Esther Fontán era joven. Su cabeza pensaba en lo que le había dicho el doctor: ella no mejoraba de la enfermedad y si dejaba el tratamiento qué él le administraba podría quedar tetrapléjica. Tenía dos niños pequeños, una pareja y unos padres jóvenes también. En el horizonte ganaba peso la idea de no mejorar nunca. No quería ser una carga para nadie y planteaba suicidarse. Ella aún no lo sabía, pero era una víctima más del 'médico' José Manuel López, alias Coté, que acaba de aceptar una condena de 6 años por intrusismo y ha reconocido a sus 129 víctimas.
Fontán es la presidenta de la Asociación de Afectados por este farsante. Se congratula por la reciente sentencia contra el falso doctor. Sin embargo, cree que el fallo no hace justicia, puesto que llega "con 13 años de retraso", aunque al menos se reconoce a todas las víctimas.
La Audiencia Provincial de La Coruña ha condenado a López a 6 años de cárcel y a indeminizar a todos los afectados con 3,3 millones de euros. La fiscalía llegó a pedir 338 años de prisión, pero las partes acabaron por llegar a una conformidad para rebajar este periodo. Tampoco se le condena por homicidio imprudente, una de las claves de este acuerdo y algo que ha levantado algún que otro revuelo.
Además, la mujer de López ha sido condenada a un año de prisión como cooperadora necesaria. Era la titular de la cuenta en la que se ingresaron de cantidades ingentes de dinero diariamente. Según el tribunal, sabía a lo que se dedicaba su marido.
La satisfacción es contenida. Al fin descansan las víctimas de este tedioso proceso, que lleva una enseñanza más. Ante los delitos de López, afloró la bondad de quienes le padecieron. Fueron claves para ello los padres de Diego, un joven que falleció tiempo después de pasar por las manos de López, a quien se le imputó en principio un delito de homicidio imprudente por un diagnóstico tardío. Ellos prefirieron renunciar a esta acusación a cambio de que se reconociese a todas las víctimas en este proceso y terminara el sufrimiento.
Los problemas de López con la justicia
Ayer se cumplieron 13 años de la primera vez que José Manuel López pisó un centro penitenciario por este caso. Lo hizo en preventiva y acabó por pagar una fianza menor a la dispuesta en un primer momento. Por entonces tenía dos consultas en Galicia en las que se hacía pasar por médico y realizaba las labores propias de un sanitario sin tener conocimiento alguno acreditado. Nunca pisó una facultad.
Lo peor de todo es que no era la primera vez que Coté engañaba a sabiendas en este tema: es reincidente y pasó algunos meses privado de libertad a finales de los años 90 del siglo pasado, condenado por un delito de intrusismo.
Con el nuevo siglo, Coté volvió a montar la argucia. Inició un negocio con dos clínicas en tierras gallegas: una en La Coruña y otra en Viveiro.
Corría el año 2007 y el doctor operaba a sus anchas. El negocio iba bien, pero él no las tendría todas consigo cuando ocultaba algo. Se abrió contra él entonces un proceso penal por blanqueo de capitales. Se le incautaron, según fuentes consultadas por este periódico, 4 millones de euros, 12 propiedades, 5 coches de alta gama y algunos relojes de gran valor en el mercado, entre otras.
Todo este dinero provenía, según exponen estas mismas fuentes a EL ESPAÑOL, de su trabajo en las clínicas. Allí, la mayor parte de los que acudían pagaban en efectivo y no se emitían facturas.
La justicia volvió a toparse con él en el año 2008. Se abría el proceso que acaba de finalizar, en el que Coté ha aceptado seis años de cárcel por los delitos de falsedad documental, estafa, intrusismo, lesiones imprudentes y lesiones agravadas por deformidad.
En los años siguientes a 2008 no se dio por vencido. Mientras era investigado, estableció su centro de operaciones en Castellón. La asociación de víctimas gallegas le destapó el negocio y el juez instructor de la causa le llamó al orden. Su abogado decidió retirarse por falta de confianza en su cliente.
Se le abrió un proceso en Castellón que acabó en condena: el Tribunal Supremo subió la pena inicial de dos a cuatro años de cárcel recientemente. Aquel castigo fue por delitos similares a los de ahora. Cumple privación de libertad desde octubre de 2020 por este caso.
Además, le queda una causa pendiente. Pronto tendrá que responder en el juzgado de lo penal número 2 de La Coruña, donde se le acusa de otro delito de intrusismo. En esta ocasión, la querella proviene del colegio de abogados de la ciudad gallega. Ahora López dice que es abogado.
