La Guardia Civil localizó este pasado domingo el cadáver de Youssef Arhray en el pozo de un chalé de Galapagar (Madrid). Este joven de 24 años, origen magrebí y nacionalidad española desapareció a finales de agosto del año pasado de manera misteriosa en este municipio madrileño. Los agentes de la Benemérita hallaron su cuerpo sin vida flotando en las aguas de un pozo a gran profundidad.
El acuífero está en un chalé unifamiliar en la confluencia de las calles Ermita y Dr. Federico Guijarro. La casa fue alquilada a principios de este año por unos nuevos inquilinos, que desde que se trasladaron a la vivienda notaron un fuerte mal olor del que desconocían el origen. El hedor fue en aumento hasta que la semana pasada decidieron invesitigar el fondeo del pozo.
Los dueños avisaron a las autoridades que procedieron a rescatar el cadáver. El cuerpo estaba vestido y no presentaba ninguna documentación que le identificara. Los agentes pronto sospecharon que se podía tratar de Youssef, ya que el joven llevaba un años sin dar señales de vida y su indumentaria coincidía con la que llevaba cuando fue visto por última vez. Finalmente, su ADN ha confirmado la tragedia.
La autopsia de su cuerpo ha revelado que no murió de forma violenta, según informa El Mundo. Los agentes sospechan que el joven se cayó al pozo, es decir, que se trata de una muerte accidental.
Algunos de sus amigos, en cambio, no comparten esta teoría y piensan que quizás pudo ser empujado. Además de la documentación, Youssef no llevaba encima su teléfono móvil, lo que hace sospechar a sus conocidos. Tras el hallazgo del cuerpo, los agentes se dedicaron a drenar los pozos adyacentes precisamente en busca del teléfono de la víctima.
La Guardia Civil se centra ahora en investigar quién tenía arrendado el chalé en las fechas que desapareció el joven. En el barrio se comenta que estaba alquilado por un grupo de jóvenes que la dejaron a finales del verano pasado.
La desaparición de Youssef fue considerada muy misteriosa por sus familiares y amigos. Cuando desapareció, organizaron batidas para dar con él. Consideraron entonces que no tenía motivos para desaparecer y que era un buen chico que se llevaba bien con todo el mundo. Sin embargo, no mantenía relación con nadie que viviera por esa zona.
El pasado septiembre, la cara de Youssef ocupó farolas, plazas, fachadas y autobuses de todo el municipio y sus pueblos aledaños. Los que le conocían siempre insistieron en que algo grave le había pasado y que su desaparición no fue voluntaria.