Cada año el campo de fútbol de Huércal de Almería acoge el Memorial ‘El Pelito’. No hay un trofeo en juego porque el único objetivo del partido que disputan dos equipos formados por amigos y familiares de José Manuel López Martínez, conocido cariñosamente como ‘El Pelito’, es precisamente recordar a este entrañable joven del Barrio de la Fuensanta que murió con solo 29 años. “Era una persona muy especial”, resume apenado su padre, Manuel. La justicia lo ha reconocido dos veces: los médicos que vieron a su hijo cuando sufrió una pancreatitis aguda incumplieron el plazo de tiempo estipulado para operar a los pacientes que tienen esa patología.
La última sentencia sobre la muerte de este veinteañero ha generado impotencia en la familia. Tanto en primera instancia como en segunda se ha aplicado la doctrina de ‘pérdida de oportunidad’ para el paciente, con la salvedad de que en el fallo que acaba de emitir el Tribunal Superior de Justicia se reduce drásticamente la indemnización que el Servicio Andaluz de Salud deberá abonar a los padres y hermanos de José Manuel. El tijeretazo ha sido enorme: de 118.953 euros a 50.000 euros.
“Es una indemnización ridícula para el daño causado”, zanja Manuel. Padre e hijo guardaban una relación muy especial que iba más allá del ámbito familiar porque se pasaban la semana juntos trabajando codo con codo: “Éramos empleados de Idesa”. A diario charlaban durante el desayuno antes de subirse al coche para ir al Polígono Industrial la Juaida, donde se ubica la citada empresa almeriense, especializada en instalaciones eléctricas y desalinizadoras.
“A mi hijo le llamaban ‘El Pelito’ porque de pequeño no pronunciaba la ‘r’ y cuando veía un perrito por la calle decía que era un ‘pelito’”. Con el paso de los años, los inocentes errores lingüísticos de aquel niño se convirtieron en una anécdota que persiguió al adolescente, que era un crack con el ordenador. En el instituto hizo un ciclo superior de Electricista para iniciar un prometedor futuro en la empresa Idesa donde trabajaba su padre.
“Siempre iba con su ordenador al trabajo, porque entre otras cosas se dedicaba a programar cuadros eléctricos para el riego de fincas agrícolas; era la persona de confianza del jefe y a la que siempre recurríamos cuando había que solventar algún problema técnico”, subraya Manuel a EL ESPAÑOL mostrándose orgulloso de su hijo, el tercero de cuatro hermanos y el único que por aquel entonces no había abandonado el nido familiar. “No quería parejas, le gustaba disfrutar de su tiempo libre y hacer planes con sus amigos sin dejar de estar pendiente de que a sus padres no les faltara de nada”.
Pilotaba un quad
José Manuel era un aficionado acérrimo del Real Madrid, de los coches de gasolina teledirigidos y su gran envergadura -un metro y ochenta centímetros y 112 kilos de peso- no le suponían impedimento alguno para pilotar con habilidad un quad de 700 centímetros cúbicos. “Los fines de semana se iba de ruta por algún pueblo del Bajo Andarax para pilotar por ramblas y barrancos”.
La misma iniciativa que demostraba a los mandos de su quad era la que empleaba para llevar siempre la voz cantante en las comidas que celebraba junto a sus tres hermanos y sus padres, en una finca que la familia tiene en Las Aneas. “Tenemos un terreno donde cultivamos almendra y aceituna y a José Manuel le gustaba organizar allí encuentros familiares para que todo el mundo estuviese a gusto: era la alegría de esta familia”.
Una tradición perdida
La mujer de Manuel tenía por costumbre preparar buñuelos después de recoger el aceite de la almazara, pero ni esa tradición ni las comidas familiares en el campo se han vuelto a repetir desde que murió el tercero de los hermanos el 20 de abril de 2012. La pena y el silencio se han apoderado de la finca de Las Aneas, donde antes las animadas conversaciones y las risas campaban a sus anchas cada fin de semana. “Ya sólo subimos allí a mantener los cultivos, pero no hacemos fiestas porque no podemos sin ver a José Manuel entre nosotros”, se lamenta este electricista jubilado.
El drama familiar comenzó en diciembre de 2011 cuando José Manuel, de 29 años, se sintió indispuesto. “Empezó a tener unos fuertes dolores de estómago, como no mejoraba acudió al centro de salud y lo derivaron al Servicio de Urgencias del Hospital Torrecárdenas de Almería”, rememora afligido su padre.
