El mito del ‘Padre Coraje’ se tambalea tras 25 años: la madre del asesinado sospecha ahora de él
Este 22 de noviembre se cumple un cuarto de siglo del asesinato de Juan Holgado. Antonia Castro señala a su exmarido: "Tengo yo esa espinita".
22 noviembre, 2020 02:34Noticias relacionadas
Antonia Castro tiene 73 años. Hace 25 que comenzó a vestir de negro. Su luto le acompañará siempre. Se siente cómoda. No es famosa, pero la mayoría de la gente en Jerez de la Frontera (Cádiz) sabe quién es desde aquel trágico 22 de noviembre de 1995. Es la madre de Juan Holgado, el joven al que asesinaron en la gasolinera jerezana de la calle Martín Ferrador. Le asestaron 33 puñaladas. ¿Quién o quiénes? Nunca se ha sabido.
Han pasado 25 años. Sin embargo, no hay un día que Antonia no piense en lo ocurrido. A Juan no le tocaba trabajar aquella noche, pero su compañero Bernardino le cambió el turno. Ahí comenzó todo.
Ella cree que su hijo le abrió la puerta trasera del establecimiento a alguien conocido aquella madrugada. A Juan le mataron en el almacén, junto a la caja fuerte. La puerta principal de la gasolinera estaba cerrada. Todo el desorden que se encontró fue un tetrabrick de zumo sobre el mostrador, los restos de la última compra. Desaparecieron las llaves de su casa y las de la gasolinera que portaba el joven, según Antonia.
Los cuatro únicos acusados en los dos primeros juicios quedaron absueltos. Sabe que ellos no fueron. Por eso en sus teorías ha ido lo más lejos posible tratando de buscar una explicación. Ha pensado incluso en lo que parece más inverosímil.
"Tengo yo esa espinita de no poder haber dicho: 'Hacerle las pruebas al padre' -su ahora exmarido-. Fíjate a lo que llego. O, meterle los dedos al padre para que hable. Pero como era el padre el que estaba ahí metido en comisaría, que si ha sido fulanito, el otro y el otro... Y resulta que ellos no habían sido ninguno", dice por primera vez públicamente Antonia.
—¿Pero por qué usted cree que el padre...? —pregunta el reportero ante tal revelación por primera vez tras 25 años.
—Un ajuste de cuentas...
—¿Con el padre? —insiste el reportero, perplejo.
—¿Sabes lo que te quiero decir? O con Bernardino. Es que otras explicaciones... Para robar, si no han robado... Ni había nada tirado en la gasolinera. Y la sangre la trajeron del almacén a la gasolinera, que no lo mataron aquí...
—¿Y el dinero que faltaba en la caja?
—Eso fue lo único que se llevaron, las 70.000 pesetas esas.
Antonia no olvida a su Juan. “Día sí y día no la veo en la parada de autobús porque sigue viniendo al cementerio”, cuenta sobre ella un vecino de la Ronda Este de Jerez, junto al camposanto y cerca del negocio que tiene el mayor de sus hijos. Sólo falta cuando su pierna se lo impide.
“Hay veces que no me apetece levantarme, como hoy, pero lo tengo que hacer”, cuenta la sufrida madre a EL ESPAÑOL. La de cosas que ha hecho por saber quién asesinó a su hijo en estos cinco lustros: pintadas, manifestaciones, gritos, preguntas incómodas a los acusados en el caso e, incluso, llamadas a los comisarios de la Policía.
La historia de Padre Coraje
“¿En qué segundo cambió mi vida para siempre?”. Francisco Holgado se hace la pregunta casi 25 años después de que el futuro de su hijo Juan se truncara. Piensa. No encuentra respuesta a todo lo ocurrido.
Es noviembre de 2020. Francisco Holgado tiene 76 años, camino de los 77. Otorga la enésima entrevista para hablar de lo que le ocurrió a su hijo, de cómo se infiltró en los bajos fondos de Jerez para tratar de encontrar a los asesinos de Juan. Si se quitara la gorra gris, por la que asoma parte de su cabello blanco, y la mascarilla, todos le reconocerían. Durante unos años se convirtió en un mito andante. En un símbolo de la lucha de un padre roto por vengar la muerte de su hijo.
