9 de octubre de 2019. Loli se despierta tarde, sube las persianas de su piso y se pone a preparar el desayuno. Es un día frío pero soleado en Betanzos, A Coruña. Una hora más tarde, sale de casa, camina calle arriba, entra en un centro de estética y se hace la pedicura. Al salir, se toma un café en una terraza. Empalma el primer cigarrillo con el segundo… con el tercero, el cuarto… paga y vuelve a su casa. Todavía no son ni las 14.00 de la tarde y baja de nuevo todas las persianas que cubren sus enormes ventanales. No volverá a pisar la calle en todo el día. Uno se la imagina ahí, a oscuras, en uno de los últimos días de sol que la localidad gallega le araña al otoño. Quizás esté viendo la televisión, quizás hoy hablen de ella. Pero, por partes.
9 de octubre de 1999. Justo 20 años antes. La joven Rocío Wanninkhof, de tan solo 19 años, sale de casa de su novio en La Cala de Mijas, Málaga. Es por la tarde y comienza a recorrer los 500 metros que la separan de su vivienda. Va a casa a ducharse, a arreglarse. Más tarde tiene planeado volver con él e ir juntos a la feria de Fuengirola. Nunca llegará. Esa tarde, Rocío será asesinada, recibirá nueve puñaladas. Porque sí. Así arrancará el primer suceso mediático de España en el siglo XXI.
Tras una investigación apurada, con pocas certezas y con mucha presión social, Dolores Vázquez, la Loli que ahora rehace su vida como puede en Betanzaos, era detenida el 7 de septiembre del 2000. El suceso tenía todos los elementos necesarios para convertirse en un caso mediático. Primero, Rocío Wanninkhof era mujer, joven y guapa y había desaparecido. 24 días después, el 2 de noviembre de 1999, fue encontrada asesinada. Segundo, Dolores Vázquez, que por aquel entonces vivía en Mijas, era lesbiana, “muy masculina” -según recogen las crónicas- y había mantenido una relación sentimental con la madre de Rocío. Era “el rostro de la maldad” y pensaron que se había vengado. Tercero, Alicia Hornos, la madre de la niña, culpaba y sigue culpando a día de hoy a Dolores Vázquez.
Después de pasar 17 meses en prisión y tras una sentencia de culpabilidad por un juzgado popular, Dolores Vázquez era puesta en libertad. Ella no lo había hecho. En 2003 se encontró al verdadero asesino de la joven Wanninkhof: Tony King. Ciudadano inglés y psicópata sexual al que apodaban El estrangulador de Holloway, King volvió a matar a otra joven y resolvió el crimen anterior. Esta vez la víctima fue Sonia Carabantes, de 17 años. El ADN que Tony King dejó en la escena del crimen de Carabantes coincidía con el de una colilla que tiró tras matar a Rocío. Además, el modus operandi era idéntico.
20 años después del crimen, EL ESPAÑOL localiza en Betanzos a Dolores Vázquez (que actualmente tiene 68 años) y entrevista en Mijas a Alicia Hornos (que actualmente tiene 69 años). Ha pasado el tiempo pero todavía queda mucho por cerrar. Loli continúa estigmatizada y marcada por todo lo que pasó y no ha conseguido la indemnización de cuatro millones de euros que pide al Estado por haber pasado 519 días en prisión de manera injusta. Nadie le ha pedido perdón por ello, sólo tiene reconocido que no lo hizo, y poco más. Alicia Hornos, sin embargo, todavía piensa que detrás del asesinato de su hija está la figura de Loli y cree que todavía no se ha hecho justicia.
“Un día, después de que rompiéramos, vino a mi casa a las 4.00 de la mañana y empezó a aporrear la puerta. Le dije que todo se había acabado y me respondió que me daría donde más me doliese. Y lo hizo”, cuenta Hornos a EL ESPAÑOL en su casa de Mijas, la tarde del pasado 10 de octubre. En su mente están las cartas que Tony King le sigue mandando a día de hoy desde la prisión de Herrera de la Mancha, en Ciudad Real. En ellas, el asesino condenado menciona constantemente a Dolores Vázquez, dibuja esquemas de como fue supuestamente el asesinato, con Dolores apuñalando, y sigue insistiendo en que él no ha sido. Alicia Hornos le cree, aunque la única certeza que tiene de ello es que se lo dicta su corazón.
