El gobierno marroquí y el rey Mohamed VI avisaron en un comunicado el 12 de marzo que las fronteras terrestres con las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla cerraban en unas horas para luchar contra la pandemia del coronavirus. A las 6 horas locales del 13 de marzo se echaron las verjas, y se quedaron los primeros españoles bloqueados, un grupo de amigos de Valencia y Barcelona en Castillejos sin poder entrar al país, también un trabajador marroquí con residencia en la península.
Seis meses más tarde las cancelas siguen impidiendo el trasiego habitual en los puestos fronterizos españoles con el país vecino. Miles de personas sufren atrapadas a un lado y al otro de las vallas. En Ceuta y Melilla, la economía se resiente, el paro crece, la mano de obra escasea, se necesitan áridos para la construcción, y los empresarios se quejan. En Marruecos miles de porteadoras buscan recolocación y los trabajadores transfronterizos se han quedado sin empleo y sin ayudas a pesar de tener contratos en vigor con empresas españolas.
El panorama es desolador. Y desde Rabat apuntan que las fronteras terrestres no se abrirán en lo que queda de 2020. Un plan diseñado y previsto un año antes, que no cuajó por no estar disponibles las empresas donde se tenía intención de recolocar a los porteadores, y que la Covid-19 precipitó.
En todo caso, cuando Marruecos negocié con España y decida abrir los pasos con las ciudades autónomas sólo operarán las entradas por el Tarajal en Ceuta y de Beni Ensar en Melilla, el resto de pasos fronterizos permanecerán cerrados en el futuro, entre ellas Tarajal II y Barrio Chino por donde miles de personas pasaban de lunes a jueves con bultos hasta de 100 kilos en los lomos de sus espaldas por un puñado de euros al día.
Marruecos utiliza esta ocasión para poner fin al porteo de mercancías, a la figura del empleado transfronterizo con pasaporte marroquí que cruzaba cada día a pie a trabajar y que no se beneficia de los derechos laborales de España, a la aduana comercial. El país regulará la entrada de turistas, terminará con el paso de migrantes por las vallas y evitará que Ceuta y Melilla se conviertan en territorios de asilo de ciudadanos marroquíes. Mientras capta empresarios para el norte del país y sigue importando y exportando mercancías por los puertos de Tánger y Beni Ensar.
Un listado de deudas pendientes con España, que por su parte siempre denunció la falta de derechos humanos en esas fronteras. Este cambio radical llega también en el marco del acuerdo de seguridad rubricado por los ministros del Interior de ambos países durante la visita del rey Felipe VI a Rabat en febrero de 2019. El documento además de un preámbulo desglosa en 15 artículos los 18 tipos de delincuencia organizada, entre ellos “la trata de personas, la inmigración irregular y el narcotráfico”.
Cuando España y Marruecos se sienten a negociar el nuevo escenario para ese paso terrestre que une África con Europa, Rabat le pondrá unas condiciones a Madrid para esas ciudades a las que considera “ocupadas” o “sitiadas”. Estos son los cinco puntos incuestionables.
1. Un sólo paso fronterizo
Marruecos habilitará solo un paso con Ceuta y Melilla para los ciudadanos y turistas en el país magrebí que quieran visitar las ciudades, para los trabajadores marroquíes cualificados residentes y con contrato o en régimen de autónomos que trabajen en las ciudades, y para los residentes en las zonas aledañas a las localidades españolas.
De esta manera, las entradas de Farjana, Barrio Chino y Mariguari quedarán selladas, y el único acceso a Melilla será por Beni Ensar. Mientras que en Ceuta, el Tarajal I será el paso habilitado, quedando cerrado el Tarajal II por donde los porteadores pasaban la mercancía.
Pero además, según explican a EL ESPAÑOL autoridades marroquíes, tampoco se volverá a celebrar la Operación Paso del Estrecho (OPE) a través de las ciudades, algo habitual en los últimos 33 años hasta que llegó la Covid-19.
Los turistas llegarán a Marruecos en avión o barco, y no a través de los pasos fronterizos de Ceuta y Melilla. Sin embargo, según lo previsto en Rabat, desde Marruecos sí se accederá a las ciudades españolas para hacer compras o turismo para volver a salir por el país.
