Trini llevaba un tiempo un tanto deprimida porque el amor de su vida, Pedro, tenía síntomas de padecer principio de alzhéimer. Ni los achaques de salud ni la avanzada edad del matrimonio de octogenarios ni lo más importante, el parentesco, fue motivo suficiente para refrenar los supuestos ánimos homicidas del hijo pequeño de la pareja de ancianos, Antonio Pérez Coll, y de su esposo, Santiago Santa.
Fuentes próximas a la investigación confirman que ellos son los presuntos autores de este doble homicidio en el que ella recibió doce puñaladas y a él le rebanaron el cuello. “Desde que Antonio y Santiago se casaron no paraban de pedirles dinero: se lo gastaban todo en droga”, sostiene un amigo íntimo de los difuntos sobre las motivaciones que supuestamente tendrían los dos detenidos por este trágico suceso que mantiene conmocionados a los vecinos de la pedanía murciana de Sangonera la Seca.
“Los llevaban locos pidiéndoles dinero”, insiste este hombre. El móvil económico es una de las hipótesis que baraja la Guardia Civil como desencadenante de la muerte violenta que sufrieron con un arma blanca Pedro Pérez y su esposa, Trinidad Coll, en su casa situada a caballo entre las calles Escultor González Moreno y Salzillo de Sangonera la Seca.
En la diana de los investigadores siempre estuvieron Antonio y Santiago desde que este domingo fueron localizados los cuerpos sin vida del matrimonio de octogenarios. Tenían motivos objetivos de sobra para sospechar, empezando por el llamativo hecho de que la pareja no dio señales de vida en ningún momento. Antonio ni siquiera se puso en contacto por teléfono con sus dos hermanos Manolo y Pedro.
Otro motivo de peso que espoleaba el interés de la Unidad Orgánica de Policía Judicial (UOPJ) por localizar a Antonio y Santiago era la lista de alocados antecedentes que arrastraba el matrimonio de homosexuales: robo de cable de cobre, una oleada de incendios provocados que se llevaron por delante medio centenar de contenedores, un gato y un coche, así como la colocación de piedras, palés y objetos punzantes en carreteras que causaron daños en una veintena de vehículos y provocaron diez accidentes de tráfico en Murcia.
La guinda al pastel es que ambos habían sido condenados a penas de cárcel por tales hechos y según fuentes de la Benemérita, Antonio incumplió el tercer grado y no había regresado al centro penitenciario desde que salió a la calle el 11 de junio con motivo de su último permiso.
El hijo de Trini y Pedro estaba enamorado hasta las trancas de Santiago desde que en 2012 conoció a este hombre, natural de Yecla, que era diez años más joven que él y muy aficionado a los excesos. Las citadas fuentes de la investigación sostienen que Antonio no volvió a dormir a la prisión porque huyó para retomar su relación con Santiago.
Las pesquisas de los investigadores llevaron este miércoles a localizar al matrimonio en la localidad albaceteña de Caudete en un inmueble en el que supuestamente estaban instalados, no se sabe desde cuándo, pero al que con seguridad regresaron tras la muerte violenta del matrimonio de octogenarios. Este diario ha podido saber que la pareja residía en una casa situada en la Vereda de Santa Ana, un camino asfaltado en el que hay varios chalés diseminados y que está a solo 17 kilómetros del municipio murciano de Yecla.
El arresto se produjo horas antes de que ese mismo miércoles se celebrase el entierro de la limpiadora de hogar jubilada y el chófer retirado de la línea 91, a los que los vecinos de Sangonera la Seca conocían cariñosamente como mamá Trini y papi Pedro. “El pobre Pedro le ha pagado muchas deudas a su hijo: ¡era un padre de oro!”, clamaba dolida una hostelera de Sangonera la Seca tras conocer este jueves el macabro desenlace de la investigación.
Esta mujer regenta un restaurante en la carretera de Lorca, muy conocido en toda la Región por su cocina autóctona y su carnicería con carnes y embutido murciano, en el que Antonio tuvo su primer empleo: “Todavía recuerdo el primer día cuando me lo trajo su padre al comedor del restaurante, con solo 15 años, Pedro llevaba cogido de la mano a Antonio y me preguntó: ‘¿Te gusta este camarero?’”, relata emocionada esta mujer. “Yo era amiga de sus padres y contraté a su hijo de ayudante, recogiendo mesas, barriendo y fregando platos, hasta que aprendió lo suficiente para trabajar de camarero”.
