COGOLLUDO

EL pueblo aislado del virus

La vida alejada de las grandes ciudades ha permitido a algunos pequeños pueblos salvarse de los efectos del coronavirus. Es el caso de Cogolludo, un municipio de 540 habitantes donde no ha habido ni un solo fallecido desde que comenzó la pandemia.
Vista aérea de Cogolludo (Guadalajara, Castilla-La Mancha).
POR J. BARRENO · E. PALAZUELOS
EEsta historia pintaba mal. El único contacto que teníamos en el pueblo era el del alcalde, Juan Alfonso Fraguas. Y estaba presuntamente contagiado de coronavirus. Su mujer, trabajadora sanitaria, había dado positivo días atrás; así que el edil y su familia estaban en cuarentena.

Por cosas del destino en Cogolludo, un pequeño municipio de 540 habitantes, a unos 40 kilómetros de Guadalajara, no ha habido ni un solo fallecido desde que comenzó la pandemia; ni con el virus, ni sin él.
EL ALCALDE
El alcalde posa delante del palacio con una de las mascarillas confeccionada por Juan Carlos, Yolanda y Consuelo, de la casa rural El Mirador. Desde el comienzo de la crisis se han dedicado a proveer de forma desinteresada de mascarillas y delantales manufacturados a los centros de salud, cuarteles de la Guardia Civil, comerciantes y paisanos de Cogolludo y otros pueblos aledaños.
Quedamos con el alcalde en la Plaza Mayor, justo enfrente del inesperado primer palacio renacentista de España; ése que los Duques de Medinaceli mandaron construir a finales del siglo XV para su hija doña Leonor. La primera visión ya es alentadora. En los soportales aledaños un vecino, Rafa, rocía las puertas de sus semejantes con una disolución de agua y lejía que guarda en la mochila para herbicida que habitualmente lleva al huerto.
DESINFECCIÓN
Como cada mañana, Rafa se dedica a desinfectar zonas comunes del pueblo con una concentración de lejía y agua. En este caso le vemos en las puertas de tiendas e instituciones en los soportales de la Plaza Mayor.
“Hay algunos como yo y mi familia que lo hemos pasado en casa, otros han estado incluso en el hospital”, admite el edil. Lleva puesta una máscara marrón que, al igual que el palacio, también parece renacentista. La han hecho los vecinos de la casa rural El Mirador, con un TNT (textil no tejido), procedente de los restaurantes de la zona. Así los niños y ancianos cogolludenses podrán salir a la calle más seguros.

“Estamos todos muy bien, con ayuda del comercio y de los servicios del pueblo, que nos han echado una mano. Nos llevaban la comida, las medicinas, nos han ayudado en todo y nos han hecho el confinamiento mucho más fácil. Es extraño, pero normalmente tenemos una defunción al mes. El último fallecimiento fue el de Sebastiana, de casi 100 años, que murió a finales de febrero. Desde entonces, con coronavirus y todo, no ha muerto nadie más”.
“El último fallecimiento fue el de Sebastiana, de casi 100 años, que murió a finales de febrero. Desde entonces, con coronavirus y todo, no ha muerto nadie más”
EN VÍDEO
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EL CEMENTERIO
El alcalde abre las puertas de un cementerio que llevaban tiempo cerradas. Una situación muy diferente a la de la mayoría de cementerios en España.
PRODUCTOS DE PRIMERA NECESIDAD
La solidaridad en este pueblo otrora turístico, cabecera del Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajar, es evidente. Sus vecinos parecen felices, cercanos, a pesar de la que está cayendo. Como cada día, cuando el confinamiento lo permite, Juan Alfonso se reúne frente al Palacio con miembros de Protección Civil. Allí, entre espíritus de hace más de 500 años, organizan sus tareas diarias.
PROTECCIÓN CIVIL
El alcalde de Cogolludo, Juan Alfonso Fraguas, con los miembros de Protección Civil Sandra Martínez y Jesús Hernández, organizando las tareas diarias delante de un desierto Palacio de los Duques de Medinaceli, uno de los atractivos turísticos del pueblo, ahora vacío de turistas.
Enrique Arizmendi, que trabaja para el Ayuntamiento, es el encargado de recoger los pedidos básicos de sus vecinos y repartirlos por Cogolludo y por las poblaciones cercanas, como Aleas, Tamajón, Torrebeleña o La Mierla. No es muy hablador con los foráneos, pero cuenta, mientras hace uno de los cuatro o cinco repartos diarios en su chirriante furgonetilla, que “reparte un poco de todo, aunque de momento no hay mucha gente infectada, como sí hay en la ciudad. O es que realmente no se sabe, la gente cree que tiene un resfriado”.  

