No había una cara ajena para ella en el madrileño Palacio de Correos. Se sabía los nombres, las ocupaciones. Quién formaba parte de qué equipo. No se le escapa un detalle a la lideresa, el título acuñado por Esperanza Aguirre cuando era ella la estrella regional, la política del momento. Un hola por aquí, un qué tal estás por allá. Siempre sonriente; siempre, sobre todo, sin morderse nunca la lengua.
Desde su atalaya en la Comunidad de Madrid, todos formaban parte de un mismo equipo: el suyo. Y Aguirre se los conocía a todos, incluida una chica joven, morena y nívea, que lideraba el grupo de redes sociales del partido en la región: una jovencísima Isabel Díaz Ayuso.
A ella, que estaba trabajando en Madrid Network y le llevaba la comunicación digital a la presidenta -entre otros quehaceres, ideó la mítica cuenta de su perro Pecas-, de Aguirre se le quedó algún deje; también, el estilo a la hora de enfocar la política. Pero sobre todo, esa “naturalidad, visceralidad, decir las cosas sin filtro”, que apuntan quienes coincidieron con ambas en conversación con EL ESPAÑOL.
Y ahora, a Ayuso es cuando le ha llegado su gran oportunidad. Su gestión de la crisis del coronavirus pasará a la historia. Para bien o para mal. Pero, ¿le está pasando a la actual presidenta de la Comunidad de Madrid como a la gran lideresa madrileña, que no la tomaban en serio hasta que se convirtió en la dama de hierro?
Las vidas paralelas
Puede que sí, porque ambas políticas tienen, en cierto modo, vidas paralelas, aunque cuando llegaron a la cúspide del Gobierno de la Comunidad de Madrid atesoraban trayectorias bien diferentes. Aguirre aterrizó después de ser no sólo presidenta del Senado, sino también ministra de Educación y Cultura en los gobiernos de José María Aznar.
Aunque siempre arrastró una imagen algo distorsionada: de mujer naíf, inocente, que lo suyo era puro candor. Una mujer rubia, desconocida, al frente de una macrocartera del Ejecutivo y sus pensamientos parecían apuntar más al campo de golf que a la gestión. Una pija repipi y algo tonta.
Nada más lejos de la realidad: tal y como ella misma narró en su biografía autorizada, Aguirre entró en el juego del personaje en el que la encasillaban, especialmente en programas de televisión como Caiga Quien Caiga, con el Gran Wyoming al frente.
De ahí salieron numerosos gags con la entonces ministra como protagonista. Parecía una fórmula de éxito: un acto político, Aguirre y el micro de los reporteros siempre generaban alguna anécdota con la que apuntalar ese alma cómica que revestía a la que después fuera primera presidenta del Senado.
Ella, como titular de Cultura, afirmó no conocer a Santiago Segura... y España se paró. "Fue como si hubiera dicho que no sabía quién era Cervantes", admitía Aguirre en el libro. Pero quizás su hit más recordado fue uno que, realmente, no existió -o, al menos, nunca fue probado-. Hablamos, cómo no, de Saramago.
Cuenta la leyenda que Aguirre fue preguntada sobre qué le parecía la obra del autor portugués y que ella contestó que no conocía a “Sara Mago”. Así, separado: un supuesto autor -autora, en este caso- de nombre Sara y apellido Mago. El supuesto error recorrió el país y marcó una época, en la que Esperanza Aguirre era la reina de la polémica cada vez que se enfrentaba a los periodistas. Ella, aducía, lo hacía para darse a conocer entre el grueso de la población y finalmente poder llevar a cabo su proyecto político.
“Para sus detractores o defensores, cuando ella estuvo en el ministerio se caracterizó por una férrea defensa de la enseñanza de las Humanidades, dio la batalla, intentó cambiar cosas”, cuenta desde su antiguo equipo en la Comunidad de Madrid cuando este periódico les cuestiona al respecto. “Lo que pasa es que claro, tenía esa imagen que no se correspondía con la Esperanza de Estado o líder. Y después sorprendió”.
Algo así le pasó a Isabel Díaz Ayuso. Cuando la madrileña fue designada a principios de 2019 como candidata del Partido Popular al Gobierno regional, pocos ciudadanos sabían quién era. Ayuso venía trabajando de puertas para adentro en el partido a nivel autonómico e incluso tuvo algún que otro puesto de responsabilidad bajo la batuta de Cristina Cifuentes, pero su mayor valor era su sintonía con Pablo Casado.
Quizás fuera la inexperiencia, los nervios o el pronto. Pero los primeros meses de su campaña a Ayuso le perseguían las frases polémicas. Desde los “concebidos no nacidos” a su defensa de los atascos como símbolo de identidad de Madrid, pasando por la gente que “desea tener empleo basura” o por la comparación de las peticiones de pena por parte de la Fiscalía de Ana Julia, la asesina del niño Gabriel, y la propia Cifuentes.
Desde el equipo de Ayuso consideran que “no son meteduras de pata, sino opiniones que reciben mucha caña de la izquierda porque van al centro de flotación de determinados mantras”. Fuentes del gobierno regional mantienen también que el fin último de estos episodios es “ridiculizar, caricaturizar a la persona que trata de entrar en determinados ámbitos”, ya fuera Aguirre o la actual presidenta de Madrid.
