Santiago Abascal lee. No se trata de una soflama que se lanza para justificar según qué pensamiento, ni la afirmación busca ventilar ideas que huelen a libro mal conservado en la estantería de una húmeda despensa. Ni siquiera es pose instagramera -aunque, de esto último, algo hay-. Se trata de que el líder de Vox es uno de los políticos que más referencias culturales suelta desde la palestra del Congreso, usando citas como puñales que a ver a quién hienden y guarda sus discursos entre las páginas de un libro, nunca elegido gratuitamente. Y es que, en los descansos entre tanta política y tanto cuidarse la percha con el deporte, Santiago Abascal (Bilbao, 1976) gusta de recurrir a su biblioteca. Eso sí, el líder de Vox lee, pero lo hace sólo sobre su tema favorito: España, España y… España.
En la segunda votación para la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, que tuvo lugar el pasado 7 de enero con el roscón de Reyes aún por digerir, Abascal le dedicó al líder socialista una de las intervenciones más duras que ha firmado en la Cámara Baja. Dijo que la compañía aseguradora de su golpe era ETA, usó el estrado para lanzar prejuicios de tinte racista y habló, de nuevo, de violencia intrafamiliar. A su lado, reposando en el atril y de donde había sacado el discurso, estaba el libro Mis recuerdos. Cartas a un amigo, del histórico dirigente socialista Francisco Largo Caballero, conocido como "el Lenin español".
Si el líder del partido de extrema derecha llevó consigo al que fue presidente de la Segunda República no fue para afearle a Sánchez lo disgustado que estaría Largo Caballero con él y sus planteamientos -como sí hizo Pablo Casado citando a Manuel Azaña cuando dijo aquella de “se pueden meter con la República pero no con España”-.
Si Abascal llevó el libro fue para blandirlo a la vez que le recordaba el afán guerracivilista de Caballero y la frase que sonó como una lápida: “Lo que ya es tradición de los socialistas con el dinero de todos, en palabras de Largo Caballero, no mías, es ir acompañados de señoras con las que no tenían ninguna relación familiar”, dijo Abascal.
Pero el libro de Mis recuerdos. Cartas a un amigo no es el único que Abascal atesora en la biblioteca de su casa del barrio madrileño de Hortaleza. En ella, además de fotografías personales y una matrioshka en el que distintas nacionalidades españolas entran en una España más grande, hay un poco de todo. El líder de Vox le tiene especial cariño a una edición de 1930 de La rebelión de las masas de Ortega y Gasset, así como a los libros del filósofo Gustavo Bueno, al que conoció en persona, y al de Defensa de la Hispanidad de Ramiro de Maeztu.
“Moderadamente culto”
“Es un hombre culto, moderadamente culto, medianamente culto”. El que explica el nivel cultural de Abascal es su amigo, el escritor Fernando Sánchez Dragó, en conversación con EL ESPAÑOL. Dragó mostró su apoyo público a Vox cuando aún eran, lo que se dice, cuatro gatos en las manifestaciones. Más tarde, cuando el fenómeno iba creciendo, le hizo un retrato en su libro Santiago Abascal. España vertebrada -de nuevo referencia a uno de los fetiches abascalianos, Ortega y Gasset-.
Para escribir el libro, Dragó se pasó un fin de semana entero entrevistando al líder de Vox y, pocos mejor que él para hablar de la literatura que sabe o no sabe el propio Abascal. Porque de libros, Dragó controla hondamente. “En casa de Abascal no he estado nunca”, explica el escritor. “Pero sé que como se ha dedicado a la política y a pasear por los bosques, tampoco ha tenido tiempo para leer demasiado. Aún así, tiene una cultura literaria moderada, construida fundamentalmente a través de libros sobre España”, añade.
Y es en España donde concentra sus inquietudes por las letras. No en autores españoles, que no es lo mismo, sino en el concepto de España. Así, Abascal tiene en su biblioteca, además de los ya citados, a Unamuno y los hombres del 98, Américo Castro, Sánchez Albornoz, los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós al completo, Pío Baroja y, aunque sorprenda, también a Alberti y a Lorca. También guarda y recurre con frecuencia a España frente al Islam, de César Vidal, en el que se habla del islam como el anticristo.
-¿Cuando lee a autores como Lorca, lo pasa de alguna forma por el prisma de la ideología?
-En contra de lo que mucha gente dice o piensa de él, es un hombre muy abierto, nada sectario y, en el terreno de la literatura, cultura, poesía… acepta y se da cuenta de que es un territorio que se extrapola de lo que pudiera ser cualquier ideología. Es capaz de reflexionar y de apreciar lo que un adversario ideológico pueda decir, explica Dragó.
Eso sí, aunque algún poeta cae en sus manos, la literatura no es su tema favorito. “Novela ha leído muy poca. Es un hombre muy polarizado por la política desde su adolescencia, debido a las vicisitudes que se vio obligado a vivir en el País Vasco. Entonces, sus lecturas han ido polarizadas por su doble interés: la política y España. Además, España es uno de los grandes temas de la bibliografía española”, cuenta Dragó.
-¿Y qué le interesa de la bibliografía española?
-Pues la Reconquista y la aventura americana, lo que tiene que ver con la conquista y la colonización. Sobre todo, ha leído ensayo y ensayo de carácter histórico o reflexivo sobre la historia del país. Literatura de creación, muy poquita, muy poquita.
