Como cada mañana, Frans Gallardo se montó en su moto y se dirigió desde Lloret de Mar a la Facultad de Filosofía de la Universidad de Girona para asistir a clase. A sus 46 años, le cuesta mucho compaginar su trabajo de limpiadora en un hotel con la carrera. Son 90 kilómetros cada día, llueva o truene. 45 de ida y 45 de vuelta. Por eso, a ella que es constitucionalista, le molesta cuando se encuentra las clases vacías porque el independentismo ha convocado una huelga. O porque han bloqueado los accesos a la universidad, como ha sucedido este lunes, cuando se conoció la sentencia del juicio del Procés.
Ir a la facultad ha sido siempre el sueño de su vida, pero ese lunes no le dejaron entrar; los radicales habían cortado los accesos. Lo normal hubiera sido volver a casa, pero a Frans no le dio la gana. Y explotó, igual que explotó Michael Douglas en la película Un día de furia al encontrarse atrapado en un atasco intentando llegar al cumpleaños de su hija. Al ver que no podía pasar, Frans decidió montarse en su moto y marcharse a la manifestación indepe del centro de Girona. Antes pasó por un bazar chino y compró una bandera de España. Con ella se plantó en las escaleras del edificio de la Generalitat, donde estaba la multitudinaria concentración. Y ante miles de esteladas, la enarboló.
Sacar la bandera la convirtió por un lado en la diana de los manifestantes, que la agredieron, la amenazaron y le intentaron quemar la bandera. Pero por el otro, ha hecho de ella el símbolo de un sector de la ciudadanía catalana que ya está harto del bloqueo de unos cuantos. Frans con su bandera de España, es ya uno de los iconos de la resistencia contra el Procés.
Frans Gallardo (Jaén, 1973) ha nadado contracorriente durante toda su vida. Procede de un entorno familiar complicado, pero su afán de superación ha podido con todo: “Aunque nací en Jaén, me crie en Cataluña. Aquí he trabajado, he tenido hijos, aprendí a hablar catalán pagándome mis cursos, me saqué la ESO, me seguí formando…” explica Frans a EL ESPAÑOL, que trabaja como limpiadora en un hotel.
Por si fuese poco, lleva tiempo consolidando su faceta literaria; y es que Frans ya ha escrito 8 libros. Novelas, poesías, cartas, autobiografía, relatos… Un ejemplo, que le ha llevado a ser entrevistada por varios medios locales, a participar en numerosas tertulias y, por fin, a acceder a la facultad: “Soy la primera de todo mi árbol genealógico que pisa una universidad”, explica orgullosa esta estudiante de Filosofía.
Su esfuerzo le ha costado. Lidera una familia monoparental. Tiene tres hijos de 20, 15 y 10 años que saca adelante sin ayuda de nadie. “Hace ya cinco años que me quedé sola”, recuerda. Trabaja hasta los fines de semana para poder sacar a su familia adelante, prestando siempre especial atención en su hija pequeña, que tiene una discapacidad del 41%. Una vida de trabajo que le ha provocado serios problemas de salud: está a la espera de una importante operación de espalda de la que no sabe cómo saldrá.
Menos nota por no comulgar con los indepes
Aun y así, ella sostiene que “la universidad es lo mejor que me ha pasado, la ilusión de mi vida”. Por eso no ha cejado en el empeño hasta que ha conseguido ingresar. “Imagina qué chasco me llevé cuando llegué pasado el 1 de octubre [segundo aniversario de la celebración del referéndum ilegal] y las aulas estaban vacías. Todo por unas cuestiones ideológicas y políticas que yo no comparto”, explica a este periódico. Por estas cosas, por su rechazo al separatismo y por sentirse española, su actitud en la universidad ha sido crítica en todo momento contra la corriente independentista imperante entre el personal docente de la Universidad de Girona.
Un ejemplo. “Cuando los políticos presos hicieron el simulacro aquel de huelga de hambre, los profesores de la facultad decidieron que les enviaríamos un libro mandándoles nuestro apoyo. Cada uno le escribió lo que quiso. Aguantad, ánimos, luchad... Pero yo les escribí “Que aproveche”. Y aunque cada uno le podía escribir lo que quisiera, porque era algo personal y en teoría nadie te vigilaba, yo recibí un mail por la noche de un profesor que me dijo que estaba decepcionado conmigo. Hasta ese nivel llega el espionaje y el control”.