Vaquero azul y camiseta y sudadera negras. Habitualmente va en bicicleta, pero esta vez llega andando a la calle Porvera. Está en forma y no aparenta los años que tiene. Se le nota su fuerte temperamento. También se le conoce aquí como Paco. Y en toda España, como ‘Padre Coraje’.
Así lo bautizó el periodista Pepe Contreras en un reportaje de Crónica. Así apareció en la película de cinco horas que contaba su historia en Antena 3. Quizás, lo que más ha ayudado a crear un confuso juicio paralelo.
Se adelanta a la cita. Porta una carpeta verde bajo el brazo de la extinta Caja San Fernando. Fue trabajador de banca. Dentro guarda recortes de periódicos del caso de su hijo. Mira las fotos de cuando paró un partido de fútbol entre el Xerez y el Tenerife en el Municipal de Chapín. Lejos de ser reprochado, salió aplaudido por el público. Al año siguiente saltó durante la visita del Real Madrid a Jerez. Eran los años 2008 a 2010.
El caso de Juan Holgado es de lo más extraño. Las malas praxis policiales impidieron recabar muchos datos. No había cámaras y la policía contaminó la escena del crimen. Aún hoy, la investigación sigue siendo duramente criticada. El juez de instrucción del caso, M. Buitrago Navarro, y el por entonces comisario de Jerez, J. Luis Monterrubio, han sido señalados.
Cuatro inocentes se sentaron en el banquillo de los acusados hasta en dos ocasiones. No se recabaron pruebas de cargo contra ellos. Sus huellas no estaban entre las que se encontraron en la gasolinera. Sólo había testimonios de dudosa veracidad e interesados. Fueron absueltos en 1999 y 2003, cuando se repitió el juicio.
Ni siquiera Francisco Holgado logró sacar una confesión a escondidas. El padre de Juan se hizo pasar por Pepe ‘El Gitano’ y entabló amistad con Pedro Asencio, el principal acusado.
“Le dije que se me había perdido un perrito y que daría dinero al que lo encontrara”, cuenta Holgado de su primer acercamiento. Asencio lo descubrió cuando iban camino a Valladolid, en busca de Bernardino. “Pero no, nunca dijo que había sido él”, apunta.
La película de ‘Padre Coraje’, que hizo aún más mediático el caso, ayudó a que muchos confundieran la ficción con la realidad. Por eso a Asencio se el conoce como ‘El Makea’, el sobrenombre que recibe en la ficción, y muchos creen que confesó. No lo hizo nunca y ese no era su mote.
En todo este tiempo, ha llegado incluso a protagonizar una marcha de Jerez a Madrid andando para que se reabriera el caso. Le recibió el exministro de Justicia. “¿Dónde se quedó la película? Con todo lo que he hecho, se puede hacer incluso la segunda parte”, afirma ahora Francisco Holgado.
Una familia destrozada
La vida en Jerez no ha vuelto a ser la misma. Aún hoy hay pintadas en la antigua comisaría: “Justicia para Juan Holgado”. Por encima, pintura blanca trata de tapar la frase, que sigue visible. En los bajos de la escalera que conecta el hospital jerezano con la barriada de Las Torres, otra: “Maria José Romero Jurado asesina de Juan Holga...”. Otra pintada y otro nombre que sólo en Jerez saben a quién corresponde, señalado, aunque 'no existan' culpables.
Antonia Castro siempre será aquí “la madre del chiquillo al que mataron en la gasolinera”. Tiene los achaques propios de la edad. Y los de la lucha mantenida. Media vida tras las pancartas de "justicia para Juan Holgado".
Los dolores en la pierna le hacen moverse y sentarse con dificultad. La fuerza de su mirada impone. Como dirían en la ciudad, “no se achanta con nadie”. Entera de negro, porta falda y chaquetilla. Un pañuelo blanquinegro le rodea el cuello. Sólo el coronavirus ha permitido que porte una prenda sin tintes de luto. Su mascarilla quirúrgica celeste desentona.
