Una vez que el Consejo de Ministros ha dado el visto bueno al proyecto de Ley de Cambio Climático, muchos se apresuraron a dar por muerto al coche de combustión. “El diésel tiene los días contados”, dictaminaron. Y, en efecto, los tiene. Solo que aún restan demasiados días: casi 11.000 días. Tiempo suficiente para apurar el vehículo que se adquiera hoy e incluso hacerse con otro antes de que entre en vigor cualquier prohibición. Tanto a la gasolina como al diésel les quedan todavía una o dos vidas.
A pesar de que el texto no es definitivo y está abierto a modificaciones, parece difícil que el Gobierno vaya a ceder en esta cuestión. Más aún cuando las principales asociaciones del sector de la automoción han acogido la propuesta positivamente. Por tanto, las fechas ya están fijadas en el calendario.
De acuerdo con el documento publicado por el Ministerio para la Transición Ecológica, “se adoptarán las medidas necesarias […] para que los vehículos reduzcan paulatinamente sus emisiones, de modo que no más tarde de 2040 sean vehículos con emisiones de 0gCO2/km”. También se describe en el proyecto que se “adoptarán medidas para alcanzar en el año 2050 un parque de turismos y vehículos comerciales ligeros sin emisiones directas de CO2”.
Es decir, se podrán seguir adquiriendo coches de combustión de aquí a 20 años y se podrá circular con ellos a lo largo de los próximos 30. Puede parecer un plazo corto, pero, ¿cuántos coches sobreviven tanto tiempo?
Un parque viejo, contaminante y peligroso
Según datos de la Dirección General de Tráfico, solo el 20% de los vehículos registrados en el parque automovilístico supera los 20 años de antigüedad (6.935.506 unidades) y ni el 10% tiene más de 30 años (3.157.083 unidades). Incluso, en la base de datos de la DGT aparecen 167 coches en activo con más de 100 años sobre sus ruedas, aunque no es lo habitual.
Dependiendo de la fuente a la que se acuda, se suele recomendar el cambio de vehículo entre los 8 y los 12 años de antigüedad. También, al superar la barrera de los 250.000 o 320.000 kilómetros. Sin embargo, en los últimos años los españoles no han cambiado de coche siguiendo este consejo, sino que se han apurado los vehículos hasta el final de su vida útil; los estragos de la anterior crisis económica y la incertidumbre sobre qué coche comprar han hecho mella en el parque de automóviles.
La edad media del parque automovilístico se sitúa en los 12,4 años. Nunca hemos tenido un parque tan envejecido, ya que ha ido creciendo de manera constante desde el año 2008. Aun siendo un dato significativo, no refleja exactamente cuánto dura la vida útil de un coche.
Donde sí se puede encontrar un dato más aproximado es en los desguaces. “Actualmente, la antigüedad media de los vehículos que tratamos es de 18,65 años”, adelanta Manuel Kindelan, director general de la Asociación Española para el Tratamiento Medioambiental de los Vehículos Fuera de Uso (SIGRAUTO).
Aunque a los desguaces acuden también los vehículos accidentados que han sido declarados como ‘siniestro’, la mayoría lo hacen porque su motor ha dicho “basta”. “Sin un plan de renovación que les incentive, los conductores entregan su coche porque ya no aguanta más”, aclara Kindelan a EL ESPAÑOL.
El director general de SIGRAUTO recuerda que, hasta los años de la crisis, cuando había planes de achatarramiento, “la edad media estaba en 14 años”. “Cuando hay planes de renovación, hay un incentivo para que se entregue un coche viejo para su destrucción. Si es lo suficientemente elevada [la ayuda económica], es más fácil para el ciudadano”, asegura.
Los planes de achatarramiento, además de servir para incrementar las ventas de nuevos vehículos, se han contemplado como un método para retirar del parque los vehículos más longevos, que son los más contaminantes y los más peligrosos para la seguridad vial.
Un nuevo Plan Renove
Actualmente, solo el Plan MOVES, destinado a la compra de vehículos eléctricos, ofrece ayudas a cambio de entregar un vehículo para su achatarramiento. A principios de mes, la Cadena Ser publicaba que el Gobierno estaría trabajando en un nuevo Plan Renove, dotado con 400 millones de euros. Pero, por el momento, no hay nada firmado.
Teniendo en cuenta que es muy difícil que un coche dure más de 20 años, desde los desguaces consideran que adquirir un vehículo de gasolina o diésel es una compra completamente lícita. Sobre todo teniendo en cuenta el contexto actual.
“El vehículo que se compre hoy no va a durar tanto como para que le afecte ninguna prohibición”, adelanta a este medio Rafael Pardo, director general de la Asociación Española de Desguazadores y Reciclaje del Automóvil (AEDRA).
“En plena pandemia, lo más probable es que la ciudadanía demande moverse en vehículo privado. Además, la crisis económica que vamos a atravesar provocará que recurramos al vehículo que podamos pagar”, vaticina Pardo.
