Pilar Sepúlveda, Pili, se hizo cargo de los niños que vieron morir a su madre. Hace un mes, La Puebla de Almoradiel (Toledo) sufrió el primer asesinato machista de su historia reciente. Nadie recuerda un suceso similar. El 21 de enero, Daniel mató a puñaladas a su mujer: Liliana Mateescu. Luisa, la hija mayor de ambos (13 años), vio cómo ocurría todo. Cuando su padre empuño el cuchillo, corrió a casa de Pili, que le ha dado cobijo hasta este jueves.
Los juzgados de Quintanar de la Orden han decretado que Luisa y Eduardo, los niños, pasen a la tutela de su tía paterna, es decir, con la hermana del asesino de su madre. Los niños apenas la conocen y la mujer vive en Tarancón (Cuenca) a 60 kilómetros de La Puebla de Almoradiel. El pueblo toledano les ha visto crecer: es su hogar, su colegio y sus amigos. La Puebla quiere (y se vuelca) en que Luisa y Edu se queden en su pueblo. Y es más, ellos quieren quedarse. "La mayor no quiso subirse al coche el miércoles. Lloraba y pataleaba", lamenta Pili en conversación con EL ESPAÑOL.
Este jueves los niños se han ido a Tarancón a vivir con una mujer que apenas conocen. “No tenemos nada en contra de ella. No la conocemos y no la vamos a juzgar”, afirma Pili. Esta vecina de la Puebla lleva dando cobijo a Luisa desde el crimen. María José, hermana de Pili, quiere adoptarla. Y Katy, otra vecina cercana, quiere adoptar a Edu, que tiene ahora siete años.
Estas tres mujeres representan la solidaridad de un pueblo entero. Las vecinas lo tienen claro: Luisa y Edu deben volver a La Puebla, a vivir con quienes les acogieron cuando su padre mató a su madre. Este terrible crimen conmocionó al municipio toledano, que jamás había vivido algo similar: ni el alcalde ni los vecinos consultados por este diario recuerdan un crimen machista en La Puebla de Almoradiel.
El crimen
Eran las 12:30 de la noche del 21 de enero cuando alguien aporreó la puerta de Pili. “Me levanté y abrí. Era la niña, Luisa. Me dijo que su padre estaba matando a su madre”. En ese momento Pili llamó al 112 e intentó consolar a la niña. Daniel, el asesino, también llamó al 112 tras matar a Liliana. Y acto seguido hizo otra llamada, esta segunda, a Pili. La vecina cogió el teléfono con la niña sentada en su regazo:
—Pili, voy a ser muy claro. Acabo de matar a Lili.
No daba crédito de lo que oía, pero en ese momento comprendió que esos niños se habían quedado huérfanos. Su madre, enterrada; su padre, entre rejas; la mayoría de su familia carnal vive en Rumanía y su abuela paterna, con la que también vivían, no sabe hablar español.
Al día siguiente de este terrible suceso, Pili recibió a este periodista en su casa. Desde el salón, se podían oír a los dos niños jugando en el piso de arriba. “A diferencia de los adultos, los niños viven el presente”, declaró Javier Urra, doctor en psicología y en ciencias de la salud, cuando sucedió esta tragedia. “El niño puede estar destrozado pero si le ofreces jugar, jugará. Pero de esto no se sobrepondrán nunca, es una marca para siempre. Eso de que ‘el tiempo todo lo cura’ es mentira. Necesitarán ayuda psicológica durante años”.
Primer día de trabajo
Liliana fue asesinada en la víspera de su primer día de trabajo. La mujer llevaba varios meses en el paro, pero había conseguido un contrato para empaquetar ropa en una empresa textil. Una de las hijas de Pili iba a ser su nueva compañera de trabajo.
Por su parte, Daniel, el asesino trabajaba en la Cooperativa Nuestra Señora del Egido, dedicada al cultivo de la vid y la elaboración de vino. Es la mayor bodega de vinos de este pueblo manchego y da trabajo a muchos de sus habitantes.
El matrimonio estaba censado en La Puebla desde 2006. Procedían de Rumanía y sus hijos Luisa y Edu nacieron ya en España. Pese a compartir techo, Liliana y Daniel estaban divorciados desde hacía meses. Sus vecinos les recuerdan como “discretos, normales y muy bien integrados”.
Palabra de juez
El juzgado de primera instancia de Quintanar de la Orden ha decretado este miércoles que Luisa y Edu pasen a vivir con su tía de manera provisional. El juez ha tomado la decisión tras un informe de ideoneidad elaborado por Bienestar Social. Este órgano ha hecho un seguimiento de la tía y de las tres mujeres que se han ofrecido a adoptar a los niños. Asimismo, ha escuchado a los menores, que no querían irse de La Puebla, según afirma Pili.
El juez ha considera que los niños deberían estar bajo el mismo techo y con un pariente cercano. De quedarse en la puebla, vivirían en casas separadas por unos pocos metros. “Esto es un pueblo, todos les cuidaríamos”, afirmó Maria José en el programa Espejo Público.
Todavía está por determinar el destino definitivo de Luisa y Edu. Se pueden quedar con su tía en Tarancón, o con sus tres madres adoptivas de La Puebla, que, insisten en que no tienen nada en contra de su tía, que no tiene la culpa de que su hermano sea un asesino confeso. “Oye, a lo mejor se adaptan genial y se quieren quedar con ella. ¡Ojalá!”, concluye Pili.