El ambiente carcelario no ha mermado ni un ápice el interés que siempre ha despertado el sexo opuesto en Maje. “Desde hace meses tiene un nuevo novio que es un preso, mayor que ella, que trabaja en la cocina”, tal y como confirman a EL ESPAÑOL varios funcionarios del Centro Penitenciario de Picassent. Ella sigue manteniendo una activa vida sentimental en el Edificio de Preventivos donde está ubicada su celda a pesar de que dentro de esa misma cárcel valenciana, en el Edificio de Cumplimiento, se encuentra interno Salva: el hombre que fue su amante y que supuestamente asesinó por amor a su marido Antonio. “Desde que ella llegó a prisión pasó de Salvador: es un pobrecito”. Maje ha mantenido romances con tres reclusos mientras que Salva no ha tenido ninguna relación.
Los roles que ambos han mostrado desde su ingreso en el Centro Penitenciario de Picassent han sido similares a los que dibujó el Grupo de Homicidios durante la investigación del asesinato del esposo de Maje a manos presuntamente de Salva. La Policía Nacional definió a la joven enfermera del Hospital Casa de Salud de Valencia como una mujer dominante, “acostumbrada a mentir con suma facilidad y a manipular a los demás”, mientras que a su amante -auxiliar de enfermería en el mismo centro- lo pintaban como un pagafantas que le hacía todo tipo de recados: “Él tiene en todo momento una actitud sumisa y dócil”. Nada de eso cambió en el penal valenciano en el que ingresaron el 12 de enero de 2018 por planificar supuestamente la muerte de Antonio Navarro, ingeniero, de 36 años.
Desde entonces sus trayectorias en la cárcel han sido tan opuestas como sus personalidades. Así lo aseguran de manera anónima varios funcionarios consultados por este diario. Maje demostró su fuerte personalidad haciendo valer su alias mediático de la viuda negra porque tras ingresar en prisión no se vino abajo: empezó a flirtear con un preso. “En cuanto llegó se echó novio pese a tener al amante (Salva) en el edificio de enfrente: ella se integró rápido”. Tanto que tardó bien poco en entrar al módulo de respeto número 18. “Cuando llegas a prisión te entrevista un equipo técnico y te clasifica: Maje tenía buena conducta desde el principio y pasó con rapidez a un módulo. Es una mujer fría y cuando la conocí estaba sola en la celda: no tenía preso de acompañamiento”.
Nada que ver con Salva que entró tan hundido emocionalmente que ingresó en el área de Enfermería: “Maje se amoldó al régimen de vida de la cárcel y salió pronto del protocolo de prevención de suicidios (PPS) al que por obligación se pone a todos los presos, sin embargo, su amante Salva estaba más desorientado, se sentía engañado y lloraba, no intentó suicidarse, pero se le asignó un preso de confianza y estuvo bastante vigilado”. El supuesto asesino del marido de Maje permaneció más tiempo con el citado protocolo activado. “Cuando alguien ingresa por un asunto mediático, como un crimen, se le lleva a Enfermería por dos motivos: está más protegido del rechazo de otros internos y se evitan suicidios. Salva permaneció allí meses cuando lo nomal es pasar 15 días”.
Separados
Como suele ocurrir con los presos inmersos en la misma causa, a Maje y Salva se les asignaron módulos en edificios distintos con el objetivo de que no mantuviesen contacto para ponerse de acuerdo en sus declaraciones de cara al juicio. “Les querían mantener separados para que ella no le manipulase a él”, corrobora un empleado de la cárcel de Picassent. La joven enfermera acabó en el módulo 22 del Edificio de Preventivos y el auxiliar de enfermería en el módulo 3 del Edificio de Cumplimiento y Penados. Los funcionarios consultados por este periódico coincien en subrayar el buen comportamiento de ambos: “Los dos son colaboradores y correctos en el trato porque son personas con formación y con cierto nivel cultural por el trabajo que desarrollaron antes en un hospital”.
Maje cambió el módulo de respecto número 18 por el 22. “Es un módulo muy bueno porque es pequeño, solo hay una población de entre cuarenta y cincuenta presas: todas son ordenanzas, lo que quiere decir que hay una convivencia tranquila porque para tener trabajos de destino asignado hay que demostrar un buen comportamiento”. La viuda negra siempre tiene impecable y bien ordenado su chabalo, tal y como se conoce a la celda en la jerga carcelaria. En la actualidad tiene un destino como ordenanza en el office (zona de comedor) del módulo número 20 donde hay una decena de reclusas clasificadas como F.I.E.S (Fichero de Internos de Especial Seguimiento).
“El módulo 20 es de máxima seguridad porque allí están las presas más peligrosas, conflictivas y con peor comportamiento: algunas han mantenido enfrentamientos con otras reclusas, han protagonizado problemas de convivencia, incluso han agredido a algún funcionario o lo han intentado”, resume de forma didáctica un empleado de prisiones sobre el perfil de las reclusas con las que trabaja a diario Maje. “Las sabe torear”. Uno de sus cometidos es pasarles la bandeja con la comida a través de una trampilla que tiene la puerta de cada celda. La que se ganó la vida de enfermera ha realizado un curso de manipulación de alimentos para desempeñar este nuevo oficio.
