Todo ha salido según lo previsto. Esa es la tesis general que planea sobre la exhumación de los restos de Francisco Franco, que ha tenido lugar la mañana de este jueves en el Valle de los Caídos. Sin embargo, ha habido un momento de tensión, de toma de decisiones, en el que una acción u otra habría cambiado el simbolismo: ese rato han sido los aproximadamente 15 minutos en los que el dueño de la funeraria, Asdrúbal Humberto Sepúlveda, el Gobierno y la familia Franco han negociado sobre si era necesario cambiar el féretro en el que se encuentra el dictador. EL ESPAÑOL reconstruye lo que no se ha visto, lo que ha sucedido dentro de la basílica, a través de los testimonios de los que sí estuvieron ahí.
Dentro del Valle de los Caídos, la seguridad y el secretismo han sido máximos. Los familiares y trabajadores han tenido que pasar por detectores de metales para asegurar que no entraban dispositivos con los que grabar absolutamente nada. Por ello, algunos miembros de la familia han optado por tomar notas para que quedara registro de todo. La tumba ha estado en todo momento custodiada por una carpa que la cubría y a cuyo interior sólo han accedido dos familiares, Cristóbal y Merry Martínez-Bordiú, y los técnicos necesarios en cada momento. Todo el acto ha sido presenciado por Dolores Delgado que ha ejercido de notaria mayor del Reino.
Arrancada la exhumación, los primeros en aparecer en la escena han sido los marmolistas. Ellos eran los responsables de quitar la pesada losa de 1.500 kilos que cubre la tumba y todo ha sucedido sin complicaciones. Para hacerlo, han retirado parte de los bordes, han buscado las hendiduras que se utilizaron para su colocación y una máquina la ha corrido dejando la fosa al descubierto. Ahí empezaba el turno de los siguientes.
El primero en entrar en la carpa ha sido Asdrúbal Humberto Sepúlveda, uno de los propietarios de la empresa Iber Funerarias encargada de la exhumación y que ha ejercido como coordinador del operativo. Dentro del silencio absoluto que ha reinado el proceso en todo momento, se han asomado a la fosa y ahí se encontraba el ataúd. El féretro presentaba un deterioro considerable pero suficientemente seguro como para seguir con el procedimiento normal. En ese momento, se ha enganchado al sistema de poleas que lo ha elevado hasta la superficie.
Los 15 minutos de la discordia
A partir de ahí llegaba la hora de tomar decisiones. Dentro de la carpa, y una vez elevado, el ataúd ha sido posado a un lado para que se pudiera evaluar su estado. En ese examen han participado el forense nombrado por el Gobierno para asistir al acto, el propio Humberto Sepúlveda y algunos de los técnicos de su funeraria. Aquí, la duda era si el féretro aguantaría lo suficiente como para poder trasladarlo sin que se rompa o si, en cambio, lo más recomendable era cambiarlo por uno nuevo.
El cuerpo del dictador está dentro de una caja de zinc que se encuentra sellada y ubicada en el interior del féretro desde que se enterró hace 44 años. Si el ataúd estuviera demasiado deteriorado cabría el riesgo de que no aguantara, regalando así una imagen muy sensible en el traslado que ha tenido lugar delante de las cámaras. Así arrancaron las negociaciones, que han corrido a cargo del secretario general de Presidencia, Félix Bolaños, y el representante de la familia Franco, el abogado Luis Felipe Utrera Molina.
El estado en el que se han encontrado el féretro era bastante malo. El tiempo (han pasado ya 44 años) y la humedad habían hecho mella y se podía ver cómo se había caído parte del revestimiento y la madera estaba absolutamente envejecida. Entonces, el Gobierno ha ofrecido cambiar la caja de zinc con los restos de Franco de lugar y colocarla en uno nuevo que ya se encontraba ahí. Pero la familia ha insistido en que, si era posible, preferían evitar esa imagen. Le tocaba a los técnicos.
En ese momento, Humberto Sepúlveda y su equipo han procedido a evaluar el féretro junto al forense designado por el Gobierno. Aunque consensuada, la última decisión recaía sobre Humberto y tenía que tomar la correcta, dejando un margen por si acaso. La conclusión que sacó finalmente es que, si bien la pintura y la madera se habían corroído, el plomo que lleva la madera del ataúd lo aseguraba lo suficiente como para un traslado sin incidencias. Finalmente, la decisión: el féretro aguanta
Una vez comunicada la decisión, tanto a la familia como al Gobierno se les recomendó asegurarlo para su traslado. Ya que había deterioros estéticos, se optó por cubrir el ataúd con una manta -que llamaba la atención al salir por las puertas de la basílica- y situar, justo debajo de él, un refuerzo de madera para que, por si acaso, no cediera la base del féretro en el momento en el que era transportado. Si se hubiera cambiado por uno nuevo, esto no se habría hecho y sí que se podría haber visto el féretro, pero la familia no quería llegar a esa situación. Posteriormente, le han colocado encima una corona de flores con las cinco rosas de la Falange. Todo este proceso ha durado tan solo alrededor de 15 minutos.
El ambiente en la basílica
Terminado este proceso, y con el ataúd listo para salir, llegaba el momento de cargar con él, labor que ha correspondido a la familia. Desde el interior de la basílica hasta el coche fúnebre todo ha salido de nuevo según lo previsto. Cada movimiento estaba pactado con anterioridad entre Luis Felipe Utrera Molina y Félix Bolaños, como el que no hubiera un saludo protocolario entre la ministra de Justicia, Dolores Delgado, y la familia. “Es lo mejor para evitar las tensiones”, comentaba el abogado a este diario.
Gran parte de las conversaciones entre “los dos bandos” han sido entre Utrera Molina y Bolaños. Como curiosidad, algunos miembros de la familia de Franco han estado tomando notas de todo el proceso. Quizás para que quede algún tipo de registro ya que no se permitía el uso de ningún tipo de dispositivo y no ha podido acceder ningún taquígrafo.
Una vez cargado el ataúd, Humberto Sepúlveda ha dado las indicaciones sobre cómo se debía salir de la basílica. Esta es una de las labores que suele corresponder a los trabajadores de una funeraria en cualquier entierro. Y en todo momento ha estado cerca de la familia que cargaba el ataúd, por si hubiera que intervenir de alguna forma, aunque finalmente no ha sido necesario.
Cuando se han abierto de par en par las puertas de la basílica, en una imagen para la historia, Humberto salía junto a los Franco, bajaba la escalinata y se encaminaba hacia el coche fúnebre. En ese momento, él y su equipo cogían el ataúd de Franco y lo metían dentro del coche fúnebre. Lo demás, como dicen, es historia.