Recomendaciones literarias de Abascal
Por lo tanto, si hay que llegar a alguna conclusión, hay que decir que Abascal lee, con moderación y selección, pero, al menos, retiene. De todas formas, en realidad prefiere dedicar su tiempo libre a practicar deporte, ir al gimnasio que tiene en la zona comunitaria de su edificio o entrenar en algunos de la capital. Eso cuando no está escapándose al bosque más cercano, ya que es un apasionado de la naturaleza, como Adolf Hitler y Greta Thunberg, entre otros.
Sin embargo, sí que se esfuerza en que se vea su gusto por los libros y así los exhibe en público. EL ESPAÑOL ha intentado que el propio Abascal haga una serie de recomendaciones literarias o que diga cuáles son sus libros favoritos, pero desde el partido han rechazado la propuesta. Aun así, navegando por sus discursos y redes sociales es fácil sacar qué mueve la pasión letrada del cabeza de Vox.
Después de las elecciones generales del pasado 10 de noviembre, cuando Vox mostró músculo y se colocó como tercera fuerza política, Santiago Abascal y su cuadrilla de diputados posaron en la escalinata de la institución para la tradicional foto familiar. En sus manos llevaba un ejemplar de Defensa de la hispanidad, escrito por Ramiro de Maeztu, autor que da nombre al instituto en el que estudiaron Pedro Sánchez y Letizia Ortiz.
En este libro se defiende que la hispanidad es el ser común de los pueblos hispanos y que, a pesar de cualquier condición de raza u origen, comparten un destino universal, porque, para el autor, la patria es un valor en sí. Muy abascaliano. Tanto que en julio del año pasado publicó una foto en Instagram en el que aparecía la portada del libro bajo la reseña “releyendo un libro imprescindible”.
Otro de los libros que ha llevado al hemiciclo ha sido el de La conquista de América contada para escépticos, del autor Juan Eslava Galán y en el que habla en contra de la Leyenda Negra de la colonización de América por parte de España. El autor defiende que los actos de aquella época no deben ser juzgado con los valores de la actualidad.
También ha llevado de su biblioteca al Congreso el libro La conquista de México. Una nueva España, pero este guarda un matiz de autobombo. El autor del mismo es Iván Vélez, el coordinador del grupo parlamentario de Vox en Aragón y el director de la Fundación para la Defensa de la Nación Española (Denaes) que el propio Abascal dirigió. Además, la editorial que edita el libro de Vélez es la misma que publica los de Abascal.
No deja de llamar la atención que la mayoría de libros que agita el líder de Vox lleven en el título La conquista de… o La defensa de…, como si todo estuviera bajo ataque o mereciera ser atacado, al igual que sólo lee libros que confirman y apuntalan su versión de España.
Pero, como casi todo en política, nada es gratuito y detrás de muchas de las pasiones literarias y recomendaciones de Abascal se esconde la figura de Kiko Méndez Monasterio. Monasterio es el fiel escudero del líder de Vox, el equivalente a Iván Redondo para Pedro Sánchez. Es el que le escribe la mayoría de los discursos y, según confirman quienes le conocen, es el verdaderamente culto de la dupla. Al escribirle y asesorarle, la figura de Monasterio planea sobre muchas de las referencias bibliográficas que Abascal airea.
La biblioteca de Abascal
Todos estos libros los guarda en una pequeña biblioteca que tiene en su casa. De estanterías blancas, con una mesita al lado y los lomos se apilan ahí con ese caos medido que generan. Los tiene relativamente ordenados. Las series, como los Episodios nacionales, van juntas aunque otros se colocan como se puede unos encima de los anteriores.
El líder de Vox usa las baldas como altar sentimental y tiene en ellas retratos familiares, una bola del mundo y algún premio que le han dado. También guarda una matrioshka promocionada por Denaes, donde España es la figura grande que se desgrana en las distintas nacionalidades, y un cartel en el que reza lo siguiente: “Hai excomunion reservada a su Santidad contra qualesquiera personas, que quitaren distraxeren, o de otro qualquier modo enagenaren algun libro, pergamino, o papel de esta bibliotheca, sin que puedan ser absueltas hasta que esté perfectamente reintegrada”.
Y es que los libros en su formato físico son lo que le fascinan. “No compraría un libro electrónico. Me gustan los libros de verdad. Me gustan estéticamente, me gusta su olor, me gusta colocarlos en estanterías o llevarlos en la mano”, dice Abascal en España vertebrada. No menciona que leerlos también le gusta. Imaginará que se sobreentiende.
En esto último, cuentan quienes le conocen que si hay algo que no ha leído o que no conoce, no miente sobre ello. No hace como Albert Rivera que dijo que su filósofo favorito es Kant y segundos después tuvo que reconocer que no había leído nada de él. Sin embargo, a Abascal, entre tanta humildad, transparencia y España, a veces se le escapa algo.
El pasado mes de abril el periodista David Gistau acompañó a Santiago Abascal y al torero Morante de la Puebla en una tarde de toros. De lo que el periodista sacó de su entrevista con Abascal rescató para el artículo una conversación sobre los recuerdos de la infancia. Abascal contaba que el sabor del Benedictine le recordaba a su padre. “¿La magdalena de Proust?”, preguntó Gistau en referencia al pasaje de En busca del tiempo perdido, tan citado que casi se ha convertido en tópico, en el que el escritor habla del recuerdo involuntario a través de los sentidos. Pero él no entendió la referencia. Claro. Proust no hablaba de España.