Mari Ángeles es limpiadora en el Hospital Santa Lucía de Cartagena. En cada turno se la juega porque está en primera línea de batalla contra la Covid, a un nivel distinto del personal sanitario, pero igualmente en la diana de la pandemia y lo ha comprobado de la peor manera al llevar el coronavirus de su puesto de trabajo a casa. “Contagié a mi familia”, se lamenta esta cartagenera. “Me mandaron a limpiar a una planta que no era de pacientes Covid y luego la tuvieron que aislar porque hubo un montón de positivos: mi compañera y yo también caímos aunque vamos muy protegidas a trabajar”.
A partir de ahí se produjo el efecto dominó entre sus familiares: el ‘bicho’ contagió a su marido, a los abuelos, y se cebó con su querida princesa María Sherezade a la que mandó a la Unidad de Cuidados Intensivos con solo 14 años aquejada de una neumonía bilateral. “Los tres días que mi hija permaneció ingresada en la UCI, mi marido y yo lo pasamos muy mal, con muchísima ansiedad y preocupación porque no nos dejaban estar con ella”, resume Mari Ángeles en conversación telefónica con EL ESPAÑOL porque todavía sigue confinada en su casa del Barrio Peral de Cartagena.
“Mi hija no paraba de llorar, de tener ansiedad, se le cerraba la tráquea y los bronquios: supliqué y rogué que me dejasen acompañarla, pero no lo consintieron”. Tal y como marca el protocolo no pudo entrar en la UCI del Hospital Santa Lucía de Cartagena después de que derivasen allí a su hija desde el Servicio de Urgencias del Santa María del Rosell. “Han sido los peores momentos de nuestras vidas”, zanja con un nudo en la garganta.
La pesadilla de esta familia comenzó el sábado 16 de enero cuando informaron a Mari Ángeles de que su PCR había sido positiva. El coronavirus sacudía los cimientos de la vida de esta mujer por segunda vez desde que arrancó la pandemia: “Yo tenía una empresa, me iba muy bien, pero por culpa de la Covid la tuve que cerrar, y me agarré al primer trabajo que me salió”. A sus 40 años no se vino abajo por ese percance empresarial y empezó a trabajar de limpiadora en el Hospital Santa Lucía porque su marido, Bienvenido, está prejubilado a causa de un accidente laboral.
“Llevo contratada siete u ocho meses”. Y cada día utilizó en su puesto de trabajo el material de protección, pero al final acabó engullida por la tercera ola que en la Región de Murcia suma ya 10.345 casos activos. “Me sentía fatigada”, recuerda sobre los primeros síntomas que notó esta mujer, de 40 años.
Conforme pasaron los días se fue incrementando el parte de víctimas que la Covid causó en esta familia: su esposo, Bienvenido, de 43 años; el abuelo, de 84; la abuela, de 80, y la joven María Sherezade de 14 añitos. Todos dieron positivo. En este punto del relato este diario le pide a Mari Ángeles hablar con su hija.
- Periodista: Hola María. ¿Cuéntame cuándo supiste que eras positiva?
- El lunes 18 de enero
- Periodista: ¿Cómo te encontrabas al principio?
- Estuve los primeros días siendo totalmente asintomática hasta que empecé a encontrarme muy cansada y a tener mucha fiebre, como no me bajaba, el médico me derivó al Hospital Santa María del Rosell para que me hiciesen unas placas y ahí fue cuando se vio todo.
Estaba para ser intubada
Ese todo al que alude esta adolescente era la temida neumonía bilateral que en España ha segado miles de vidas en cada oleada. El lunes 25 de enero, por la puerta del Servicio de Urgencias del Hospital Santa María del Rosell entró la joven, María Sherezade, acompañada de su madre, Mari Ángeles, y de su padre, Bienvenido, .
EL ESPAÑOL ha podido hablar con personal sanitario que atendió a esta menor de edad y confirma la gravedad del cuadro clínico que presentaba: “Tenía cefalea, tos pertinaz, disnea y se ahogaba al respirar, cuando llegó venía para ser intubada directamente, pero era una paciente demasiado joven”.
De forma que se optó por una solución menos agresiva, según prosigue relatando el citado personal que atendió a esta adolescente: “Le tuvimos que poner la ventilación mecánica no invasiva, no es frecuente, pero tenía obesidad y eso es un factor de riesgo. La paciente estaba tan grave que en un intervalo de tres horas pasó de las Urgencias del Santa María del Rosell a la UCI del Santa Lucía”.
- María, ¿cómo encajaste que debías ingresar en la UCI con solo 14 años?
