Eva empuña su cigarrillo en alto, aunque se lo fume más el viento que ella misma. La mujer tiembla bajo el frío invernal, ataviada solo con un pijama y una chaqueta encima. Pasan pocos minutos de las 22 horas de este 24 de diciembre a las puertas del pabellón de Urgencias del Hospital Clínico San Carlos de Madrid. “La próxima oleada va a ser tocha, como la primera”, augura pesimista. “Espero equivocarme”. Eva lleva un año sin ver a sus padres. Por su parte, Antonio tiene un turno de 24 horas lejos de su mujer y sus dos hijas. Y Abraham pasa la noche lejos de su Sevilla natal viendo impotente cómo suben los casos en su hospital… Feliz Navidad.
Estas son las historias que se escuchan en los hospitales madrileños un día cualquiera, pero hoy no es un día cualquiera. Es Nochebuena, una de las fechas más señaladas del calendario, uno de los momentos más familiares del año, y que ninguno de estos sanitarios disfruta como se debe. EL ESPAÑOL ha recorrido tres hospitales madrileños en Nochebuena para conocer de primera mano cómo lo viven quienes siguen al borde del precipicio en tan marcada fecha.
Este es el relato de los héroes sin insignia ni capa, de esos guardianes silenciosos que lo han dado todo —muchos, hasta la vida— para salvarnos de este mal invisible que nos ha trastocado la existencia. Este año, la carpeta “Nochebuena 2020” alberga un álbum de fotos muy peculiar.
"Llevamos tatuado el cansancio"
Son las 20:30. Hace horas que ha caído la noche, pero aún hay trajín en Madrid: un ir y venir de gente que va a cenar con sus allegados, o con quien desee, realmente. El pabellón de Urgencias del Hospital Gregorio Marañón poco se parece a lo que era durante el estado de alarma: esta noche hay calma y sosiego. La sala de espera no tiene un colapso como en marzo y el ritmo de ambulancias parece el normal. Pasan dos en 15 minutos.
Pilar sale de la UCI para recibir a este periódico a las puertas del hospital. Puede hacerlo porque “ahora mismo está tranquila”. Habla de la unidad en la que trabaja. Es enfermera en la UCI quirúrgica. “Ahora mismo sí que se ha notado una bajada de las cirugías. La gente sale menos y, por tanto, hay menos accidentados”, asegura. “Un buen termómetro de la situación son las urgencias. Se nota en todo el hospital”.
Esta enfermera no pasará la noche entera aquí. Su turno termina a las 22. cuando salga irá a cenar con su pareja, pero no con sus padres, ya ancianos. “Ya que hemos llegado hasta aquí sanos, preferimos hacer una videollamada”.
—¿Qué les dirías a aquellos que estas navidades no están cumpliendo con las normas?
—Que nos vean la cara. Llevamos tatuado el cansancio, el horror, la desesperanza. Les diría que en sus manos está. No todo está en manos de la política.
Pilar se considera a sí misma una “optimista patológica” y no cree que la temida tercera ola llegue con la violencia que muchos auguran. “Creo que no va a ser tan caótica como la segunda, porque sí que creo en la responsabilidad individual. El uso de mascarillas es generalizado, dejar las ventanas abiertas… Creo que la gente ya entiende que no podemos poner en riesgo a nuestros mayores. Habrá un repunte, pero creo y espero que no sea como la segunda ola. Ojalá acierte”.
No saben gestionar
Ese optimismo no se comparte frente al pabellón de Maternidad de este hospital, en la calle O’Donnell. Aquí Nuria y Raquel, auxiliares de enfermería, ponen la gestión del centro a caer de un burro. Todo lo peor y más ocurre tras las puertas. “La gestión de todo esto está fatal. No saben gestionarse”, afirma Nuria, visiblemente indignada.
Raquel pone un ejemplo muy visual: el pasillo de su planta. A un lado, zona limpia: pacientes libres de Covid con enfermedades como el cáncer. Al otro lado, zona sucia: posibles Covid y otras enfermedades respiratorias contagiosas. Todo en la misma planta. Es más, asegura que hay personal que rota entre zonas limpias y sucias frecuentemente. Venga, alegría.
—Del cero al diez, ¿qué nota le pones a la gestión de Ayuso?
—Un tres —responde Nuria— Le pone empeño, pero no el suficiente para que esto salga adelante.
—¿Y al Gobierno?
—Un -100
Raquel prefiere no contestar. Pilar, en cambio, salva a Sánchez y condena a Ayuso. Un cinco y un cero, respectivamente. “La segunda ola nunca tendría que haber ocurrido, al menos en Madrid. Con una buena atención primaria y rastreadores, yo creo que hubiéramos podido no contagiar a mucha población”.
Se sale por ahí
Según avanza la noche y se acerca la hora de cenar, Madrid se va vaciando paulatinamente. Recorrer grandes Avenidas resulta fácil, salvo por el dichoso frío. Próxima parada: Hospital Clínico San Carlos.
Son las 22:03. La puerta de Urgencias del Clínico da una sensación aparente de calma, de que aquí no pasa nada y que, si pasase, estaría controlado. Pero dentro hay algo de trajín. Una mujer que espera con su hijo en brazos, un matrimonio que se queja de la tardanza y un guardia de seguridad que enseguida se percata de la presencia de este periodista y le enseña amablemente dónde está la puerta.
Ya fuera, una ambulancia hace su aparición. “Tráeme una bombona”, solicita uno de los sanitarios, y se la traen al instante. Una vez oxigenado, el paciente es trasladado al interior. Al poco rato aparecen Eva y Estefi, dos técnicas sanitarias previamente citadas.
