En España sale caro comprarse un chalé. Especialmente cuando se es político, que obliga a pagar una especie de plus. Es lo que tiene dejar de ser uno de esos ciudadanos a los que se aspira a representar. Le pasó a Pablo Iglesias, cuya mansión en Galapagar casi le cuesta el puesto, referéndum con las bases mediante. Y le ha pasado ahora a Santiago Abascal. Si bien el chalé del líder de Vox no ha estallado -aún- entre los suyos, firmó la compra en julio, días antes de anunciar la moción de censura, y le ha ido acompañando, complicándole los tiempos, hasta esta semana de la moción en la que se ha quedado solo. Porque en democracia no hay mayor soledad que sólo te voten “Sí” aquellos que están bajo tu nómina. Es la primera vez en la historia que pasa.
Este martes se ha conocido que Abascal se compró el pasado 23 de julio una vivienda cuyo precio podría rondar el millón de euros. Igual que le pasó a Iglesias, el chalé ha pasado de su res privata a convertirse en res publica. Y lo ha hecho de la boca del propio presidente del Gobierno que aspiraba a desbancar. “Usted señor candidato, lamento decirle, no es el salvador de España”, le ha interpelado Pedro Sánchez en su última intervención de la moción, este jueves. “Usted es alguien que un día de julio sintió que España estaba en riesgo de desaparición y lo que hizo fue irse a un banco a firmar una hipoteca de 30 años para comprarse un chalé”, ha añadido.
Y ha seguido: “Y a los dos días presentó una moción de censura para salvar España y se volvió a disfrutar del chalecito unos cuantos meses hasta que presentó formalmente la moción de censura (...) Entre tanto, sus secuaces de dedican a amargarle la vida a dos miembros del Gobierno [Pablo Iglesias e Irene Montero] y a sus hijos porque les parece mal a ustedes que tengan un chalé”. Acto seguido, la bancada socialista y la de Podemos han arrancado a aplaudir. Todos menos Pablo Iglesias, que ha mirado fijamente al presidente del Gobierno y, cuando éste le ha devuelto la mirada, se ha limitado a asentir.
Quizás lo que pensaba Iglesias era en, eso, la maldición de los chalés. Ahora que asoma Halloween parece que proliferan las casas de los horrores que vienen a atormentar a los políticos españoles. Al margen de la Vicepresidencia, la compra del chalé supuso para el líder de Podemos una suerte de descenso a los infiernos. Casi le cuesta el puesto, se descubrió que extrañamente tenía la mejor hipoteca de España, fue criticado por los suyos -como Kichi, alcalde de Cádiz- y ahora con el coronavirus ha vivido una suerte de revolución de los cayetanos que día sí y día también se han acercado a su casa a escracharle, a usar contra él esa medicina que tanto abanderó.
Aún es pronto para saber cómo afectará a Santiago Abascal, más allá de que ahora las miradas se dirigen hacia su vivienda, pero va apuntando maneras para convertirse en una cruz similar. No comparten sólo que sus vecinos deben estar descontentos por que se muden personalidades así a la misma calle, sino que el asunto de Abascal ha sido llevado a la palestra del Congreso de los Diputados por el presidente del Gobierno, igual que otros lo hicieron con el de Iglesias.
Además, Abascal ha obtenido una hipoteca muy beneficiosa para su perfil y es que ha ocultado al Congreso de los Diputados, en su Declaración de Bienes y Rentas, que ha adquirido la casa y la hipoteca de más de 700.000 euros. Eso dará que hablar en los próximos días y, al igual que a Iglesias, al líder de Vox todo le ha salido mal desde que se conoció la compra de la vivienda.
El descenso de Iglesias
Quizás la única diferencia retórica, y no es menor, entre la casa de Pablo Iglesias y la de Santiago Abascal es que el líder de Vox nunca ha criticado comprarse viviendas de un millón de euros. Pablo Iglesias sí que criticó comprarse una casa de 600.000 euros, que es lo que le costó la suya. Fue en 2012, cuando la alta política para él sólo era teoría, y dijo “¿Entregarías la política económica del país a quien se gasta 600.000# en un ático de lujo?”, en un tuit, que es la forma actual de firmar unos principios, contra el entonces ministro de Economía, Luis de Guindos.
Ese fue el pistoletazo de salida a todo lo que vino después, cuando en 2018 se conoció que él y su pareja, la actual ministra de Igualdad, Irene Montero, habían comprado en Galapagar (Madrid) una vivienda de 2.352 metros cuadrados de parcela, con 248 de vivienda, que les había costado 615.000 euros. Estaban por encima del límite que ellos mismos habían impuesto. La noticia vino a revolucionar la formación desde dentro y apuntaló las divisiones internas.