El aniversario de Dolores
Cuando sale de su piso, ubicado en el pleno centro de Betanzos, Dolores Vázquez camina despacio calle arriba. La imagen que se tenía de ella, de aquella vez que protagonizó portadas y salía en todos los medios de comunicación retratada como "el rostro del mal", es muy distinta a la que ofrece ahora. Sigue llevando el pelo de colores, sí, pero ha engordado, se ve poco ágil y va con el brazo izquierdo en un cabestrillo. Camina seria pero se detiene a saludar a un amigo que decide acompañarla al centro de estética donde tiene la cita. La mujer que la atiende, de origen brasileño, comenta poco después a este periódico que no tiene ni idea de quien es, que la lleva atendiendo alrededor de tres años y que nunca han hablado de ello.
Hubo un tiempo en el que Dolores era una especie de Ana Julia Quezada, El Chicle o Antonio Anglés. Cuando la detuvieron, toda la sociedad se volcó en su contra. Una crónica de la época dice de ella que “era muy fría y nunca hablaba”. “Tiene el rostro pétreo, la voz baja y la mirada de hielo. María Dolores Vázquez, Loli para los allegados, usó durante años estas armas para ser la estricta gobernanta de un hotel de lujo en Marbella, El Sultán”, sigue el artículo.
“Tenía ‘
Fue, metafóricamente, crucificada. Por eso, tras salir de la cárcel, Dolores decidió que tenía que autoexiliarse a Inglaterra. Ahí tenía nexos, había pasado parte de su vida y la retomó como pudo. Pero, según adelantó Crónica, en el año 2017 Loli volvió a su Betanzos natal. Antes de irse con su familia a Inglaterra, creció en una pedanía a tres kilómetros de la localidad gallega junto a sus padres y sus dos hermanas.
Sus allegados la defienden, dicen que es encantadora, pero que sí, por supuesto, sigue marcada por lo que pasó. Desde que compró el piso de Betanzos hace tres años, no se dedica a nada en concreto. Pasea, está con algunas de sus amigas de la infancia y de vez en cuando ve a la hermana que le queda, que vive en la misma localidad. El resto del tiempo lo pasa en soledad y sin hablar con nadie del tema. Pero todos saben quien es. Para su desgracia, es demasiado célebre.
“Yo sé quien es, claro, todos lo sabemos”, cuenta a este periódico la dueña de la cafetería en la que Loli ha parado después de hacerse la pedicura. “Ella nunca nos ha dicho nada pero ya la habíamos visto en la televisión muchas veces. Hoy (9 de octubre), ha vuelto a salir en la tele por el aniversario”, añade. “La vemos muy a menudo, pero no tenemos relación con ella, sólo como clienta. Viene, se toma sus cafés y se va. A veces está con algunas amigas, otras con su hermana… Pero lo único que sé es que yo veo en ella a una señora encantadora, no hay más”, sentencia.
Nadie la indemniza
A Dolores la detuvieron en 2001 por varios motivos. Desde un primer momento se creyó que el asesino pertenecía al círculo cercano de Rocío, por el ensañamiento de las puñaladas. La Guardia Civil pensó que Dolores se podría haber vengado de Alicia, pinchó su teléfono e infiltró a una agente en su círculo. Además, se encontraron en el cadáver de Rocío unas fibras que coincidían con la ropa deportiva de Dolores, algo que finalmente resultó no ser cierto. También, algunos testigos apuntaban a que habían visto su vehículo en la fecha y hora del crimen. Durante el juicio, una psicóloga forense la definió como una persona “fría, calculadora y agresiva” y la Fiscalía se centró en desacreditarla personalmente más que en desarrollar las pruebas.
Todo se dio por bueno y el jurado popular la sentenció a Loli y fue condenada a 15 años y un día de prisión y a pagar una indemnización de 18 millones de pesetas. Fue todo tan raro que el propio Tribunal Superior de Justicia de Andalucía ordenó repetir el juicio, algo que no hizo falta porque Tony King volvió a matar. Después de 519 días en prisión, Dolores volvía a ver la luz.
Desde entonces, ella ha estado echando un pulso a la justicia para resarcir de alguna forma lo que le pasó, no sólo por el tiempo en la cárcel sino también por el estigma que la ha acompañado desde entonces. Por ello, pide cuatro millones de euros de indemnización. En 2008 el Ministerio de Justicia reconoció el error y le ofreció 120.000 euros, muy lejanos de lo que ella pedía. Recurrió a la Audiencia Nacional y al Tribunal Supremo. Ambos dijeron que no.
