Cada poco tiempo, Daniel García se acercaba a los panales que tiene cerca de su domicilio para vigilar el estado de sus abejas, ya que era aficionado a la apicultura. Y de los animales, en general, pues contaba con algunos caballos y otros animales a quienes cuidaba con esmero y guardaba cerca de su casa, situada en la aldea coruñesa de Reborido, perteneciente a la parroquia de Villestro (Santiago de Compostela). Por ello, Daniel se acercó este domingo, junto a su amigo y vecino Ricardo, a ver sus colmenas. “Fue cuando abrió la tapa y salieron avispas velutinas [también conocidas como asiáticas] de su interior y le picaron en la ceja. Cayó desplomado y murió a los pocos minutos”, relata a EL ESPAÑOL el hostelero Genri, quien conocía al agricultor gallego desde hace muchos años.
Cuando ocurrió el accidente, Ricardo, también criador de abejas aficionado, llamó rápidamente a los servicios de Emergencias, que se trasladaron sobre las 12:30 al lugar. Pero cuando llegó el 061, no se pudo hacer nada por la vida de Daniel, quien ha fallecido a los 54 años de edad como consecuencia de -al menos- una picadura de avispa velutina. Los vecinos de la parroquia gallega, aún consternados, explican que “Daniel era una persona muy sociable y querida por todos, porque es vecino de toda la vida. Le gustaba mucho estar con sus amigos en el bar de pueblo. Era un auténtico buenazo y una persona muy trabajadora”.
De hecho, “Daniel se dedicaba a la labranza del campo. Es más, en la aldea sólo hay un tractor en activo de los dos que hay en la parroquia y era el suyo. Por ello, los demás agricultores de los alrededores acudían a él para que les ayudase a arar los terrenos, limpiar sus fincas y demás. Daniel tenía tiempo para todo, porque no sólo se dedicaba a sus cultivos, sino que sacaba tiempo para ayudar a los demás”, recuerda con cariño y tristeza, Andrés Romero, un amigo de toda la vida de Daniel, en conversación telefónica con este periódico.
Una especie invasora
Pero la mala suerte se cebó con este apicultor aficionado. Este domingo perdía la vida a raíz de una picadura letal de una avispa velutina -o asiática-, una especie no autóctona de la fauna española. “La avispa llegó a Burdeos (Francia) a través de un cargamento procedente de China en 2003 y entró en España en 2010 por el País Vasco y debido a la vegetación, la humedad de las zonas rurales, se ha afincado en el norte de España. De este modo, las comunidades autónomas más afectadas por la especie invasora son Galicia, País Vasco, Asturias, Cantabria, Navarra y el norte de Castilla y León”, explica, amablemente, Berta Ruiz, alergóloga del Hospital Reina Sofía de Córdoba y coordinadora del Comité de Alergia a Himenópteros de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC).
De hecho, desde la propia SEAIC ya avisaron el pasado junio de que “en el caso particular de Galicia, los expertos coinciden en que la situación puede ser más preocupante que en otras regiones, debido a que la población que vive o trabaja en entornos rurales es mayor que en otros territorios, pero, sobre todo, porque en la última década ha irrumpido con fuerza una especie invasora, la avispa asiática que se ha adaptado también perfectamente a zonas urbanas donde la avispa autóctona no está. Se calcula que esta especie provoca hasta el 90% de todas las picaduras en las áreas en las que su presencia es mayor”.
Y eso fue lo que le ocurrió a Daniel, que sufrió una picadura letal de esta avispa, en Galicia, una de las comunidades autónomas de España más afectadas por esta especie invasora. “La avispa velutina ha venido para quedarse, porque se ha adaptado a vivir en zonas urbanas. Nosotros tenemos un avispón nativo, que es el Vespa Crabro, que está en zonas montañosas de difícil acceso, pero la avispa invasora ya se ve en ciudades en la playa. De ahí que haya más riesgo de picaduras para los humanos”, aclara la alergóloga Ruiz.
La avispas obreras asiáticas, que miden unos tres centímetros, “recorren 40 kilómetros al año. Luego, obviamente, que se asienten durante tiempo tiene que ver con las condiciones de cada zona”, explicaba el pasado junio a este diario Marcos Negrete, vicepresidente de la Asociación Española de Apicultores. Por lo tanto, es cuestión de tiempo que estén por todas partes. “El riesgo de expansión es obvio. ¡Cómo no lo van a hacer en España si vinieron desde China! Son los daños colaterales de la globalización”, añadía José Antonio, de Sergal, empresa dedicada a erradicarlas.
La lucha contra la velutina
Los apicultores coinciden en que se deberían eliminar. El motivo: las avispas asiáticas son un peligro para el ecosistema. Son muy voraces y sólo hay un animal, el halcón abejero, que se las come. “Pero son muy carnívoras y tienen mucha incidencia directa en las colmenas”. De hecho, en muchas ocasiones, tienen “gran incidencia” sobre las colmenas en vuelo estático. “Esperan que vengan las abejas para capturarlas”. ¿Y qué significa esto? Que las abejas, al tenerles miedo, no salen de la colmena, con lo que eso supone: tener menos miel.
De ahí que la doctora Ruiz, en contacto con alergólogos de la zona, cuente que desde hace un tiempo las autoridades dediquen sus esfuerzos a erradicar los nidos primarios de esta especie: “Estos nidos son pequeños, con muy pocos individuos, que los crean en febrero y marzo en sitios resguardados. Pero, al llegar junio, la reina y las obreras se desplazan para hacer nidos grandes en zonas abiertas y árboles. Éstos albergan hasta 2.000 avispas adultas. Por ello, las autoridades y los particulares ponen trampas para capturar a la reina y eliminar los nidos primarios antes de que hagan secundarios”.
Pese a ello, la alergóloga matiza que “el veneno no tiene una letalidad mayor que el de otras avispas. Aun así, es verdad que al ser un insecto de gran tamaño tiene mayor cantidad veneno, que inyecta a los individuos y puede provocar una reacción de inflamación mayor”. Por ello, Ruiz recomienda que “si cualquier persona sufre una picadura con reacción local importante o reacción generalizada -que esté a distancia de la picadura-, el paciente tiene que ser valorado por un alergólogo, que le indicará un tratamiento para autoinyectarse adrenalina para salvar su vida”. Una cura que el agricultor Daniel no pudo realizar debido a la rapidez con la que actuó el veneno de este insecto invasor.