Si todo sale bien, usted estará leyendo esto después de la cena familiar de Nochebuena o incluso antes; si es de los que ve el discurso televisado del rey Felipe VI, quizás no esté para leer EL ESPAÑOL o no le haya dado tiempo a hacerlo antes de empezar a comer. Si todo sale bien -este artículo se ha escrito tres días antes del día en el que se conmemora un nacimiento de Jesús que todo parece indicar que no se produjo en estas fechas- a usted le sorprenderá ver una fotografía de una señora estupenda -sí, es mi madre- que el año pasado contó en estas mismas páginas cómo llevaba diez años cenando en McDonalds en la fecha en la que probablemente más langostinos y gambas se consuman en España.
En aquel artículo, ella relataba cómo en la década que había pasado desde que mi único hermano se casó y empezó a pasar estas fiestas en casa de su familia política -viven lejos, son más y nosotros nunca hemos sido muy de celebrar las navidades- sólo habíamos tenido un tropiezo.
Me recuerdo recorriendo las calles de Nápoles el 24 de diciembre de 2015 buscando un McDonalds como una descosida. Al fin y al cabo, que en esa ciudad hubiera uno abierto era mi responsabilidad. Para qué nos vamos a engañar, casi siempre soy yo la que elijo los destinos. Los requisitos son claros: que el viaje no supere las tres horas en avión -el año pasado nos pasamos un poquito con Estambul-, que la ciudad sea relativamente abarcable en un viaje corto, de no más de tres o cuatro días y que tenga hamburgueserías fast food abiertas en Nochebuena.
Y yo, pensaba, lo había hecho bien. Pero me di de bruces con la realidad. Escribir en Google "Nombre de ciudad" más "McDonalds" -también valía Burger King, quizás por eso no hemos conseguido nunca un patrocinio- no es suficiente. Sí, en Napoli había restaurantes de comida rápida y no, ninguno de sus dueños había pensado que mi madre y yo querríamos cenar allí esa noche.
Así que volví derrotada al hotel donde ella se había quedado descansando y le di la mala noticia. El conserje del establecimiento, sin entender nuestras caras largas, nos mandó a un hotel cercano con restaurante. ¿Pensaría, incrédulo, que creíamos que en Nápoles no íbamos a comer bien?
La verdad es que, visto con perspectiva, tiene algo de herejía comer o cenar en un McDonalds en Italia, uno de los países donde mejor se come del mundo. Reto a cualquiera a hacer la prueba. Cuando uno dice que va a Italia de vacaciones recibe, claro, muchas recomendaciones de lugares que visitar, pero muchas más de comidas que probar y restaurantes donde hacerlo.
Sin embargo, es muy triste que la única mancha en nuestro expediente de hamburgueserías fast food en Nochebuena fuera precisamente uno de nuestros países favoritos. Así que más o menos a principio del otoño, y después de que un amigo me recomendara el Museo Nazionale del Cinema -el cine es otra de las pasiones que compartimos mi madre y yo- en Turín, escogí este destino para pasar el 24 de diciembre de 2019.
Para asegurarnos de que no íbamos a sufrir un nuevo Nápoles, me aproveché de mi compañero de sección Paolo Fava. De padre italiano y, por lo tanto conocedor de la lengua, le pedí que llamara a un par de McDonalds céntricos de Turín. Según me dijo, no hubo ningún rastro de sorpresa en quién le atendió el teléfono y la respuesta fue clara: estarían abiertos en Nochebuena. Gracias, Paolo.
Si todo ha salido bien, cuando lean estas líneas nosotras nos acabaremos de comer nuestra tradicional hamburguesa en McDonalds. En pocos minutos subiré a mis redes sociales (Twitter no, que es para cosas serias) la fotografía de mi madre con su hamburguesa (el otro día, alguien me preguntó qué variedad tomábamos y fui incapaz de responder). Es el equivalente a nuestra felicitación navideña y desde siempre ha sido muy bien recibida. "La familia Moreno - Iriberri", reza, "os desea Feliz Navidad".
Quizás sea uno de mis momentos favoritos del año. Aunque todo el mundo pone cara de extrañeza cuando se entera de esta costumbre, pienso que algunos la envidian en silencio. Mientras tomamos la hamburguesa con patatas, el culmen de la peor comida y contra la que advertimos a diario en nuestra subsección de Nutrición, la mayoría de los españoles estarán degustando gambas, esperemos que sin chupar la cabeza, jamón ibérico y cordero o similar. Pero me atrevería a apostar que no todos estarán tan a gusto como mi madre y yo. Para mí, la felicidad siempre tendrá un regusto a McDonalds en Nochebuena.