El 13 de diciembre su hijo quedó ingresado en la Unidad de Gestión Clínica de Aparato Digestivo de Torrecárdenas después de que le sometiesen a diversas analíticas. “Las pruebas arrojaron algunos valores altos y nos dijeron que tenía una piedra en el conducto de la vesícula”.
En realidad, padecía una pancreatitis aguda —de origen biliar— de la que José Manuel mejoró en unos días. El 19 de diciembre de 2011 recibió el alta médica sin serle programada la cirugía prevista para solventar este tipo de patologías: una colecistectomía. Esta intervención quirúrgica consiste en extraer una vesícula biliar enferma y la decisión médica de darle el alta sin fijar una fecha para pasar por el quirófano fue errónea y jugó un papel clave en el funesto final que corrió este veinteañero.
El páncreas necrosado
“Todas las guías clínicas establecen que en un plazo de dos a cuatro semanas se debe intervenir a cualquier paciente que tenga una pancreatitis porque, de no hacerlo, existe de un 50% a un 70% de posibilidades de sufrir una pancreatitis más grave, incluso se puede perder la vida. A José Manuel no sólo no le intervinieron en ese plazo, sino que le dieron cita para verlo dos meses después en la consulta”, precisa indignado su padre. En concreto, le dieron cita para el 24 de febrero de 2012 cuando lo habitual en estas patologías es volver a evaluar a los pacientes en menos de un mes.
El 24 de febrero José Manuel cumplió puntualmente con su cita médica. “El cirujano pasó consulta en dos minutos y en ningún momento resaltó la gravedad de las consecuencias que podía tener para su vida un nuevo episodio de pancreatitis”. De forma que este veinteañero regresó a casa de sus padres sin ser consciente del riesgo de una recaída. El 2 de abril volvió a sufrir una pancreatitis que le obligó a ingresar en el Servicio de Urgencias del Hospital Torrecárdenas de Almería.
En el TAC que le hicieron le detectaron una pancreatitis aguda en su grado máximo. “Estaba tan mal que en solo doce horas pasó de estar en planta a la UCI y entonces fue cuando nos dijeron que existía un riesgo alto de mortalidad”. La noticia cayó como una bomba en la familia: José Manuel se debatía entre la vida y la muerte a sus 29 años. “La mitad del páncreas se le había necrosado”.
Morfina para el dolor
Tan fuertes eran los dolores que padecía este joven que le tenían que administrar morfina. “Yo le decía sé fuerte, eres joven, te puedes salvar”, rememora su padre con la voz quebrada, porque no sirvieron de nada sus ánimos. “Siempre nos dijeron que se salvaría porque era un paciente joven”.
La madrugada del 20 de abril de 2012 los médicos informaron a los padres y los hermanos de José Manuel que iba a morir. “Pudimos entrar a despedirnos, le cogimos la mano y le hablamos, las pulsaciones de los monitores le subían, pero él ya no se enteraba de nada”.
Manuel tuvo que cogerse una baja durante meses porque no tenía fuerzas de volver a subirse al coche para ir a trabajar a Idesa sin su hijo, su amigo y su compañero de fatigas en el curro. La finca de Las Aneas dejó de acoger celebraciones. “Su pérdida fue atroz: un episodio tremendo para toda la familia”.
Asociación El Defensor del Paciente
Los padres y los hermanos del fallecido invirtieron las pocas energías que les quedaban tras ese varapalo familiar en iniciar una batalla legal con el asesoramiento de Ignacio Martínez, letrado especialista en derecho sanitario adscrito a la Asociación El Defensor del Paciente. “No buscábamos dinero, solo queríamos que se reconociese que hubo un fallo médico y que si llegan a intervenir a José Manuel dentro de los plazos recomendados se habría salvado”.
El abogado de la Asociación El Defensor del Paciente demandó al Servicio Andaluz de Salud (SAS), argumentando que la muerte de este joven fue secundaria a una mala praxis médica por diversos motivos, “siendo el más importante que según todas las guías clínicas los pacientes con pancreatitis aguda de origen biliar leve deben ser sometidos a colecistectomía tan pronto como se hayan recuperado del proceso agudo, con un intervalo de 2 a 4 semanas después del alta del enfermo”.
Los mencionados plazos no se aplicaron con este vecino del Barrio de la Fuensanta. De hecho, Ignacio Martínez detalla que “cuando el joven tuvo la pancreatitis aguda el cirujano no le informó de la gravedad de su proceso y lo necesario de ser intervenido en plazo, limitándose a recomendarle no comer fritos y poco más, es decir, sin programar la cirugía”. Además, cuando se repitió la enfermedad y volvió al hospital “se dejó pasar más tiempo sin operarlo para salvarle la vida”.