Bronca en el Ahorramas
El relato de estas dos mujeres es bastante diferente a las del Gregorio Marañón. Ellas sí han podido elegir el día en que trabajan. Están aquí aposta. Aquí las zonas limpias y sucias sí están bien diferenciadas y no se tocan, como quien dice, ni con un palo.
“Aquí las zonas limpias y sucias están bien distinguidas, separadas por plantas”, asegura Estefi. “Lo han organizado super bien. Es que hasta la primera ola estuvo bien organizada”, añade Eva.
Otra cosa bien organizada ha sido la cena que estas sanitarias han hecho en el hospital, aunque hayan tenido que sufrir para lograrlo. “Esta mañana he ido a comprar el pan y vasos que necesitábamos para la cena y me he peleado con medio Ahorramas”, cuenta Eva con ese endémico salero malagueño.
Así relata su paseo por el supermercado: “Estaban todas con la mascarilla por la barbilla: ‘Ay Mari, te pasas luego a tomarte una copita’ y bien pegadas… Joder, alejaros un poco. Estaba en la carnicería y todo el mundo pegado a mí en la cola. La gente no tiene conciencia. Ojalá la tercera ola no sea lo que esperamos nosotras… Espero equivocarme pero creo que va a ser tocha. Como la primera”.
“Si la gente de a pie pudiera entrar en una UCI y ver lo que está pasando, o lo que pasó en su momento, estaría encerrada en su casa”, asegura Estefi, que antes del Clínico pasó por el Gregorio Marañón.
—¿Cobráis un plus por estar aquí esta noche?
—Sí, algo. Ciento… es una puta mierda, te digo —confiesa Eva— Ciento cuarenta y algo.
—Sí, algo así —afirma Estefi.
Las sanitarias apuran sus cigarrillos y se suben de vuelta a sus menesteres, pero no sin antes posar para la foto. “¡Ay, me encanta! ¿La podemos usar?”
La moto enfila la M30 en dirección sur. Los coches de alrededor se pueden contar con una sola mano. Casi se podría hacer slalom en los cinco carriles sin generar peligro. Los túneles hacen que el ronroneo del motor genere eco y resonancia. La máquina parece así mucho más deportiva de lo que en realidad es. Joder, qué frío… quién me mandaba a mí… 23:07 horas. Hospital 12 de Octubre.
Turno de 24 horas
Para entrar a las Urgencias del 12 de octubre hay que pasar por una puerta que está abierta pese al cartel de "por favor, cierren la puerta". Típico. Al intentar cerrarla, el marco choca con el suelo generando un ruido infernal. De ahí que nadie la cierre.
La estampa se repite en el interior de este hospital madrileño. Una calma organizada. La sala de triaje vacía, poca gente pidiendo ser atendida en el mostrador. Fuera, un técnico de ambulancia fuma su cigarrillo sin inmutarse por el frío. El hombre no quiere mostrar su cara ni dar su nombre. Le llamaremos Antonio, le pega a su cuerpo delgado, su piel morena, su voz grave y su sincera mirada tras unas gafas cuadradas que disimulan un piercing en la ceja.
Antonio no solo trabaja en Nochebuena. Lleva trabajando todo el día, hasta completar un turno de 24 horas. Semejante paliza es algo normal, asegura. En casa le esperan sus dos hijas y su mujer, que está gestando la tercera.
El hombre lleva dando el callo en la ambulancia muchos años, incluido el año del covid. Y, pese a ello, no le han hecho una sola PCR. “Ni a mí ni a ninguno. Como no te pongas malo, nada”, afirma. Hace menos de una hora, Eva y Estefi contaban que a ellas les hacen una PCR semanal. “Tanto dicen que se mira por los sanitarios... no se ha mirado nada”. Las quejas de su gremio no han llegado a nada. Antonio sospecha que se puede deber a que lleva la palabra Ferrovial rotulada en el lateral de la ambulancia.
Pasan más de 30 minutos de las 11 de la noche. Es el momento de volver a casa. ¿A casa? Sí. El último testimonio de este recorrido será por teléfono. 0.50 horas, conexión con el Hospital de Móstoles.
Regular, gracias
Abraham acaba de quitarse el EPI y darse una ducha. Está en la sexta planta de este complejo atendiendo a posibles pacientes Covid. Y la cosa, asegura, va a peor. “Anda regular, están subiendo los casos. Estamos peor que hace un mes”.
En su planta hay 14 habitaciones, solo queda libre una. “Ya lo hemos notado después del puente. Ya han empezado a subir los casos otra vez. Pues verás tú ahora cuando pase la Navidad…”
—¿Qué les dirías a aquellos que estas navidades no están cumpliendo con las normas?
—Que en cualquier momento les puede tocar a ellos, o a un familiar con una patología crónica. Que sí, Navidad es una fecha que nos gusta a todos, pero este año tiene que ser diferente.
Mientras tanto, en el Hospital Isabel Zendal, el centro hospitalario construido -en tiempo récord- para esta pandemia -y las que pudiesen llegar- contaba esta Nochebuena con 26 pacientes, según ha informado Telemadrid. Durante este viernes, día de Navidad, se espera que lleguen más enfermos de Covid. Según el protocolo creado por el equipo de Ayuso, en ningún caso los pacientes trasladados presentan cuadros graves y proceden de otros hospitales madrileños más congestionados. Así lleva funcionando desde el pasado día 11 de diciembre, cuando recibió a su primera paciente: una mujer de 63 años derivada de las urgencias del Hospital Gregorio Marañón con neumonía.