La situación de Juan Carlos en el Palacio de la Zarzuela es insostenible. Urge encontrarle un lugar donde vivir lejos de su hijo, Felipe VI, porque cada escándalo que salta con el emérito como protagonista socava la imagen y la autoridad misma de su heredero. De hecho, en términos de mudanza, si se pudiera, lo óptimo sería que un tráiler recogiera las pertenencias del emérito antes del próximo 19 de junio.
Dentro de 10 días, Felipe VI celebrará su sexto aniversario desde que fuera proclamado nuevo rey de España, tras la abdicación de su padre, que se anunció el 2 de junio de 2014. Como era previsible, el cortafuego de la pandemia del coronavirus sólo detuvo el reloj de la cita con la Justicia de Juan Carlos I por el presunto cobro de comisiones en el pasado.
Este lunes, a la vez que se conocía que no ha habido muertos por el Covid-19 en España y los contagios son mínimos en vías de la nueva normalidad, se ha sabido que la Fiscalía del Tribunal Supremo investigará directamente a Juan Carlos por el dinero recibido por el Ave a la Meca, una construcción realizada por un consorcio de 12 empresas españolas.
En realidad, la Fiscalía Anticorrupción envió las diligencias preprocesales por delito de cohecho hace tres semanas. De ser ciertas las informaciones filtradas durante estos últimos meses, Juan Carlos habría recibido 100 millones de dólares desde Arabia Saudí, que estuvieron ingresados en un banco en Suiza entre 2008 y 2012.
Según ha sabido EL ESPAÑOL, Zarzuela conocía desde el pasado viernes que el fiscal del Supremo ya tiene en sus manos la suerte de quien durante 39 años reinó en España con toda la autoridad que le marcaba la Constitución. Unos límites que sobrepasó con actividades económicas aprovechándose para su lucro de su condición de Rey de España y de sus amistades internacionales, sobre todo en países árabes.
A falta de que prospere la investigación judicial en España y en Suiza, la permanencia de Juan Carlos en Zarzuela resulta tan improbable como imposible. Más allá de que la relación personal entre padre e hijo se haya deteriorado, debido precisamente a la catarata de escándalos que han ido cayendo sobre el ex jefe del Estado, el contacto físico entre los dos es inevitable al vivir en la misma casa.
Yo abajo, tú arriba
En el edificio principal del Palacio de la Zarzuela están situados el despacho de Felipe VI, en la planta primera, y justo encima las estancias donde viven sus padres, Juan Carlos y Sofía, y también la hermana de ésta, Irene de Grecia. Las molestias del vecino de arriba no se deben a las muletas y al andador del octogenario real, sino a la prodigalidad de sus tejemanejes económicos, como el conocido con el Ave del desierto. Y muchos más.
En cierto modo, Juan Carlos I no tiene donde caerse muerto. Una frase hecha que, en su caso, es literal. En el panteón de los reyes del Escorial no queda sitio. Y no parece que en su situación vayan a iniciarse unas obras de remodelación urgentes, con el gasto económico que conllevaría en la España del Ingreso Mínimo Vital.
Quienes conocen a Juan Carlos saben que no le gusta hablar del más allá. En numerosas ocasiones, ha recriminado a los periodistas querer meterle en “la caja de pino”. En cualquier caso, el problema actual del padre del Rey es de vivo, no de muerto: dónde irse a vivir si, como parece, tiene que abandonar Zarzuela, en cuyas instalaciones con vistas a la naturaleza ha pasado todo el confinamiento como un ciudadano más.
Que se sepa, ni Juan Carlos ni el propio Felipe VI tienen viviendas en propiedad. Zarzuela, como es sabido, pertenece al Patrimonio Nacional. Una situación bien distinta a la de otros reyes, como la reina de Inglaterra, cuyos palacios son suyos, aunque las goteras se paguen a cargo del erario público.
Lo mismo sucede con otras monarquías europeas. Hace unos meses hubo una gran polémica en Holanda al saberse que los reyes tenían una mansión en Kenia, en una especie de memorias de África. Seguro que a Juan Carlos la idea de irse a vivir al continente vecino le produciría urticaria. Fue en la cacería de Botsuana donde comenzó su camino de perdición, en 2012, con Corinna. Por matar un elefante se pegó un tiro en la corona.
Al Caribe o a Galicia
Si Sofía defendía que un rey sólo debe dejar de serlo al morir, Juan Carlos jamás imaginó que se cruzarían apuestas sobre dónde debería autoexiliarse. Hay quien lo sitúa en el Caribe, acogido en la República Dominicana por sus amigos los hermanos asturianos Fanjul, los reyes del azúcar de América, tan ricos que en las elecciones de Estados Unidos hacen aportaciones económicas al candidato republicano y al demócrata a la vez.
En la búsqueda de futuro acomodo para el rey sin corona y sin honor, si se prueba su culpabilidad, figuran lugares más próximos como Galicia. De hecho, Sanxenxo, donde vive Pedro Campos Calvo Sotelo, uno de los últimos amigos leales que le quedan, ha sido el refugio de Juan Carlos durante sus azarosos últimos años, trufados de lesiones, desengaños amorosos y decepciones familiares.
De momento, Juan Carlos sigue en el Palacio de la Zarzuela. Se libró del coronavirus, que tanto temía por patologías previas como la operación del corazón a vida o muerte de hace dos años.
Agazapado en Palacio, sabe que se ha convertido en un peligroso vector de contagio para la imagen de la monarquía y para su hijo, cuya popularidad ha bajado en gran medida por la conducta de su padre. Según la última encuesta de EL ESPAÑOL sobre la monarquía, Felipe VI suspendió, al quedarse por debajo del 5 en estimación.