A los 19 años se fue de este restaurante y comenzó a dar bandazos detrás de la barra de locales de poblaciones del entorno, como Alcantarilla, hasta que sus progenitores le ayudaron económicamente para que pusiera en marcha la Cafetería La Embrujada en Sangonera la Seca, lo que le valió el sobrenombre de Antonio de La Embrujada.
También le supuso ganarse cierta fama por las épicas juergas que se vivían en la cafetería cuando bajaba la persiana y que se prolongaban hasta el día siguiente. “Tuvo que cerrar el local y su padre le fue pagando facturas a los proveedores y deudas por las drogas”, asegura con tristeza esta hostelera por los esfuerzos económicos que realizó en vano el cabeza de familia para ayudar al tercero de sus hijos.
Trini y Pedro siempre trataron con equidad a sus tres retoños, pero se desvivieron un pelín más por Antonio porque era el pequeño de la casa y su paso por las aulas de Formación Profesional del instituto San Jerónimo de Alcantarilla no refrenó su espíritu alocado. El matrimonio, natural de Beniel, siempre supo que no debía preocuparse por sus hijos Manolo y Pedro, mucho más responsables y de moral más recta, que acabaron contratados respectivamente en la Base Aérea de Alcantarilla y la Guardia Civil. De forma que Pedro, que había sido conductor profesional de autobuses y camiones, trató de que su hijo Antonio recogiese su testigo como chófer profesional tras el fracaso de la Cafetería La Embrujada.
“Su padre era muy amigo del mío y un día vino por aquí a preguntarnos si necesitábamos en la empresa algún conductor de camiones porque su hijo tenía el permiso”, explica el propietario de una empresa de reciclaje de maderas en la que Antonio, por mediación de su progenitor, fue contratado en 2011 como chófer de un camión para hacer recogida y entrega de material. “Yo mismo me encargué de enseñarle, estuvo trabajando aquí algo más de un año: empezó bien, pero acabó dando problemas”.
Trabajaba con el novio
Por aquellas fechas, Antonio había iniciado ya una relación sentimental con Santiago y sus coquetos con las sustancias estupefacientes fueron in crescendo por la influencia de su novio. “Antonio tenía problemillas con las drogas, pero cambió cuando se echó pareja: entonces se transformó”, asegura el propietario de esta empresa de reciclaje de maderas situada en el Camino de la Silla.
Todos los parroquianos que residen en Sangonera la Seca repiten como un mantra que el hijo de mamá Trini y papi Pedro se echó a perder en una espiral de drogas y delitos desde que se trajo a su amor de la calle Barcelona de Yecla y se instaló con él en casa de sus progenitores en la calle Salzillo de la mencionada pedanía murciana. “Se llevaba a su novio en el camión para hacer los portes”, ejemplifica este empresario sobre la relación obsesiva que ambos mantenían.
En una de las rutas que tenía que hacer por Murcia recogiendo maderas, palés y muebles, Antonio y Santiago tuvieron la feliz idea de subirse por un montón de leña con el camión y se acabaron cargando el motor. Lejos de pagar la reparación se cogió una baja por una supuesta depresión. “Permaneció de baja unos meses y durante este tiempo se dedicó a provocar los actos vandálicos con su novio quemando contenedores y tirando objetos a la carretera”.
Antonio y Santiago se casaron en 2013, fueron tirando del dinero de la baja hasta que se acabó cuando en mayo de ese mismo año fueron detenidos por la Guardia Civil por los citados delitos de vandalismo y contra el tráfico. “Sus padres siempre fueron a verlo a la cárcel cuando le condenaron”, cuenta un residente de la calle Salzillo. “Le querían mucho”.
Trini y Pedro nunca dejaron de luchar por enderezar la vida de su hijo pequeño, Antonio, ni tampoco le cerraron la puerta de su casa a su yerno, al que llamaban cariñosamente Santi. Como fervientes devotos de la Cofradía del Corazón de Jesús nunca perdieron la fe en que Antonio y Santi encontrarían el buen camino.
