El peligro de llevar una bandera de España en Zaragoza: el descontrol de la extrema izquierda
Es la ciudad en la que más agresiones se han registrado por portar una bandera de España: un hombre perdió un ojo y el otro la vida. Torrero, La Magdalena y un centro social, los bastiones de los antisistema
17 noviembre, 2019 02:31Es sábado por la noche en Zaragoza y hay un concierto de rockabilly en un garito que se llama La Casa del Loco. Acaba la música dentro y empieza el follón en la puerta, donde un grupo de radicales de extrema izquierda gritan, insultan e intimidan a los asistentes al evento. Especialmente a un reducido grupo de moteros que han ido al espectáculo enfundados en sus chalecos, donde llevan bordada la bandera de España. Un factor de riesgo en la ciudad, visto lo visto en los últimos tiempos. Los antisistema arremeten contra los portadores de las banderas y empiezan a lanzarles litronas. Una de ellas estalla en una persiana y los fragmentos del cristal dejan tuerto para siempre a uno de los moteros.
Llevar una bandera de España en Zaragoza se ha convertido, de un tiempo a esta parte, en un reto. Al menos en determinados ambientes. El caso del motero tuerto no es un hecho aislado, porque se ha conocido precisamente la semana en la que se ha hecho público el veredicto contra Rodrigo Lanza, un antisistema chileno que mató a golpes a otro motero llamado Víctor Lainez. El motivo fue el mismo: la víctima llevaba una bandera de España. En este caso, en los tirantes.
Por si fuera poco, las consecuencias para los agresores vienen siendo, cuanto menos, controvertidas. La policía dejó libres a los detenidos por haber reventado el ojo del motero, y lo hicieron precisamente el mismo día en que se conocía el veredicto del jurado en el caso de la muerte de Lainez: la justicia no ve asesinato y fallan que lo que cometió Rodrigo Lanza fue un homicidio sin voluntad de matar.
Sea como fuere, la cuestión es que la capital aragonesa se ha convertido en el lugar de España donde portar la enseña nacional sale más caro. Ni en Cataluña ni en el País Vasco se han registrado incidentes de tamaña magnitud por este motivo, al menos en los últimos años. Los choques entre grupos radicales de ideologías extremas han dado lugar a importantes enfrentamientos, que se han cobrado incluso alguna vida. De un tiempo a esta parte, la extrema izquierda se está haciendo especialmente fuerte en la ciudad. Algunos creen que demasiado, que se ha ido de las manos, hasta el punto de que incluso Podemos Zaragoza está de acuerdo con el desalojo del CSO Kike Mur, el principal centro okupa de la ciudad.
Zaragoza es, tradicionalmente, una plaza fuerte de ideologías antagónicas, tanto para la extrema derecha como para la extrema izquierda. La ciudad, otrora uno de los núcleos importantes del neofascismo español (especialmente a principios de este siglo), cuenta también con una larga tradición antifascista. Y eso provoca choques. Algunos tan curiosos como los que protagonizan los ultras del Real Zaragoza, equipo que tiene dos facciones radicales enfrentadas dentro de la misma hinchada y que se pegan más palos entre ellos que contra los ultras de los equipos rivales, porque unos son de izquierdas y otros de derechas. El hervidero ideológico en el que se ha convertido España en este último lustro tiene su reflejo a pequeña escala en esta ciudad. ¿Qué sucede en Zaragoza?
“Que se joda”
Una pareja de jóvenes antisistema pasean sus dos perros en la Plaza de la Memoria Histórica, a mediodía, a unos metros de un centro okupa. “¿Qué opino del botellazo al motero del otro día? Pues que si es un facha, que se joda”, sentencia la chica ante la sonrisa del chico, que se lía un porro en silencio. “Es la bandera de un estado fascista y opresor. Si la llevas eres cómplice”, concluye, como recitando un mantra. Rechazan seguir conversando cuando se enteran de que están hablando con un periodista de un diario que se llama EL ESPAÑOL. La intervención, aunque breve, ilustra bien la tensión que se ha instalado en Zaragoza en los últimos tiempos.
