El hijo de Vanesa, de ocho años, no se explicaba por qué habían detenido al Toba, el frutero de Valdeavero (Madrid). “Por abusos sexuales”, contestó su madre. El pequeño, en su inocencia, seguía sin entender nada. Vanesa entonces tuvo que ahondar y explicarle que el frutero se dedicaba a tocar a los niños en sus partes íntimas. La respuesta de su hijo la dejó helada: “Ah, lo que me hacía a mí”.
La Guardia Civil detuvo el pasado miércoles a Cristóbal T.C. -más conocido como Toba- por abusar sexualmente de al menos 14 menores de edad. El hombre, de 45 años, regentaba la frutería Keia en el citado municipio. El hombre atraía a los menores con chuches y gusanitos. El comercio llevaba funcionando dos años y este lunes ya no tiene su cartel rotulado sobre la puerta.
La investigación continúa abierta y la Guardia Civil no descarta que aparezcan nuevas víctimas, ya que varios jóvenes de hasta 20 años han asegurado que el frutero les ha intentado tocar en alguna ocasión. El caso está en manos del juzgado de instrucción número 5 de Alcalá de Henares.
Tres meses investigando
Este caso se remonta al 26 de agosto, cuando llegó la primera denuncia. La presentó la madre de un niño que se negaba a ir a jugar con el hijo del frutero, por los tocamientos a los que le sometía el Toba. La investigación del caso pasó a la UCO.
A partir de ese momento, las denuncias empezaron a llegar con cuentagotas, pero cada vez iban siendo más. Una de las presuntas víctimas es el nieto de Nines Puerta, vecina del pueblo que atiende a este periódico en la terraza de un bar. “Mi hija se había quedado con la mosca detrás de la oreja porque su hijo era muy amigo del hijo del Toba. Así que le preguntó al niño. Se echó a llorar y confesó”, explica Nines.
“Mi nieto además tiene TDAH [trastorno por déficit de atención e hiperactividad] y está tratado por un psiquiatra. Entonces mi hija recurrió al psiquiatra para ver si lo que el niño contaba era cierto o podía ser un poco fantasía o algo exagerado. El psiquiatra enseguida certificó que lo que el niño decía era cierto. Mi hija se fue al juzgado y el juzgado le remitió a la UCO. Por eso la investigación ha sido tan larga”.
—¿El niño está bien?
—Le han subido la risperidona [fármaco para tratar la hiperactividad] y su mecanismo de defensa es ahora concentrarse en los estudios. Dentro de lo malo, bien. No le ha pasado como a otros niños que se han encerrado en casa y no quieren salir.
Otro niño que ha sido presunta víctima del Toba es el de Vanesa, que responde fugazmente a este periódico, precisamente, porque tiene que ir a buscarle al colegio. Esta madre se enteró por pura casualidad de que su hijo había sufrido abusos de frutero. El niño, de solo ocho años, relató con total naturalidad cómo el hombre le hacía tocamientos.
“Cuando les daba los gusanitos y las chuches aprovechaba para tocarles. Yo le pregunté a mi hijo: ‘Pero, ¿por encima del pantalón? Y me respondió que no, que les desabrochaba el pantalón y les metía la mano”, explica la madre.
De las 14 denuncias que hay interpuestas contra el Toba, todas son por abusos a chicos. Al menos dos son por abuso con acceso bucal, es decir, por realizar felaciones a los menores.
“Es una edad en la que los niños están descubriendo su sexualidad. Al principio les hace como gracia, pensando que es su maestro, pero luego viene la vergüenza y el miedo de contarlo a los padres”, explica Nines, que encaró al frutero antes de su detención por lo que le había hecho a su nieto de 12 años.
Precisamente la detención del presunto pederasta tardó tanto en llegar porque las víctimas llegaban poco a poco, pero ya desde verano los rumores circulaban por este pueblo madrileño de menos de 1.500 habitantes.
El Toba llevaba viviendo aquí 16 años y en octubre de 2018 abrió la frutería. El miércoles cerró, con toda probabilidad, para siempre. El hombre está divorciado y tiene dos hijos: una niña de 12 y un niño de 14.
Según Nines, la jueza definió al detenido como “un depredador”. Además de las 14 denuncias de los vecinos de Valdeavero, “tiene otro expediente abierto en el juzgado número 6 [de Alcalá de Henares] por algo parecido, pero no sabemos exactamente el qué”.
“Yo me juntaba al lado de su frutería con una chica que tiene un niño bebé y yo tengo otra nieta de dos añitos. Le hacía muchos más cariños al niño bebé, al varón, que a mi nieta. Es una fijación, para él son carne de cañón”, relata la abuela mientras fuma un cigarrillo tras otro. “No me explico cómo alguien puede obtener algún tipo de satisfacción sexual por hacer eso a una criatura”.