ENTREGAS
Enrique entregando los pedidos de comestibles y fármacos a los vecinos que por edad o enfermedad no pueden ir ellos mismos.
La única tienda de comestibles que está abierta diariamente en el pueblo, de donde Enrique obtiene los insumos básicos para la comarca, es la de Miguel Ángel, situada a pocos metros de la Plaza Mayor. Hace unos días se le ocurrió organizar un concurso para animar el confinamiento de los niños de Cogolludo y de las pedanías cercanas. 
ULTRAMARINOS
Miguel Ángel Fernández nos muestra los dibujos del concurso que ha organizado entre los niños del pueblo y de las pedanías para animarles en su confinamiento. Por cada dibujo que le lleven los padres, él les dará un huevo kinder. Además, graba un vídeo todas las mañanas para dar los buenos días a sus vecinos y desde su tienda se encargan de llevar los pedidos a los vecinos que no pueden desplazarse.
Por cada dibujo que le llevan los padres, él les da un huevo Kínder. “Ya me han mandado más de 30. Cada mañana grabo un vídeo para dar los buenos días a los vecinos que no pueden desplazarse”, explica el tendero orgulloso mientras sostiene dos coloridos dibujos de ánimo en las manos. 

Con su bolsa llena de alimentos en el asiento delantero de la furgoneta, el funcionario Enrique continúa su trayecto recolectando medicamentos. Esta vez se dirige a la única farmacia de la localidad. Macarena Arjona, copropietaria del establecimiento, está ya más tranquila, pero admite que “el inicio del coronavirus fue bastante estresante, sobre todo porque tenemos familia y porque estamos aquí en primera línea”.
LA FARMACIA
Enrique también se encarga de recoger los pedidos en la farmacia para distribuirlos a los vecinos.
Cuenta que lo más difícil fue explicar a los cogolludenses que se quedaran tranquilos en sus casas: “Tienen una rutina diaria de tomar el café, de ir a la farmacia. Ahora no hay café, así que venían a la farmacia y preguntaban ‘¿hay mascarillas?’, ‘¿hay guantes’? Tuvimos que hablar seriamente con ellos, con sus familiares y desde entonces la verdad es que la gente está haciendo muy bien el confinamiento”. 
LOS MAYORES
A pocos metros de la farmacia se encuentra la Vivienda de Mayores Virgen de los Remedios, el lugar más querido de Cogolludo. Los mayores de la residencia están más que aburridos debido al confinamiento. No reciben visitas y no pueden pasear por el pueblo. Además, están preocupados por el virus. 
LA RESIDENCIA
Los mayores están atendidos en todo momento tanto por los empleados de la residencia como por los miembros de Protección Civil.
“Aquí estamos, sin poder movernos. En la tele están todo el día con lo mismo y tenemos un miedo que para qué, han muerto muchas personas. No sabemos si lo pasaremos o nos quedaremos en él”, espetan con un tono muy bajito mientras se asoman a una ventana que difícilmente pueden abrir.
“Aquí estamos, sin poder movernos. En la tele están todo el día con lo mismo y tenemos un miedo que para qué, han muerto muchas personas"
En el cuarto de al lado está Saturnina Tinaquero Fernández. “¡Para servirle!”. Es una mujer guapa, alegre y tímida. No quiere aparecer delante de la cámara, aunque suplicándole un poco, al final, accede. La conoce todo Cogolludo. A sus 102 años, casi 103, ha sobrevivido a la Covid-19. 

“Me empecé a sentir malita, con algo de fiebre y tos, y tuvieron que confinarme. Ayer di negativo en la prueba, así que no sé sí realmente maté al bicho o no. Lo que más echo de menos es a mi familia. Los he visto en foto esta mañana, y están todos muy bien”.
SATURNINA
‘Satur’, Saturnina Tinaquero Fernández, es la habitante más anciana de la Vivienda de Mayores y con sus casi 103 años ha superado el virus tras dos semanas de aislamiento en la propia residencia.
A seis kilómetros de Cogolludo, por carreteras zigzagueantes, se encuentra Monasterio, una pequeña aldea de 13 vecinos. Allí se confinó Mercedes Álvarez, una madrileña que posee una casa rural llamada El Rincón de Monasterio.
MERCEDES
Mercedes, dueña de la casa rural El Rincón, nos cuenta cómo ha pasado el virus en el pequeño pueblo de Monasterio, a seis kilómetros de Cogolludo. Pese a ser un pueblo de 13 personas, sus habitantes respetan al pie de la letra la cuarentena. Su hija ve siempre que puede a su novio, que también está en la pequeña localidad, cuando éste saca a pasear a su perro.
“Aquí es difícil cruzarte con alguien porque no hay gente, pero es curioso porque los pocos que hay mantienen la distancia de seguridad. Lo tienes ya tan metido en la cabeza… Este tiempo de paz nos está sirviendo para reflexionar, disfrutar de la magnífica primavera y para hacer algunos arreglos en nuestra casa rural”.

Su hija, Mar, de 18 años, confiesa que está enamorada: “Tengo a mi amor (Andrés) en la casa de al lado, a veces nos vemos cuando bajo a pasear al perro. Lo que más echo de menos es el contacto físico, los abrazos, un beso”.
"Este tiempo de paz nos está sirviendo para reflexionar, disfrutar de la primavera y para hacer algunos arreglos en nuestra casa rural”
EN VÍDEO
Pero incluso en un paraíso confinado como éste no todos los segundos residentes son tan simpáticos. A la hora de comer, degustando unos sabrosos torreznos de Tendilla junto a las ruinas del castillo musulmán, el desagradable dueño del casoplón más grande del pueblo comienza a gritarnos: “¡Gamberros, deberían estar confinados!”. Contestamos: “Estamos trabajando, vaya a Virgen de los Remedios a hablar con ‘Satur’, seguro que le alegra el día”. 
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