“¿Ves esa mancha que hay en la bandera de España? Es mi sangre, que no ha salido. Se ha quedado ahí. En la bandera de España, en el chaleco del club, en la sudadera que llevaba… todo sangre”.
Es la sangre de su ojo derecho. El mismo que le han quitado de un botellazo. Se llama Rafa (nombre ficticio) y pertenece a un club motero internacional con sede en Holanda. “Mejor no pongas el nombre; el club no tiene nada que ver con esto”, nos pide el protagonista. Tienen varios capítulos internacionales (así se llaman las sucursales de los Motor Club) y es por eso por lo que los miembros se bordan al chaleco varios parches: el nombre del club, el lema, el cargo del motero en cuestión… y la bandera del país al que pertenecen. Este ha sido el motivo por el que a Rafa le han quitado un ojo, Por llevar la bandera de España.
Sucedió en Zaragoza el pasado 19 de octubre. La capital aragonesa se ha convertido en un lugar controvertido para llevar la enseña nacional. Y es que no ha sido el primer caso de agresión por este motivo. En diciembre de 2017, un antisistema chileno llamado Rodrigo Lanza mató a otro motero, de nombre Víctor Láinez y nacido en Terrassa, a golpes. El motivo, exactamente el mismo: el motorista llevaba unos tirantes con la bandera de España. Precisamente en la semana en la que se conoce el veredicto de ese juicio, se ha conocido el caso del botellazo a Rafa, que le ha hecho perder el ojo derecho. Ahora le cuenta su historia en exclusiva a EL ESPAÑOL.
“Yo no soy de salir mucho”, reconoce Rafa mientras toma café en un bar de Zaragoza, la ciudad en la que reside desde hace 7 años. Una sobrecogedora cicatriz todavía fresca le cruza el ojo a lo largo. Rafa es militar en situación de excedencia. En los últimos tiempos ha dado un giro a su vida. Empezó a trabajar de transportista, dejó el ejército momentáneamente y se casó hace tres meses. Las únicas pasiones que no abandonó fueron su familia y su club motero.
La manifestación
“No soy de salir mucho; de hecho, el día de antes de la agresión hubo una manifestación en la Plaza España de Zaragoza, donde 70 u 80 personas de extrema izquierda se manifestaron para protestar contra la sentencia de los políticos catalanes. Espontáneamente, un grupo de vecinos les montó una contramanifestación. Me avisaron para que fuese, pero ya te digo… no fui porque no soy de salir mucho”, explica ajustándose unas gafas de sol que van graduando el filtro del cristal de forma automática: “Me las he tenido que comprar desde lo del ojo”.
Por lo del ojo se refiere a la agresión que sufrió el día después de la mencionada manifestación. “Yo no estuve, pero por lo visto hubo algunos encontronazos entre los dos grupos. ¿Qué pasa? Que esa gente (los manifestantes de extrema izquierda) estaba enrabietada. Al día siguiente decidieron salir de caza y llevarse por delante al que pillasen”, resume ahora.
Rafa, ajeno a lo acontecido la noche del viernes de la manifestación, decidió irse el sábado con otros miembro del club motero a ver un concierto. El mítico grupo The Meteors (pioneros del estilo rockabilly) tocaban en La Casa del Loco, una de las salas más populares del centro de Zaragoza. Está ubicada relativamente cerca del barrio de La Magdalena. Un lugar que de un tiempo a esta parte se ha convertido en el epicentro de los movimientos okupas y de extrema izquierda de la ciudad.
