Héctor Melero (Valladolid, 1994) recibe a EL ESPAÑOL a las 8.30 de la mañana en una cafetería de Cullera (Valencia). Meticuloso, tal y como nos había anunciado, luce para el encuentro una mascarilla con el lema estem amb elles (estamos con ellas), un mensaje contra la violencia machista en línea con su aspiración profesional.
Porque este joven, el primer ciego que logra aprobar la oposición para juez y fiscal, aspira a lo segundo, y a especializarse “en la lucha contra la violencia sobre la mujer o contra la drogadicción”. Quiere ser fiscal, y nada más que eso. Ni hito, ni referente, ni ejemplo de superación. “Yo no me considero un referente. Solo soy una persona humilde y trabajadora. Si alguien quiere seguir mi ejemplo, que lo siga, pero yo creo que en absoluto lo soy”, subraya.
La entrevista se convierte en un pulso entre sus ganas de hablar sobre la Fiscalía y las nuestras de ahondar en su persona. El madrugón responde a que a las 10.00 asistirá a un juicio. “Tengo que tomarle cuanto antes el pulso a esto, que llevo mucho tiempo estudiando”, explica. En efecto, la oposición le ha costado cinco años y tres intentos. “Si hubiera suspendido habría ido al cuarto examen, pero he de reconocer que pensé abandonar en el segundo”.
¿Y qué te hizo cambiar de opinión? ¿Por qué volviste a presentarte?
“Porque me obligó Tere Tejido, y a ella no podía decirle que no”.
Y tanto que no podía defraudarla. Tejido lleva toda la vida al lado de Héctor. Fue la asistente que le asignó la ONCE en su infancia para que su ceguera fuera el menor obstáculo posible. “Tere es quien me ha enseñado a leer con los dedos, la que ha estado conmigo en clase de matemáticas para ayudarme a copiar lo que ponía el profesor en la pizarra, la que ha traducido mis exámenes -sin chivarme jamás una pregunta, aunque yo se la preguntara-”, relata.
“Ha sido muy importante para mí. Y muy exigente conmigo, porque tenía que serlo. Yo, en aquella época, era muy rebelde. No hacía los deberes, pasaba de todo, contestaba a los profesores… Pero ella me llevó muy recto. Fue la segunda persona, después de mi madre, a la que llamé al acabar el examen. Y se emocionó mucho cuando aprobé”, agrega Héctor sobre su mentora.
“Niños cabrones”
A fuerza de insistirle, el nuevo fiscal revela algunos episodios difíciles de aquella época. “Siempre te cruzas con niños cabrones, es normal a esas edades”, rememora sin rencor. Pero sí afea la incomprensión que sufrió por parte de algunos adultos. “En la ESO me sacaban de clase para hacer los exámenes porque hacía ruido al escribir con la máquina, y en cuarto no me dejaron ir al viaje de fin de curso con una excusa patrañera. No querían hacerse responsables de mi discapacidad”, lamenta.
Pero nada le detuvo. “Decidí estudiar Derecho desde pequeño. Era consciente de que, para ciertas carreras, ser ciego era una limitación muy grande. La ciencia es más complicada de representar en braille, por ejemplo. Pero el Derecho es una muy buena carrera para nosotros”, cuenta.
Comentarios hirientes
Ni siquiera le frenaron comentarios hirientes como el de uno de sus profesores de Lengua en el instituto. “Cuando lo conté, me dijo que sería incapaz de hacer la carrera. ‘¡Qué vas a estudiar tú Derecho!’, me soltó. Pero si se cree y se trabaja, se consiguen las cosas”, argumenta con madurez a sus 26 años.
Héctor, desde luego, sí creyó. Se enroló en la Universidad de Valladolid y, al tiempo que comenzó a plantearse opositar, el Consejo General del Poder Judicial disipó sus dudas. En respuesta a la pregunta planteada por otro invidente, el CGPJ abría de par en par a las personas ciegas las puertas de la carrera judicial.
¿Qué sentiste en ese momento?
“Me generó esperanza. Ya me lo estaba planteando, pero tenía el temor de no poder ejercer después de un esfuerzo tan grande como preparar unas oposiciones. Aquello supuso constatar que sí se podía”
¿Y sabías que podías llegar a ser el primer ciego en aprobar la oposición?
“Era consciente, pero no le di mucha importancia. Nunca esperé tener esta repercusión. De hecho mis amigas me alertaron cuando aprobé de que igual venía la tele a recibirme. Y yo les decía: ¿Pero cómo va a venir la tele a recibirme? ¡Y al final vaya si ha venido!”
Según detalla Melero, escogió ser fiscal y no juez por su devoción “por el Derecho Penal, los derechos fundamentales y las libertades públicas”. “Me atrae más la defensa de la legalidad desde la Fiscalía y, además, es que me gusta más hablar que escribir, y los jueces se pasan más tiempo escribiendo”, expone.
Héctor explica que su objetivo es poder residir en Cullera, trabajar cerca de la localidad a la que siente que pertenece. Aunque no le importará desplazarse para ejercer si fuera necesario.
Apoyo de la ONCE
Sí será indispensable que la Justicia le brinde los medios para hacerlo. “Necesitaré que me pongan el programa operativo Jaws, que verbaliza lo que aparece en la pantalla, también una línea braille, y que la web y las aplicaciones sean todas accesibles. Pero no me cabe la más mínima duda de que eso lo voy a tener, sé que voy a contar con el apoyo de la administración y con el de la ONCE”, augura.
Al fin liberamos a Melero de hablar de sí mismo. Pero el tema escogido para cambiar de tercio le sigue incomodando.
¿Qué opinas de la que será tu jefa, la Fiscal General del Estado, Dolores Delgado?
“Joder… Pasapalabra. Vale que ha sido ministra, pero antes ha sido una gran fiscal de la Audiencia Nacional, tiene todo el prestigio profesional y, desde que ha asumido la Fiscalía General del Estado, yo no encuentro una actuación jurídica que no comparta”.
¡Caramba, qué pronto aflora el corporativismo!
“¡Es que voy a ser miembro del Ministerio Fiscal!” (Risas)
¿Y qué piensas de la frase “de quién depende la Fiscalía” que dijo el presidente del Gobierno?
“Eso fue un error de Pedro Sánchez, que además ha reconocido él mismo. Y ahora estamos viendo las consecuencias, porque la mujer del César no solo tiene que ser honrada, sino también parecerlo. Yo creo que la Fiscalía es honrada, pero que la frase de Sánchez hizo pensar que no lo es”.