Cuenta la leyenda que la patrona de Albacete, la Virgen de los Llanos, se llama así porque fue en esta espectacular finca manchega, históricamente en manos de marqueses como el de Larios y el de Salamanca y lugar de recreo de reyes, donde apareció enterrada. Los lugareños la habían puesto bajo tierra para garantizar su supervivencia en tiempos de los árabes. Aunque ahora se custodia en la catedral, la historia considera a la finca la verdadera cripta de la patrona en cuyo honor se celebra la gran Feria de Albacete, uno de sus motores económicos.
Del mismo modo, la finca la Dehesa de los Llanos es también la cripta, el nudo gordiano, de la encarnizada batalla familiar por el legado del marqués de Paúl, su último dueño. En ella han cazado escopetas como Franco y el Rey Juan Carlos. Sus herederos llevan 18 años disputándose su patrimonio en los tribunales. De un lado, su viuda en segundas nupcias, Bárbara Kalachnikoff, y sus dos hijas, Christina y Bárbara, intentando hacer valer sus derechos. Del otro, Carlos Gutiérrez-Maturana-Larios y Altuna, hijo del primer matrimonio del acaudalado noble y actual Marqués de Paúl.
Excelentemente bien relacionado en los círculos de cacerías y alto rango, Carlos ha sido amigo de Juan Carlos, el Rey Emérito, y de jueces de peso. Ha pleiteado siempre por lo contrario: pretendía borrar a las mujeres de la herencia. Intentó incluso echar a la viuda, su madrastra, de la espectacular casa solariega de la finca, su casa de toda la vida al pedir que se anulara su usufructo -convenido por su propio padre- sobre el palacio. No lo logró porque la viuda consiguió llegar hasta el Tribunal Supremo.
La historia de este Falcon Crest manchego está cargada de ocultaciones, devoción por una mujer -el marqués se enamoró perdidamente de su segunda esposa-, traiciones, luchas descarnadas por el poder y mucho dinero. Unos 600 millones de euros, repartidos en diferentes propiedades entre la finca de 10.000 hectáreas y el palacio de Albacete, millones de metros cuadrados en la codiciada y turística Málaga, una casa en La Granja de San Idelfonso (Segovia), un piso en Madrid, recursos cinegéticos, obras de arte… Todo aglutinado en una sola firma: Mazacruz.
La batalla judicial por la propiedad y el control de las acciones de esta mercantil, con unos 40 procesos judiciales a sus espaldas, ha llegado hasta el mismo santuario de la justicia española: el Tribunal Constitucional. Esta semana ha fallado a favor de las mujeres: hay que dividir el imperio entre los herederos atendiendo al porcentaje de propiedad de cada uno. La finca, joya de la corona, por su parte y como en la leyenda de la Virgen, sigue escondiendo tesoros, cientos de obras de artes, incluidos varios Goya.
El calvario judicial
En el calvario judicial de las tres herederas, el Tribunal Constitucional acaba de marcar un último -último por más reciente-, al refrendar un laudo -una resolución de un procedimiento de arbitraje, normalmente de un árbitro de un colegio de Abogados- que estipulaba que hay que dividir Mazacruz entre sus herederos. Ese laudo, de 2017, parecía entonces que venía a concluir con una batalla de casi dos décadas por un reparto igualitario de la herencia y de su control sobre ella. Y es que el actual marqués de Paúl había tomado el control de la empresa aún sólo con un porcentaje del 27% cuando su madrastra y sus dos hijas, por el contrario, suman un 73%. ¿Cómo? El desajuste en el poder se explica por un oscuro incidente durante la vida del padre.
En el año 2000 el marqués sufre una crisis cardiaca. Desde Madrid va a ser trasladado a Houston para una operación de vida o muerte. En la habitación del hospital, mientras su vida pende de un hilo, según las herederas, su hermanastro le pasa unos documentos. El marqués los firmará. Una donación para el hijo de 135.250 acciones. Y más poder para sus acciones. En vez de una acción un voto, las del hijo valdrán cinco votos. Con ese efecto multiplicador, logra el control total: el 61% de los votos en la Junta de Accionistas son suyos. En otro documento se estipula que absolutamente todas las propiedades del marqués deben incluirse en Mazacruz.
Falta la ratificación de las otras herederas: firman sobre el capó del coche que llevó al marqués al aeropuerto. Casi como condición para acompañar al noble en el avión fletado a Houston. Pero la operación -la quirúrgica- sale bien. La otra, la que ataba todo a favor de heredero, lleva casi 20 años de juzgado en juzgado. De vuelta a la vida, el marqués decide recuperar las riendas de su compañía. Sin embargo, va a encontrarse de frente con su hijo. Terminarán en los tribunales.
Antes de enfrascarse en guerras judiciales, el marqués intentó firmar la paz, llegando a ofrecer al primogénito una especie de sueldo de dos millones de pesetas al mes de las de entonces.