2. Adiós a la aduana comercial
Desde el 1 de agosto de 2018 de manera unilateral y sin ninguna información por parte de España, Marruecos puso el broche a la aduana comercial con Melilla. No pasarán más mercancías por las fronteras terrestres. No se podrá pasar mercancía en Marruecos porque no las considera ciudades europeas y por lo tanto no reconoce las facturas de los productos provenientes de ellas.
El nuevo modelo será una aduana portuaria, exportando e importando el producto por los puertos de Tánger Med y Beni Ensar. Además en 2021 se pondrá en marcha el puerto de Nador Med, convirtiendo a Beni Ensar en un pequeño puerto pesquero y en una gran terminal para recibir transatlánticos de turistas extranjeros.
Hay un antes y un después del puerto Tánger Med en Marruecos. Pasó del puesto 83 al 17 en el ranking mundial de conexión marítima, llegando a 186 puertos en 77 países de los cinco continentes. Es la obra faraónica del rey Mohamed VI. La última fase, Tánger Med 2, la inauguró el príncipe Moulay Hassan a finales de junio de 2019.
Se posiciona como el primer puerto en términos de capacidad en el Mar Mediterráneo, y a Algeciras le afecta de manera positiva. “Antes Algeciras registraba un tráfico de 3.500.000 contenedores y en 2018 estaba en 4.500.000. Es decir todo el mundo está creciendo. Es un crecimiento del Estrecho de Gibraltar y de la zona del Mediterráneo”, explicó el director de importación y exportación, Idriss Arabi, durante una visita de EL ESPAÑOL.
Una terminal de última generación con 800 empresas y 70.000 puestos de trabajo, podría cambiar el flujo migratorio. “Este tipo de proyectos grande para la economía del país sirve también para mejorar las condiciones sociales de los ciudadanos creando puestos de empleo para aumentar el nivel de la calidad de vida”, mantenía Arabi.
Las empresas están instalando sus naves logísticas. Por ejemplo, Decathlon tiene una superficie de 20.000 metros cuadrados, y se va a duplicar, para dar servicio a todas las tiendas de Marruecos y África del Oeste.
Además, Rabat brinda la oportunidad a empresarios españoles de origen marroquí y a los hebreos de Ceuta y Melilla para que se instalen en las naves industriales que prepara Marruecos cerca de las fronteras. También lo pueden hacer los melillenses y ceutíes pero como empresas de inversión.
3. Fin del porteo
Khaduch, que aunque no ha estudiado habla un español muy correcto y sin apenas acento, acarreó durante 35 años con los paquetes de un lado al otro de la frontera. Con ello consiguió mantener a toda la familia porque su marido está enfermo. Construyó una vivienda y realojó a dos hijos a quienes además abrió una pequeña tienda de ultramarinos en el centro de Castillejos.
Sin embargo, es imposible dar un paseo por Castillejos (Tetuán) o Beni Ensar (Nador), las dos localidades aledañas a Ceuta y Melilla, sin que te aborden los lugareños para preguntar cuándo abren la frontera. No hay información oficial y a ambos lados siguen con la esperanza de que el comercio atípico se pueda reanudar en el futuro. Algo imposible, como ya incluso han expresado diputados y ministros.
Las imágenes de esos miles de mujeres dobladas por la carga de los bultos de mercancía en sus espaldas cruzando de Ceuta y Melilla a Marruecos no se verán más.
En Castillejos, se empieza a construir una zona franca, y cerca de Melilla y hasta la frontera con Argelia varios polígonos con empresas para dar trabajo a los miles de porteadores. También se están concediendo microcréditos para que las personas que se han quedado sin trabajo en la frontera puedan montar su pequeño o mediano negocio, desde una tienda de ultramarinos, una peluquería, hasta una empresa de exportación de productos de argán.
La mayoría de los ciudadanos de esta zona se han dedicado durante años al comercio atípico, interrumpido el 8 de octubre en el Tarajal y que, como ya adelantó El ESPAÑOL en febrero, no se verá más tampoco en Melilla.
Alrededor de 15.000 porteadores, hombres y mujeres, trabajaban días alternos, y ahora denuncian el desastre económico que supone el repentino cierre. A las quejas de los porteadores se unen empresarios y los propios políticos desde las ciudades españolas.