Antonia y Paco están separados. Mantienen luchas distanciadas, aunque con un mismo objetivo. Sus diferencias, anteriores al caso, se ahondaron con la grabación de la película.
Antonia asegura que Paco firmó por ella el consentimiento y se enriqueció a costa de la desgracia. Ella no quería: "Si no me llega a coger en la UCI muriéndome, la película no se graba".
Pronto se verán en los juzgados por temas relacionados con su divorcio.
Entre los papeles, Francisco guarda un recorte de Diario de Jerez, pero en la foto falta alguien. “Mi exmujer”, dice. No está de acuerdo con su forma de actuar. Paco no tiene contacto con su familia desde hace años.
La madre de Juan Holgado se muestra cansada. Quedamos con ella en la céntrica Plaza del Arenal. Es habitual verla pasear por aquí. El edificio del Gallo Azul nos deja una de las mejores vistas de la ciudad. A la izquierda, el conocido como edificio de ‘los sindicatos’, adornado con pancartas reivindicativas en contra de la actual alcaldesa de Jerez.
Allí se ha refugiado Antonia. Desde los ventanales puede ver la plaza completa y pide a una de sus acompañantes de confianza que baje a por el reportero. “Perdona, es que me cuesta mucho moverme ya. He llegado a pensar que la llamada fue de mentira, de alguien que me había mandado mi exmarido para engañarme”. Ese es el nivel de discordancia entre ambos.
Cuenta sus vivencias estos 25 años. Cuida de sus otros tres hijos y sus dos nietos. “Hay que luchar por ellos”. Cuando todo termina, se va con su hija María, la recogerá su hijo Paco, el mayor, y le va a preparar un puchero a su Antonio, el menor, y su nieto. Protege a su familia de forma incondicional.
Ahora todos viven en Jerez. La familia y algún amigo recuerdan que Paco, el mayor de los hermanos, se marchó un tiempo a Alemania. “Se fue para no buscarse una ruina aquí”, dice un antiguo colega suyo en una cafetería junto a la estación de tren.
Inocentes señalados
Esta fecha no marcó sólo a la familia Holgado Castro. Aún no se ha encontrado a las personas que estuvieron aquella noche en la gasolinera. El caso ha prescrito. “Si levantas la mano ahora y dices que has sido tú, no te podrán condenar”, afirma Juan Pedro Cosano, abogado que ejerció la acusación particular en los primeros dos juicios celebrados.
El proceso judicial acusó a cuatro personas: Pedro Asencio, Francisco Escalante, Domingo Gómez y Manuel Sañudo. Eran toxicómanos y delincuentes habituales de Jerez, pero ellos siempre negaron su implicación en el caso.
Fueron absueltos hasta en dos ocasiones. El juicio se repitió para aceptar las cintas grabadas por 'Padre Coraje'. Se les acusó porque una mujer dijo ante la policía haber estado con ellos de fiesta en Rompechapines la noche de autos. En el juicio se retractó.
Cosano aún guarda la grabadora con la que Padre Coraje trató de captar una confesión de Pedro Asencio, principal acusado, infiltrándose en los bajos fondos de Jerez. Él transcribió las cintas. La máquina está llena de polvo, fácilmente accesible en un cajón que el abogado abre con facilidad a su derecha. Como si todo hubiera ocurrido ayer.
“Todos sabíamos que no cumplían el perfil”, mantiene ahora Juan Pedro Cosano. Nunca encontraron sus huellas en la gasolinera. El paradero de todos es desconocido. Uno de ellos murió, de Asencio dicen que está en Sevilla -no hay certezas-, y Domingo creen los familiares que está en la cárcel.
En Jerez aún se les señala como “los que mataron a Juan Holgado”. Sobre todo a Pedro Asencio. Su hija sigue siendo “la niña del que lo mató”. Su hermano fue asesinado a golpe de guitarra y navajazos en el barrio de La Asunción el pasado verano. Se dijo que había muerto “el hermano del que mató a Juan Holgado”. Pero la justicia nunca le condenó.
