Hace diez años, un joven Agustín Álvarez Martínez despuntaba como una de las mejores promesas del boxeo recién salidas del horno de los gimnasios de Vigo. Recorrió España compitiendo para la selección gallega. Recibió toda clase de premios como uno de los mejores púgiles de la ciudad. Llegó a ser campeón de España amateur. Tiempo después de aquello, desapareció.
Luego se marchó a vivir a Valencia. Cuando aparecía por Vigo lo hacía con relucientes coches de lujo. Entre ellos, cuentan a EL ESPAÑOL fuentes cercanas a su entorno, con un flamante Porsche. El dinero fluía hacia sus bolsillos, pero hace poco menos de un mes su ostentosa vida frenó en seco cuando le detuvieron. La Policía Nacional sabía que había apresado al presunto piloto del primer narcosubmarino interceptado en Europa.
La noticia saltaba el pasado 24 de noviembre cuando una operación coordinada de la Policía Nacional, Guardia Civil y Vigilancia Aduanera lograba apresar en la costa de Aldán, en la provincia de Pontevedra, a una nave cuya existencia se había convertido en leyenda. A las pocas horas, tras el avance del Diario de Pontevedra, estaba en los diarios de todo el país. En Galicia los rumores sobre estas embarcaciones eran constantes en los últimos años, pero hasta ese momento los submarinos como este (fibra de carbono, 1,5 metros de manga por 20 de eslora) eran tan solo un fantasma.
El rastro que sitúa a Agustín a los mandos de esta nave semisumergible comienza el pasado otoño. A finales del mes de octubre, este joven de 29 años se subió a un avión en el Aeropuerto de Barajas con destino a Brasil. La misión a cumplir comenzaba en el río que cruza el bosque tropical más grande del mundo. Conocía el riesgo de la misión: transportar 3.000 kilos de cocaína en un submarino de 20 metros de eslora.
Las redes del narcotráfico (los investigadores apuntan hacia el clan gallego de "El Pastelero") le surtirían de todo lo necesario: víveres para sobrevivir al viaje, utensilios para arreglar posibles averías y varios catres en los que poder turnarse a dormir durante el largo viaje. Iría acompañado de otros dos tripulantes de origen ecuatoriano, experimentados en las labores del mar, los 152 fardos repletos de la sustancia estupefaciente y 20 toneladas de combustible.
El destino no iba a ser otro que su tierra natal, la que un día fue la puerta de entrada de la cocaína en Europa y ahora se mantiene como un importante resquicio para los narcotraficantes más importantes del mundo: Galicia.
La primera parte del viaje le salió según lo planeado. Cruzó distintos tramos del Amazonas, desembocó en el océano Atlántico, remontó hacia el norte y cruzó el Ecuador. Todo fue bien hasta el final. El GRECO (Grupo de Respuesta contra el Crimen Organizado) de la Policía Nacional les estaba esperando (a Agustín y los suyos) en la boca de las rías gallegas.
Su carrera en el boxeo vigués
Según las páginas oficiales que todavía conservan datos sobre su carrera pugilística, Agustín Álvarez pertenecía a la categoría del peso semi-pesado. 81 kilos y una estatura media eran sus armas, además de los puños y los músculos. Fue una de las jóvenes promesas a las que adiestró el viejo gurú del boxeo en Vigo, Francisco Amoedo, emblema viviente de un club, el CEP Saudade, que no ha hecho más que producir grandes talentos que nunca besarían la lona.
Otros compañeros le describen como un boxeador de extraordinaria fuerza, con muchas capacidades. Todavía no se creen lo ocurrido, los compañeros de cuna en aquel gimnasio vigués. Ninguno sale de su asombro tras verle durante toda su juventud creciendo sobre el cuadrilátero en el que se convirtió en campeón de España.
Su otra gran pasión era el mar. No se sabe si fue antes o después, pero al comprobar sus datos, los agentes de la investigación constataron que poseía todas las titulaciones posibles, incluida la de Patrón de Embarcación de Recreo (PER). Tenía permitido manejar toda clase de naves en el mar.
Tras dejar el boxeo, Agustín no tenía oficio conocido pero disfrutaba de un alto nivel de vida. Tampoco desarrollaba ninguna profesión cuando le detuvieron. Nueve años después de aquellos éxitos en el mundo del boxeo tenía que concluir una misión peligrosa, compleja y de alto riesgo. No sabía que, prácticamente durante toda la travesía, le habían estado siguiendo los pasos.
El joven se movía ya en los discretos ambientes de los clanes del narco gallego cuando le encomendaron esta complicadísima tarea. Sin embargo, no constan en su haber ninguna clase de antecedentes. Por eso lo escogieron. Conocía la costa gallega, conocía los entresijos del mundo del narcotráfico y poseía experiencia en pilotar distintos tipos de embarcaciones. Podía ser el enviado perfecto para traer de vuelta el envío de esa enorme cantidad de estupefacientes.
Un mes antes de todo aquello, el boxeador retirado se subió al avión rumbo a tierras exóticas. Recibió instrucciones y se adiestró en el manejo del narcosubmarino antes de emprender el viaje de vuelta por mar. Al fin y al cabo, Álvarez era una pieza clave. Y por eso tenía que estar enormemente preparado.
Cuando les detuvieron a todos y pudieron interrogarles, los agentes supieron de las enormes dificultades que a Álvarez y sus dos compañeros de a bordo habían tenido durante la navegación. Pronto el joven ex deportista se encontró con fallos en el motor. También con problemas de ventilación. Por no hablar del momento en que perdieron buena parte de sus provisiones. Fueron 26 días muy complicados hasta que llegaron a España.
La detención
Fue la DEA, la agencia antidroga de EEUU, la que dio el chivatazo a España de que aquel submarino se aproximaba a Galicia después de un mes de viaje a través del Atlántico. Por eso todo el mundo estaba preparado para la llegada del navío. La estructura de la nave pilotada por Agustín tenía algunas partes destrozadas. Cuando comenzó a acercarse a las Rías Baixas, estaba totalmente molida.
Durante varios días, Agustín recibió órdenes contradictorias de su organización acerca del lugar exacto en el que alijar la mercancía. Por eso, el submarino vagó durante días frente a la costa de la ría de Vigo. Sabían que les tenían controlados, así que arrimaron a la playa de Hío, uno de los arenales salvajes de Cangas do Morrazo, en la cara norte de la ría de Vigo. Allí abrieron la escotilla y emprendieron la huida. Un amplio dispositivo de la Policía Nacional les esperaba.
Los dos tripulantes ecuatorianos fueron detenidos en ese mismo instante. Agustín consiguió escapar, y permaneció oculto durante cuatro días en un pequeño almacén del rural. En la escapada llamó por teléfono a su primo, a su tío y a un amigo, y les pidió ayuda. También ellos resultaron detenidos. El antiguo boxeador acabó finalmente esposado por los agentes de la policía cuando pretendía alejarse para que le perdieran el rastro. Finalizaba así la odisea que le había llevado a recorrer 3.000 kilómetros en el Amazonas y otros 6.000 cruzando el océano.