4. Nuevo estatus para trabajadores
“Estamos viviendo en la ruina, seis meses parados sin nada. Tengo una ansiedad encima que me va a matar”, lamenta Mustapha. Este ciudadano marroquí vive a las puertas de la frontera de Melilla, en la localidad de Beni Ensar, lleva quince años cruzando cada día el puesto fronterizo para acceder a su trabajo como conductor en una empresa de transporte. Es un operario formado en el manejo de grúas autopropulsadas, tiene contrato indefinido, cotiza a la Seguridad Social y, sin embargo, no se beneficia de ninguna prestación.
Con la frontera cerrada seis meses, las empresas de Ceuta y Melilla incluyen a los trabajadores marroquíes en sus listados de los ERTES, sin embargo no tienen derecho a cobrar las prestaciones al no ser residentes.
Esta situación se arrastra desde de la Ley de Extranjería de 2011 que recoge la excepcionalidad de los empleados extranjeros en Ceuta y Melilla. “La ley debería ser igual para todas las partes de España. Si un extranjero aporta un contrato y un certificado de un oficio de difícil cobertura se le tiene que dar ese derecho de residir. A estos trabajadores se les ha discriminado totalmente, solo se puede llevar a los tribunales europeos”, explica a EL ESPAÑOL el Secretario General de la Federación Fica UGT, Abderrahman El Fashi.
La mayoría de las mujeres marroquíes que realizan el trabajo doméstico en las casas españolas sufren las mismas desigualdades. “Están contratadas dos horas y trabajan ocho, o están contratadas por ocho horas y trabajan para cuatro familias. Cotizando dos horas diarias no llegarán nunca a tener derecho a jubilación”, denuncia El Fashi.
Precisamente, entre las negociaciones previstas por el Gobierno marroquí con España antes de que se abran las fronteras terrestres, está la cuestión de la regularización de estas miles de personas que trabajan en las ciudades autónomas. “España se supone un país democrático y han defendido al trabajador, pero nosotros nos sentimos muy cortos en nuestros derechos y trabajamos como los otros”, reivindica Mustapha desde Beni Ensar.
Para este empleado en paro “España tiene que arreglar las cosas porque Marruecos no reconoce a Ceuta y Melilla como ciudades españolas, si no como ocupadas, nos dijo un exministro de Asuntos Exteriores. Si fuéramos trabajadores en otro sitio nos defendería, pero aquí solo nos pueden ayudar con el dinero para contratar un abogado europeo, pero por la vía diplomática nada”.
5. Control del flujo migratorio
Marruecos se compromete con España al control total de la migración por los accesos de las vallas que rodean las ciudades de Ceuta y Melilla, según ha podido saber este diario. Sin embargo, no garantiza que puedan acceder a los peñones en embarcaciones ni a las propias localidades españolas a nado.
Autoridades de Beni Ensar explican que Marruecos no dejará que “Melilla se convierta en un campamento de refugiados”, entre otras cosas por los planes de inversión de empresas extranjeras en esa zona.
En las últimas conversaciones telefónicas del ministro de Asuntos Exteriores Nasser Bourita con su homóloga española, Arancha González Laya, y con Josep Borrell, vicepresidente de la Comisión Europea, “abogan por un refuerzo de la interlocución política y un incremento de los medios puestos a disposición en el marco de dicha vecindad sur”, mantienen a EL ESPAÑOL desde la Oficina de Información Diplomática en Madrid.
La “vecindad sur” se entiende, en el ámbito de la política exterior de la Unión Europea (UE), el marco institucional de relaciones políticas, comerciales y de cooperación que tiene la UE con la mayoría de los países de su entorno geográfico mediterráneo en el que se incluye a Marruecos.
Mientras Marruecos sigue su hoja de ruta y estas cinco cuestiones se discuten dentro de los acuerdos de buena vecindad, los afectados lo tienen claro, como mantiene, Mustapha: “Esto es demasiado, es inaguantable. Alguna solución tienen que buscar, de una manera y otra, por esos son gobiernos. Está bien que no haya contrabando, no haya comercio atípico… pero habrá alguna forma humanitaria para que la gente pueda entrar y salir, ¿no?”.