Él se defiende con una estrategia que ya podría ser catalogada de marca de la casa: se sacó el título en el extranjero y los problemas son de homologación. Lo mismo que expuso su defensa ante la Audiencia Provincial en el caso gallego.
Al borde del suicidio
Esther recuerda con todo lujo de detalles su historia con el estafador que la llevó a una silla de ruedas. La cuenta de forma efectiva, directa, sin dejar ningún cabo suelto.
La primera vez que escuchó hablar de Coté fue en otra clínica. Llevaba a su hijo, de apenas tres años, por un problema en la cadera. Nadie le encontraba solución y el nombre de López le pareció de confianza. Además, ¿cómo iba a desconfiar de un tipo que tenía las clínicas llenas y, por entonces, trataba hasta a algún futbolista del Deportivo de La Coruña -cuando era el Súper Dépor que asombraba a media Europa-?
Llegó hasta Coté en julio de 2003. Las revisiones con el pequeño bien, pero a ella la 'reclutó' por un problema de colon. Fontán, en conversación con EL ESPAÑOL, cuenta que así captaba a muchos de sus clientes: a través de sus familiares. Al pequeño le iba bien aparentemente, aunque ya le había dicho que el tratamiento, basado en masajes, iría para largo.
Coté le preguntó por los problemas estomacales. Pidió historial clínico de sus antepasados. Su abuelo sufrió cáncer de colon, así que el falso médico le dijo que se hiciera una analítica. Ella cumplió con la orden y le llevó los resultados sin entender lo que exponían. Él le dijo que tenía los índices tumorales altos; le puso tratamiento: dieta estricta y pinchazos.
Se trataba, según le decía, de una "medicina experimental proveniente de Estados Unidos o de Alemania", dependiendo del día. Los pinchazos eran en el brazo y, a veces, en las nalgas.
Este era el primer tratamiento de Fontán con López, pero no el único. Le pinchó en una fisura anal que tenía causada por el primer parto. Luego, le operó de una hemorroide sin anestesia. "Tengo una cicatriz que me han dicho que siempre me dará dolores en la zona", comenta ahora Fontán.
Fue entonces cuando se quedó embarazada de su segunda hija. En ese tiempo, se suprimieron las inyecciones. Sin embargo, al octavo mes de gestación se encuentró con el supuesto médico en la clínica. Éste le pidió que se levantara la blusa y la exploró. "Esta niña no está bien colocada", le expuso. El día anterior, Fontán había ido al ginecólogo, que le había indicado que esto era normal, pues aún faltaba para el parto.
Coté tomó una decisión a pesar de todo. La tumbó y le realizó tocamientos en la barriga con presión. La mujer pasó la noche con molestias, notando cómo la niña se movía. A los dos días estaba con contracciones y a la semana siguiente dio a luz, a pesar de que los médicos cualificados trataron de parar el parto prematuro. Todo salió bien, afortunadamente.
Quedó en anécdota aquello hasta que ocurrió lo siguiente. Esther Fontán tuvo un accidente de tráfico que le provocó un esguince cervical. En el hospital le pusieron un collarín que tendría que portar durante 14 días.
López le dijo a los 8 días que eso no servía para nada y empezó a tratarla con masajes en la zona. "Me dijo que era para corregir el esguince", comenta a través del teléfono. Los masajes le provocaron pitidos en el oído, calambres y mareos, mientras él insistía en que el problema era de acomodación.
Un día, a la vuelta de la clínica tras unos masajes, la mujer sufrió una parálisis en su pierna izquierda. No podía moverla. El falso doctor se desplazó a su casa para tratarla esa misma noche, de urgencia. ¿Resultado? Le dijo que era un virus, ya que días atrás había tenido problemas intestinales. Diagnóstico: mielitis transversa. Tratamiento: inyección de cortisona y, en cinco días, todo solucionado.
Su pareja insistía en llevarla al hospital, pero el médico se negaba. "Decía que me iban a punzar y me iban a desgraciar", apunta Esther.
La mujer estuvo dos meses en silla de ruedas. En la clínica de Coté le pinchaban en el cuello, en los brazos y en las piernas. "En cada sesión, yo no salía con menos de 30 pinchazos", dice.
Siguieron los problemas. El médico le halló a la paciente un supuesto coágulo de sangre que le extrajo de la espalda. "Me metió una aguja en la columna", expone Fontán, que comenzaba a tener sospechas.
Coté lo tenía todo bajo control. Cuando ella le decía de ir a otro especialista, él la amenazaba. Lo intentó una vez. Ella se marchó y nunca le dijo a dónde. Sin embargo, cuando acudió de nuevo al falso médico, éste le preguntó: "¿Qué te dijo el doctor Paz?".