“Claro que no íbamos buscando pelea. Si fuimos solamente seis o siete personas. No, no. Fuimos por ver el concierto y para que nos viesen los chalecos. Es así como captas a gente para el club. Te ven, te preguntan, les invitas a venir a la sede y si les gusta se afilian”, cuenta Rafa. En esos chalecos, tal y como corresponde a los miembros de un club motero internacional, los miembros llevan la bandera del país al que representan. En el mundo motero no entran cuestiones políticas ni independentistas. Si eres del capítulo español, tu bandera es la española: “Nuestro capitán, por ejemplo, ostenta ese cargo del capítulo español, italiano y francés. Pues él lleva las tres banderas en el chaleco. Hemos viajado por Europa y nunca hemos tenido ningún problema. Eso solamente pasa aquí”, lamenta.
A botellazos
¿Qué pasó exactamente? Que el concierto acabó y Rafa se disponía a recoger el casco del guardarropas y marcharse a casa. La noche estaba ya en sus últimos compases: “Llevaba un rato ya bebiendo Coca-Cola, que yo soy conductor profesional y si me pillan con un poquito de alcohol me la cargo”, resume Rafa. Pero el ticket de la chaqueta no lo tenía él sino su compañero que estaba en la puerta. Rafa salió y se encontró con su amigo, al que le hizo la señal de ponerse el casco para recordarle que tenía que recogerlo. Ahí se percataron de que algo estaba sucediendo a unos metros.
Justo en frente de ellos, una decena de personas gritaban y proferían insultos. “Todos de estética okupa y de extrema izquierda. No pasaría ninguno de los 25 años. Niñatos. Insultaban, nos llamaban fachas, tiraban cosas, amenazaban… Eran los mismos que se manifestaron el día de antes, que estaban resabiados por lo que pasó en la manifestación y decidieron salir a vengarse contra gente que no pintábamos nada”, relata el motero, que recuerda perfectamente “cómo empezaron a llover botellas de cristal contra nosotros. Me recordaba a la escena de la película 300, cuando dice lo de que las flechas no permitirían ver el sol. Pues esto lo mismo. Las botellas no dejaban ver el cielo”, compara Rafa.
Sucedió todo en milésimas de segundo: “Yo solamente escuchaba que nos iban a matar por fachas y por hijos de puta”. Ya les habían visto las banderas a los moteros y se habían convertido en el objeto de las iras de los agresores. “Había una chica que era la que más gritaba. Pero todos iban encapuchados y tiraban botellas desde donde estaban”.
El ojo sangrando
En ese instante, Rafa notó una botella de cristal explotar a centímetros de su cara y un dolor muy intenso en la zona del ojo derecho: “Lo mismo que cuando te pegan un puñetazo, que enseguida se te hincha esa parte de la cara. Yo me eché mano enseguida y me noté un montón de sangre. Lo primero que me toqué fue la ceja, que es lo primero que se te abre y sangra mucho. Luego el pómulo, que lo mismo. Cuando vi que ni ceja ni pómulo estaban dañados pensé “Mierda” y salí corriendo hacia dentro de la sala. Llegué a la barra, cogí un montón de servilletas y me las puse taponando la herida”.
Con el fajo de servilletas haciendo compresión, el primer instinto de Rafa fue “salir a la calle a por ellos. Son ellos los que vienen buscando pelea, yo no les he hecho nada. Si quieren pelea, pues nos peleamos. Pero no vengas enmascarado a tirar botellas como un cobarde. Y no huyas como una rata”, recuerda todavía Rafa son poder contener la rabia. Los agresores, en efecto, huyeron, no sin antes intimidar a los presentes con una pistola táser. Salieron corriendo en dirección al corazón del barrio de La Magdalena y, cuenta Rafa, “en el camino le pegaron un golpe a una chica y un botellazo a otro chaval”.
Entretanto, a Rafa lo habían sentado apoyado en un pilar para atender su herida. “Fue el momento de más agobio para mí. Sentado, con poco espacio, venía la gente, me miraba el ojo y se tapaban la cara en plan “joder”. Ahí me di cuenta de que la cosa tenía mala pinta. Yo ya era consciente de que lo que me habían jodido era el ojo. Lo pasé mal ahí, no te voy a engañar”.