Por eso, Iglesias y Montero celebraron un referéndum entre sus bases para ver si, por algo tan sencillo como comprarse un chalé caro, debían dimitir. Por aquel entonces, todavía militaba en Podemos el ahora líder de Más País, Íñigo Errejón: y él y los suyos consideraban que el mero hecho de consultarlo daba alas al mezclar lo privado y lo público, legitimando el debate.
Pero la situación de Iglesias no acabó en una mera incongruencia. Desde esa compra se le han ido multiplicando los frentes a Iglesias y Montero y, por extensión, a Podemos. Así, la adquisición queda marcada en el calendario como símbolo de su decadencia. Por un lado, están las polémicas privadas. Se supo que habían recibido trato de favor de la Caja de Ingenieros que les había concedido la hipoteca, que el partido pagaba su seguridad privada, que los guardias civiles que custodian la vivienda no tenían en los inicios ni luz ni calefacción y todos los escraches que han venido ahora.
En lo político, la fecha también es señalada. Desde entonces, la formación se ha fragmentado y ha sufrido una sangría de votos que habrían dejado a Podemos en la nada si no fuera porque sus escaños eran lo suficientemente importantes como para ayudar a Sánchez a permanecer en la Moncloa. Y en lo judicial, más de lo mismo: desde el escándalo de los abogados purgados al uso fraudulento de Iglesias como víctima de Villarejo han acabado situando al actual vicepresidente segundo a las puertas de que el Tribunal Supremo decida si le imputa o no. Todo empezó con la compra de un chalé.
Le toca a Abascal
El pasado martes, un día antes de que arrancara la moción de censura con la que Santiago Abascal buscaba proyectarse, el diario infoLibre desvelaba que había comprado una vivienda en el madrileño barrio Pinar del Rey por la que había contraído una hipoteca de 736.000 euros. Según ha podido averiguar EL ESPAÑOL, esa misma vivienda se vendió en 2019 por 1.050.000 euros, lo que la convierte en una compra millonaria.
En principio, las casas de Iglesias y de Abascal no tienen nada que ver entre sí. Si la de Iglesias tiene 2.352 metros cuadrados de parcela, con 248 construidos; la de Abascal son 185 metros de chalé con 100 de jardín. Aunque más pequeña, la del líder de Vox está en Madrid ciudad mientras que la de Iglesias está alejado de la ciudad. La del líder de Podemos tiene hasta casa de invitados y piscina. La de Abascal carece de eso, pero tiene cinco habitaciones y está mucho más nueva. Ambos comparten, eso sí, la animadversión de sus vecinos que han visto cómo la mudanza puede complicar su tranquila vida.
Pero, en realidad, si Podemos y Vox ya se parecían, por los populismos y hasta por una moción de censura que no ha valido para nada, la maldición de los chalés ha venido a estrechar esa relación. Si las palabras de Iglesias se volvieron contra él cuando se compró el chalé, eso pasa ahora con Abascal.
Vox nunca ha tenido problema en hablar del chalé de Iglesias y ahora es su líder el que recibe las críticas. Desde su formación han utilizado fórmulas como “el marqués de Galapagar”, han dicho que “todo comunista necesita su gran palacio” y hablaban del “casoplón del coletas”. Y ahora… ahora la gente en las redes sociales ya habla del “casoplón del cunetas” o del “casoplón del paguitas”, en referencia directa a Abascal, que nunca ha trabajado al margen de la política.
Y como si lo de Iglesias fuera una premonición, a Abascal nada le ha salido bien desde que se compró la casa. Primero, anunció la moción de censura y dijo que el candidato sería alguien que consiguiera consenso. Nada: se ha tenido que presentar él. Luego, el Partido Popular podría haberle apoyado a medias con una abstención. Tampoco: Pablo Casado, que figuraba ante el dilema sin pena ni gloria, ha dado un bandazo que le ha coronado como oposición no ya matemática sino moral.
Si la moción de censura ya corría el riesgo de reforzar a Sánchez y Vox la presentaba para situarse para desbancar finalmente al PP, la jugada ha salido de la peor forma posible. Ha salido reforzado Sánchez, que mantiene el poder, y ha salido reforzado Pablo Casado. Ante el desasosiego, al menos, a Santiago Abascal le queda su chalé millonario. Es como aquella canción de C. Tangana que decía: “mírame que mono llorando en la limo”.