El incidente del ojo tiene su origen en el pasado 18 de octubre, cuando grupos de extrema izquierda se manifestaron en la céntrica Plaza de España de Zaragoza para protestar contra la sentencia del Procés. No habría más de 60 o 70 personas, pero se sienten fuertes porque la escena antisistema de la ciudad es una de las más importantes del país. La ciudadanía contraria a los manifestantes, sin embargo, decidió no quedarse en casa mirando desde sus balcones. Miles de personas bajaron de forma espontánea a la plaza para quejarse por la manifestación. Un nutrido cordón policial impidió, a priori, que la cosa pasase a mayores. Pero concluida la manifestación, miembros de ambos grupos se encontraron. Hubo peleas, en las que los antisistema se llevaron la peor parte.
“Eso fue lo que les enrabietó. Al día siguiente salieron de caza y me tocó a mí”, le explicaba a EL ESPAÑOL el motero que se quedó sin un ojo el día después de dicha manifestación. Algunos de los antisistema que organizaron la manifestación se plantaron en la puerta de una sala de conciertos y la emprendieron a botellazos, golpes y disparos con una pistola Taser contra los asistentes al espectáculo. Después de herir a varios y llevarse por delante el ojo del motero, emprendieron su huida hacia el barrio de La Magdalena. Ha sido el último suceso registrado en la ciudad por enfrentamientos por cuestiones ideológicas.
Los tres puntos calientes
La comunidad okupa y antisistema ha crecido mucho en Zaragoza los últimos años, al auspicio de gobiernos de izquierda. En una ciudad que cuenta con puntos como la Calle del Che Guevara o la Plaza de la Memoria Histórica, y donde hay dos edificios históricos que se han convertido en centros okupas permitidos por el Ayuntamiento, hay tres espacios emblemáticos para el movimiento.
El primero es el barrio de La Magdalena. Históricamente ha sido un barrio obrero al que iban a parar los inmigrantes recién llegados. De un tiempo a esta parte se ha gentrificado. Lucen sus calles arregladas y las viviendas son cada vez más caras. Pero el espíritu del barrio sigue siendo obrero y antifascista. Y continúa siendo el refugio del grueso de los antisistema. De hecho, hacia allí huyeron los agresores del motero el 19 de octubre y allí fueron detenidos.
El segundo punto caliente (para muchos el primero) es Torrero, un barrio obrero de la periferia que es donde más actividad se registra. Allí, en la Plaza de la Memoria Histórica, hay una vieja prisión convertida en centro okupa. Lleva por nombre CSO (Centro Social Okupado) Kike Mur, en homenaje a un insumiso maño nacido en 1972 que murió en prisión.
El tercero es el antiguo Instituto Luis Buñuel, muy cerca de la Basílica del Pilar. Ahora también está ocupado y sus moradores han cambiado las iniciales originales de la puerta (IES: Instituto de Enseñanza Secundaria) por CSC (Centro Social Comunitario). Allí se reúnen los miembros de la PAH, se organizan conferencias y talleres.
“El Ayuntamiento es el que se lo permite. Les da espacios y hace la vista gorda con las que lían”, resume Rafa, el motero que perdió el ojo el 19 de octubre a la salida de un concierto, que insiste en que “sin el apoyo de las autoridades no podrían haber organizado manifestaciones contra la policía, por ejemplo”.
Se les fue de las manos
De sobra conocido es el apoyo que dio Podemos en la anterior legislatura a este movimiento. Pero ha llegado un punto en el que la cosa parece habérseles ido de las manos. El portavoz de Podemos Zaragoza reconoció en mayo que en su partido estaban a favor de desalojar el CSO Kike Mur para instalar allí un Centro de Interpretación de la Memoria Democrática de Aragón. “La prisión no puede ser un centro permanentemente ocupado”, explicaba, sorprendentemente, Iván Andrés, uno de los portavoces del partido morado en Zaragoza.
La respuesta no se hizo esperar. “Que los de siempre nos quieran echar no es una novedad, pero que a los que se les llena la boca hablando de redes, colectivos y ‘poder popular’ también se suban al carro si lo es”, explicaban fuentes del CSO al digital local Arainfo. Sea como fuere, a día de hoy siguen instalados en la prisión.
¿Qué opinan los vecinos? Hay opiniones para todos los gustos. Una señora que también pasea al perro los defiende y sostiene que ella estuvo presente “todas las veces que los han querido desalojar, porque no se meten con los vecinos y son los que le dan vida a Torrero, que es un barrio de trabajadores. Montan mercadillos solidarios y hacen muchas actividades. Tienen el apoyo del barrio”.
