El sacerdote Pablo Pérez Ayala, califica de "milagro" haber podido despedirse de su hermano antes de que muriera. Pablo es hermano de Rubén Pérez de Ayala, el cura de los Kikos fallecido el miércoles pasado en la explosión de la calle Toledo 98, Madrid.
Esa despedida, ese milagro, se produjo horas después de la explosión. El padre Rubén llegó vivo al hospital tras el suceso y "luchó sin parar", asegura su hermano Pablo, también cura. Pasaba la una de la madrugada del jueves cuando Rubén Pérez de Ayala falleció por sus heridas y quemaduras.
En una entrevista con Efe, Pérez Ayala asegura que no tenía ni idea de que las calderas del edificio siniestrado tuvieran algún problema y añade que todo esto se aclarará en la investigación judicial.
El hombre reza por las almas de las cuatro víctimas mortales de este accidente. Son su hermano Rubén, de 36 años; su amigo, el electricista David Santos, de 35 años; Javier, un albañil de 45 años de La Puebla Amoradiel (Toledo) que trabajaba en el edificio de enfrente, y Stefko Ivanov, un hombre de nacionalidad búlgara y 46 años que en ese momento estaba en la calle.
Al padre Pablo el suceso le pilló en casa y se enteró por una llamada de teléfono. Salió corriendo hacia el lugar del accidente, pero no pudo acceder a la zona de la Parroquia de la Virgen de la Paloma y permaneció en las proximidades, donde se encontró con los padres de Sara, la viuda de David Santos, y estuvieron "juntos todo el tiempo rezando".
Cuatro hijos
Santos era padre de cuatro hijos y un devoto de la congregación Camino Neocatecumenal, cuyos feligreses son más conocidos como los Kikos por su fundador, Kiko Argüello.
El cura detalla que en un primer momento se quedaron "en cierto modo tranquilos" porque les dijeron que Rubén había salido del edificio parroquial por su propio pie con quemaduras en la pierna y en la tripa, pero "luego resultó que había salido solo arrastrándose, nadie sabe cómo".
"Rubén tendría que haber llegado muerto al hospital por una serie de heridas que tenía, pero que llegó vivo y luchó sin parar", apunta. Pérez Ayala relata que, en el hospital, estuvo esperando alrededor de dos horas para poder darle la unción de los enfermos a su hermano.
"Puede que rezara mil Avemarías sin parar", para poder pasar a verlo, afirma el sacerdote, quien considera que fue "un milagro" que la familia haya podido despedirse de Rubén, arroparlo y darle un beso.
El padre Rubén acababa de comenzar su carrera como sacerdote en la parroquia hacía tan solo siete meses y fue formado y ordenado en el Redemptoris Mater, que pertenece al citado movimiento conservador, Camino Neocatecumenal.
Asiduo visitante de la iglesia junto con su mujer y sus cuatro hijos, David tomó confianza con el sacerdote Rubén y durante un largo periodo de tiempo mantuvieron una estrecha amistad.
Ahora, las familias de Rubén y David están unidas "por una profunda amistad" fundamentada "en la fe en el Camino Neocatecumenal que nos sustenta a todos", señala Pérez de Ayala.
Recuerda que Rubén fue bautizado en Parroquia de la Virgen de la Paloma, donde también hizo la comunión y la confirmación, estuvo destinado como seminarista, era diácono y presbítero desde hacía siete meses.
"Rubén y yo hemos compartido habitación hasta que yo entré al seminario. Siempre nos hemos peleado y nos hemos reconciliado. Nos ha unido el vínculo del sacerdocio", agrega. Hermanos en sangre y fe.
Precisa que aunque él es dos años menor que su hermano, entró dos años antes al seminario y Rubén se resistió a su vocación sacerdotal por no hacer lo mismo que su hermano pequeño. Pero acabó aceptándola.
En este "tiempo de muerte", transmite a los afectados por la pandemia y por la explosión de la calle Toledo que "este sufrimiento se puede vivir con alegría" con la ayuda de la fe.