En la primera versión de esta noticia se habían incluido por error dos fotografías en las que se identificaba al sacerdote procesado por los abusos de forma equivocada, pese a que varios vecinos de Yeles lo habían reconocido en ellas tras ser preguntados por El ESPAÑOL en la misma localidad. Este periódico ha rectificado de manera inmediata cuando ha sido alertado del error y ha procedido a eliminar las fotografías con la misma celeridad.
"Es lo que Dios quiere". Esta frase se la dijo el padre José Luis Galán Muñoz a su víctima cuando abusaba de ella durante su adolescencia, según el testimonio de la joven. Hoy en día, la chica tiene 23 años y lleva dos años y un mes en una batalla judicial contra el cura. El sacerdote era entonces el director espiritual del colegio La Compañía de María. En este centro, situado en Talavera de la Reina (Toledo), estudiaba la supuesta víctima, según ha podido saber este medio en conversación en con dos ex alumnas, quienes aseguran que el cura "ya no tiene nada que ver con Talavera. Le trasladaron a raíz del escándalo".
La historia se complica si, además, se le añade el ingrediente de que el padre Galán era amante de la madre de la víctima, quien tiempo atrás se había divorciado del padre. Por ello, ésta le aconsejó a su hija que mantuviese un contacto espiritual con el sacerdote para que le ayudará a superar los posibles traumas del divorcio. "Nos cogimos confianza. Lo consideraba como mi segundo padre", cuenta la supuesta víctima en el auto judicial. No obstante, no le ayudó a superar la separación de sus progenitores sino que le creó otro trauma peor.
Tantos años después, EL ESPAÑOL visita el pueblo toledano. Hoy es día de procesión. Rozando el mediodía y pese a la lluvia, las religiosas del colegio católico y sus alumnas, acompañados por familiares, salen del recinto para participar en una procesión dedicada a la patrona de la escuela, pero nadie quiere hablar del tema. Todos conocen la truculenta historia. Empezó en 2010. Acabó en 2014.
La ex alumna tenía 14 años cuando, según su testimonio, el cura empezó a decirle que recorriera los 20 minutos a pie que hay entre el colegio y la parroquia talaverana de San Ildefonso, lugar donde el sacerdote era párroco desde 2009, para visitarlo. Y es dentro de sus dependencias donde el padre Galán citaba a la menor para aconsejarle y aliviar los nervios por la ruptura de sus progenitores. Pero, presuntamente el sacerdote aprovechaba las ocasiones para abusar de la niña. "Me iba a un parque que está al lado de la basílica de la Virgen del Prado -sita en Talavera- porque necesitaba estar sola. No me sentía bien. Me sentía sucia", narra la joven en el auto.
Un exorcismo y una violación
La víctima ya no pudo más con su secreto. No podía soportar esa carga y en octubre de 2017 denunció las agresiones. Tenía 21 años y sed de justicia. Se querelló contra el cura -por la vía penal- y se sinceró con el Papa Francisco -por la vía escrita-. Le envió una carta al Pontífice de Roma y otra al cardenal Luis Ladaria, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En consecuencia, comenzaría un proceso canónico contra el padre Galán por mantener una relación con una mujer pese al celibato y por supuestamente violar a su hija.
Pero, en la justicia terrenal, hasta esta semana el Juzgado de Instrucción número 4 de Talavera no ha procesado a José Luis Galán. Si bien es cierto que la juez que lleva la causa de momento no le imputa un delito de agresión sexual, no es menos cierto que la supuesta víctima declara que el cura le practicó un exorcismo y abusó de ella. "Mi madre y José Luis me dijeron que tenía un demonio dentro y que por eso estaba enferma", relata la denunciante.
Por ello, en 2014 la madre de la niña la llevó para que le practicaran tanto el padre Galán como otro sacerdote un exorcismo -esto lo reconoció la progenitora ante la justicia durante la instrucción del caso-. Eran varias sesiones. En la segunda, la menor estaba sola con el cura procesado. Él aprovechó presuntamente la coyuntura para pegarle con un cinturón y e intentar violarla, siempre según el relato de la víctima. Comenzaba el calvario de la menor. "Me llamaba puta. Me decía que no valía nada, que nadie me iba a creer y que me mataba si lo contaba", declaraba la joven el pasado marzo en dependencias judiciales.
Anorexia e intentos de suicidio
Las continuas vejaciones que la joven sufrió, como consecuencia, provocaron que padeciera anorexia y, desde entonces, ha intentado quitarse la vida hasta una docena de veces. De hecho, los médicos que la trataron le recomendaron que escribiese todo: "Intenté forzarle para que no me tocase más, pero me agarró muy fuerte de las manos para que no pudiera moverme. Me dijo que hacer eso era un regalo de Dios. Era asqueroso, pero él quería que lo hiciera de nuevo y de nuevo...", decía una de las citas.
Por todo ello, un médico ha reflejado estos trastornos en la querella que presentó la joven, avalando de este modo, el “estrés postraumático” que la denunciante presenta. No obstante, la juez instructora del caso solicitó otra prueba pericial al Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Ciudad Real y Toledo para poder establecer una verdadera correlación entre los supuestos abusos y la anorexia, ya que no ha sido acreditada la causalidad.
Pese a que el juicio no tiene fecha y la diócesis de Toledo ha evitado pronunciarse hasta que haya sentencia en firme, el arzobispado sí ha actuado de manera preventiva al conocer el caso. Apartó al padre Galán de Talavera y lo envió trasladó a la parroquia de San Juan de la Cruz en Toledo como vicepárroco en 2017 al conocer la relación sentimental entre la madre de la menor y el padre Galán. Sin embargo, el párroco ha asegurado que nunca se llegó a incorporar. Después, a comienzos de 2018 y a raíz de la misiva que la joven había enviado a las altas esferas de la jerarquía eclesiástica, el obispo de Toledo, Braulio Rodríguez, le prohibió oficiar misa y le nombraron capellán del convento de Santiago Apóstol en Toledo.
Aún no hay firme castigo -o absolución- ni penal ni eclesiástica para José Luis Galán. Lo que está claro es que el sacerdote ahora tiene una batalla en los juzgados para probar la inocencia que siempre predica o confesar su pecado. La víctima quiere que pague, tanto en la tierra como en cielo.