Si algo diferencia a Gullón, la única galletera española cuyo mando aún está en manos de la familia después de 125 años, es que ha sido capaz de sobrevivir a todos los reveses que se ha ido encontrando en los últimos tiempos por el camino, a cada cuál más grave, y seguir en su carrera hacia el triunfo. Sin embargo, esta saga empresarial nunca se había enfrentado a lo que ocurrió hace apenas unos meses. La salida definitiva de uno de los herederos de la compañía para empezar su propio negocio galletero.
El primer golpe fue en 1983, con la muerte de José Manuel Gullón a los 40 años, la tercera generación que lideraba la empresa. Tras su repentino fallecimiento, Gullón quedaba a la suerte de su viuda, María Teresa Rodríguez y sus cuatro hijos, Hernán, Rubén, Lourdes y Félix. Ni ella, ama de casa, nininguno de sus hijos, entonces menores, sabían nada del negocio. Fue cuando Teresa, para sorpresa de todos, especialmente para las multinacionales que andaban detrás de comprarla, decidió coger el toro por los cuernos y tomar las riendas de la compañía, ubicada en la pequeña localidad de Aguilar de Campoo (Palencia) y de la que todavía hoy posee el 55% de las acciones.
Su comienzo no fue fácil, pero se rodeó de quien creía mejor le ayudaría. Contrató a Juan Miguel Martinez Gabaldón, un ingeniero con experiencia en el sector, y lo designó como director general. Poco después se convertiría en su hombre de confianza, pero también en el origen de todas las disputas que años después tendría (y todavía tiene) con sus propios hijos. El empresario, ajeno a la familia, fue acumulando poder (en forma de acciones) y éxito con el paso de los años y los hijos varones de José Manuel Gullón no se lo tomaron demasiado bien. En otras palabras, le declararon la guerra. Desde entonces hasta principios del pasado año, la saga empresarial ha protagonizado capítulos que bien podrían formar parte de la serie americana Falcon Crest.
En un consejo secreto, el 29 de septiembre de 2009, los varones despojaron a su madre de todo poder y despidieron a Gabaldón. Después, Teresa llevó la cuestión a los juzgados, ganó y celebró una junta de accionistas en un mercedes a las puertas de Gullón, sus propios hijos le habían vetado la entrada a la sede galletera. Cuando lo consiguió, restituyó al director y echó a sus vástagos de la empresa. Los admitió cuatro años después, pero sin apenas poder de decisión. Y para rematar la faena, en 2019, la empresaria nombraba a su hija Lourdes como su sucesora, daba más poder a Gabaldón nombrándolo consejero delegado y echaba, de nuevo, a sus hijos del consejo de administración, aunque mantenían sus puestos de directivos.
Family Biscuits
Entre tanto vaivén, después de un año, parecía que la tormenta amainaba entre los Gullón —el último ejercicio facturó 387 millones de euros—. Sin embargo, a mediados de octubre, el más pequeño de la saga, Félix Gullón, anunciaba repentinamente que se desligaba definitivamente de la compañía familiar para crear una galletera propia, Family Biscuits.
Así, el hijo pequeño de María Teresa ponía punto final a todo conflicto surgido o que pudiese surgir en el futuro en el entorno familiar y comenzaba una aventura que, según cuenta en entrevista con EL ESPAÑOL, es para él todo un sueño cumplido después de haber estado 17 años en Gullón, los últimos como director de Expansión. "Llegó un momento en el que el proyecto ya no me entusiasmaba y decidí dar un paso al lado para que la familia no sufriera más. He terminado una fase y ahora quiero empezar un proyecto individual como hizo mi padre, buscando también desarrollarme profesionalmente", explica.
Su proyecto no solo ha implicado un cambio de trabajo, sino también de vida. Tanto que ha dejado su Aguilar natal, en el que su bisabuelo empezó con el negocio galletero, y se ha mudado con María Santana, su mujer y ahora socia, y sus dos hijos pequeños a Jaén. Allí, si todo transcurre como él espera, estará la sede de Family Biscuits. Actualmente, se encuentra en negociaciones para adquirir en esta ciudad la antigua planta galletera de Cuétara, y ahora propiedad de Cerealto Siro Foods. Una fábrica con siete líneas de producción y una capacidad de 30.000 toneladas de galletas anuales.
"Surgió la oportunidad, hablé con el grupo, me preguntaron por mis intenciones y les gustó mi proyecto. Ellos no podían dar más capacidad a la fábrica y estaban interesados en que lo cogiera alguien que pudiese ponerla al 100%. Tenemos un preacuerdo y lo cerraremos el 1 de enero", apunta Félix Gullón a este diario. Lo que este empresario tiene planeado es que durante los tres próximos años esta planta siga fabricando para Cerealto (cuyo principal cliente es Mercadona) y, al mismo tiempo, para su nueva marca. Tras ese margen, a partir de 2024 se centrará únicamente en sus productos, teniendo como objetivo la fabricación y distribución anual de 30 millones de galletas tanto en el mercado nacional como internacional.
