El 3 de junio de 1999, el profesor y exministro socialista Ernest Lluch intervenía en un mitin del Partido Socialista de Euskadi, celebrado en San Sebastián para apoyar la candidatura a la alcaldía de Odón Elorza. Decenas de abertzales de Euskal Herritarrok le abucheaban a unos metros. Lejos de amedrentarse, Lluch, ya retirado en ese momento de la vida política, les desafiaba: “Gritad más, que gritáis poco. Porque mientras gritáis, no matáis”. Un año y medio después, el 21 de noviembre del 2000, Ernest Lluch i Martí fue asesinado a tiros por un etarra cuando se dirigía a su casa, después de aparcar su Seat Córdoba.
Dejó Lluch viuda y tres hijas. Una de ellas es Rosa, que es historiadora pero recientemente se ha adentrado en el mundo de la política de la mano del grupo catalán de Podemos. El día que fue abatido su padre tenía 31 años. Su nombre ha salido a la palestra en los últimos días. Primero porque sonaba como principal candidata para ser nombrada ministra de Universidades, una de las carteras que gestionará el partido de Pablo Iglesias y que al final asumirá Manuel Castells, apoyado por Ada Colau, alcaldesa de Barcelona. Después, porque criticó "la vil utilización de las víctimas del terrorismo durante la investidura" del PP y Vox, además de apuntar que "No se puede acusar a Bildu de legitimar la violencia de ETA". Pablo Iglesias leyó un mensaje suyo en el hemiciclo: "No hablen ustedes en nombre de las víctimas del terrorismo. Basta ya de usar nuestro dolor en su beneficio"
Rosa Lluch Bramon (Barcelona, 1969) es profesora de Historia Medieval en la Universidad de Barcelona e hija de un asesinado por ETA. Va en las listas de Podemos desde 2019 y, del mismo modo que su partido, Rosa ocupa una posición de indefinición en el proceso catalán. Ha sido calificada por los independentistas de 'equidistante'”. Un término que se usa de forma peyorativa, pero del que ella, aunque no le gusta, no rehuye. Y por equidistante fue atacada recientemente por los independentistas catalanes.
Tres huevos
Sucedió el 28 de octubre en el campus de la facultad donde imparte clases. Rosa estaba dando una entrevista en directo para el programa Planta Baixa de TV3. Durante su intervención le lanzaron tres huevos. Un ataque que llegó desde una ventana, en una zona a la que no tienen acceso los alumnos. Una parte del edificio en la que solamente hay oficinas de profesores cerradas con llave. No fue un ataque de unos estudiantes exaltados; fue algo mucho más grave. “Se venden de media docena en media docena. Vamos a apartarnos, no vaya a ser el caso que vengan los otros tres; porque han caído tres solo. Osea, alguien tiene tres huevos en estos momentos”, comentó después en tono de broma, para quitarle tensión al momento. “Que me tiren huevos también es violencia”, sentenció en ese momento.
Curiosamnte, su partido gobernará gracias a la abstención de EH Bildu y de ERC. Al respecto, Rosa dice que es partidaria de dialogar siempre, igual que dialogaba su padre. “Yo creo que deberíamos entre todos rebajar la tensión. Rebajar las malas sensaciones que estamos generando y volver a encauzar esta situación en la vía del diálogo, de la comprensión y del buen entendimiento que habíamos tenido siempre en Catalunya”, le explicaba poco después a Carlos Francino en la SER, lamentando que “nos están obligando a decir que somos partidarios de la independencia o nos están intentando alinear en contra de la independencia”.
En estas se encuentra Rosa: defendiendo la formación de este Gobierno y sacudiéndose la etiqueta de equidistante; una palabra que en la Euskadi de ETA fue un insulto, en la Cataluña procesista es un insulto, pero que para ella “es un piropo”, dijo en esa misma entrevista. “Equidistante le decían a mi padre y lo mataron”, suele sostener en sus intervenciones públicas cuando se le toca el tema.
"Ni se os ocurra"
Aunque es hija de un asesinado por ETA, Rosa Lluch tiene un perfil atípico. Para empezar, no se ha enrolado en ninguna asociación de víctimas del terrorismo. Ni ella ni sus hermanas, Eulalia y Mireia. Las respeta y no las critica, pero tampoco le encuentra utilidad a implicarse en ninguna. En la decisión tuvo que ver la opinión de su padre sobre estas entidades. Porque durante el tiempo que Ernest Lluch estuvo en el punto de mira de ETA, y tal vez barruntando una desgracia, al exministro le preguntaron sus allegados si ellos deberían ingresar en alguna asociación de víctimas si algún día él sufría un atentado fatídico. Ernest lo tenía claro: “Ni se os ocurra”.
Y lo cumplieron. Ni a Rosa, ni a sus dos hermanas, ni a su madre (la también profesora de Historia Dolors Bramon) se les ocurrió. Se han mantenido al margen de este tipo de entidades, pero no han rehuido en ningún caso de implicarse en la política o de hacer públicas sus ideas. Lo hace a menudo Eulalia, la hermana mayor. También lo ha hecho Mireia, la pequeña. Las tres hermanas se han definido como no independentistas, pero también han sido muy críticas con la gestión que ha hecho el Estado español del conflicto catalán.
