Eugenio enterró a Manuela Chavero en una finca que alquiló a un ganadero: su obsesión por las mujeres
Este viernes se hallaron restos óseos en las tierras que Eugenio Delgado señaló como el lugar en el que se deshizo del cadáver.
19 septiembre, 2020 02:10Noticias relacionadas
El enigma de la desaparición de Manuela Chavero, a la que se le perdió el rastro en julio de 2016, empezó a descifrarse hace menos de un mes. El enésimo registro que hizo la Guardia Civil en la casa de la mujer a finales de este pasado agosto y, sobre todo, una carta anónima aparecida de forma paralela en la casa de sus padres en Monesterio (Badajoz) señalando directamente a Eugenio Delgado, un vecino de su misma calle, provocaron este pasado jueves la confesión del autor de la muerte de la mujer, de 42 años, separada y con dos hijos.
Era él, Eugenio, un joven de 28 años que vivía a sólo 25 metros de la casa de Manuela, el chico “frío”, “callado”, “solitario”, “con una infancia y una adolescencia duras” que “se obsesionaba con las mujeres que le gustaban de una forma enfermiza”.
Así le describen a preguntas de EL ESPAÑOL tres amigos con los que durante estos cuatro años y dos meses han compartido noches de ocio y paseos a caballo por los campos y caminos que rodean Monesterio. Los tres piden permanecer en el anonimato.
“Nunca le vimos mostrar la más mínima señal de ser él quien la mató. Jamás”, dice uno de esos tres chicos, dos años mayor que el detenido. “Me provoca frío pensar que ha estado a mi lado sabiendo que había enterrado a una mujer que buscaba todo el mundo”, explica otro. “Hace tiempo, una persona me contó un detalle que ahora me lleva a pensar que quería deshacerse del cuerpo. Le preguntó que cómo podía crear un horno para deshacerse de animales muertos”.
El móvil en la casa
Manuela Chavero desapareció en torno a las dos de la madrugada del 5 de julio de 2016. En ese momento se intercambiaba mensajes con un chico de 21 años con el que tenía una relación personal cercana. Estaba sola en casa. Sus dos hijos estaban con el padre, con quien ella ya no convivía.
Cuando los efectivos de la Policía Judicial de la Guardia Civil y luego los agentes del grupo de homicidios de la Unidad Central Operativa (UCO) establecieron círculos concéntricos de sospechosos en torno a Manuela Chavero, uno de los nombres que apareció en el primero de ellos fue el de ese joven al que ella le doblaba la edad. Pero también se incluyó a Eugenio Delgado, un chico de 24 años en ese momento, el vecino de unas casas más arriba que vivía solo tras la muerte de su padre a causa de un cáncer.
A él se le llevó a declarar en varias ocasiones. Siempre sostuvo que no sabía nada del caso. Explicó que ese día estaba en la playa con unos amigos. Pero los investigadores supieron que les mentía. Era cierto que había estado de vacaciones, pero el 5 de julio ya había vuelto a Monesterio.
La mentira lo señalaba como sospechoso. También les hizo dudar de él las magulladuras que presentaba en un brazo aquellos días. Él las atribuyó a la brega con los animales. Por ese tiempo un vecino alertó de que el chico había cambiado la tapicería de su coche. Pero hasta ahí.
Los investigadores sostuvieron desde el principio que no fue una desaparición voluntaria, que quien se llevó a Manuela era alguien de su entorno más próximo, bien un conocido íntimo o algún vecino cercano.
La forma en que desapareció la mujer, que se dejó la luz y la televisión de su casa encendidas y el móvil dentro del inmueble, sumado al final abrupto de la conversación por Whatsapp con aquel chico de 21 años, les hizo llegar a la conclusión de que Manuela abrió su puerta a un rostro que no le provocaba desconfianza.
