La Cerdaña, la bomba Covid de Cataluña: así ha hecho 'explotar' el virus la clase alta de Barcelona
Es la comarca de veraneo de la 'jet' catalana. El riesgo de rebrote de su capital, Puigcerdà, ya roza los 1.000.
7 octubre, 2020 02:48“Creo que los de La Cerdanya dependéis de nosotros. Nosotros podemos ir a las segundas residencias cuando nos dé la gana. Así que os aguantáis. Porque los comercios, sin nosotros, no tendríais para comer. Para finalizar, nosotros hemos subido porque en Barcelona no se puede aguantar. Termináis trabajando en un Carrefour, Caprabo o en las pistas de esquí”.
Puigcerdá (Gerona) es la capital de La Cerdaña. Allí es fácil encontrar a vecinos que guardan en sus móviles un pantallazo de ese discurso que rezuma clasismo. Se trata de la opinión de una mujer de Barcelona sobre las restricciones de movilidad. Una veraneante que tiene su chalet en el pueblo, y a la que no le da la gana obedecer las recomendaciones de no viajar allí.
Para el pijo de Barcelona hay dos opciones: si le gusta la playa, segunda residencia en la Costa Brava. Si es más de montaña, chalé en La Cerdaña. La comarca del lujo y de la 'jet' catalana. Antes del verano era una de las comarcas de Cataluña con menos casos de Covid. Pero los turistas llegaron en masa durante el verano, especialmente desde Barcelona. Se celebraron fiestas multitudinarias sin la debida distancia de seguridad. Creció de forma exponencial el número de positivos en agosto.
Y llegó septiembre. Un mes con dos puentes: del 11 al 13 (Diada) y del 24 al 27 (La Mercé). Por eso, esta vez las autoridades quisieron prevenir. El alcalde, Albert Piñeira, pidió a los turistas que no subiesen a la villa de Puigcerdá. El conseller d’Interior, Miquel Samper, lo hizo extensible a la comarca entera. Hasta Quim Torra se cuadró para exigir a los domingueros que se quedasen en casa.
Pero la upper class de Barcelona desobedeció. La Cerdaña está a menos de 3 horas en coche y acudieron en tromba, como cada puente. El resultado: esta comarca pirenaica lidera ahora el índice de rebrote de Cataluña. El lunes 5 estaba en torno a los 700. Ayer martes, su capital ya rozaba los 1.000. “Con una población tan envejecida como tenemos en Puigcerdá, puede ser una tragedia”, se lamenta por las calles.
La invasión barcelonesa
Es La Cerdaña la comarca catalana del veraneo de montaña por antonomasia. La joya de los Pirineos. Esquí, rafting, alpinismo, fiesta… Fronteriza con Andorra y Francia, recibe turistas de los tres países. Pero son las clases altas barcelonesas las que la tienen colonizada. Porque La Cerdaña no es sólo diversión: también es caché. Jordi Pujol, Gerard Piqué, Josep Maria Bartomeu, la familia Godó... La única comarca de la provincia que cuenta con 6 helipuertos, Si existe un ‘Catalan Dream’, tener un chalé en La Cerdaña es una parte inherente.
En la plaza de Santa María de Puigcerdá se puede observar la realidad del censo del pueblo más allá del verano. Personas mayores, con la mascarilla, monopolizan bancos y terrazas. Jóvenes pocos. Y los que hay, afirman no haber asistido a ninguna de las fiestas multitudinarias que se registraron en verano. “Suelen ser fiestas de y para turistas”, concluyen.
“Pasamos de 10.000 a 100.000 habitantes, la mayoría de Barcelona. Los segundos, los franceses”, cuenta el dueño de un bar de la capital, Puigcerdá. Un destino que en 2020 ha recibido a más turistas todavía que el resto de años. La pandemia ha fomentado el turismo nacional. “Mucha gente de Barcelona que normalmente va de vacaciones al extranjero se ha quedado aquí, por el coronavirus”, resume. Eso ha sido una bomba de relojería.
De paraíso a infierno
Andaba Barcelona infectada cuando empezó el verano. Hasta la fecha, La Cerdaña había sido una de las comarcas con mejor control de la pandemia. No deja de ser una zona rural, con la movilidad bastante limitada y la población envejecida. Pero llegó el verano y se desmadró el censo. A la llegada masiva de turistas se le sumaron fiestas ilegales que se celebraban en el interior de bares y salas de fiesta. En las imágenes se aprecia que nadie respetaba normas de prevención tan básicas como la distancia de seguridad.