Sin riesgo de quedar obsoleto
Queda claro que, por lo general, un vehículo de estas características no debería durar menos de 15 años ni más de 20. Con su compra, no se va a incurrir en ningún delito. No obstante, hay que tener en cuenta que los factores que más inciden en la durabilidad son la forma de conducción y el mantenimiento.
Para la Asociación de Talleres de Madrid (ASETRA), es vital seguir los consejos y recomendaciones del fabricante a rajatabla. Desde cambiar el aceite y su filtro periódicamente, hasta la correa de distribución, pasando por los líquidos refrigerantes, de dirección y de frenos, las bujías o el resto de filtros. “Ahí, también juega un papel muy importante contar con un buen taller mecánico en el que te sepan asesorar bien y en el que tú confíes”, considera Nuria Álvarez, responsable de relaciones institucionales de ASETRA.
Que un coche dure 15, 18 o 20 años no quiere decir que haya que exprimirlo tanto. Puede que mantenerlo a toda costa no sea tan rentable como adquirir uno nuevo.
La experiencia acumulada por los talleres les lleva a afirmar que los conductores “invierten más en el coche entre los 5 y los 10 primeros años, ya que al principio no dan casi problemas y más tarde se va haciendo lo justo para arreglarlo”, cuenta la responsable de ASETRA a EL ESPAÑOL.
Según un informe de la ONG Ecologistas en Acción, el coste medio de un vehículo a lo largo de su vida útil (sumando el precio de adquisición, los gastos en combustible, en mantenimiento, reparaciones, seguros y gestiones) asciende a 54.108 €. Una revisión similar publicada por el medio especializado Xataka, rebajaba dicha cantidad hasta los 42.707 €.
“Cada vez que el coche tiene una avería a partir de cierta edad, toca preguntarse: ¿merece la pena arreglarlo?”, se cuestiona Álvarez. “Si tienes mucha suerte, te puede salir muy bueno y puede que te dure 20 años. Puedes tener mala suerte y que a los 10 años esté muy cascado. Cada vehículo es un mundo”, alega.
En este nuevo tablero, en el que se ha hecho una apuesta decidida por el coche eléctrico, podría pensarse que el de combustión quedará desatendido, que las reparaciones serán más caras o que será más difícil encontrar recambios y componentes para determinados vehículos.
Desde la Asociación Española de Proveedores de Automoción, Sernauto, despejan toda duda a EL ESPAÑOL y aseguran que “los fabricantes de componentes producirán piezas para todos los tipos de vehículos, según demanden sus clientes”.
María Luisa Soria, directora de relaciones institucionales e innovación de Sernauto, ejemplifica este hecho con el caso de los vehículos históricos, para los cuales se siguen fabricando piezas. “Las nuevas tecnologías digitales, como la impresión en 3D, permiten la fabricación de series cortas y personalizadas con la eficiencia de la producción en serie”.
No cabe, por tanto, ninguna duda al respecto. Los vehículos de combustión que se adquieran a lo largo de estos años no correrán el riesgo de quedarse obsoletos. “EL primer plazo marcado para 2040 se plantea para los vehículos que se matriculen, no para los que se hayan comercializado en los años anteriores [que podrán circular hasta 2050]. Estos seguirán precisando de piezas para su mantenimiento y reparación”, expone Soria.
Combustión, fuera de las ciudades
Sobre el uso que se les vaya a dar a los motores gasolina y diésel, el profesor Daniel García-Pozuelo, director del Máster en Ingeniería Industrial de la Universidad Carlos III, considera que tendrán más recorrido lejos de las grandes ciudades.
“Las ventajas de estos motores brillan en regímenes estacionarios, cuando la velocidad media es constante, de crucero, y se recorren más de 15 o 20 kilómetros una vez se arrancan”, explica García-Pozuelo. “En las ciudades, donde hay que estar continuamente acelerando y frenando, parando y arrancando, es cuando más sufren. El ciclo urbano es más apto para el coche eléctrico”, continúa desarrollando.
Precisamente, y acorde con los objetivos climáticos y medioambientales planteados en la futura legislación, es en estos núcleos urbanos donde la contaminación es más acuciante. Según se especifica en el Proyecto de Ley de Cambio Climático, “Los municipios de más de 50.000 habitantes y los territorios insulares introducirán […] el establecimiento de zonas de bajas emisiones no más tarde de 2023”. Es decir, 148 municipios de toda España, como Sevilla, Leganés, Salamanca o Badalona, contarán con su propio ‘Madrid Central’.
“Habrá determinadas zonas en las que las medidas basadas en restricciones serán más contundentes. En ellas, se evolucionará sustancialmente hacia una movilidad eléctrica o híbrida a lo largo de esta década”, pronostica el docente. “Fuera de los núcleos urbanos, creo que vamos a seguir teniendo gasolina y diésel”.
Eso sí, advierte que el futuro es incierto y el panorama climático podría alterar la situación. “Hemos visto en unos pocos meses que el mundo ha cambiado completamente. Si, por ejemplo, de aquí a cinco años varía drásticamente el clima, el escenario respecto a los coches de combustión cambiaría”, concluye.