Anda Sánchez Gordillo rebelado desde hace días por dos asuntos. El primero: el único médico de Marinaleda se jubila y el pueblo sevillano del que es alcalde desde hace décadas se queda sin nadie que pase consulta. La situación hace que, por tercer día consecutivo, los vecinos de este municipio de agricultores y jornaleros se citen en el Ayuntamiento para celebrar una asamblea como protesta. Después de dos horas y con el salón de plenos atestado de personas de todas las edades, Sánchez Gordillo se sitúa frente a todos y explica enérgicamente los pasos que se están dando para remediar la situación.
El alcalde es vehemente, como de costumbre, y a pesar del ictus que sufrió hace escasos meses y que le ha dejado visibles mermas físicas. Desde su púlpito, con tono mesiánico, lanza ataques contra el sistema, el capitalismo, la prensa y una retahíla de enemigos del pueblo. Al acabar su homilía, todos salen del ayuntamiento dándose la paz y citándose para la próxima jornada de protesta. Porque el nuevo médico vendrá, “aunque lo tenga que traer yo por las barbas”, promete Sánchez Gordillo. Todos aplauden.
El segundo asunto que le perturba tiene lugar más allá de las fronteras de Marinaleda: el pacto entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, rubricado por ambos líderes con un abrazo. “El acuerdo no fue posible tras las anteriores elecciones, aunque estuvimos cerca de lograrlo. Somos conscientes de la decepción”, admitía el líder del PSOE. Aunque para decepción, la de Sánchez Gordillo: “Quien abraza a un oso acaba muerto”.
EL ESPAÑOL entrevista a Juan Manuel Sánchez Gordillo en una conversación marcada por el deterioro físico del líder comunista. A petición de este periódico, aunque sin esforzarse, esboza las líneas maestras del programa de Gobierno que debería seguir el vicepresidente Iglesias. O, al menos, las deseables para el alcalde de Marinaleda por la CUT, Candidatura Unitaria de Trabajadores, partido que integra la coalición de Unidos Podemos en Andalucía.
—Es la segunda vez que le escucho lo del abrazo del oso. La primera fue tras el pacto de Diego Valderas, de Izquierda Unida, y José Antonio Griñán, del PSOE, para formar gobierno en la Junta. Y acertó.
—Se cumplió y se volverá a cumplir. El PSOE seguirá y Unidas Podemos morirá. El PSOE es un partido del sistema, pro capitalismo, pro orden establecido, pro Bruselas, pro lo que digan los bancos. Es un partido del capitalismo, del fascismo reinante, que no es Podemos ni Vox ni Le Pen; el fascismo dominante es Macron y Sánchez, y eso es lo peligroso.
Culpa Sánchez Gordillo al líder de lo socialistas de agitar el avispero de la ultraderecha española, “dormida en el PP y Ciudadanos”, pero resucitada por —a su juicio— los dos temas que han marcado la última campaña electoral: Cataluña y Franco. También culpa a Iglesias de haber olvidado el discurso de la izquierda y de aliarse con el PSOE bajo el argumento de prometer formar el gobierno más progresista desde la II República Española.
Galapagar, la casa que simboliza la traición
—Eso dijo Sánchez.
—Sánchez ha dicho tantas cosas que uno ya no sabe qué creerse.
—¿Y cree que un Iglesias vicepresidente podrá cambiar las cosas?
—No creo que cambie nada. No veo a Pablo Iglesias saliéndose de la Moncloa, quiere demasiado el poder.
—¿Hasta el punto de traicionarse a sí mismo?
—Ya se ha traicionado. La casa de Galapagar es un síntoma, ya no puede hablar de lucha social. ¿Cuándo un obrero va a tener ese nivel de vida? Él no debería tener algo que no tengan sus iguales. ¡Piscina y dos mil metros cuadrados! Eso le ha hecho mucho daño porque se le ha caído el discurso. Hay que vivir como se piensa y pensar lo mismo que se dice. Él vive como los ricos, pero habla de los pobres. Lo siento mucho, pero es lo que pienso de Pablo Iglesias.