Asencio cargó duramente contra Holgado en las páginas de Crónica hace años: “No es el Padre Coraje, es el Padre Sinvergüenza. Lo que busca es dinero y fama”. El acusado siempre defendió su inocencia, incluso cuando su exmujer, en pleno divorcio y pugnando por la patria potestad de su hija, afirmó que le había confesado lo ocurrido en la gasolinera.
Actores secundarios en la realidad
A Juan no le tocaba trabajar aquella noche. Bernardino fue el hombre que le cambió el turno. Poco se ha sabido de él en todo este tiempo. Estudió en el colegio de La Salle de Jerez y pidió el traslado a Valladolid tras lo ocurrido en la gasolinera.
Los padres de Juan no saben dónde se encuentra. "De Valladolid lo mandaron a la gasolinera de la entrada de Jerez. Luego a un pueblecito de la sierra (de Cádiz) y después a otro. Lo conocen ya por quién es", afirma Antonia.
La madre aún sospecha que estaba inmerso en asuntos turbios y cree que el cambio no fue casual. Se pregunta si los atracadores no iban a por Bernardino en vez de a por Juan por un ajuste de cuentas.
Otro nombre propio es el de Yolanda Castro Pacheco. Aseguró que estuvo de fiesta con los cuatro acusados el 22 de noviembre de 1995 en Rompechapines. La madre de Juan ha llegado a señalarla posteriormente al juicio. Piensa que se le tapó por ser familia de Pedro Pacheco, alcalde de la ciudad durante 24 años. Era toxicómana y ejercía la prostitución en aquellas fechas según se publicó.
Las fuentes consultadas por EL ESPAÑOL niegan esta teoría. “La cogieron de cabeza de turco y le presionaron para testificar”, dicen fuentes conocedoras del caso. Ahora está en Barcelona, ya rehabilitada.
También se mencionó a un artista flamenco. “Si el Nano de Jerez hubiera avisado a tiempo, no hubiera muerto desangrado”. Otra de las frases que se puede escuchar de boca de los vecinos de Jerez sobre este caso. El cantaor, aún con carrera activa, estuvo aquella noche en la gasolinera. Fue el primero que pisó el lugar tras el crimen. Paró, vio algo raro y salió corriendo. Se asustó.
“Yo hablé con él. El Nano dio la voz de alarma cuando paró a repostar en la siguiente gasolinera y le dijo al dependiente que habían robado en la de Martín Ferrador. Se había asustado. La mala suerte fue que esa noche hubo un atraco en otra estación de Jerez. El empleado le dijo que la policía ya iba para allá porque las confundió, por eso no avisaron”, cuenta Juan Pedro Cosano.
La madre de Juan no aporta lo mismo. Dice que el Nano sólo avisó en otra gasolinera de que no había encontrado al dependiente de la estación de Martín Ferrador. La puerta estaba cerrada. Juan ya había sido agredido en el interior del almacén.
Finalmente, fue un taxista el que dio la voz de alarma. Falleció hace años. La esposa, también fallecida, contó a una amiga del barrio de La Granja que no quería saber nada de lo ocurrido ni que se le relacionase, "porque él trabajaba en el taxi de noche y no quería recibir también una puñalada".
Otras tantas personas de la ciudad hicieron de actores secundarios en toda esta trágica escena. Algunos siguen paseando por aquí. Como los hermanos de Juan Holgado, a los que su madre protege a capa y espada. Paco, María y Antonio. O Pepi, la por entonces prometida de Juan, con quien el padre tuvo alguna riña porque ella se quitó el luto antes de lo que él pensaba oportuno.
También los del cámara Juan Luis Silva, de Onda Jerez, y Esteban Pérez, fotógrafo, que estuvieron en la gasolinera aquella noche.