Es decir, a Frans Gallardo le tomaron la matrícula. El resto ha sido todo un problema constante: “Nadie se imagina los esfuerzos que tengo que hacer para ir a las clases. Pero he conseguido que me pongan un 10 en asistencia, porque hago todos los sacrificios posibles”. Aunque su actitud proactiva está más que demostrada, denuncia persecución: “Los profesores dijeron que querían ayudar y recuperar a todos los que tienen problemas para ir a clase, como yo. Pero a mí me han suspendido una materia con un 4,6 y han sido profesores con los que he tenido discusiones políticas”.
Para intentar aprobar, asistió a una conferencia (organizada por los mismos docentes) que iba sobre la libertad. “Nos animaron a que asistiésemos, que serviría para subir nota. Pero de 50 alumnos que somos, sólo fuimos 13. Y yo era la única que hacía de oposición a sus ideas independentistas. Porque aquella charla no iba sobre la libertad; aquello era propaganda acerca de que los Jordis están famélicos en prisión. Yo hice de oposición aunque estaba sola, expuse mis ideas y no me callé”. Esa noche, le bajaron la nota a un 4,1.
"No estaba preparado"
Este cúmulo de detalles ha llegado hoy al culmen cuando Frans Gallardo intentaba llegar con su moto a la universidad, a ese lugar al que lleva casi medio siglo queriendo entrar y las circunstancias se lo han impedido. Pero tras 45 kilómetros de trayecto, se ha encontrado que no le dejaban acceder. Y ha explotado. Por eso ha decidido protestar de la forma más pacífica posible: mostrando una bandera constitucionalista.
“Lo de la bandera no estaba preparado. ¡Pero si yo ni llevaba bandera! Que la he comprado en un bazar chino en cuanto he llegado a la zona de la manifestación. La he sacado porque soy española, porque creo en la ley y en la constitución, porque vivimos en un país libre, por protestar contra esta dictadura encubierta…”, enumera.
Lo que ha pasado a continuación lo han registrado las cámaras todos los medios. Asedio, insultos, amenazas… “Desde arriba de las escaleras les leía en los labios a todos lo de “Filla de puta”. Luego una, desde cerca, me ha dicho que trabajaba en Urgencias y que se había quedado con mi cara. Otro me ha dicho que en cuanto bajasen las cámaras me iban a matar. Yo nunca he visto tanto odio y tantos insultos en mi vida. Además, uno me ha intentado quemar la bandera, otro me la quería pintar con spray…”, reconoce.
Desde un balcón, un jubilado ha visto la escena y ha decidido bajar a echarle un cable. Da la casualidad de que ese jubilado es Doctor en Filosofía. Colega suyo en cierto modo. “Él también ha recibido. Porque igual no se ve, pero patadas por lo bajo nos han dado. Sobre todo me ha dado pena por ese hombre, que es jubilado pero nadie ha tenido eso en consideración”, se queja Frans.
De allí los han sacado escoltados los Mossos d’Esquadra. Frans dice no haber pasado miedo: “No en ese momento. Después sí, cuando he podido reflexionar sobre lo que ha pasado. Que en mi caso no ha sido una agresión grave. Pero imagínate que me pasa a mí lo que le ha pasado a esa mujer de Tarragona. ¡Me matan! ¿Has visto las imágenes? Le han pegado un puñetazo a una señora mayor, que si me lo da a mí no me levanto. La han tumbado. ¿Por qué? Por lo mismo que he hecho yo: por sacar una bandera de mi país”.
De la manifestación se la llevaron escoltada los Mossos y el Doctor en Filosofía que bajó a defenderla. Pero no ha acabado aquí su historia de indignación. Ya alejándose del lugar de la manifestación, en la misma calle, “he visto a los niños de un colegio a los que los profesores estaban sacando a la calle para protestar. Que no tendrían más de 12 años. Y no me he callado. Le he dicho a la profesora que a los niños no los metan en esto. Pero ya vemos que es imposible”.
No le ve el final Frans a los disturbios en Cataluña. Cree que la única solución pasa porque “los que estamos en contra de todos esto nos plantemos. Que ellos hubieran preferido que no sacase la bandera. Ni yo ni esa mujer de Tarragona a la que le han pegado. Pero por eso mismo tenemos que mantenernos firmes en nuestras ideas y en el respeto a la ley.
¿Y a partir de ahora? Su nombre y su imagen ya están asociados en las antípodas del independentismo que manda en las aulas de su facultad. Ella lo sabe: “A mí, defender mis ideas me ha traído problemas y me los va a seguir trayendo. Lo peor de todo es que me va a seguir afectando en lo que más anhelo y más sacrificios me ha costado en esta vida: sacarme mi carrera universitaria. Sé lo que hay, pero ya te digo que no me da miedo. Todos tenemos algo que perder. Pero todos tenemos que perder el miedo y plantarnos. Es la única solución”.