“Para nosotros, Don Juan Carlos sigue siendo el rey. Aquí le recibiremos con los brazos abiertos siempre que él quiera”.
Lo cuenta un comerciante de Sanxenxo, el bastión real del emérito. Ni sus escándalos extramatrimoniales, ni las sucesivas regularizaciones fiscales, ni su huida silenciosa de España. Nada abate la popularidad de Juan Carlos I en Sanxenxo. El municipio gallego, cuyo puerto deportivo lleva el nombre del monarca, sigue esperándole con los brazos abiertos. Pase lo que pase.
Y lo que pasa, este mes de marzo, es que se retoman las regatas. Tras el parón invernal, el próximo día 13 se celebrará la primera de estas competiciones náuticas en la localidad pontevedresa. Un aperitivo, porque es la regata de cruceros y Juan Carlos no ha asistido nunca a estos eventos. Pero una semana más tarde llega la pólvora: los días 20 y 21 de marzo tendrá lugar la prueba de Copa de España en modalidad 6mR. Una copa que se disputa en ese municipio por iniciativa del Real Club Náutico de Sanxenxo, del que Juan Carlos de Borbón es el socio de honor. Una prueba en la que el emérito siempre ha estado presente. ¿También en 2021?
“Él quiere volver”
“Él quiere volver. Echa de menos España y a sus amigos. Aquí siempre ha sido bien recibido y ha estado a gusto. Yo no sé cuándo volverá, pero tengo claro que vendrá por aquí si lo hace” cuenta a EL ESPAÑOL una fuente del entorno del Real Club Náutico de Sanxenxo. De su corte, Porque eso es lo que realmente tiene Juan Carlos de Borbón en Sanxenxo: una corte de fieles que le quiere de forma incondicional y le disculpa sus desmanes. Ad usque fidelis (‘Fieles hasta el final’), una locución latina que es el lema de Saint Tropez (Francia) pero que se podría aplicar sin problemas a la relación que tiene el monarca con esta localidad de la provincia de Pontevedra.
“El rey [porque, curiosamente, todas las fuentes consultadas por este periódico hablan de Juan Carlos como el Rey, e incluso alguna tuvo el desliz de referirse a Felipe VI como ‘El príncipe’] no ha tenido ningún problema en Sanxenxo. Todo lo contrario. Todo lo que ha hecho por el pueblo es bueno. Nos puso en el mapa, así que no tenemos por qué repudiarlo. ¿Cómo no vamos a quererlo? Lo que haya hecho no nos afecta. Se lo perdonamos todo”, cuenta un hostelero de Sanxenxo.
Es exactamente la misma respuesta que nos dio el pasado mes de agosto, cuando visitamos el municipio tras la marcha de Juan Carlos I de España. Sanxenxo fue el último lugar de España que visitó. Una discreta reunión con sus amigos del Náutico a modo de despedida. De ahí a Oporto (presumiblemente) y de ahí a los Emiratos Árabes Unidos, donde aún reside. Durante aquella visita le formulamos la misma pregunta a varios comerciantes, políticos y vecinos de a pie: “¿Ha empeorado la imagen del monarca tras los escándalos?”. El ‘no’ fue tan rotundo y generalizado como lo es ahora. Tanto da que el emérito haya acumulado nuevos escándalos desde entonces.
Amor desde 2005
Porque Sanxenxo, como decíamos en verano, huele a monarquía. Es una de las localidades turísticas por antonomasia de la costa gallega. La más selecta. La comarca del Salnés es la Costa Azul de Galicia y Sanxenxo es su Saint Tropez. Es el municipio con más plazas hoteleras de la comunidad (en torno al 13% de todas ellas). Combina el verde de los robles y los eucaliptos de sus montes con playas paradisiacas. La misma ría a la que Juan Carlos de Borbón llegó en 2005 para participar en una regata y se enamoró. El mismo sitio al que quiere regresar para quedarse. Piensa más en Sanxenxo que en La Zarzuela.