El SAS en fuera de juego
Durante el juicio quedaron en fuera de juego los argumentos ofrecidos por el Servicio Andaluz de Salud (SAS). Prueba de ello es que trascendió que en la historia clínica de José Manuel no figuraba nada sobre lo acontecido en la famosa consulta con el cirujano a la que asistió el 24 de febrero de 2012. Tampoco aparecía en ningún documento una de las cuestiones que el SAS planteó para defender que no hubo mala praxis médica, asegurando que el paciente padecía obesidad mórbida y se negó a ser intervenido quirúrgicamente.
No había ni rastro de la negativa de José Manuel a someterse a una colecistectomía ni tampoco del diagnóstico de la mencionada obesidad. El Juzgado de lo Contencioso número 3 de Almería consideró probado que existía una responsabilidad patrimonial de la Administración en este caso. El letrado de la Asociación El Defensor del Paciente, Ignacio Martínez, corrobora que se condenó al SAS a indemnizar a la familia con 118.953 euros más los intereses legales, “tras rechazar las excusas peregrinas de los médicos, que sin ninguna prueba se exculpaban en algo falso: que no se intervino al paciente porque era obseso mórbido y porque además él mismo rechazó la cirugía”. Era mentira.
'Pérdida de oportunidad'
El magistrado concluyó en octubre de 2018 que el Hospital Torrecárdenas excedió con José Manuel los plazos previstos para llevar al quirófano a los pacientes que padecen una pancreatitis aguda.
La sentencia condenatoria se apoyaba en la denominada doctrina de la ‘pérdida de oportunidad’: “Así, se puede afirmar que la actuación verificada del servicio de salud al afrontar la situación del paciente en el primer ingreso, influyó irremediablemente en que luego la situación empeorase por concertar una consulta demasiado lejana, pero no está unida en una absoluta relación de causalidad con el fallecimiento, pero lo que sí se puede afirmar es que contribuyó en gran medida a disminuir la probabilidad de un mejor tratamiento y una postulable supervivencia”.
En la práctica, el juzgado consideraba que la actuación medica privó de expectativas de curación al paciente, pero no podía afirmar al cien por cien que José Manuel se hubiera salvado si llega a ser operado en el plazo posterior, de dos a cuatro semanas, tras serle diagnostica la pancreatitis aguda. Y precisamente en esa misma doctrina de la ‘pérdida de oportunidad’ apoyó el SAS parte de su recurso de apelación ante el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía.
El TSJ acepta ahora ese argumento del SAS al exponer en su fallo que “no puede afirmarse que exista relación de causalidad de forma absoluta entre el indicado retraso en la intervención quirúrgica y el fallecimiento del señor José Manuel López Martínez”. Pero, en este caso, aplica la citada doctrina en contra de la familia de José Manuel a la que rebaja su indemnización en la friolera de 68.953 euros.
“La familia expresa su total desacuerdo con esta reducción, pues de las pruebas practicadas en juicio y de la literatura médica se desprende que lo normal es que un paciente joven, que sufre una pancreatitis biliar leve y es intervenido a tiempo de colecistectomía se cure sin más. Mientras que, si no es operado, estadísticamente lo más probable es que sufra una recidiva (recaída) que le cause la muerte como ocurrió”, reflexiona el letrado Ignacio Martínez. “Es decir, de haber aplicado una medicina estándar el familiar de los reclamantes estaría perfectamente. Carece de sentido relativizar la responsabilidad del SAS hasta el punto en el que lo ha hecho el Tribunal Superior Justicia”.
Este fallo ha caído como una losa entre todas las personas que conocían a José Manuel y que desde 2013 vienen participando en el Memorial ‘El Pelito’ para honrar a este veinteañero que no llegó a conocer a sus dos sobrinos, uno de los cuales, lleva su nombre en su memoria.
— Manuel, usted solo quería demostrar que el cirujano no actuó bien con su hijo y no buscaba dinero, pero debo preguntárselo: ¿Cómo se siente su familia después de que reduzcan a 50.000 euros la indemnización por perder a José Manuel por una patología con una tasa baja de mortalidad?
— Cuando conocí la sentencia sentí rabia e impotencia. El Tribunal Superior de Justicia en Granada no contradice los argumentos del Juzgado de lo Contencioso de Almería, se da por hecho que a José Manuel le tendrían que haber operado antes, pero se minora la cuantía de la indemnización porque para el juez no queda claro que la intervención quirúrgica le garantizase el haber sobrevivido a la pancreatitis aguda. En la familia no podemos entender que en segunda instancia se haya frivolizado con el caso y se reduzca la indemnización en un tercio.