No hay unanimidad al respecto. Son varios los vecinos que no están de acuerdo y se quejan de que “tienen pintarrajeados todos los edificios. No sólo la cárcel. También mi casa, mira la fachada de mi edificio. Yo estoy harta. Montan fiestas hasta las tantas y los fines de semana huele todo a meados”, protesta indignada. “Yo tengo puesta una bandera de España en mi ventana porque sé que les jode. Algunas noches, algún pasado me grita algún insulto desde abajo”, confiesa otro vecino de la plaza, partidario de que los desalojen cuanto antes.
Llega Rodrigo
Este caldo de cultivo es el que atrajo hasta la capital aragonesa a Rodrigo Lanza, tal vez el antisistema más conocido de nuestro país. Se hizo popular tras ser condenado por haber dejado tetrapléjico a un policía de Barcelona que participaba en el desalojo de un centro okupa de Barcelona. Lanza se convirtió en una especie de héroe para la extrema izquierda, al sostener que había sido encarcelado de forma injusta. Tanto él como Patricia Heras, una chica que le acompañaba la noche de autos, que también acabó presa por aquel incidente y que se acabó suicidando en la cárcel de mujeres donde estaba recluida.
Lanza mató a Víctor Lainez en diciembre de 2017, porque llevaba unos tirantes con la bandera de España por el barrio de La Magdalena. El jurado acaba de emitir veredicto y ha concluido que Lanza no quiso matar a Lainez, sino agredirlo por motivos ideológicos.
Y cuando parecía que la tensión estaba de bajada, llegó la sentencia del Procés. La extrema izquierda vio allí la posibilidad de enseñar músculo en su propia ciudad y manifestarse en Plaza España. Pero el tiro les salió mal. Miles de zaragozanos les plantaron cara. Eso derivó en que, al día siguiente, salieron de caza y le acabaron vaciando el ojo a un motero. Los responsables han sido puestos en libertad.
Ultras vs Ultras
¿Y la ultraderecha? También ha tenido históricamente en Zaragoza un bastión. Era uno de los enclaves estratégicos de Franco. Una estatua suya presidía la Academia Militar General de la ciudad. Y más recientemente, a finales del siglo pasado y principios del actual, el movimiento skinhead neonazi también se hizo fuerte en la ciudad, al igual que sucedió en otras ciudades del este de España, como Barcelona o Valencia. Una tendencia que sigue teniendo continuidad en el fútbol.
Ahora, Zaragoza es un hervidero. O mejor dicho, un ‘avispero’. Así se llama el grupo de ultras de extrema izquierda del Real Zaragoza: El Avispero. Se trata de un grupo de no más de un centenar de miembros, pero muy activos y agresivos. Se pelean más con la propia gente de su equipo que con las hinchadas rivales. De hecho, se alían con ultras de otros equipos para ir a cazar a miembros de Ligallo la otra facción de ultras del Zaragoza, de ideología neonazi.
Famosa fue la pelea organizada en un partido contra el Getafe, en el que ultras de una y otra facción acabaron en una batalla campal por las calles de la ciudad madrileña, ante la sorpresa de los getafenses. También sucedió en otro partido del equipo maño contra el Huesca, donde los ultras oscenses se sumaron a los del Avispero para ir a por los Ligallo. Las tensiones entre estos dos grupos copan la mayor parte de los enfrentamientos de la hinchada zaragocista, considerada de las más conflictivas de España por el CSD. Es tal vez un caso único en España, pero paradigmático sobre la situación actual de la capital aragonesa.
Ultras del mismo equipo que se odian por motivos ideológicos, monumentos que ahora son centros okupas, políticos de Podemos pidiendo su desalojo, botellazos, pistolas tasers, agresiones y hasta algún homicidio. Zaragoza se ha convertido en uno de los puntos más calientes de la geografía española. La extrema izquierda se ha hecho fuerte. La extrema derecha lo fue a principios de este siglo. Algunos vaticinan que, con los últimos sucesos y el fulgurante ascenso de VOX, se están rearmando. Y que los incidentes más graves están por llegar.