P.— ¿Qué van a tener de distinto tus galletas con las de la competencia?
R.— Lo que queremos es aportar nuevas necesidades, sorprender al consumidor. Se pueden fabricar tortitas, digestives... pero con nuevos ingredientes y nuevas referencias. Recuperar recetas antiguas, es decir, lo que se llama ahora etiqueta limpia; utilizando ingredientes de hace 100 años, sin emplear harinas ultraprocesadas... productor sobre todo naturales. Podremos hacerlo porque las líneas de la fábrica son muy versátiles, tienen mucha flexibilidad.
P.— ¿Va a competir contra su propia familia?
R.— Yo creo que si Family Biscuits se dedica a competir con Gullón no va a tener éxito, lo que queremos hacer es crear nuevos mercados, atraer a nuevos consumidores. Competir con los tres grandes del desayuno es imposible. La verdad es que no creo que una empresa como la mía les preocupe mucho.
Lo que sí tiene claro es que su marca va a traspasar fronteras y será familiar, como Gullón. "El nombre de una pista de su vocación internacional, puede ser reconocida en cualquier parte del mundo. Y de que es familiar. A mi me gusta mucho ese concepto, tiene sus problemas y sus cosas positivas. La montamos mi mujer y yo con el objetivo de que nuestros hijos la continúen en el futuro, aunque ahora son pequeños", sostiene Félix.
"A mi madre no le gustó"
Nadie mejor que él sabe que las empresas familiares traen problemas, pero claro, también éxito. María Teresa o Telle (78), como todos las conocen en Aguilar de Campoo, ha construido todo un imperio de la nada, que distribuye decenas de tipos de galletas por todo el mundo. ¿Cómo se habrá tomado ella la decisión de su hijo, después de todo lo que ha pasado la familia?
— A mi madre no le gustó que me fuera. Como buena madre, no le gusta que su hijo se meta en una aventura así, pero es cierto que en el momento que me ha visto feliz e ilusionado con el proyecto, ella también está feliz. Las cosas son como son. He dado un paso al lado para que la familia no sufra más. Yo percibí que estaba un poco preocupada cuando le conté mi idea, pero sé que está contenta.
Los dos hermanos varones de Félix, Hernán y Rubén, que junto a él intentaron despojar al actual consejero delegado de Gullón de todos sus poderes en 2009, no obstante, han decidido quedarse al margen y seguir en el proyecto familiar. "Ha sido una decisión muy difícil a nivel individual, mis hermanos no han querido venir. Han preferido seguir luchando por Gullón y es lo que están haciendo. Les ha gustado mi idea, pero no han querido participar en ella", confiesa este empresario palentino.
Aunque el pequeño de los Gullón ya no ostenta ningún cargo en la empresa familiar, sí que sigue manteniendo sus acciones, al igual que sus hermanos: un 3,86%. "Yo quiero seguir siendo accionista, no quiero renunciar a eso. Es cierto que yo me voy porque voy a montar otro proyecto, pero nunca se sabe, igual podemos acabar hasta colaborando. Mi padre también se tuvo que ir unos años cuando heredó la empresa, tal vez volvamos a trabajar juntos. Por ahora, cada uno está por su lado, es lo mejor para todos", insiste.
Guerra familiar
P.— ¿La guerra familiar que hay desde hace años le ha empujado a tomar esa decisión?
R.— Yo siempre digo que nunca ha habido una guerra familiar, sino distintas opiniones sobre cómo llevar la empresa, es normal que ocurra. Yo no compartía ciertos puntos de vista y he decidido cerrar mi etapa ahí, sin pensar en nadie. Mi madre piensa que ha hecho lo mejor para Gullón y la mejor solución era que yo me apartase.
P.— Y el consejero delegado, Juan Miguel Martinez Gabaldón. ¿Ha tenido algo que ver?
R.— El consejero delegado tiene todo el apoyo de mi madre. Tiene una forma de ver el proyecto que yo no comparto. Lo mejor para todos es que cuando hay dos puntos de vista que no se unen cada uno siga su camino.
P.— ¿Ha decidido empezar su nuevo proyecto, tras los rumores que existen con la venta de Gullón?
R.— Yo estoy convencido de que mi familia no quiere vender. Lo que quiera hacer el consejero solo lo sabe él, habría que preguntárselo. No se sabe quién difundió los rumores sobre la venta. Imagino que él tendrá sus planes para el futuro.
Pase lo que pase, lo único que le preocupa ahora a Félix Gullón es su proyecto, Family Biscuits. Y que, según cuenta, sacará al mercado el próximo año una producción de al menos 15 millones de galletas. Quién sabe, quizá él repita la historia y en unos años también sea por segunda vez uno de los grandes galleteros del mundo.