En 2006 corrían tiempos dorados para el ladrillo español. Así que, cuando aterrizó en las redacciones de los periódicos el runrún de que Manuel Jove Capellán (La Coruña, 1941) iba a vender Fadesa, la joya de la corona del momento, las pupilas de los periodistas inmobiliarios se dilataron de incredulidad. Luego llegaron los titulares. Se vendía el imperio. Valorado en 4.000 millones de euros. Jove llegó a recibir, en total, 2.200. Acababa de protagonizar la operación del momento. Tenía tute de reyes. La combinación más valiosa de las partidas que le gustaba jugar con sus eternos amigos de su A Coruña natal. Y dejaba para la historia económica una lección: el acierto de que la última peseta la gane otro.
El otro era Fernando Martín, ese año -unos meses- presidente del Real Madrid. Pero el flamante nuevo propietario, bajo su firma Martinsa, se topó con el crack inmobiliario y sólo dos años después se vio abocado a la mayor suspensión de pagos de España. Pero esa es otra historia. Ésta es la de Manuel Jove, la del joven carpintero coruñés que acabaría entrando en la lista Forbes. El hombre que vendió en lo más alto, que llegó a tener 14.000 viviendas en cartera, y se apeó a tiempo evitando la quiebra. A la tercera. Porque de hecho, antes de convertir la venta de Fadesa en leyenda, se había arruinado dos veces. Quienes lo conocían, aseguran que el camino lo hizo siempre de la mano de su familia, sus amigos y… la carpintería. Jove murió este pasado jueves a los 78 años tras luchar contra una enfermedad "contra la que peleó con fuerza, fiel a su talante".
En la rúa Cordelería, una calle tradicional de A Coruña, empieza la historia de Manolo, como le llamaban los cercanos. Debutó como aprendiz con 11 años. Junto a él, su hermano mayor, Ángel. Dos años le llevaba. Revisaba las herramientas antes de dejárselas oler siquiera. “Las gubias, los escoplos, los punzones, el barrilete… primero tenían que tener mi aprobación para saber que él los manejaba sin hacerse daño”, recuerda estos días Ángel en una emotiva despedida en La Voz de Galicia. Juntos aprendieron a vender las puertas que fabricaban. Y montarían sus primeras aventuras empresariales. Primero la madera les llevó a las reformas de casas. Luego a fachadas: como la carpintería del mítico edificio Viacambre de Ourense. Ya habían cruzado las primeras fronteras. Pero todavía le quedaba mucho suelo y muchos edificios por conquistar a Manuel Jove.
Emigró a Alemania, pero no fue el viaje de su vida. A su regresó lanzó una empresa de reformas. Quebró. En 1983 nació Fadesa. Con un año de vida las cosas no iban muy bien. Pero incansable, con olfato, llegaría a ser una de las mayores firmas del ladrillo del país. En la moneda de la vida, el ladrillo fue la cara de Jove. Su cruz, la muerte de la mayor de sus tres hijos, María José. Tenía 37 años, corría 2002 y el gallego se replanteó entonces muchas cosas. Entre ellas, la Fundación María José Jove para perpetuar la memoria de su primogénita, vicepresidenta de Fadesa. Nació en 2003, y a día de hoy maneja un presupuesto anual de casi 3 millones de euros y financia desde proyectos en salud, educación, formación y ocio saludable. Además, alberga una amplía colección de arte. La cedida por el propio Manuel Jove, que incluye obras de Anglada Camarasa, Santiago Rusiñol, Picasso, Joan Miró así como de Vassily Kandisky.
La salida a bolsa de Fadesa
Dos años después de la muerte de su primogénita, Jove sacaba Fadesa a bolsa. Sólo entonces hizo alguna aparición pública. Fue siempre alérgico a las entrevistas. Lo que no significaba, aseguran quienes le trataron, que fuera un magnate hosco. Todo lo contrario: “Era una persona abierta, afable y con gran sentido del humor que compartía sus experiencias, siendo siempre respetuoso en sus comentarios”, recuerda a EL ESPAÑOL Antonio Couceiro, presidente de la Cámara de Comercio de A Coruña.
Fadesa estaba en la cresta de la ola. España estaba entonces borracha de la ladrillo. Las rentabilidades eran de dos dígitos, el inmobiliario solo crecía. España se levanta para pagar las hipotecas, comprar una casa nueva más grande. Otra en la playa. Primeras residencias. Segundas residencias. Las promotoras españolas triunfaban fuera de nuestras fronteras. Fadesa había llegado a Marruecos, con el proyecto Saïdia, un macro proyecto residencial con el empuje del mismo Rey Mohamed VI. De hecho el monarca le concedió además del proyecto, varios títulos, entre ellos el de Comendador Wissan Al Moukafaa Al Watania, por su contribución al desarrollo del país. Polonia, Hungría… la conquista exterior parecía no tener fin.
Aquí en España Jove comenzó a diversificar. Se metió en el negocio de los hoteles. Eso en la esfera pública. En la privada, seguía ejerciendo de carpintero ebanista. Mantenía en su casa un fabriquín, un pequeño taller en el que seguía trabajando la madera. “Yo sólo soy un carpintero”, decía a veces. Y Jove, el carpintero, en al menos una ocasión, tuvo que poner sus habilidades al servicio de Fadesa.