Molesta en Puigcerdá la actitud de muchos veraneantes: “Han hecho como todos los años. Se han juntado en grupos grandes, no han guardado las distancias… unas vacaciones normales, sólo que 2020 no es un año normal”, explican a EL ESPAÑOL en la puerta del CAP algunos de los que residen en el pueblo durante todo el año. Una de ellas es panadera y recuerda una anécdota. “Entró uno sin mascarilla. Le dije que se la pusiera y se la colocó por debajo de la nariz. Le dije que se la pusiera bien y me mandó a la mierda”.
Acabó agosto, pero no el verano. Tocaba el primer puente, el de la Diada. “Este año era del 11 al 13, pero el 8 es festivo en Puigcerdá, así que muchos aprovecharon y se guardaron días para venir toda la semana”, relata un vecino. Así, hasta el día 14 de septiembre no acabaron de forma oficial las aglomeraciones de turistas en La Cerdaña. A partir de ahí, las cifras de infectados empezaron a dispararse.
El segundo puente
La semana del 21 al 27 de septiembre, el riesgo de rebrote en la comarca sobrepasó los 2.000. Diez veces más que la media catalana (en torno a 200). El paraíso sin Covid que era La Cerdaña se convirtió en un infierno. Pasó a situarse en el otro extremo: liderando las estadísticas. Los centros de salud colapsaron. La administración buscaba a sanitarios en las bolsas de trabajo porque hasta el 20% de los trabajadores dieron positivo. En las residencias morían dos ancianos y el alcalde de Puigcerdá anulaba la feria de septiembre.
Precisamente fue él, Albert Piñeira, el que pidió públicamente a los veraneantes que no volviesen a La Cerdaña para el segundo puente. Es el de la Mercé (festividad local en Barcelona), del 24 al 27. El último reto antes de acabar el verano. Recordaba el alcalde de Puigcerdá que no se habían cumplido las normas en verano. Que se habían producido reuniones masivas y que la gente iba a la piscina sin mascarilla. Y que el riesgo de rebrote andaba por encima de los 2.000.
Piñeira (que no ha atendido a EL ESPAÑOL) hizo lo que estaba en su mano. Cerrar los parques infantiles y poco más, en realidad. Pero a su petición se le sumó el conseller d’Interior, Miquel Samper. Tuvo que referirse al asunto en una rueda de prensa del 23 de septiembre. Porque el probable cierre de la comarca se había convertido casi en asunto de estado. “Para la gente que tenga que ir a la Cerdaña, y con toda la empatía, no tenemos ninguna autorización para hacer indicaciones restrictivas, pero como recomendación es mejor no desplazarse”, declaró. El propio Quim Torra subió un tuit a sus redes sociales, en un tono áspero, con la misma exigencia: no vayáis a La Cerdaña.
Rozando los 1.000
Parecía que la bajada de afluencia de turistas y las medidas de control impuestas habían dado resultado. Los números mejoraron de forma notable. La semana pasada, primera de octubre, el riesgo de rebrote bajó a 500. Una cifra que es el doble de la media catalana, pero que está lejos de los 2.000 de finales de septiembre en la comarca. Sin embargo, los barceloneses volvieron a acudir en masa a disfrutar el último puente.
Ahora, las cifras han vuelto a subir de forma alarmante. El 5 de octubre, primer día de esta semana, el riesgo de rebrote ya se situaba por encima de los 700. El martes 6, Puigcerdá ya estaba rozando los mil (961,4). No se ha vuelto a dar una situación de colapso sanitario como en agosto… todavía. El temor a que el rebrote se vuelva a disparar no lo oculta nadie por el pueblo.
En el CAP, en cambio, se muestran más prudentes con el origen del rebrote: “No podemos decir que sea la gente de Barcelona solamente. Yo creo que hay tres factores claros: por una parte los turistas, obviamente. Pero tampoco podemos olvidarnos de la vuelta al cole. O de que ahora se están haciendo muchos más test PCR que al principio”, explica a EL ESPAÑOL la responsable de comunicación del ambulatorio.
Sin embargo, entre los ceretanos (gentilicio de la comarca) no desaparece la sensación de que si están en un aprieto, es por culpa de los turistas. “Una cosa es hacer turismo, que todos los necesitamos. Aquí se vive de eso. Pero otra cosa es no respetar las normas o no hacer caso a lo que te están diciendo desde el gobierno. Si te dicen que no vengas, no vengas”, concluyen algunos de los ancianos que toman el sol en la plaza de la Iglesia. Desconfían incluso del periodista, “que tú también vienes de allí abajo” y lamentan verse así a las puertas del invierno: “Aquí ya empieza a hacer frío. Somos gente mayor. En cuanto se junte con la gripe, esto va a ser una tragedia”.