Juan Manuel Sánchez Gordillo vive en una casa igual que la del resto de vecinos de Marinaleda, el pueblo en el que se fomenta la autoconstrucción de vivienda. Suelo y materiales son gratis, la mano de obra la pone el inquilino, que paga 15 euros al mes. Esa es la fórmula que sustenta la “utopía” que el alcalde consiguió inocular en sus vecinos. En la actualidad, 50 familias se construyen sus propias casas. Todas semejantes: un gran patio trasero, cocina, salón, cuarto de baño y dormitorios en la planta baja y una segunda altura con otros tantos dormitorios. No hay lujos.
En su casa, Sánchez Gordillo explica a los reporteros que solo se hizo la suya cuando el resto de vecinos ya se habían hecho el resto. Antes vivía en la casa del antiguo maestro, “la más mala del pueblo”, oficio que ejerció durante algunos años el ahora político, hijo de un albañil. Allí vive con su mujer, Carmen, y sus tres hijos: Libertad, Mizraim —tierra, en egipcio— y Said —felicidad—, el pequeño de ocho años.
“Para hablar de la gente hay que vivir como la gente, porque si ya no eres la gente, acabas olvidándola y convirtiéndote en un vividor de la gente”, argumenta Sánchez Gordillo, alcalde desde el 6 de mayo de 1979 y, durante otros tantos años, también diputado del Parlamento de Andalucía. “Siempre he vivido como mis vecinos, y nunca he cambiado de casa”, advierte. “Pablo Iglesias se ha equivocado”, sentencia. “Lo siento, pero lo tengo que decir, porque Jesucristo dijo que “la verdad os hará libres” y el Che Guevara que “con la verdad se llega a todas partes”.
—Precisamente, Unidas Podemos quiere hacerse con las competencias de vivienda
—La vivienda tiene que ser pública, inembargable e inheredable, solo a los hijos. No se puede vender ni negociar con ella. Hay que prohibir la especulación. La vivienda es un Derecho, artículo 47 de la Constitución, no es una mercancía que se compre, se venda o se alquile. No podemos especular con mi derecho a vivir en paz, a sufrir o expresar mi dolor en un hogar.
—¿Qué parte de este discurso se materializará en la gestión de Pablo Iglesias?
—Tendría que enfrentarse a dos poderes básicos del capitalismo: los bancos y las grandes constructoras. Y no, no espero que Pablo vaya a afrontar esa guerra. Pedro Sánchez no se lo va a consentir.
—Si Sánchez Gordillo fuese ministro de Vivienda, ¿qué haría en materia de vivienda?
—El suelo para la primera vivienda es público e inespeculable. Fomentar las viviendas de autopromoción. Hay que hacer muchas viviendas de alquiler social, solo el 3% de las viviendas son públicas, el resto son privadas. Eso bajaría el precio del alquiler.
La entrevista sigue en la alcaldía, presidida desde siempre por una bandera republicana y un retrato del Che Guevara. Sobre su mesa, dos puños de mármol se liberan de unas cadenas rotas. A apenas un metro, su hijo Said hace los deberes del colegio. Él viste con su ya típico shemagh, un pañuelo típico palestino, que le regalaron en una de sus visitas a Gaza y Cisjordania. Hay días que usa chándal, verde oliva y con el escudo de Marinaleda. Con él recuerda al Fidel Castro de sus últimas apariciones: la barba larga y cana, arrugas, prominentes ojeras y la cara huesuda y fina.
40 años de alcalde y un ictus
Sánchez Gordillo habla con torpeza como consecuencia del ictus, pero es apasionado como de costumbre. Con su mano izquierda sostiene su temblorosa derecha. Solo la suelta cuando subraya con gestos su discurso. “Estoy cascado”, explica con una sonrisa amable a los reporteros. “He cambiado mucho físicamente”, explica a sus 67 años. “Veo que acaba mi vida y me doy cuenta de que he perdido mucho tiempo, que se acaba y que después ya no hay otra vida. Que no hay cielo ni infierno, que de haberlos están aquí, la lucha está aquí y hay que decidir si se es un luchador por la paz o por la guerra —confiesa Juan Manuel—; y creo que he sido de los primeros”.