El 27 de agosto de 2020, efectivos de la Guardia Civil registraron por enésima vez la casa de Manuela Chavero. Una semana antes se produjo un hecho que iba a producir un giro en el caso. Una carta sin remitente apareció en la casa de los padres de Manuela Chavero. Un primo de Manuela se presentó en la vivienda, le hizo una foto y se la envió a su prima Emilia, hermana de la desaparecida. En aquel anónimo se señalaba directamente a Eugenio Delgado.
Este pasado jueves, varios investigadores de paisano se personaron en la Peña Ecuestre El Estribo, un picadero ubicado a las afueras de su pueblo. Un empleado de gasolinera aficionado como el detenido a la equitación y que estaba presente cuando varios guardias civiles se presentaron allí cuenta a EL ESPAÑOL que el joven “ni siquiera se mostró nervioso”.
“Nos dimos cuenta de que algo raro estaba pasando cuando al cabo de un rato se presentaron varios coches de la Guardia Civil y una grúa para llevarse su todoterreno, un vehículo que él usaba para el campo”, asegura este hombre.
“En ese momento empezamos a sospechar de que el caso de Manuela Chavero se le venía encima. Jamás nos dijo nada, pero en ese momento lo entendimos”.
Eugenio tenía arrendada a un ganadero la finca en la que a última hora de este viernes se hallaron restos óseos, según confirmó la Delegación del Gobierno de la Junta. Se trata de una parcela con un pequeño cortijo ubicada a unos tres kilómetros al noroeste de Monesterio. Eugenio, que colaboró con la Guardia Civil, la heredó junto a varias fincas más cuando falleció su padre víctima de un cáncer, antes de la desaparición de Manuela. En los últimos tiempos trabajó como camionero.
La noche de su detención, cuando los investigadores le apretaron las tuercas, sabedores de que se estaba deshaciendo de algunas propiedades y del alquiler de esta otra, él se vino abajo y cantó.
“La enterré allí”, les reconoció. También dijo que la víctima se dio un golpe en la cabeza “por accidente”. En las próximas horas se espera que las pruebas de ADN que se van a realizar a los huesos confirmen que son de Manuela Chavero. En caso de que así sea, la autopsia dirá la causa de la muerte.
Ruptura turbulenta
Las fuentes consultadas explican que los padres de Eugenio Delgado se divorciaron cuando él era “un crío”. Fue una separación complicada, turbulenta, afirma un familiar del chico, de esas que los críos suelen sufrir en silencio.
La madre se mudó con su otra hija a León. Con ella apenas guarda contacto. Eugenio decidió quedarse con su padre, un hombre autoritario pero con el que mantenía una buena relación.
Tras el divorcio, el padre de Eugenio rehizo su vida con una mujer mayor que él. El chico tuvo la desgracia de encontrársela muerta en el baño de su casa tras sufrir ésta un infarto cerebral, como certificó la autopsia.
Su vida se redujo entonces casi en exclusiva a su padre y a su abuelo, hombres rudos de campo. No se le conocen parejas sentimentales. Los pocos amigos que tiene describen a Eugenio como un chico tranquilo, sin estridencias, aunque “le era fácil obsesionarse con algunas chicas que acababan por no hacerle caso”.
El detenido cuenta con antecedentes policiales por delitos menores. Ha de pasar a disposición judicial durante este fin de semana.
Emilia Chavero, hermana de la fallecida, contestó este viernes a pocas llamadas de los medios de comunicación. Contó que, al mes de producirse la desaparición de Manuela, ella estuvo con Eugenio Delgado. “Me negó todo. Me dijo que no sabía nada. Pero ahora entiendo por qué no me miraba a los ojos”.
María Cintado, la mejor amiga de Manuela y última persona con la que estuvo aquella noche -tomaron juntas un aperitivo-, se alegra de que ahora “su familia ya podrá descansar”.
María y Carmen se sacaron el carnet de conducir juntas en 2012. Habían quedado temprano a la mañana siguiente de verse. “Nunca me habló de Eugenio. Yo le había visto saludarle cuando se encontraban por la calle, pero como la había visto hacer con el padre. Nada más. Ahora pienso que ese chico se obsesionó de alguna manera con ella. No tiene otra explicación”.