Pero su hijo no quiere. Y presenta una demanda exigiendo que se cumpla lo firmado. Era abril de 2003. Comienza la guerra familiar en los tribunales. El padre responde con una querella criminal por estafa contra su propio primogénito. El marques moriría cuatro años después. Su demanda se archivó. La del hijo, ganó. Y es quien decide hasta ahora en Mazacruz.
Y así comienza el viacrucis judicial de las Kalachnikoff por los tribunales españoles. De Albacete a Madrid, para que se reconozcan sus derechos hereditarios. El marqués se había enamorado perdidamente por una mujer en los 60, Bárbara Kalachnikoff, cuando aún estaba casado con su anterior esposa, Julia Altuna. Tenía dos hijos con ella: Carlos y José Antonio. Por entonces, el divorcio no era legal en España, de modo que no podía casarse con su amante hispano-rusa. El padre de Bárbara es pariente lejano del inventor del fusil de asalto soviético. Su madre, española, hija de un reputado periodista, José María Carretero Novillo, alias El caballero Audaz, pionero en campos como el reportaje, la entrevista y hasta la novela erótica.
La operación en Houston
Aún así, el marqués y su amante se casarían dos veces. Primero, allende los mares. México, en 1970. Ese año nace Alejandra, su primera hija. Moriría en 2002. Después llegaron Christina (1972) y Bárbara (1977). En 1982 se autoriza el divorcio en España. Y Albacete, su residencia oficial, es testigo de la boda oficial entre la atractiva rusa y el marqués. El paso no fue sólo rito y fiesta: las niñas dejan de ser extramatrimoniales y se convierten en herederas por derecho propio. Quienes la conocen dicen de la pequeña que es la más batalladora en la lucha por la herencia de su padre.
No fue todo de color de rosa en la historia del nuevo matrimonio. Hubo una ruptura, con el hijo Carlos como supuesto causante, con perdón posterior. Durante ese paréntesis, el marqués llegó a desheredar a su esposa y a su hijo. Aventuras y desventuras de la vida del terrateniente le llevaron a cambiar varias veces su testamento. No imaginaría que los tribunales lo harían todavía más veces.
Al final de sus días, en 2001, tras la operación en Houston y a través de una carta comunicó a sus hijos que quería que a su muerte Bárbara tuviera el “uso y disfrute” de varias propiedades, entre ellas, la finca de la Dehesa de los Llanos, la casa palacio, las colecciones y las explotaciones. Muerto el marqués, su hijo intentó echarla de la casa, para lo que la llevó a los tribunales. En primera instancia un juzgado de Albacete anuló el usufructo pero le mantuvo el derecho a vivir en la finca porque “estaba empadronada en ella desde 1998 y había vivido en ella los 35 años de duración del matrimonio”. La Audiencia de Albacete lo revocó.
Finalmente la viuda ganó en el Tribunal Supremo. Es sólo una de las líneas judiciales abiertas por el reparto de la herencia con la finca como núcleo. Con 5.500 ovejas manchegas, es un paraje natural con 10.000 hectáreas del que sale el queso con el nombre de la finca que se alzó en 2012 con la categoría de Mejor queso del Mundo. Además produce aceite, miel, nueces y vinos Mazacruz.
Juan Carlos I interviene
Mazacruz, como una premonición es el nombre que el marqués puso en 1992 a su empresa, ya adelantaba lo que iba a deparar a sus herederos: una cruz de maza en maza judicial. Aunque no sólo los tribunales han mediado en el conflicto. Lo han hecho políticos como María Dolores de Cospedal, con quien el actual marqués tiene una buena relación. El mismo Rey Emérito llegó a pedir a Alberto Ruiz Gallardón, entonces alcalde de Madrid luego ministro de Justicia, allá por 2009 que mediara en la guerra fratricida de los herederos. Fue un fracaso. La intervención de Juan Carlos I en un asunto familiar tan complicado sólo se explica por la proximidad con Carlos, fraguada en cacerías y en reuniones de amigos en los que no faltaban los 'Albertos' (los primos Cortina y Alcocer).
La compañía ahora, tras el fallo del Constitucional, debería dividirse según las partes de cada uno. Así lo estipuló en 2017 el laudo dictado por Rafael Jiménez de Parga, que se inclinaba así por lo argumentos de la defensa de las tres mujeres. Carlos Gutiérrez-Maturana-Larios Altuna, IX marqués de Paúl, recurrió ante el Tribunal Superior de Justicia de Madrid que le dio la razón. El Constitucional ha tumbado esa decisión. La considera “irrazonable”. Es una sentencia clave, y sin votos discrepantes, para el reparto del millonario patrimonio, que no cierra sin embargo, las casi dos décadas de batalla familiar.
Todavía quedan muchos flecos, opciones y recursos. Porque, a diferencia de aquellos albaceteños que un día decidieron esconder a la Virgen bajo las ricas tierras de la Dehesa, el hacha de guerra de la herencia no tiene visos de ser enterrada en la misma Dehesa de Albacete donde sí lo está el VIII marqués de Paúl.