La firma inauguraba su primer hotel en A Coruña. La promotora era la propietaria, pero lo iba a gestionar la cadena mallorquina Barceló. Cuatro estrellas. Todo estaba preparado para el acto, incluida la presencia del presidente de la Xunta, Manuel Fraga. El evento se celebraba por la tarde y al mediodía, los servicios de seguridad de Presidencia se acercaron a echar un vistazo. Todo ok salvo un pequeño detalle: la tarima preparada para el discurso de Fraga, teniendo en cuenta su cojera, era demasiado alta. Aquel mediodía Manuel Jove se fue a casa y se encargó él mismo de hacer un rampa de madera a medida de aquella tarima para el presidente.
En su despacho en Inveravante, la compañía que fundó tras vender Fadesa, hay varios muebles que él había trabajado con esmero. Quienes le conocen aseguran que lo hacía rápido. Al igual que cocinar. Le gustaba ponerse a los fogones para sus amigos, con quienes tenía una reunión ineludible el último viernes de cada mes. A veces con las familia, otras veces ellos solos. La idea, cuentan sus amigos, se le ocurrió a él. “Así llevamos 35 años. Reuniones a las que siempre procuró no faltar aunque tuviese que desplazarse desde muy lejos, sin importarle lo cansado de su trabajo”, le escriben los integrantes de su peña Txoco, así se hacen llamar en la esquela, como despedida.
Recuerdan que era generoso en las raciones. ¿Un plato para el que tuviera buena mano? “El salpicón de marisco le quedaba muy bueno”, nos cuenta un habitual de estas citas. Además de compartir el arte de la cocina y el arte pictórico, se encargó de impulsar otros más en su ciudad: Fadesa patrocinó el festival de Ópera de la capital. El presidente de la Cámara de Comercio de A Coruña, destaca de Jove que mostraba “una gran humanidad”: “Se reflejaba en el alto valor que le daba a la familia, a la amistad y al compromiso con la sociedad en la que vivió”. Deporte incluido. Fadesa fue sponsor del Deportivo desde el 2001.
2006, el gran pelotazo
Y así llegamos a 2006. El año de la venta. La operación de la historia. Para él y para la otra parte. Martinsa le llevaría a los tribunales. Tras quebrar, con una deuda de más de 6.000 millones, Fernando Martín quiso que los jueces dijeran que había comprado caro. No le dieron la razón. Concluyeron que Fadesa había vendido bien. Y tan bien. Mil millonario, Jove pudo retirarse, si sirve ese verbo cuando hay tantos ceros. Se hizo accionista de BBVA. Hasta un 5% llegó a poseer. En 2012, acabó vendiendo toda su parte. Pero nunca había dejado de emprender. Ya capitaneaba Inveravante, un conglomerado de negocios que incluye desde hoteles hasta energía y negocios agroalimentarios, sin dejar de lado el ladrillo que tantas alegrías le había dado en su vida. Hoy son sus hijos, Manuel y Felipa quienes están al frente.
Inveravante tiene unos 800 empleados. Muchos ya eran su equipo de confianza en Fadesa. Hoy tristes de que su jefe desde hace 20 años se haya ido. En pleno COVID-19. Con la mínima despedida que permite la alarma. Sus empleados recuerdan que era leal y trabajador, “y es importante que tu jefe sea trabajador”. Como cuando iba a las obras, cuentan, casi siempre con un lápiz, apuntando los cambios que había que hacer. Hace cerca de un año las cosas se complicaron y le resultó imposible acudir a la oficina. Y eso que imposible era una palabra que no cabía en su vocabulario. “Manuel Jove fue un empresario de raza, dotado de una gran inteligencia natural y para el que no había nada imposible”. Habla el presidente de la Cámara de Comercio de A Coruña, Antonio Couceiro. Asegura que Jove “tenía una gran intuición respecto al camino a seguir pero tenía siempre en cuenta la opinión de sus colaboradores. Una vez conformada su decisión, la ejecutaba con total determinación”. De hecho, él ha sido uno de sus asesores cercanos. Está en el Consejo de Inveravante, como independiente. ¿Qué pedía Jove a sus consejeros”. “Demandaba opiniones basadas en criterios objetivos y respaldadas por una contrastada trayectoria profesional”, contesta.
La suya, con sus altos y sus bajos, está esculpida con la precisión de un ebanista. Desde una pequeña carpintería hasta la lista de Forbes. En 2019, le situaban en el puesto 16 de España con 1.600 millones de euros. ‘Self made’, dice de él la prestigiosa revista que elabora el ranking de los más ricos entre los ricos. Sus amigos de A Coruña, los del tute, los de las comidas de los viernes, dicen que seguro que allá donde esté ya estará organizando pandilla. Como promulgan ahora las mejores escuelas de negocios, esas en la que seguro que estudian la venta de Fadesa: visión empresarial pero sin dejar de lado la vida.