—¿Debería mirar más Iglesias a Marinaleda para copiar su fórmula, ahora que llega Podemos al poder?
—Rápido, si no se lo cargan antes. [Ríe].
—¿Ha cambiado mucho su pueblo desde que es alcalde?
—Sí, mucho. Hoy tenemos el pueblo con menos desempleo de toda España, entre un cuatro y un cinco por ciento, y porque hay gente que no quiere trabajar y otra que, por desgracia, se dedica a la droga. Me encontré un pueblo que estaba parado más allá de la recogida de la aceituna. Hoy todos los vecinos tienen su vivienda. Campos de fútbol, gimnasio, pistas de pádel, piscina, guardería…
—¿Aquí, en Marinaleda, cómo se fomenta el empleo?
—Con cooperativas, tenemos 2.250 hectáreas de regadío y ahí el objetivo no es ganar dinero, es crear el máximo de empleo posible. Dentro del capitalismo, claro. ¿Por qué no puede haber fábricas obreras? Que no prime la rentabilidad y sí el trabajo, o la necesidad.
—¿Qué haría con el empleo?
—Los ricos no pueden ser tan ricos y los pobres tan pobres. Amancio (Ortega), es rico a costa de los pobres que les hacen la ropa en países asiáticos. Yo establecería un sueldo mínimo, pero también máximo. En el centro de la economía debe estar el ser humano y su felicidad.
—¿La tierra para el que la trabaja?
—Sí, porque el latifundio es un problema en Andalucía: el 2% de los propietarios tienen el 50% de la tierra cultivable. Un latifundio es antisocial y un minifundio es antieconómico, cuesta mucho vivir de él.
—¿Y cree que Iglesias expropiará?
—No, el PSOE no lo consentiría.
—¿Vamos a ver a un Pablo Iglesias totalmente descafeinado y sujeto de manos?
—Sí, y si es así se debería ir. Si no hace una revolución contra el sistema se deberá ir. Una de dos, o se va o se somete. No hay términos medios.
—¿Se irá o se someterá?
—No soy adivino, pero es más fácil que se someta a que se rebele. Y que venda el chalet y que vuelva a vivir como cualquier obrero.
‘No’ a Sánchez, 'Sí' a Cataluña
No espera Sánchez Gordillo que le suene el teléfono y que del otro lado esté Iglesias para ofrecerle un ministerio. “No caerá esa breva”, responde entre risas a la fabulada oferta. “Yo no aceptaría un sillón en un pacto con los socialistas porque el que se acuesta con el diablo amanece en el infierno”, añade el alcalde, siempre crítico con el PSOE, al que le atribuye la muerte del andalucismo y de Izquierda Unida. “Podemos correrá la misma suerte”, vaticina Sánchez Gordillo, defensor del nacionalismo andaluz.
—¿Indultaría a los políticos presos del separatismo?
—Sí, porque no creo que deban estar en la cárcel.
—¿Presionará Iglesias a Sánchez para que lo haga?
—Si no lo hace, se equivoca.
—¿El independentismo pierde fuelle con un gobierno progresista?
—Sí, porque se le caerán muchos mitos. El independentismo ha perdido con Sánchez e Iglesias, pero les obligarán a posicionarse: o a favor o en contra de la autodeterminación. Pablo deberá seguir su conciencia.
Recuerda Sánchez Gordillo el día que conoció a Pablo Iglesias. Fue en un acto del Sindicato Andaluz de Trabajadores. “Era un tipo afable, amable… pero eso era antes de que se comprase el chalet”, comenta entre risas. “Creo que se ha equivocado —insiste—, y lo terrible es que sometiera su chalet a consulta y las bases se lo aprobaran”.