Dos operaciones
Vinieron las asistencias, se lo llevaron al Hospital y allí le dieron la noticia de que iba a perder la visión de su ojo. Los hechos ocurrieron el sábado. EL domingo lo operaron de urgencia y el miércoles volvieron a practicarle una segunda intervención. No han podido hacer nada por salvar el ojo. Lo han dejado tuerto. “Ahora estoy con antibióticos, con calmantes, con antiinflamatorios… Por las noches me levanto cincuenta veces de la cama. Porque me duele, porque me llora...” asegura mientras agarra una servilleta y se seca el lagrimal por debajo de las gafas de sol. “Duermo con una especie de huevo puesto en el ojo que me protege, por si me hago daño durmiendo”.
Lo que siente Rafa es indignación e impotencia: “No vamos a tomar represalias porque esto está en manos de la justicia, confiamos en la justicia y no vamos a tomárnosla por nuestra mano. Pero ganas no me faltan”, rechina entre dientes. Y es que se ha encontrado con 35 años, sin un ojo y a espera de las consecuencias laborales que ello le va a reportar: “Yo soy profesional del volante y tengo todos los carnets. Pues me los van a quitar todos. Y luego lo del ejército, que yo soy militar, soy cabo en situación de excedencia. No sé cómo verá el Ministerio de defensa mi reincorporación estando mutilado. No sé si podré ser readmitido ni qué pasará”.
Y todo esto, “por llevar una bandera de España. Qué facha ni facha. Es la bandera del país al que represento en mi club motero. Yo he estado muchos años casado con una mujer sudamericana, no soy racista, tengo compañeros moteros negros, marroquíes, son mis hermanos. Facha, no me jodas... ¿Es que acaso llevaba yo una esvástica? No, llevaba una bandera de España. Que te digo que voy a seguir llevando, no les tengo miedo. Esta gente estaba enrabietada y decidieron atacar cobardemente a un grupo de personas que salía de un concierto”, sentencia, concluyendo que “yo prefiero ser positivo y pensar que todavía tengo que dar gracias, porque si me pega de lleno en la cara o en lugar de en el ojo se me clava el cristal en el cuello, me hubieran matado”.
Manga ancha en Zaragoza
Igual que mataron a Lainez: “Esto es porque en Zaragoza tienen manga ancha. El Ayuntamiento le ha dado muchas alas a todos los antisistema. Les habilita locales, una antigua cárcel, un antiguo colegio… ahora son centros ocupados. Incluso organizaron una manifestación contra la policía. Todo eso con el apoyo del Ayuntamiento. ¿Dónde se ha visto?”, pregunta retóricamente.
“Esto no tiene nada que ver con mi club motero. Allí no tenemos ningún tipo de filiación política ni ideológica. El club es el club y está por encima. Por eso no quiero que pongas el nombre, aunque ya sabrán quién somos. Pero prefiero mantenerlo al margen porque el grupo es plural. Hay miembros de todas las ideologías políticas. Y les doy un abrazo porque son mis ‘hermanos’. Cada uno tiene su idea y se le respeta si honran los colores, no hay más. No buscamos peleas, no somos un grupo fascista. Somos un motor club que organizamos recogidas de juguetes, vamos a los colegios a darles regalos a los niños y montarlos en la moto. Hacemos una función social. Eso es lo que representa la bandera de España de mi chaleco y todo el resto de parches. Honor, fraternidad y una serie de valores que esa gente no tiene”.
Ahora se han practicado cuatro detenciones y Rafa espera que la justicia haga su parte: “Tengo un crío pequeño al que le he tenido que explicar una versión suavizada de lo que ha pasado. Ni lo quiero preocupar ni le quiero inculcar odio de ningún tipo”. Pero sobre todo espera que este hecho no quede impune. Ya es la segunda vez que una persona es atacada en Zaragoza por llevar una bandera de España. Uno ha perdido el ojo, el otro perdió la vida.