Las 15 quemaduras que Valeria Quer se hizo para causarse dolor: el padre narra el calvario de su hija
La desaparición de su hermana fue el inicio de una pesadilla, que prosiguió al conocerse el asesinato de su hermana Diana a manos de 'El Chicle'.
13 noviembre, 2019 02:56Noticias relacionadas
-¿Tiene mucha fuerza?, preguntó Ricardo Pérez Lama, abogado de la acusación particular.
-En los dedos, sí -dijo 'El Chicle'-. Puedo levantar mi peso con dos dedos de cada mano.
La mano derecha por delante. La izquierda, agarrando por detrás, apretando, en la zona de la nuca, el vulnerable y endeble cuello de Diana Quer. José Enrique Abuín Gey dijo ante el juez y ante los nueve miembros del jurado, gesticulando con esas poderosas extremidades, que no controló su poder. Tampoco las demoledoras consecuencias de lo que esos cuatro dedos lograron perpetrar.
Tales secuelas, las del asesinato de la joven madrileña la madrugada del 22 de agosto de 2016, se advierten principalmente en todos los miembros de la familia. Fueron relatadas minutos después ante el juez, las partes y el tribunal por Juan Carlos Quer, su padre. Ya se había sentado Abuín en su silla, tras su abogada, y no volvió a levantar la cabeza. El padre de la joven describió entonces la pesadilla en la que viven desde que se levantaron aquella mañana. "El asesinato de mi hija ha generado cuatro víctimas (la propia Diana, su madre, su padre y su hermana pequeña). Le puedo asegurar que el impacto de la desaparición durante 500 días de un ser querido, de una hija, es demoledor. Dejas de trabajar, dejas de vivir, vegetas".
Juan Carlos esgrimió toda la crudeza del testimonio. Y para ejemplificarlo relató lo que su hija Valeria, que entonces era adolescente, ha tenido que soportar desde la desaparición de su hermana. "Trastornos de sueño. No duermes una hora. Y eso se lo digo en un adulto estable y equilibrado como yo. Para mi hija Valeria, que cuando desapareció su hermana tenía 16 años, una etapa vulnerable,los efectos fueron demoledores. La niña tuvo que dejar sus estudios. Era su compañera de vida y de juegos y de todo".
Tras la desaparición de Diana y la retirada de custodia, en septiembre 2016, Valeria se fue a vivir con su padre. Fue entonces cuando decidió ponerla a ir al psicólogo. "El dolor emocional era tan brutal que un día cogió un mechero y se hizo 15 quemaduras en el brazo sin hacer un gesto de dolor, simplemente para sacarse el dolor tan brutal que tenía por la desaparición de su hermana".
El tono era pausado, continuo, siempre como en la cuerda floja entre una voz que se quiebra, a punto de desmoronarse, y el aplomo que Juan Carlos suele emplear en sus intervenciones.Lo importante, dijo, son al final los efectos colaterales, los fantasmas, los demonios que aparecen en las vidas de los seres queridos a los que un asaltante, en plena noche,les ha arrebatado la vida de una joven "frágil", indefensa, muy delgada, de 1,75 de altura, de 55 kilos de peso, de talla 36.
Fue Valeria quien descolgó el teléfono para avisar a su padre aquella mañana de que Diana no había vuelto a casa. Se preocupó al instante, porque ella nunca había actuado de esa manera. "Jamás Diana había tenido un precedente en este sentido. Valeria me llamó a la noche siguiente. Nunca había tenido un precedente en este sentido. Le pedí a mi hija que llamara a todas las personas, no fuera a ser que se hubiera indispuesto por alguna razón". Y de ese modo, antes de que comenzase una búsqueda masiva en los montes de la zona, antes que nadie, fue Valeria en solitario quien se puso a llamar a todos los amigos de A Pobra do Caramiñal para poder localizar a su hermana. Ella sola.
-¿Cómo era Diana?, pregunta la fiscal.
-Obediente, pero muy ingenua. No era perceptiva al riesgo. Requerí a mi ex mujer por aquel entonces para que esa cuesta jamás la subieran las niñas solas.
El padre hizo la maleta a toda prisa tras aquella llamada de Valeria. "A los 25 minutos me llamó de nuevo e inmediatamente tomé el vehículo porque sabía que era una situación anómala y que había un problema muy serio".
El momento más duro de toda la primera sesión de la vista oral llegó después. Cuando el progenitor de la víctima del juicio en que se pide prisión permanente revisable para el acusado del asesinato de Diana narró los problemas y quebraderos de cabeza posteriores al crimen.
