Está amaneciendo cuando una patrulla de la Policía Local de Sevilla entra en las Tres Mil Viviendas, uno de los barrios marginales más peligrosos de la ciudad. En los últimos meses, varios de sus compañeros han pasado por allí para sofocar fiestas ilegales o investigar el último tiroteo entre dos clanes, pero esta vez su misión es bien distinta. Esta vez no hay decadencia ni marginalidad, sino todo lo contrario. Tres coches de alta gama, un Lamborghini y dos McLaren, descansan en la calle, sin dueño aparente. Es 5 de enero de 2020 y parece que los Reyes se han adelantado un día para dejar los regalos.
En este caso, según ha podido saber EL ESPAÑOL, los coches aparecidos en la mañana del 5 de enero pertenecen a las bandas organizadas que dominan el barrio... en cierto modo. En realidad son vehículos alquilados para demostrar la fuerza de la familia; un ejercicio de ostentación que, dicen los que los conocen, se repite cada año "para recordar quién manda". Es, a todos los efectos, una exhibición prestada.
Para el ojo inexperto puede parecer difícil encontrarse tres vehículos así, mucho menos juntos, y mucho menos en el Polígono Sur, el distrito sevillano que año tras año no deja de repetir como el más pobre del país. Según el último estudio sobre pobreza en España publicado el pasado mayo por el Instituto Nacional de Estadística (INE), cada vecino del barrio tuvo una renta media de 5.112 euros en 2017. Esto son unos 426 euros al mes, menos de la mitad que el salario mínimo.
Pero, como suele ocurrir, no todo es lo que parece. Las Tres Mil Viviendas nacieron a mediados de los años 60 como un gran parque público de viviendas para alojar a las personas más vulnerables de las cercanías, desde los gitanos de la cava de Triana expulsados de sus casos por la especulación urbanística hasta los que salían de asentamientos chabolistas. Era, a todos los efectos, un guetto para marginados. Pero no tardó en volverse algo más.
El paso del tiempo, sumado a la desidia de las instituciones por rehabilitar el espacio, terminó por convertir Las Tres Mil en el gran supermercado de la droga en Sevilla, un puesto sólo disputado por Los Pajaritos, otro barrio de la capital andaluza. Y donde está la droga está el dinero, aunque sólo al alcance de un par de privilegiados. Ahí aparecen los problemas, el caos, las armas y, claro, los coches de lujo. Aunque sea por aparentar.
Una demostración de fuerza
"Aunque no lo parezca, en el barrio sí que se suelen vehículos de alta gama, pero son siempre de los mismos", señala a EL ESPAÑOL una fuente dentro de Las Tres Mil Viviendas que prefiere no revelar su nombre. Aquí se juega algo más que su carrera profesional. "Todos los años por estas fechas aparecen coches así, pero en realidad no los compran, sólo los alquilan para que se vea quién manda en el barrio", revela.
Es la guerra moderna entre bandas, una guerra de autoridad y ostentación contra sus rivales por medio de motos de alta gama, coches último modelo e incluso drones, cuanto más caros mejor. "Se pican entre los más jóvenes de las familias para ver quién puede más y quién consigue el coche más caro", resume esta persona sobre los tres modelos encontrados en la noche de Reyes. "Y la cosa es que los mayores no se pueden negar, no vaya a ser que el de otra familia se gaste más dinero y quede mal".
En este caso, los agentes encontraron un Lamborghini Huracan Spyder y dos McLaren 540c, pero la gente del barrio comenta que haber visto "tres Ferrari" además de los ya señalados, sin conocerse el modelo. Es, para ellos, una forma de celebrar las fiestas, pero también una demostración de fuerza frente a otros clanes y de cara al barrio. "Para que les teman, y eso no es sólo con los coches".
"Eso lo llevan a otro nivel. El 31 [de diciembre] por la noche siempre sacan escopetas y pistolas y se ponen a disparar al cielo. Es una forma de demostrar su fuerza, de decir que tienen el poder y que son los que mandan", refleja la misma persona.
Guerras entre familias
En realidad, las guerras entre familias vienen de lejos, pero el cambio generacional y la vuelta al negocio del hachís, más lucrativo y fácil de vender que la cocaína o la heroína, ha provocado un vacío de poder y un nuevo orden en la ciudad, esta vez enfrentan a los clanes de Los Pajaritos, el barrio de Cerro Blanco en Dos Hermanas y, claro, a las Tres Mil Viviendas. La pandemia no hizo sino encrudecer la situación.
Sólo en los dos primeros meses del estado de alarma, el barrio vivió un total de seis tiroteos entre familias que buscaban rehacerse con el control del mercado del hachís, uno de los que más descendió durante el Estado de alarma. Entonces, las calles vacías permitieron que no hubiera heridos y voluntarios, pero todos temen que se repita lo que sucedió en agosto de 2013, cuando el clan de La Perla mató por error a una niña de seis años que cenaba en su casa.