Seis días antes de que prescribiera el caso, en noviembre de 2015, se sumó un nuevo nombre a la lista. Quién sabe si el definitivo. El tetrabrick de Kasfruit del mostrador de la gasolinera, la última compra que se hizo, tenía la huella de Agustín Morales, alias ‘El Gata’. Llevaba muerto una década y no se logró interrogar a su hermano. Él cerró el caso.
La investigación fue un desastre
Las huellas encontradas en la gasolinera fueron analizadas en un principio con productos caducados. Así, todo fue al traste. Aún hoy, en las clases universitarias de criminalística celebradas en el Campus de Jerez, se sigue comentando.
Sólo 20 huellas dactilares fueron recogidas en la gasolinera. Ninguna de ellas coincidía con las de los cuatro acusados. Una medalla con el signo de virgo era la otra prueba. No se logró demostrar que perteneciera a Domingo Gómez, alias ‘Dominguín’. La sangre de su chaqueta tampoco le inculpaba: los restos biológicos eran del propio toxicómano y no de Juan.
Según la madre de Juan, el crimen se cometió en el almacén. "Fueron los policías los que rompieron el cristal de la puerta para entrar", dice. Expone que todas las huellas de sangre que se encontraron en la gasolinera eran de pisadas de todas las personas que habían entrado a ver lo ocurrido en la gasolinera, que se trajeron la sangre hacia la zona comercial.
Sólo con la reapertura del caso, en 2016, se consiguió identificar la huella de 'El Gata' en un tetrabrick que fue guardado durante años. La ropa de Juan no sufrió la misma suerte y fue destruida.
La autopsia determinó que las agresiones se habían perpetrado con dos armas distintas. En el pecho, una de las puñaladas era de 18 centímetros. En la espalda y en los glúteos tenía cortes. Los forenses aseguraron que el trabajo era profesional.
Las distintas teorías
Juan se fue al trabajo como siempre aquella noche, con el termo y los donuts que le había preparado su madre. Trabajó en gasolineras peligrosas anteriormente, como en Río Tinto (Huelva). Antonia Castro dice que se quedaba tranquila cuando su niño iba por las noches a su puesto. Nunca le había pasado nada y él no tenía problemas con nadie.
El padre, sin embargo, iba a verle. “Al niño le daba coraje, no quería que yo estuviera por allí por las noches”, rememora Francisco Holgado en conversación con EL ESPAÑOL. Ella se pregunta por qué tenía Paco ese miedo.
No es su única pregunta. Sigue con la espina clavada de que no se investigara a Bernardino y a personas más cercanas a Juan. Cree la teoría del ajuste de cuentas."Es que otras explicaciones... Para robar, si no han robado... Ni había nada tirado en la gasolinera. Y la sangre la trajeron del almacén a la gasolinera, que no lo mataron aquí...", dice Antonia.
La madre de Juan apunta que hasta ahora no se ha escrito nada de verdad sobre lo ocurrido. “Bernardino tuvo algo que ver, si no por qué se fue de su ciudad teniendo trabajo”, piensa en voz alta. Tiene localizadas casi todas las piezas del puzzle.
Años después del crimen, la madre de Juan se hizo ‘amiga’ de Domingo Gómez, uno de los acusados. “Yo lo veía por el centro y lo ponía vestido de limpio. Un día me paró y me dijo que quería hablar conmigo. Y hablamos. Ahora supongo que estará en la cárcel porque hace tiempo que no lo veo, pero quiero preguntarle una cosa que él tiene que saberla”. Una cosa. No dice qué.
Por su parte, Francisco Holgado quiere reabrir el caso porque no lo tiene claro. Quiere que investiguen bien de nuevo. "Voy a buscar un abogado bueno", apunta. Alguien que estudió el tema lo deja en manos de Dios. Quizás sea demasiado tarde para volver a reconstruir el pasado. Quizás no.
Juan Pedro Cosano puso a todos sus abogados al frente de la acusación particular. Su bufete se involucró al completo. Cree que fue ‘El Gata’, que vivía en La Constancia, justo enfrente de la gasolinera, y cumplía el perfil de delincuente peligroso. “Blanco y en botella”.