La sirena del recuento y el estremecedor ruido del abrir y cerrar puertas marca el inicio de la jornada laboral de Maje. Cada mañana, a las 8.30 horas, junto a las funcionarias de Instituciones Penitenciarias prepara la bandeja del desayuno y va repartiéndola por el pasillo del módulo 20. Lo mismo hace a la hora de comer y cenar. “Ella se encarga de repartirles las distintas comidas y también se ocupa de cogerle a cada presa la tarjeta del economato para hacerle luego la compra con las cosas que le piden porque esas reclusas cumplen un primer grado: tienen el régimen de vida más restrictivo, están solas en la celda, no pueden ir al economato, solo salen al patio dos horas por la mañana y una por la tarde...”. Más de una ha pasado por el cangrejo -una celda de castigo compuesta por un camastro metálico- y sabe lo que es contar las horas mirando a través de las ventanas.
— ¿Cómo definiría usted a Maje?
— Es una pieza de museo: es muy lista.
De enfermera a 'it girl'
Para muchas reclusas del módulo 20 de Picassent la escultural enfermera es algo así como una it girl del penal. “No sufrió el rechazo de ninguna presa: es famosa”. Todas tienen presente que fue bautizada por los medios de comunicación como la viuda negra de Patraix por haber planeado supuestamente la muerte de su esposo mientras simultaneaba relaciones sexuales y sentimentales con varios amantes gracias a su espectacular físico. “En el destino donde está de ordenanza, algunas presas le gastan bromas sobre su delito: ellas le dicen que también tendrían que haber matado a sus maridos porque Maje sí que ha sido lista quitándose de en medio al esposo y así cuando salga a la calle tendrá dinero, estará sola para irse de fiesta y podrá hacer lo que le venga en gana”.
— ¿Maje alguna vez se ha mostrado arrepentia por la muerte violenta de su marido Antonio?
— Ella jamás hace ningún comentario sobre su caso.
El estilismo de Maje crea tendencia entre las reclusas. “Es muy presumida y todo el mundo se fija en ella: tiene un cuerpazo”. Unas veces lleva mallas y otras unos pantalones vaqueros bien ajustados. Nunca ha pasado desapercibida, ni siquiera cuando iba con el mocho limpiando suelos, puliendo cristales y adecentando espacios de la prisión, como alguna pecera (oficina del funcionario). Las camisetas que luce no pasan de la cintura y suelen resaltar su pecho prominente. Casi siempre escuchamos algún comentario: mira el modelito de la Maje. Le gusta ir conjuntada hasta cuando se viste de deporte y no le falta hasta el último detallito: desde un pantalón gris con un filete rosa a juego con el top rosado y unas zapatillas”.
Otro funcionario corrobora que el look de Maje siempre saca partido a sus curvas: “Le gusta vestir ajustada porque explota su presencia física con el resto de los internos”. De hecho, la viuda negra es un reclusa “respetada”. Tal estatus es difícil de conseguir en una prisión como la de Picassent que cuenta con una población interna superior a 2.200 personas. “Su integración en la vida penitenciaria es maravillosa: no se le puede sacar una pega. Tiene un comportamiento ejemplar, incluso cuando hay un jaleo a veces media ayudando a las funcionarias”. El personal de prisiones resalta su “habilidad” para llevarse bien hasta con las presas más compicadas: “Lo que sorprende de ella es su saber estar porque hay reclusas con las que no se puede convivir, con las que pasa un mes y es imposible sacarles una conversación, pero Maje consigue hablar con ellas: desde una yonki a una presa violenta...”.
Encargado del cine
Los papeles que desempeñan en la pirámide social de la prisión se parecen a los que protagonizaba esta expareja de amantes cuando eran personas libres. Salva no crea tendencia sino que más bien pasa desapercibido en la rutina diaria del módulo 3 del Edificio de Cumplimiento donde tiene su celda. “Es uno de los mejores módulos de esa unidad de la cárcel de Picassent: allí están los internos que han sido seleccionados por tener un buen perfil para desempeñar destinos en el economato, en mantenimiento...”. Salvador Rodrigo Lapiedra (1970) tiene un destino extramodular como ordenanza de audiovisuales. “Este hombre se encarga, por ejemplo, de poner en marcha el proyector o preparar una sala del área sociocultural antes de que la usen para alguna actividad”.
Este padre de familia no es ninguna celebrity en el centro penitenciario como ocurre con su examante. Todo lo contrario. “Resulta chocante que toda la atención mediática se vuelque sobre Maje cuando Salvador fue el que apuñaló a su marido: él es el gran desconocido del caso y al que conoceremos cuando comience el juicio”. Salva muestra un perfil socialmente bajo en la prisión porque tiene un reducido grupo de amistades: “Es selectivo a la hora de relacionarse, no habla con drogadictos, no lo hace por arrogancia sino porque busca gente muy normalizada y con un perfil similar al suyo”. Otro empleado corrobora que “es un hombre muy educado” y se relaciona “con un círculo concreto de internos”. En la cárcel también ha desempeñado un destino intramodular llevando la biblioteca del módulo 3 donde está preso.