-"A partir de entonces la niña no tiene capacidad de concentración. Le entraban crisis de ansiedad y no podía centrarse en los estudios. Con su hermana desaparecida, nos vimos obligados a ingresarla en un hospital de salud mental donde permaneció tres meses desde septiembre de 2017. Estuvo prácticamente hasta las fechas previas a la llegada de la Navidad. Se te parte el alma. A una niña que era feliz, espontánea, ves a una persona que ha languidecido, que no quiere mantener relaciones sociales con nadie, básicamente recluida en casa, y cuando sale hay que contenerla porque tiene miedo. Estas son las secuelas que han generado la actuación de este individuo. Ha destrozado cuatro vidas".
Tiempo para el amor de sus perros
Valeria llegó con su padre el lunes por la noche a Santiago de Compostela. Vino junto a su padre, los dos en el mismo coche. No ha querido estar en la sala del juicio ni tampoco en los alrededores.
La vida de Valeria, que su padre relató durante su intervención, es la de una joven tiene dos perros que son como sus bebés, y con los que le gusta pasar mucho tiempo. Los cuida, los mima y pasan juntos largos ratos durante la semana. Los saca a pasear por los alrededores de su casa en Las Rozas. Tiene tiempo para el amor de sus perros. Los quiere como si fueran sus hijos. Viven con ella en su apartamento y constituyen una parte importante de su rutina.
La joven se encuentra inmersa también en un curso relacionado con la cosmética y el maquillaje. Acude con cierta frecuencia a su peluquería de referencia, cerca de de Gran Vía. Realizar largos paseos . También sale de fiesta, como cualquier joven de su edad. Le gusta la música rock, salir de vez en cuando a desayunar, cocinar plácidamente en casa y también hacer deporte. Nada tiene que ver su vida con la de entonces.
A Valeria también le gustan los tatuajes. Estos han ido proliferando en los últimos años, y posee más de una decena situados en distintas partes de su cuerpo. Uno de ellos, en el gemelo derecho, reproduce el rostro de Diana. La pérdida lógicamente le marcó, como al resto de miembros de la familia, pero ha logrado revertirlo hasta convertir a su hermana en icono de la lucha feminista.
A la mañana siguiente del crimen, el día 22 de agosto, a Valeria la despertó su madre y le dijo: "Tu hermana no está". La pequeña de los Quer le restó importancia, y supuso que se habría quedado a dormir en casa de una amiga. Empezaron a preguntar a toda la gente que tenía contacto con Diana en el pueblo, pero nadie tenía la menor idea de dónde se había metido.
Pasaron las horas y nadie sabía nada, así que cogieron una foto de Diana, se fueron a imprimir carteles, interpusieron la denuncia y después comenzaron a empapelar la localidad. Había que encontrarla.
A partir de entonces todo cambió en sus vidas.
"Un cervatillo indefenso"
Su padre relató ante el tribunal que en casa acuden al psicólogo tres o cuatro veces por semana desde el crimen. "Mi prioridad ahora es mi hija Valeria. Sé que va a llevarme varios años hasta que pueda conducirse de manera normal. Dejé de trabajar en aquel entonces. Y tengo una iniciativa que si tengo fuerzas quiero desarrollar: una fundación que lleve el nombre de mi hija, en apoyo de los desfavorecidos y desaparecidos".
-"Vi a la madre de este individuo llorando en el telediario, diciendo que su hijo era un monstruo. Me dio tanta pena que conseguí su teléfono a través de un periodista y la llamé para decirle que ella no tenía culpa de nada. Desafortunadamente, mi hija ha muerto del modo más cruel que se puede imaginar, y nosotros vivimos en vida la pena más cruel que se puede imaginar. Esa es la actuación del supuesto señor que se ha sentado en el banquillo".
Así, la superioridad física inicial de la que 'El Chicle' habló en el turno de su interrogatorio sirvió para ejemplificar la enorme diferencia entre ambos. La dicotomía entre un depredador gigantesco, musculoso, entrenado en maratones, con un cuello y una espalda enormes, y la pequeña Diana, una mujer "muy delgada", "absolutamente vulnerable", que nació "prematura", y que por ello "arrastraba un retraso psicomotriz". Que tampoco hacía deporte, que no era ni mucho menos atlética. Era un ser vulnerable que regresaba a pie a casa y que se encontró de frente con él. "Yo me lo imagino como si mi hija fuera un cervatillo indefenso frente a este individuo".
"Muy bien, ya hemos terminado, puede retirarse". El juez ordenó a Juan Carlos levantarse cuando eran las 14:20, y así lo hizo, dirigiéndose hacia la zona del público, al extremo contrario de donde estaba el sitio de su ex mujer.
Ni una sola vez clavó sus ojos en los del asesino confeso.