“Volveré. Espero que en septiembre, porque quiero navegar”, se despidió Juan Carlos I el pasado mes de agosto, según contaron a EL ESPAÑOL personas de su entorno. De esos amigos que solían acudir a las bateas, a esas plataformas situadas en mitad de la ría y en las que el emérito y su corte celebraban una ampulosa cena de despedida al acabar cada regata. El emérito no regresó en septiembre tal y como quería, para participar en la prueba que lleva su nombre. Se la perdió en 2019 por su reciente operación de corazón y se la perdió en 2020, cuando hacía algo más de un mes que había emprendido rumbo a Abu Dhabi.
Pero es de dominio público que el monarca sigue teniendo un ojo en España. Su círculo de amistades gallegas mantienen el contacto con él, vía Whatsapp. Empezando por Pedro Campos, su anfitrión en Sanxenxo. Presidente del Real Club Náutico, sobrino de Leopoldo Calvo-Sotelo y uno de los empresarios más populares de la zona. Campos es la muleta invisible del monarca. Lo conoció en los 80, con las regatas como punto en común. Desde entonces han sido uña y carne, hasta el punto de que el rey se aloja en sus propiedades cuando veranea en este municipio de las Rias Baixas.
Es en casa del presidente del Náutico donde Juan Carlos de Borbón tiene su campamento y hace vida normal. Desde ahí se ve la costa, tiene privacidad y se siente protegido. “Saluda todo el mundo y se deja hacer fotos si se lo piden. Aquí no va en coche oficial. Cuando viene al pueblo siempre llega con Pedro Campos y su Volvo de color gris. En esta última visita también”, nos contaban en verano.
No se le ha vuelto a ver. Ni por el pueblo, ni por España. Pero su sombra es muy alargada. Cada cierto tiempo se reaviva el rumor: “El rey va a venir por aquí pronto”, se comenta cada vez que toca regata. No apareció en la de septiembre; las circunstancias obligaban. Su ‘exilio’ era demasiado reciente. En sus anhelos se encuentra regresar para la próxima, aunque nadie sabe cuánto hay de probable y cuánto de deseo.
Nula oposición
¿Y la oposición? Porque si algo se ha incrementado en España tras la publicación de los sucesivos escándalos del monarca, es su rechazo a la figura del emérito. En cambio, en Sanxenxo, esta resistencia contra el monarca es residual. Empezando por el plano político. Ilustrativa es la composición del Ayuntamiento: el Partido Popular, el menos beligerante con la figura del emérito, cuenta con una mayoría absoluta incontestable fundamentada en 10 concejales.
La fuerza de izquierdas con mayor representación es el PSOE, que tiene 3 ediles. 2 tienen los nacionalistas del BNG (que fueron los que apoyaron, sin éxito, retirar el nombre del monarca al puerto deportivo), 1 tiene Ciudadanos y otro tiene Sanxenxo Agrupación Liberal (SAL), una formación local sin tintes antimonárquicos.
Por su parte, Podemos es irrelevante. Se pegó un batacazo en los comicios de 2019, comparable al que se dio en el ámbito regional: el partido de Iglesias ya no tiene representación parlamentaria en Galicia. Tampoco en el consistorio de Sanxenxo. De hecho, el grupo local no tiene un número de teléfono de referencia y ya ni siquiera funciona el email al que hay que dirigirle las peticiones. Su buzón rebota todos los correos recibidos. Está en derribo.
Si casi nula es la oposición al monarca en el plano político, la situación social es casi un calco. O, al menos, es la percepción al hablar con sus vecinos. Sanxenxo es una de las joyas d ella corona del turismo gallego, y muchos hosteleros y comerciantes del pueblo atribuyen gran parte de esta responsabilidad al cariño que el emérito le tiene a su municipio. Sus problemas les son ajenos y prefieren quedarse “con el cariño que siempre muestra por esta tierra”, cuenta otro de los vecinos consultados, coincidiendo con la opinión mayoritaria.
En el escudo del municipio pone Sanxenxo. Bien podría poner el lema de Saint Tropez, Ad usque fidelis, que es casi tan representativo como el propio topónimo de la ciudad. Sanxenxo sigue siendo el último bastión real. Su corte, sus amigos del náutico, la gente de mar y los comerciantes que han visto crecer sus negocios al auspicio de las visitas del rey, le siguen guardando la cuchara. Aunque todo haya cambiado para el emérito, en Sanxenxo “sigue siendo el rey”.