 en su casa de París. Vivió 103 años.
Muchos años después de todo aquello, Danone es una de las empresas más reconocidas del mundo. El eslabón que queda de la estirpe no tiene hijos, y vive ya retirado observando madurar los viñedos bajo el sol de su masía catalana. Allí permanecerá junto con su esposa en estos los últimos años de su vida.
La palabra “yogur” proviene del búlgaro “jaurt”. En ese idioma, esa palabra significa también longevidad. No debe de ser casualidad, entonces, que todos sus miembros hayan cumplido siempre tantos años, Y tampoco es casual que este año, precisamente, se esté celebrando el primer centenario de la compañía que nació en el pequeño barrio del Raval.