—En los populismos nadie cuestiona la autoridad del líder carismático.
—Vivimos en una sociedad estúpida, cada vez más superficial. Dame dinero y dime tonto. Conviene que nadie piense, que consuman: productos e ideas. En Podemos hay muchos niños de papá, hay gente que no se ha rozado con los obreros.
—Sigamos con el programa de Gobierno, ¿qué haría un Sánchez Gordillo de vicepresidente?
—La energía es un sector básico, estratégico; nacionalizaría o socializaría la energía. Es un sector demasiado importante como para que alguien pueda hacer negocio con ella, debe ser pública, del Estado. En un país con sol, ¿cómo se le pone un impuesto? La energía también es soberanía.
—En un país de puertas giratorias en el que muchos políticos acaban recalando en eléctricas, ¿le da miedo que Iglesias acabe al otro lado?
—¡Sería ya demasiado! Espero que no. [Ríe poco crédulo con su respuesta]. Sánchez tiene atadas las manos por el IBEX35, es un político del sistema. El PSOE es el sistema sonriente; el PP, el sistema a las bravas; y VOX, a las bravas bravísimas. PSOE y PP quieren el capitalismo y ponen medidas para defenderlo.
“Aquí hubo un luchador”
A las puertas de la alcaldía, entre los vecinos presentes en la asamblea de protesta para conseguir un médico para Marinaleda, un grupo de brasileños asalta a Sánchez Gordillo. Se llaman Álvaro, Luis, Esther y Ademar y vienen representando al Movimiento de los Trabajadores Rurales Sem Terra, formado por unas 350 mil familias que han conquistado la tierra a través de la lucha y la organización de los trabajadores rurales. Llevan varios días aprendiendo el modelo de Marinaleda.
Allí coinciden con la fotógrafa francesa Carole Pariat, que se ha desplazado desde París a Marinaleda para hacer un documental sobre la utopía de Marinaleda con un equipo de sociólogos. Estará diez días con Sánchez Gordillo y sus vecinos. Cuenta que conoció la historia en una entrevista de Paris Match, una revista de actualidad nacional e internacional. Le sorprende la forma en la que la gente mira a su alcalde. También se extraña por el poco peso que su discurso tiene en la escena política nacional.
—Alcalde, ¿todos los días son así de movidos?
—[Sonríe]. No te creas.
Son las nueve de la noche y Sánchez Gordillo sigue de un lado para otro por Marinaleda. No hay un alma en la calle.
—¿Se ha planteado dejar la alcaldía?
—Si veo que no puedo, lo dejaré; si puedo, seguiré. Yo no voy a dejar de luchar hasta que me muera. Aquí hubo un luchador contra el sistema. Si pude cambiarlo o no es discutible, pero yo hice todo lo posible por cambiarlo.
—“Aquí hubo un luchador”, ¿así le gustaría que le recordasen?
—Yo sé que la muerte lleva al olvido. Cuando muera se acordarán pocos. Después, el silencio. La nada.
—Pero usted se ha granjeado muchos amigos, y también enemigos, que se acordarán de usted.
—Claro, si uno no se crea enemigos es que no ha hecho nada en la vida.
Reconoce Sánchez Gordillo que ahora le preocupa que su legado siga vigente cuando él deje la alcaldía. Como dice, “la utopía nunca se conquista”. Ha escrito dos libros y pretende publicar un tercero sobre su vida, desde sus orígenes hasta la actualidad.
—¿El ictus lo ha hecho pensar más en la muerte, en lo que ha hecho y lo que deja por hacer?
— [Silencio]. Siempre he tenido en cuenta la muerte, la veo como algo propio de la vida. Que hay un tiempo finito. Nadie quiere que el tiempo pase rápido, pero cuando te das cuenta se te ha pasado. Me quedan muchas cosas por hacer. No estaré conforme hasta que acabe con el capitalismo.