Cuando la causa llegó al Constitucional, ni siquiera se admitió a trámite porque para ello era necesario que el delito no hubiera existido siquiera. Esto cambió poco después del portazo a Dolores y su abogado le recomendó ir a Estrasburgo. Según el Diario Sur, la respuesta de Loli fue que seguro que, cuando su causa llegara, la Unión Europa ya se habría disuelto. Había perdido toda la esperanza.
“Yo creo que sí que le llegaron a pagar los 120.000 euros”, cuenta Carmen, amiga y vecina de Loli en Betanzos. “Pero eso le pareció poco, por supuesto. Es que le reventaron la vida”, añade. Carmen conocía a la familia Vázquez antes de que todo aquello sucediera. Se criaron juntos, aunque a Dolores sólo la ha conocido después de su regreso a casa. “Pero de ese tema no hablamos casi nunca, no le gusta”, comenta.
-¿Carmen, usted pensó, como todos, que ella era culpable?
-Me acuerdo perfectamente de esa época. Pero no, nosotros, su gente de aquí, nunca pensamos que fuera ella. Al conocer a su familia… sí que nos extrañó y sorprendió todo, pero la creíamos.
En su última aparición pública, en un foro de juristas que se celebró en 2013, Dolores comentó que “todavía, nadie me ha pedido perdón”. Dijo que todas las entrevistas de trabajo que conseguía tenían oscuras intenciones detrás, que aún recuerda los gritos de “¡asesina!”, que no se atreve a hablar por teléfono por miedo a que esté pinchado y que, cuando camina por la calle, vive un desfile de codazos que la señalan.
Este 20 aniversario, después de tomarse el café, Dolores sube a su piso de nuevo. La excursión al exterior ha durado apenas dos horas. Poco después, llega la televisión y ella baja todas las persianas de la casa, incluso aquellas que no había bajado para dormir. Cuando uno le pica en el telefonillo, nadie contesta. Está ahí, pero hace años que ha dejado de ser.
Alicia sigue culpando a Loli
A más de 1.000 kilómetros de distancia, en La Cala de Mijas (Málaga), en la otra punta del país, está la otra parte de esta historia: Alicia Hornos. Es relativamente fácil localizarla, sólo hay que purgar a los innumerables turistas que la pueblan, encontrar a alguien de toda la vida y ya está. Tras una breve negociación, un vecino accede a dejar su negocio y a acompañar a este periodista al chalé donde vive Alicia. Al llegar a la vivienda, su hija y hermana de Rocío, Rosa Wanninkhof, vuelve de hacer la compra. “No hace falta que me cuentes nada, ya sé a lo que vienes. Pasa, está dentro, a ver si quiere. ¡Mamá!, aquí hay un chico que viene a hablar contigo”, dice Rosa mientras entra en la vivienda. “En 20 años ningún periodista ha entrado en esta casa”, cuenta Rosa, y echa una mirada asesina a la par que medio cómplice al hombre que las ha delatado.
En el salón, Alicia Hornos está dando de comer a su nieto de dos años. Toda la casa está patas arriba llena de juguetes y el niño no para quieto. Está en esa edad. Cuando termina, Alicia se sienta en la mesa. Tampoco se parece a aquella mujer que se vio en la televisión. Ya entrada en años, dice que está haciendo de niñera de su nieto y en su brazo luce un tatuaje con los nombres de sus hijos. También el de Rocío, por supuesto. Es 10 de octubre de 2019. Hace exactamente 20 años, Alicia se percató de que su hija Rocío no había vuelto a casa.
“Ahora estos días los llevo mejor, porque tengo un nieto precioso. Pero siempre la estoy echando de menos. La vida no es fácil después de que te quiten a una hija de la forma en la que me la quitaron”, cuenta Alicia. Tanto tiempo después, ella sigue convencida de que fue Dolores Vázquez la que apuñaló a Rocío y que Tony King había sido contratado por ella para ayudarla.
Dolores y Alicia se conocieron a principios de los 90, cuando eran vecinas. Alicia se separó de su marido y Dolores estuvo ahí para recogerla, así comenzaron una relación que de la amistad pasó a lo sentimental. Estuvieron siete u ocho años. “Ella siempre había tenido muchos celos de Rocío, porque se pegaba mucho a mí y ella era celosa y posesiva. Lo que es suyo, es suyo, y no quiere compartir”, explica Alicia, a quién de vez en cuando se le escapa un Loli para referirse a ella pero rectifica rápidamente por un Dolores.