"¿Cómo sabía el nombre del otro médico?", se preguntaban Esther y su familia. Hoy en día piensan que, de alguna forma, había contactado con el otro doctor para pedirle que corroborara su versión, que ella probó con otros doctores anteriormente.
Llegó entonces un episodio traumático. "Cuando yo quise dejarle, me amenazó con que la siguiente vez que me diese la mielitis quedaría tetrapléjica, que allá yo si quería abandonar el tratamiento. Como yo veía que no mejoraba, yo veía la posibilidad cerca y me planteé suicidarme, porque yo no quería ser una carga para mis padres, mis niños pequeños y mi pareja. Si no es porque mi hija me llamó para atenderla, probablemente no estaría hablando contigo", expone.
Afortunadamente, el único final que estaba cerca era el de la estafa de Coté. "Un día, cuando fui a por la dosis del tratamiento, Coté no entraba. Le pregunté a la enfermera qué pasaba y escuché que a alguien le había dado un paro cardíaco; trataban de reanimarle. Aproveché el revuelo para ir a un cajón donde había medicinas que cargaban en las vacunas. Yo quería ver el nombre de los tratamientos de Estados Unidos y Alemania. Cuando lo vi, se cayó el alma a los pies: había gelocatil, lidocaína y otros potentes analgésicos como valium. Además de unas cajas que me recordaban a la morfina. Me marché sin dar explicaciones".
A partir de entonces, Esther pasó por un calvario, de médico en médico, hasta que acabaron por diagnosticarle tras haber pasado incluso por quirófano: tenía una herida en la médula causada por los tratamientos que le había inducido el farsante del doctor Coté.
"Tengo dos placas de metal en el cuello y no sé cómo acabaré mis días, pero tengo una espalda que cuidar mucho y debo acudir con regularidad a fisioterapia", sentencia Esther sobre las consecuencias de su paso por las manos del estafador.
¿Por qué se conformaron?
El daño causado por López durante sus años de tratamiento a los pacientes es irreparable. La fiscalía llegó a pedir, incluso, 338 años de cárcel para él. Se le acusaba hasta de un delito de homicidio imprudente por la muerte de un joven. Entonces, ¿por qué acordaron las defensas de los afectados -compuestas por 13 abogados- una pena de seis años de cárcel?
Rubén Veiga, letrado del despacho Xeito Abogados que ha coordinado la defensa de las víctimas, responde el porqué. "Ellos no querían pasar por el trance de volver a testificar y alargar el proceso. Llevan 13 años esperando. Además, en el caso de haber continuado el litigio penal, no se podría haber reconocido a los 129 víctimas como tal. Algunas hubieran quedado fuera, puesto que habría sido imposible probar que estuvieron en la clínica. Coté cobraba en efectivo y no emitía facturas. Era lo mejor dentro de lo que cabía en el pleito", indica.
Sin embargo, había un escollo bastante grande por salvar. Era el caso de Diego, un chico que falleció tras pasar por las manos del falso médico, por un diagnóstico tardío a priori. Los padres formaban parte de la acusación donde se pedía una pena de homicidio imprudente. Al final, renunciaron a ella.
Veiga aplaude el acto de generosidad. "Dijeron que nada les iba a devolver a su hijo. Sabían que ese delito sólo añadiría un año o dos más de cárcel a Coté. Sería lo único que conseguirían a cambio de alargar el proceso aún más y que algunas víctimas no fueran reconocidas como tal", afirma el letrado.
Eso les llevó a desistir de tal acusación. "Si no hubiera sido por la generosidad y responsabilidad de los padres del chico, la asociación hubiera seguido adelante", estima también Esther Fontán, reconociendo el loable gesto de los progenitores.
Además, los que conocen a José Manuel López saben que hay otro motivo, que no es la cárcel, que le hiere aún más y sólo se podía conseguir con el acuerdo. Es el hecho de declararse culpable. "La humillación de cinco meses, aunque le fuese molesta, no sería tanto como decir que lo hizo. Ese momento también nos vale", afirma la presidenta de la asociación de afectados.
Fontán es tajante sobre el caso: "Si Coté estima algo más que su dinero es su orgullo. Su prepotencia siempre fue su carácter. Él siempre ha mantenido que era médico. Verlo calificado como falso médico es su mayor humillación. Creo que es lo que más le ha costado. Esa es la mayor satisfacción: verlo humillado y esposado camino a la cárcel. No obstante, no somos ingenuos: sabemos que él se sigue creyendo médico. Es un tipo peligroso y la prueba está en la reincidencia".