Agazapado en Palacio, sí, sabedor que el aura de la corona ya desapareció y las malas noticias no cesarán. Si este lunes se conoció que las diligencias por supuesto cohecho del emérito están ya en el Supremo, unas horas antes, el domingo por la noche, la televisión vasca, la ETB, emitía un documental cuyo título facilón era en sí mismo una declaración de principios: El virus de la Corona.
Entre los personajes que opinan sobre las andanzas de Juan Carlos aparecían dos especialmente preocupantes para la salud anímica del monarca: Corinna, la ex princesa alemana que años atrás soñó con casarse con Juan Carlos rey, no con el emérito, y el periodista del diario británico Telegraph James Badcock, que en los últimos meses ha destapado los principales escándalos económicos del emérito.
Corinna, a quien Juan Carlos transfirió en 2012 buena parte de los 100 millones de dólares recibidos por Arabia Saudí por el Ave, dijo más o menos lo de siempre: habló en la ETB de amenazas de muerte por parte de los servicios secretos españoles, sobre sus casas forzadas, el robo de documentos, campañas de desinformación y se refirió a la falta de auxilio de Felipe VI al pedirle amparo. Según la ex amante, la Casa Real respondió que “ninguno de los asuntos que planteamos les preocupaba”.
En la entrevista, la alemana parece apuntarse a la teoría de la existencia de una especie de “campaña franquista”, muy próxima a la policía patriótica de la que habla Podemos y el propio Sánchez.
Más escándalos
Pero más importante fue el testimonio del periodista británico. Dijo creer que “hay muchísimos más escándalos que pueden ir saliendo”. “Será interesante probar esto de que Felipe VI haya podido hacer una separación limpiando su reinado del de su padre”. “Algunas fuentes me están contando que están recibiéndose presiones desde España para no investigar demasiado en la fortuna del Rey”, finalizó Badcock.
Felipe VI, pues, debe preocuparse porque saldrán nuevos escándalos sobre su padre. Irremisiblemente le pasarán factura. Pero, si el cortafuego no es eficaz y contundente, los escándalos paternos podrían tener unas consecuencias fatales en su futuro como rey.
Una parte del Gobierno es activamente antimonárquica. Pablo Iglesias, desde su puesto de vicepresidente, ha pedido públicamente delimitar los poderes constitucionales del Rey. Y escuderos como Echenique no pierden la ocasión para zaherir al actual monarca.
Es seguro que si se abre la posibilidad de reformar la Constitución, Podemos, los separatistas y ya veremos si el PSOE plantearán quitar al Rey el mando supremo de las Fuerzas Armadas, recogido en el artículo 62 de la Carta Magna; un Jefe del Estado, Felipe VI, “símbolo de su unidad y permanencia” de España. Ya se sabe, se quita un clavo y acaba cayéndose la herradura entera.
Un cambio de régimen pasa necesariamente por la modificación de la Constitución, la cual podría ser gradual y no radical. Si Juan Carlos fuera condenado por corrupción, al haber perdido su carácter inviolable en 2014 cuando dejó de ser rey, sería un pretexto para el asalto de la Carta Magna.
¿Acaso un corrupto puede figurar en la ley nacional?, se diría. Recuérdese que el artículo 57, además de institucionalizar la preferencia del varón sobre la mujer en el mismo grado de parentesco, dice que: “La corona es hereditaria en los sucesores de Su Majestad Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica”.
La hipotética condena por corrupción del “legítimo heredero de la dinastía histórica” podría ser utilizada contra el mismo sistema monárquico y contra su sucesor, Felipe VI, quien el pasado 15 de marzo, en un comunicado emitido desde Zarzuela desvelaba que, un año atrás, en abril de 2019, ante notario, el hijo renunciaba a cualquier herencia que le perteneciera de su padre.
Una sabia y drástica decisión tomada por Felipe VI al saber que Juan Carlos había creado una primera fundación, Lucum, con los 100 millones recibidos de Arabia Saudí (en cuya cuenta, del banco suizo Mirabaud, también ingresó otro pellizco de dos millones, pillados en Bahrein en un maletín).
También había constituido una segunda fundación, Zagatka, a nombre de su administrador Alvaro de Orleans, donde fueron a parar 47 millones procedentes de la intermediación al vender el Banco Zaragozano a Barclays en 2003.
¡Siempre los amigos de Juan Carlos! El Zaragozano era propiedad de los primos Alcocer (uno fallecido por coronavirus). La empresa principal de las obras del Ave, OHL, pertenecía a Villar Mir, a quien el entonces rey adjudicó un marquesado con su mismo apellido… Juan Miguel Villar Mir, cuyo yerno, Javier López Madrid, pasó a las hemerotecas al ser llamado compiyogui por la reina Letizia.
Felipe VI está condenado a apartar definitivamente a su padre. A desahuciarlo de Zarzuela. A sacarlo de la Familia Real y degradarlo a Familia del Rey, como hizo con su hermana Cristina. A hacerle renunciar al equívoco término de Rey bis.
Se atribuye a un meteorito, caído en Barcelona en la Navidad de 1704, el anuncio de la llegada de la dinastía Borbón a España. Felipe V, el primer Borbón, libraba entonces una guerra victoriosa contra Carlos de Austria, a quien una parte de Cataluña acogió como legítimo rey.
El meteorito caído ahora sobre el reinado del último Borbón con corona, Felipe VI, llegó desde un punto más cercano. De hecho, reside arriba mismo del jefe del Estado, en el Palacio de la Zarzuela.
Con información de Cristina Coro.