“Acabamos la relación por varios motivos. Primero, porque compramos una casa entre ella y yo y nunca la puso a nombre de las dos. Luego, porque eran malos tratos, me empujaba y me pegaba”, asegura Alicia. “Después, durante ese tiempo ella seguía viniendo con frecuencia y cuando estaba ella, Rocío nunca bajaba, le tenía miedo”. “Yo ahora me siento muy mal, impotente. Es como si abriera una puerta y viera que voy a caer de un acantilado pero no puedo ir ni para adelante ni para atrás. Me quedo en suspense. Para mí, no hay nada claro. Espero que la justicia reabra el caso”, cuenta Alicia.
En esas, su hija Rosa, que atiende desde el sofá mientras juega con su hijo, dice: “Mamá, déjalo, no podemos hacer nada más. Se acabó”. Alicia responde: “Pues no se acabó. Yo no quiero que se acabe hasta que no tenga las cosas claras”. El tema sigue levantando pasiones en la familia. Alicia sigue culpando a Dolores y Rosa, aunque no exculpa a Loli, cree que ya es hora de barrerlo debajo de la alfombra.
Las cartas de Tony King
Uno de los motivos por los cuales Alicia cree que todavía hay cosas por cerrar, es que en 2007 (asegura) apareció delante de su casa una bolsa. En ella había una riñonera, el tabaco que fumaba Dolores, una foto de Rocío y unas bragas de la joven, manchadas de la menstruación que tenía cuando la asesinaron y con el ADN de Dolores Vázquez. Aunque lo llevó a la Guardia Civil, esa prueba no se admitió porque se había roto la cadena de custodia.
Pero, sin duda, lo que más hace dudar a Alicia son las cartas que Tony King le empezó a mandar durante su juicio, antes de ser condenado, y que le sigue enviando a día de hoy. Sin embargo, Alicia nunca ha respondido. En los más de 40 folios de misivas, King dice que es inocente y las acompaña de dibujos y explica cómo fue el asesinato. Este diario no ha podido acceder a las cartas ya que Alicia Hornos las tiene en su casa de Jaén.
“En las cartas habla de Dolores Vázquez y también de una tal Mari Carmen” explica Alicia. “En los dibujos se puede ver a tres hombres y una mujer. Por los pelos y las indicaciones, la mujer es Dolores. Ahí viene cómo raptan a mi hija en un coche, cómo la apuñalan y la tiran. Barbaridades”, añade, y dice que King siempre ha sostenido que Dolores le contrató para acabar con la vida de la joven.
-¿No cree que Tony King, siendo un psicópata de manual, puede estar usando el tirón mediático que tuvo Dolores para evitar expiar sus propias culpas?
-Eso no lo sé, eso lo tendrá que responder él. Pero sé que Tony mata estrangulando, no apuñalando, y que a mi hija la apuñalaron. En las cartas dice que él no ha sido, habla muy bien de Rocío y dice que era como una virgen.
-¿Y usted qué piensa?
-Que me dice la verdad.
-¿Y de qué conocía a Rocío?
-¿Tony? No la conocía. Sí que conocía a Dolores Vázquez.
-Pero si Tony habla bien de Rocío y dice que era como una virgen… ¿Cómo puede saberlo si no la conocía?
-Pues es una pregunta que nunca me he hecho. No lo sé.
-¿En 20 años no se ha hecho esa pregunta? ¿Y no se la quiere hacer ahora?
-Es que no voy a tener respuesta. Son tantas preguntas sin respuesta que…
Y su mirada se queda clavada en el mantel. Alicia sí que piensa que Tony estuvo ahí. Es incuestionable. Si le da veracidad a los dibujos, tuvo que estar para explicarlo tan bien. Si se presta atención a las pruebas, dejó su ADN en la escena del crimen y su modus operandi de ensañamiento con sus víctimas. “Estuvo ahí, pero estoy segura de que él no la mató”, añade.
-¿Cuál es el último recuerdo que guarda de Rocío?
-Ella estaba estudiando primero de Magisterio en Úbeda. Iba a hacer segundo, pero no le dio tiempo. Se la llevaron. Ese día, era sábado. La escuché duchándose y bajó con un pantalón berenjena y una camiseta blanca. Se sentó ahí (dice, señalando al sofá). Le pregunté si iba a subir y me dijo que sí, que iba a La Cala a tomar un café con sus amigas y que luego iría con su novio a la feria de Fuengirola. Y ya no volvió… ya no volvió. Yo, lo único que quiero es que se haga justicia. Todavía, en mi cabeza el puzle no está acabado.
-¿Guarda esperanza?
-Mientras viva.