Las últimas semanas no han sido especialmente tranquilas en Paseo del Prado, 18, la sede del Ministerio de Sanidad. En medio de la vorágine que está causando la tercera ola de coronavirus en el país, la más contagiosa de toda la pandemia, este martes el presidente Gobierno, Pedro Sánchez, ha anunciado formalmente la salida del ministro Salvador Illa, y la entrada de su sustituta, la hasta ahora ministra de Política Territorial y Función Pública, Carolina Darias.
Como ya anunció el Ejecutivo, Illa dejaría su cargo para centrarse en la campaña electoral de Cataluña. Los comicios serán el próximo 14 de febrero. Sin embargo, en su último día al frente de Sanidad, han sido muchos los que se han hecho la misma pregunta. ¿Y Fernando Simón? ¿Se marchará siguiendo el ejemplo del que hasta ahora ha estado a su lado en la gestión de la pandemia?
No es ningún secreto. El director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) no está pasando por el mejor momento en lo que a popularidad se refiere. Al principio, todos pensaron (y pensamos) que no habría nadie mejor que él para liderar la crisis sanitaria de la Covid-19. Ahora, cuando se cumple un año de su gestión, cada vez son menos los que se acuerdan de él. Y cada vez más los que critican su trabajo desde todos los ámbitos. Incluso sus colegas, los médicos que antes le defendían, ahora dudan de su eficacia. De hecho, han pedido su dimisión en varias ocasiones por su "por su incapacidad manifiesta" al frente de la crisis sanitaria.
Jamás dimitió. Y este martes lo ha vuelto a dejar claro, cuando los periodistas se lo han vuelto a preguntar en la rueda de prensa de seguimiento de la covid. "He conocido a siete ministros desde que estoy en el Ministerio. No creo que el cambio de un ministro deba provocar que tengan que dimitir todos los funcionarios de Sanidad", ha sentenciado.
El mejor candidato
Aún así, hay quienes ya hacen sus quinielas sobre quién podría ser el mejor sustituto de Fernando Simón. EL ESPAÑOL ha preguntado a un grupo de epidemiólogos sobre este interrogante y la mayoría coincide en que la nueva ministra de Sanidad, Carolina Darias, debería poner al frente del seguimiento epidemiológico al doctor Salvador Peiró Moreno (Alicante, 1960). "Tiene un perfil más investigador, que creo es lo más necesario para el puesto que desempeña ahora Fernando Simón. Su carácter, formación y conocimientos son transversales", sostienen los epidemiólogos consultados.
Peiró es doctor en Medicina, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, y actualmente dirige el área de Investigación en servicios de salud del Centro Superior de Investigación en Salud Pública (CSISP) de la Conselleria de Sanitat de la Generalitat Valenciana.
Además, es investigador asociado del Grupo de Investigación de Economía y Salud de la Universidad Pompeu Fabra y del Instituto Aragonés de Ciencias de la Salud, y presidente de la Fundación Instituto de Investigación en Servicios de Salud.
Sus principales líneas de investigación incluyen las variaciones en la práctica médica, el empleo inadecuado de la hospitalización y otros aspectos de la utilización de servicios sanitarios, medicamentos y farmacoepidemiología. Así como el desarrollo de los indicadores para la evaluación de centros sanitarios, y la indagación en resultados de salud. Entre tanto, también ha liderado y participado en varios proyectos de investigación internacionales, nacionales y privados, incluyendo ensayos clínicos y tesis doctorales. En total, ha publicado 200 artículos en revistas científicas.
No obstante, estos profesionales de la salud también ven con buenos ojos a otros colegas como Fernando Rodríguez Artalejo, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad Autónoama de Madrid, o Marina Pollán, la directora del Centro Nacional de Epidemiología.
La cepa británica
Todos los epidemiólogos coinciden en su conclusión, los errores del epidemiólogo zaragozano en sus discursos y decisiones son motivo suficiente como para que deje su cargo. "Ha adquirido un protagonismo de tertuliano y a menudo ya dice las cosas sin pensar o sin importarle las consecuencias", le critica un epidemiólogo.
Su último tropezón, sin ir más lejos, ha sido con la cepa británica del coronavirus. El director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias dijo al principio, en rueda de prensa, cuando Sanidad informó del peor fin de semana desde que empezó la pandemia (61.422 nuevos contagios) que la variante inglesa, en caso de tener algún impacto "sería marginal en nuestro país" y que el verdadero culpable del incremento de casos era el comportamiento que "los ciudadanos habían tenido en Navidad". Poco después, fueron sus propios colegas los que le desmintieron. Según ellos, la cepa británica puede aumentar hasta un 70 por ciento los contagios y en ningún caso, como había hecho Simón, había que restarle importancia.
Tampoco es fácil olvidarse de sus declaraciones al comienzo de la pandemia. "España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado". O de cuando puso en duda el uso de las mascarillas o la transmisión del virus por aerosoles. "No tiene autoridad porque él mismo la ha ido perdiendo. Predice muy mal y es poco cuidadoso porque hace aseveraciones que en el ámbito científico se evitarían hacer", dijo el presidente de la Organización Médica Colegial (OMC), Serafín Romero, en una entrevista reciente, sobre epidemiólogo zaragozano.
Cuando el estado de alarma continúa en muchos lugares después de 10 meses, también los confinamientos, las restricciones y una cifra de 200 muertos diarios de media en el país, resulta difícil que la población vuelva a centrar el elogio en quién cada día da estas noticias. Lo que ocurre, más bien, es todo lo contrario. Se convierte en el foco de las críticas. Y es que aunque siempre tuvo detractores, ahora son muchos más.
El fusible
El desgaste de Fernando Simón, no obstante, no solo obedece al enfado y al hartazgo de la población por la situación sanitaria, sino que va acompañada de una estrategia que, desde el principio de la pandemia, el Gobierno de Pedro Sánchez puso en funcionamiento. Lo que los que trabajan en comunicación de crisis denominan como "los fusibles".
"Se trata de poner al líder, a la figura política, a salvo. No queremos manchar al presidente con toda la gestión y los posibles fallos y para eso están los que en comunicación de crisis se llaman los fusibles”, explica a EL ESPAÑOL el experto en comunicación política José Pedro Marfil.
¿Quiénes son los fusibles? Los cargos intermedios, técnicos, que se pueden fundir en caso de que todo se gestione mal y puedan ser sustituidos rápidamente por otra persona para salvar la situación. Como es, por ejemplo, el propio Simón. Y es que el cargo de portavoz y director que tiene el epidemiólogo, aunque sea funcionario del Ministerio de Sanidad, puede ser ocupado por otro técnico.
"Fernando Simón era una persona que ya estaba en el Ministerio de Sanidad, tenía un perfil técnico. Y deciden otorgarle esa tarea con una doble función. Por un lado, para que de credibilidad y aporte un aspecto más profesional porque los políticos no tienen porque saberlo todo. Y por otro, para que una vez pasado ese periodo de tensión, el personaje político no haya sufrido tanto desgaste. Porque el técnico, al fin y al cabo, no ha tenido proyección política a través de un cargo político, es un funcionario del Ministerio y representa a la institución", señala Marfil.
Es una táctica, en definitiva, con la que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, utiliza al médico zaragozano como muro de contención y que puede terminar, como está sucediendo, con la caída en picado de su popularidad e incluso de su reputación.