- La verdad es que cuando me dijeron que iba a ingresar, pensé que iría a planta y que no iba a estar tan grave como para ir directamente a la UCI. Fue una situación angustiosa porque no podía estar con mi madre y los médicos no me decían nada: solo me hacían pruebas. Al verme en la Unidad de Cuidados Intensivos me agobié bastante porque solo había gente mayor y no sabía qué hacer.
- ¿Llegaste a pensar en algún momento que podrías fallecer si tu pronóstico no mejoraba y la neumonía bilateral proseguía avanzando?
- Sabía que estaba grave porque ni siquiera me llevaron a planta: directamente fui a la UCI. Pero no lo pensé. No sé si fue por el agobio que tenía porque no dejaban pasar a mi madre.
- María, ¿qué mensaje le lanzarías a los jóvenes españoles que se saltan las restricciones sanitarias en plena tercera ola de contagios?
- Pues les diría que no piensen que por ser adolescentes no les va a tocar el coronavirus o que simplemente van a ser pacientes asintomáticos. Yo he llevado mucho cuidado por mis seres queridos, más que por mí, porque mis abuelos son mayores y mi padre es paciente de riesgo al tener diabetes, pero al final he sido yo la que se ha contagiado y lo ha pasado peor sin tener patologías previas. Así que lo que les diría es que no se confíen. Por muy joven que seas y por muy bien que estés de salud: si te toca el coronavirus no te respeta.
Durante 72 horas sus pulmones de adolescente necesitaron la ayuda de la ventilación mecánica. Mari Ángeles facilita a este diario una foto de su hija en tan duro trance con el objetivo de concienciar a aquellos jóvenes que cada fin de semana, en distintos puntos de España, se saltan las restricciones sanitarias para participar en botellones y fiestas clandestinas. “Mi niña, de 14 años, salió este lunes del hospital después de una semana ingresada y hemos dado varias entrevistas a medios de comunicación para ayudar”, subraya la madre de la menor.
Muestras de cariño
El personal médico, el pasado lunes, autorizó a María Sherezade a regresar a su domicilio en el Barrio Peral de Cartagena para proseguir junto a sus padres con el tratamiento médico y la cuarentena. Allí comenzó a dejar atrás su pesadilla en la UCI, desde el mismo momento en el que pudo reencontrarse con sus dos mascotas, un podenco llamado ‘Golfo’ y ‘Poppy’, mientras no dejaba de recibir a través de las redes sociales numerosas muestras de cariño de su pandilla.
“Mis amigos han estado siempre pendientes y preocupados por lo que me pudiera pasar”, resalta agradecida esta adolescente, de 14 años, apasionada del teatro y todo lo que tenga que ver con el mundo animal. Tanto es así, que a pesar de estar cursando segundo de Educación Secundaria Obligatoria, ya tiene claro a lo que se quiere dedicar de mayor: “Quiero sacarme un módulo formativo o una carrera universitaria de algo que esté relacionado con veterinaria”.
Tiempo tendrá de ponerse a estudiar una vez reciba el alta y pueda regresar a clase. De momento, esta semana le toca seguir cumpliendo el confinamiento domiciliario.
“Mi padre ha sido el primero en dar negativo en la prueba de coronavirus, mis abuelos tienen que permanecer confinados hasta el próximo viernes y mi madre y yo todavía no sabemos cuando acabaremos”, apunta la menor al tiempo que su madre confirma a este diario que ellas presentan secuelas: “Estamos fatigadas, tenemos algo de neumonía y debemos hacer en casa los ejercicios del fisioterapeuta”.
Adolescentes en la diana
Una experimentada facultativa del Hospital Santa María del Rosell de Cartagena alerta de que la tercera ola no diferencia a jóvenes de mayores: “En planta ya hemos tenido varios casos de adolescentes de 16, 17 y 18 años con neumonía bilateralF porque ellos son los que menos miedo tienen a contagiarse”.
De hecho, el mes de enero ha sido el más mortífero de toda la pandemia en la Región de Murcia al sobrepasarse la cifra psicológica del millar de defunciones, con picos diarios de treinta decesos, entre los que se encontraban varios pacientes jóvenes. “Ha fallecido gente de 28, 29 y 30 años”.
Esta médico aporta un dato preocupante como antesala a una dura reflexión: “El grueso de pacientes que llegan a los hospitales de Cartagena tienen de 40 años en adelante, pero el diez por ciento de los casos son ya gente de 14 a 29 años y el personal sanitario, emocionalmente, no puede más: cuando los vemos ingresados tan jóvenes no quedamos hechos polvo. Este tipo de casos deberían ser un aviso a navegantes, sin embargo, se le olvida a la población y a nuestros dirigentes políticos”.