Los funcionaros consultados por este diario no tienen constancia de que Salva haya entablado alguna relación sentimental en la prisión. No ha aprovechado determinados actos donde coinciden hombres y mujeres, como la misa del domingo, incluso el trasiego por pasillos o zonas comunes, espacios propicios para cruzar alguna mirada con el sexo opuesto y entablar una breve conversación que en ocasiones da lugar a intercambiar correspondencia dentro de la prisión. “De Salvador solo se tiene constancia de que mantiene comunicaciones con su familia cuando vienen a verle”.
— ¿Qué se dice en prisión sobre la historia de amor de Salva y Maje?
— Lo que se comentaba antes era que seguía enamorado de ella y que se dejó engañar y lo volvería a hacer. Es un hombre que jamás se habría imaginado estar con una mujer así.
Más allá de las habladurías que corren por los pasillos del penal lo cierto es que Maje ha pasado página: Salva es historia. Esta chica que de pequeña iba de campamentos y que recibió una estricta educación en casa porque sus padres pertenecían a una congregación cristiana, no ha dejado de aprovechar en el penal su sensualidad y enorme capacidad de seducción. “Ha estado con dos o tres novios”. Todo ello sin contar los múltiples ofrecimientos que ha recibido porque María Jesús Moreno Cantó (Novelda, 1990) despierta mucho morbo. “Maje está en una zona de mujeres, pero cuando van los internos masculinos a repartir algún carro de cocina o a recoger basura siempre la buscan con la mirada”. Eso lo ha aprovechado en estos dos años y nueve meses a la sombra para cartearse con algunos de sus pretendientes para pedirles productos codiciados en prisión: como un pitillo.
El primer affaire que se le conoció a Maje fue un tal David: un recluso condenado por homicidio y con el que supuestamente protagonizó un escarceo sexual en el área sociocultural. Al parecer, Maje y David se colaron de manera furtiva en una estancia aprovechando que tenían permiso para realizar un curso. El siguiente romance de la viuda negra fue Amador Vidal: un recluso multireincidente por delitos sexuales, atentado a la autoridad, estafa y robo. En el momento en el que la veinteañera conoció a este reo él tenía 59 años y cumplía condena por abusar sexualmente de una menor de 13 años. “Ella iba al gimnasio y lo conoció porque él estaba de ordenanza en la zona del polideportivo: ese interno daba clases porque creo que en la calle había regentado o trabajado en un gimnasio”.
Flirteo en el gimnasio
Ese noviazgo con Amador le valió a Maje la única salida de tono en el buen comportamiento que ha venido protagonizando en Picassent. Todo ocurrió en el área donde se practica deporte donde la viuda negra fue sorprendida sentada sobre las rodillas del pederasta. Era un coqueteo subido de tono. Una funcionaria en prácticas les llamó la atención por la escena y el reo se encaró enfurecido con la trabajadora. Amador fue sancionado. Maje se libró. “Después de que estallase aquello no volvió al polideportivo”, subraya personal de Instituciones Penitenciarias.
Ahora el corazón de Maje lo ocupa un preso que trabaja en la cocina. “Ella a diario siempre se busca alguna excusa para ir a la cocina a ver al novio: ya han mantenido vis a vis íntimos y semanalmente tienen comunicaciones intermodulares. Las hormonas las tiene sueltas”.
Durante su periplo en prisión lo que sí tienen en común Maje y Salva son los extras que pueden solicitar como reclusos de confianza de los funcionarios. “Al tener buenos informes en los destinos que desempeñan pueden solicitar algún beneficio penitenciario”, resalta un funcionario. El hecho de desempeñar un puesto de ordenanza les permite beneficiarse en ocasiones de ciertos privilegios: como disfrutar de una comunicación extra a través de cristales o alguna llamada telefónica de más a lo largo de la semana. También gozan de un régimen más flexible en sus respectivos módulos y se mueven con cierta autonomía por las distintas estancias de la prisión que tienen asignadas para desarrollar sus cometidos. “Prácticamente solo vuelven a su módulo para la siesta y para dormir por la noche, disfrutan del patio, tienen la posibilidad de ver la tele o leer en su celda...”.
También disfrutan del equipamiento vip que tienen los módulos 22 y 3 con gimnasio propio o biblioteca. Esta semana Maje y Salva volverán a verse las caras: no será para darse arrumacos como antaño, sino para defenderse en la Audiencia Provincial de Valencia de las penas de cárcel que solicita para ellos la Fiscalía. La enfermera se enfrenta a una petición de 22 años entre rejas como presunta instigadora de la muerte de su esposo, Antonio, mientras que para el auxiliar de enfermería solicita 18 años como el supuesto brazo ejecutor. Los dos encausados a lo largo de la instrucción judicial han modificado sus declaraciones: de autoinculparse y reconocer los hechos pasaron a acusarse mutuamente del truculento crimen. El amor se le acabó hace tiempo a Maje y Salva.