Sin embargo, tanto antes de entrar en prisión como después de obtener el permiso del tercer grado, este matrimonio de homosexuales solo demostró que el único camino que conocía era el que conducía a la billetera de los ancianitos, Pedro y Trini. De hecho, Antonio y Santi llegaron a protagonizar un encontronazo violento por este motivo. “Tuvieron una pelea fuerte por dinero y el matrimonio llegó a cambiar las cerraduras de la casa por miedo”, afirma este mismo vecino. Esta situación acabó por romper la relación del hermano pequeño con los mayores: Pedro y Manolo.
Herencia a los tres hermanos
Entre las calles Escultor González Moreno y Salzillo, unos residentes aseguran que la pareja de octogenarios fueron agredidos y otros dicen que fueron amenazados verbalmente, el caso es que todos relatan que Antonio y Santiago le pedían dinero a Pedro y a Trini con demasiada frecuencia y malas formas. Las discusiones acabaron con la convivencia de las dos parejas y Antonio y Santiago pusieron tierra de por medio.
Inicialmente se instalaron en el municipio yeclano y recientemente se trasladaron a la localidad albaceteña de Caudete. “Pedro me contó que le había puesto una paga a su hijo y al marido porque cuando se fueron a Yecla, en una semana les daba 1.000 euros y a los tres días ya le estaban pidiendo dinero otra vez, así que le hacía una transferencia diaria, no sé si era de entre 15 y 20 euros, para que no pasaran hambre”, resume a EL ESPAÑOL un amigo íntimo de la pareja fallecida supuestamente a manos de su hijo y su yerno. “Solo querían dinero para vicio”.
Este hombre resalta que a Pedro y Trini nunca les afectaron estas situaciones y siempre fueron equitativos con sus tres hijos. “Habían hecho las escrituras de la herencia a partes iguales porque los querían a todos por igual, pero el matrimonio se reservó el derecho en vida del usufructo de la casa, del dinero ahorrado y de las quince tahúllas de terrenos con frutales”.
La Guardia Civil ha permanecido los últimos días peinando palmo a palmo la vivienda de planta baja que, inicialmente, presentaba signos de haber sido el escenario de un robo porque todo el salón estaba revuelto. Pero tras la información recabada no se descarta que Antonio y su marido, Santiago, se adentrasen en la casa buscando algo en concreto, como dinero en metálico, porque a los difuntos no les quitaron ni sus anillos ni collares y había un agujero en el techo de escayola del salón.
Tampoco se descarta la posibilidad de que presuntamente los matasen con un arma blanca para hacer efectiva la herencia y que luego tratasen de enmascarar el supuesto doble homicidio provocando un accidente porque en el inmueble se hallaron evidencias de que se había producido una deflagración en una bombona de gas butano.
Incluso hay otra hipótesis consistente en que Antonio y Santiago acudieron el pasado fin de semana a pedir una fuerte suma de dinero a la pareja de ancianos, estos se negaron y todo desembocó en una discusión que se zanjó con una agresión con un cuchillo en la habitación de matrimonio: Trinidad Coll acabó cosida a puñaladas y Pedro Pérez degollado.
Tales hipótesis se deberán confirmar o desmentir en las próximas horas cuando Antonio, de 42 años, y Santiago, de 32 años, pasen a disposición judicial después de haber sido trasladados desde Albacete hasta la Comandancia de Murcia. Pedro y Manolo no se atrevieron este jueves a pronunciarse sobre lo sucedido: una vez más demostraron ser unos buenos hermanos y unos buenos hijos. Valga como ejemplo de ello que recientemente cerraron el papeleo para que sus padres, Trini y Pedro, recibieran asistencia en un centro de atención de día ante los problemas de salud que empezaban a padecer por su avanzada edad.
Nunca llegarán a disfrutar de los cuidados de ese centro ni de sus actividades ni de las tertulias con gente de su generación porque yacen en el cementerio no se sabe si por la locura homicida de su hijo, su yerno, o de ambos. La familia del matrimonio de ancianos no tenía palabras para describir el desenlace de la investigación dirigida por la Unidad Orgánica de Policía Judicial: “Estamos hundidos”.