Murcia

Camelia no se despegaba nunca de ‘algodón de azúcar’: siempre se lo llevaba cuando le tenían que poner alguna inyección o tenía que ser evaluada por algún médico del Hospital Virgen de la Arrixaca  de Murcia donde esta niña estaba peleando contra la leucemia. “Era su peluche preferido y en sus últimas horas de vida lo tuvo consigo”, subraya a EL ESPAÑOL  su madre, Jenny Alexandra Cóndor, mientras no puede reprimir las lágrimas al relatar la tremenada lección de vida que le ha dado su hija: no ha perdido la sonrisa durante los cuatro años en los que ha peleado contra el cáncer hasta que ha fallecido este domingo. “Ella era feliz si estaba con su mamá y con su papá”.

La pequeña ecuatoriana, de solo seis años, estaba recibiendo cuidados paliativos. Su vida se estaba apagando y no podía despedirse de su padre porque es médico en Ecuador y las restricciones establecidas en los vuelos comerciales de los aeropuertos a causa de la pandemia de coronavirus le impedían volar a España. “La última vez que Camelia vio a su papá fue en Navidad”, apunta Jenny, que en su país ejerce como enfermera. Por este motivo, en los últimos días madre e hija habían iniciado una campaña mediática para lograr que las autoridades permitiesen al cabeza de familia, Gabriel Enrique Maroto Llerena, coger un avión para cruzar el charco y poder pasar junto a su hija sus últimos días de vida.

“Ella quería que nos voliviésemos a juntar los tres”, subraya con la emoción contenida esta mujer, de 3 años. Camelia había subido a las redes sociales varios vídeos con bailes y canciones dedicadas a su padre. “Mi papi es fuerte, para mi, un héroe, me dá sin reservas todo su armor...”, tal y como cantaba  la pequeña con voz angelical en Tik Tok. El deseo de esta niña de volver a estrechar entre sus brazos a  su progenitor conmovió de tal manera a la sociedad murciana que el delegado del Gobierno en la Región, José Vélez, se puso en contacto con el Consulado General de España en Guayaquil para permitir que Gabriel cogiese un vuelo hasta tierras españolas para reencontrarse con su hija.

“En estos cuatro años Camelia nunca se quejó ni me pidió que la sacase de algún hospital para regresar a casa: ella era feliz si tenía sus juguetes, su celular (teléfono) para ver vídeos y si estaba con sus papás”. La leucemia truncó la infancia de Camelia con solo dos añitos. “Un día la llevamos al médico porque pensábamos que tenía un problema con una muela: tenía mucha fiebre y ganglios”, relata Jenny. Aquella consulta para solventar en apariencia un problema dental acabó golpeando la vida de este matrimonio cuando le hicieron un análisis de sangre a su princesa y le detectaron cáncer. “Los niveles de plaquetas y hemoglobina estaban alterados y el hígado lo tenía inflamado”.

El ‘koala’ de Barcelona

Gabriel es médico y Jenny es enfermera: desde el primer momento eran conscientes de la gravedad de esta enfermedad y comenzaron a visitar todo tipo de especialistas para dar un futuro a Camelia. “Primero fuimos al Hospital de Solca”. Este centro hospitalario situado en Quito tiene a los mejores especialistas del país en Hematología y Oncología. No pudieron frenar la leucemia. Gabriel y Jenny no tiraron la toalla y con la ayuda de la Fundación Fell abandonaron Ecuador para que su hija recibiera tratamiento en hospitales españoles. “En julio de 2019 abandonamos nuestra residencia en Puyo”.

Desde entonces el cabeza de familia, de 32 años, ha cruzado el charco intermitentemente para seguir ejerciendo la medicina con el objetivo de financiar la estancia de su mujer y su hija en España. “Nos vinimos para hacerle un trasplante de médula ósea a Camelia, como no tiene hermanos, yo iba a ser su donante”, cuenta su madre, Jenny. “No pudimos hacerle el trasplante porque cada vez que le quitaban la quimio el cáncer volvía”. De forma que la niña pasó de estar ingresada en el Hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia al Hospital San Juan de Dios de Barcelona donde sus progenitores probaron con un nuevo tratamiento.

En ese tiempo la pequeña perdió su pelo, sin embargo, mantuvo perenne tanto su sonrisa como el cariño que daba a todo aquel que se cruzaba por su vida. “En el Hospital de Barcelona a mi hija los enfermeros la llamaban ‘koala’ porque cuando les abrazaba se colgaba de ellos: Camelia era muy cariñosa, sonriente, amorosa y alegre”. De hecho, era habitual que la menor la contase chistes al personal sanitario tanto del San Juan de Dios como de La Arrixaca.