De las tres hermanas, la que ha optado por hacer carrera política es Rosa Lluch. En ella han convergido las principales ocupaciones de sus padres. La primera, la enseñanza de la Historia. Los tres han sido profesores de universidad e historiadoras. Su padre Ernest estaba especializado en Siglo XVIII, su madre Dolors en mundo islámico, y Rosa es experta en el medievo. La otra, la política, ha sido una vocación que le ha llegado a Rosa de manera tardía.
Ascenso fulgurante
Pero el año pasado decidió dar el salto a la política. Sus inquietudes, la situación en Cataluña y la necesidad de pelear por reactivar la educación pública, fueron algunos de los factores que le llevaron a tomar la decisión de meterse en el charco. Decidió que no podía quedarse de brazos cruzados observando según qué derivas y comportamientos. Actuó igual que su padre, que cuando se encaró con los abertzales aquel 3 de junio de 1999 ya estaba totalmente retirado de la vida política y pública. No tenía la necesidad de ir aquel día a San Sebastián a plantarle cara a los violentos. Podía haberse quedado en casa. Pero lo hizo, a sabiendas de que un gesto de esa magnitud podía ponerle en el centro de la diana de los terroristas.
Rosa también podría haberse quedado en casa. Y es que Rosa había alcanzado una estabilidad plena; tiene ahora 50 años, es profesora, historiadora y madre. Ha superado una grave enfermedad, da clases de Historia Medieval en la Universidad de Barcelona y ocupa el cargo de secretaria académica del Departamento de Arqueología. Pero optó por meterse en el jardín de la política. Y las circunstancias (y el apoyo popular) le llevaron a quedarse, porque entró en el escenario político con una fuerza inusitada.
Fue en las estériles elecciones del 28 de abril, donde cerraba las listas al Senado de En Comú Podem. Los comicios se repitieron, Rosa volvió a las listas y arrasó: se llevó casi medio millón de votos. Se convirtió así en la séptima candidata más votada, solamente por detrás de los de PSC y ERC. Fue la senadora con más votos de Podemos. Un éxito que no solamente se atribuye a sí misma: “En parte debe de ser efecto de mi padre, en parte debe de ser de mi madre, en parte debe de ser mío. Una vez me pasó en unas elecciones a una sociedad histórica donde saqué más votos que nadie. Dije que, de hecho, éramos tres”, declaró después a Catalunya Plural.
Tan fuerte irrumpió, que ya sonaba como ministra de Universidades, aunque finalmente esa cartera la ocupará Manuel Castells. En su aventura política, Rosa también está aplicando su faceta de historiadora: “La historia tiene una gran virtud, que también es un gran defecto y es que puedes justificar lo que quieras. Puedes demostrar que la unidad de España proviene de la época medieval y puedes demostrar que la independencia de Cataluña proviene de la época medieval. Es la parte apasionante de la historia”.
¿Terrorismo?
Porque Rosa no es indepe y ha denunciado públicamente la violencia de los radicales separatistas. Pero también pelea contra los que ven terrorismo en el Procés: “Lo que hemos tenido en Catalunya en este momento no tiene nada que ver con terrorismo. Tiene que ver con desobediencia, con quemar cosas, con pequeñas violencias, pero no con terrorismo”, cuenta en una entrevista, con la autoridad de una persona a la que el terrorismo le arrebató a su padre. Cree que la sociedad catalana no está fracturada, pero sí dañada. Que hay roturas que antes no veía.
Y en el marco del debate sobre la independencia, se mantiene a una distancia prudencial: “Hay gente claramente independentista, gente claramente anti-independentista y una serie de gente en la que me incluyo que cree que la relación con el Estado debería ser más fluida, que deberíamos tener más capacidades y haber ido desarrollando la autonomía que tenemos. Esto no quita que si hay un referéndum y gana la independencia lo aceptaría”.
Esa es una de las premisas que los socialistas parecen haber aceptado para obtener los apoyos necesarios que les permiten gobernar: una consulta en Cataluña. Su formato todavía se desconoce. No se sabe si hablará de autodeterminación, como asegura ERC, o de autonomía, como adelanta el PSOE. No se sabe si tendrá carácter vinculante, ni si participará todo el censo de España o solamente el de Cataluña. Pero parece que habrá una consulta. Allí estará Rosa Lluch, una persona capaz de despojarse de rencores para llevar un proyecto político y social a buen término.
Rosa no le niega el diálogo a nadie. Igual que su padre, que en aquel mitin de San Sebastián le habló a la cara de los terroristas que luego le mataron. Era su rasgo más característico: Ernest no rehuía nunca una conversación. Algo que recordó la periodista Gemma Nierga hace 20 años en la lectura de un manifiesto de condena al asesinato de Lluch: "Estoy convencida de que Ernest, hasta con la persona que lo mató, habría intentado dialogar; ustedes que pueden, dialoguen, por favor". Esa misma senda, la del diálogo, es la que quiere emprender su hija Rosa para poner algo de cordura en esta situación de tensión política y social que vive España.