Pero si de algo coinciden la totalidad de las fuentes consultadas para este reportaje es que ambas políticas se caracterizan por lo mismo. “Llamar las cosas por su nombre, sin tratar de enmascararlo. La gente piensa que no venden películas”, aduce un miembro del Gobierno regional. “Las dos son dos personas que en momentos críticos despegan porque les importa muy poco la crítica de los demás. Son personas valientes y sin complejos”, apunta una diputada regional.
La lideresa frente al futuro de Madrid
Quienes trabajaron con Aguirre son más críticos en la comparación. A Esperanza, la gran dama de hierro de la política española, le achacan un “liderazgo innato y solidez” que creen que Ayuso no ha tenido tiempo de demostrar. Aunque la oportunidad puede haber llegado.
La crisis de la covid-19, que tiene sumida a la Comunidad de Madrid en el peor momento que se le recuerda a nivel sanitario en los últimos años, ha dejado ver una faceta hasta el momento desconocida de la actual presidenta regional. Con una gran piedra angular sobre la que pivota todo: la nueva estrategia comunicativa.
Fuentes del PP madrileño señalan directamente a su nuevo jefe de Gabinete, el mítico aznarista Miguel Ángel Rodríguez. Él es el ideólogo directo del flamante perfil institucional, pausado, calmado que luce Ayuso. Midiendo cada intervención: dónde aparece ella, con quién, cómo y, claro está, qué mensaje debe destacar.
“La presencia de MAR se nota en temas de comunicación. Está dando ahí una batalla y liderando una situación muy jodida, a la que nadie se ha tenido que enfrentar antes y el Gobierno va de cagada en cagada”, opina un miembro del PP, bastante crítico con Ayuso cuando fue designada. “Ella está brillando con luz propia. Dentro de la complejidad y complicación que tiene un asunto de este tipo, claro”.
Lo cierto es Ayuso se ha dejado ver desde el primer momento que el coronavirus ocupó las vidas de todos los españoles. Asumió un papel de líder, tomando la iniciativa frente a otros homólogos regionales, como el lehendakari vasco, y en un primer momento se puso de lado del Gobierno central, demostrándole esa lealtad institucional tan en boga en los días que corren.
Cartas al gobierno, check. Interlocución directa con los ciudadanos a través de las redes, hecho. Entrevistas en medios regionales y nacionales, también.
Todo, además, desde la habitación del apartahotel en la que está recluida desde que ella misma pillara la covid-19.
Precisamente en esa estancia se resume todo lo que Ayuso quiere transmitir: una bandera de la Comunidad de Madrid y otra de España, una fotografía junto a Felipe VI y un ordenador para poder teledirigir a sus equipos mientras pasa su cuarentena. Uno, dos, tres. Todo, cuentan a este periódico desde su equipo, obra de Rodríguez.
Los expertos opinan que la crisis sanitaria la puede consolidar en su rol, en el que únicamente lleva 7 meses. “Ahora ha llegado su gran oportunidad”, considera una compañera popular madrileña.
También hay miembros del partido más escépticos. “Ahora no se puede sobreactuar, porque corres el riesgo de pasar una línea delgadísima que te puede ir en contra. Ella ha tomado medidas que le pueden ayudar en la carrera hacia el liderazgo, pero todavía queda mucha crisis y las crisis las carga el diablo”, suspiran.
“Isabel está empezando y no tiene otro recorrido que seguir creciendo”, analiza una voz del partido en la Asamblea. “Cuando todo pase, se verá si volveremos a tener una gran presidenta. Tiene que volver a posicionar a Madrid del puesto de primera locomotora económica de España. El reto es enorme, pero le quedan tres años y medio por delante”, aduce.
Más allá de ese carisma compartido, a Esperanza Aguirre y a Isabel Díaz Ayuso los propios y ajenos le conceden, consultados por este diario, la misma cualidad: saber rodearse de “gente muy buena”. Ayuso, por su parte, recupera gente que “ha estado muchísimos años en la Consejería de Sanidad, que la conocen muy bien. A Lasquetty también en Hacienda, es un puntazo”, opinan. “Esperanza en su momento se rodeó de gente que conocía muy bien la Comunidad. Alguna salió rana [en las propias palabras de la expresidenta], pero conocimiento de la Comunidad de Madrid tenía”.
Ambas llevan la política “muy dentro”. “Piensan en política, lo viven. Tienen esa inteligencia política, ven muy rápido las cosas”, cree un asesor de la actual presidenta. Una compañera de Ayuso desde la etapa de Nuevas Generaciones resalta, por su parte, que la característica más obvia del tándem de lideresas es “la espontaneidad”. “Eso tiene mucho gancho con la gente, es un imán”.
“La gente está cansada de que los políticos te vendan un discurso correcto. Las personas que piensan lo que dicen y no les importa que les genere crítica triunfan”, insisten desde el PP de Madrid.
Está por ver cómo termina de capear el temporal Isabel Díaz Ayuso. Esperanza Aguirre, por su parte, se recuperó y salió del hospital tras haber contraído, también, la covid-19. Pero, de momento, la ilusión entre los madrileños parece que ha vuelto a aquellos años gloriosos.
Para muestra, un botón. Ayuso ha recuperado el nivel de las cartas que se reciben de los ciudadanos. “Se ha disparado mucho el número las cartas que se registran a las presidenta. Después de Esperanza había bajado”, cuenta un trabajador de la sede del Gobierno regional. Todo vuelve a equipararse para ellas. Quién sabe si sus caminos volverán a confluir una vez más.