Le faltaba su gato ‘Napoleón'

La fría habitación del hospital era un cuarto de juegos para esta niña que tenía cuidadosamente ordenados sus muñecos con los que imaginaba mil historias que le ayudaban a evadirse del cáncer. También le gustaba dibujar y ver películas de princesas y ponis. “Ella nunca supo que su enfermedad era mala y que algun día iba a morir”. Camelia era inocencia y felicidad en estado puro.

“Utilizando papel le gustaba hacer manualidades para sus muñecas, como comiditas y vasos”. De lo único que se podía quejar la menor era de que los médicos no permitían que entrase al centro hospitalario su mascota: un divertido gato llamado ‘Napoleón’.

La terapia del Hospital de Barcelona no funcionó y la niña regresó con sus padres a la pedanía murciana de El Palmar donde se ubica el centro hospitalario de La Arrixaca. “El 2 de abril dio positivo por coronavirus y la tuvimos que ingresar”. Camelia le ganó la batalla al dichoso Covid-19 mientras que la leucemia seguía avanzando silenciosa. “La quimioterapia la acabó dejando sin defensas”. Los médicos murcianos pusieron toda la carne en el asador, sin embargo, no pudieron evitar que la pelea de esta niña por la vida se encaminase a un luctuoso final. “No nos dieron plazos, pero era inevitable”.

La última videollamada 

Jenny no se separó ni un solo día de la cama de su hija y comenzó a ayudarla en su campaña para que su querido papá pudiese volar de Ecuador a España para reencontrarse con ella. “En sus últimos días mi princesa sufrió mucho a pesar de que le administraron analgésicos y antibióticos”. El dolor no mitigaba las ansias de Camelia de ver a su padre y al final las gestiones realizadas por el delegado del Gobierno, José Vélez, y el cónsul Jorge Friend Mergelina dieron sus frutos: este martes aterrizaría en suelo español el cabeza de familia.

Desde las últimos días los padres eran conscientes de que el final iba a ser doloroso, pero la leucemia ha querido que lo sea todavía más porque ha impedido el reencuentro de toda la familia justo 48 horas antes de que Gabriel llegase a España. “Este sábado pudimos hablar los tres a través de una videollamada”. La niña ya estaba muy débil. “Mi marido y yo le dijimos a Camelia que no luchase más, que tenía que descansar, que había sido la mejor hija del mundo y que la amábamos mucho”, rememora emocionada Jenny.

La pequeña de seis años tenía tal coraje que se había ganado el sobrenombre de guerrera entre sus familiares. Lo dio todo hasta que este domingo no pudo seguir peleando y murió. “No logró superar la infección de una úlcera que le provocó una bacteria, se había acortado su periodo de vida: si no era por una infección habría sido por la leucemia”. La sonrisa angelical de Camelia se fue apagando este domingo mientras que Jenny no dejaba de besarla y acariciarla con ternura mientras le susurraba al oído: “Lo último que le dije es que su padre y yo la queríamos”.

El deceso de la pequeña le sorprendió al cabeza de familia, Gabriel Enrique Maroto Llerena, cuando se encontraba de camino a Guayaquil para coger un avión que este martes le hubiera permitido reencontrarse en La Arrixaca de Murcia con su hija para abrazarla, besarla y despedirse de ella en vida. “Estoy muy triste por la partida de mi nena, discúlpeme”, apuntaba el médico a este diario incapaz de articular palabra. Dentro de la maleta que portaba este facultativo llevaba las casitas de Pin y Pon que le había pedido su querida princesa para seguir jugando en la habitación del hospital.

“Gracias a todos por tanta atención a mi pequeña guerrera”, apostillaba agradecido por la ola de solidaridad que ha generado entre los murcianos y las instituciones la campaña de su pequeña y de su esposa para lograr que las autoridades ecuatorianas y españolas le dejasen volar en plena pandemia. “Llegare este martes a Murcia, espero estar más tranquilo y poder conocer a los que tanta ayuda le dieron a mi esposa e hija”. En la capital murciana le espera Jenny que este domingo zanjaba su conversación con este diario con una reflexión emocionada y sobrecogedora: “Camelia nos deja muchas enseñanzas a mi marido y a mi”.

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