La carne picada es un producto fácil de identificar. A simple vista uno sabe qué es y qué no es carne picada. Al menos, eso creemos. En realidad hay tres tipos de productos diferentes relacionados con la carne picada. Está la carne picada —fresca y meramente troceada—, el compuesto de carne picada y la 'burguer meat'. Cada una con unos componentes diferentes, su precio y su aspecto es muy similar. Por ello, caer en el error y confundirlos es muy fácil. Los reclamos de 'vacuno' o 'picada' son siempre los mayores y esto crea aún más confusión.
¿Compramos a veces algo que no es carne picada pensando que sí lo es? Lo cierto es que sí. Evitar caer en el error es tan fácil como complejo: hay que andar con mucho ojo. EL ESPAÑOL se ha paseado por algunos supermercados y carnicerías para comprobar todas las diferencias que hay entre estos productos. También hemos consultado a la tecnóloga de alimentos, dietista-nutricionista y autora de 'Come seguro comiendo de todo', Beatriz Robles sobre la conveniencia de comprar estos productos.
Los tres productos mencionados anteriormente tienen un precio similar. 620 gramos de carne picada tienen un precio de 6,76 euros. El kilogramo nos vendría a salir 10,90 euros en la primera de las tiendas visitadas. Más barata se puede encontrar, por 9.99 euros por kilogramo. Es decir, la carne de vacuno troceada, dependiendo de la pieza que se elija, suele rondar los 10 euros el kilo.
Luego, podemos encontrar preparado de carne picada de vacuno en los supermercados por 4.50 euros el medio kilogramo o 3,10 euros los 350 gramos.
En las mismas estanterías, al lado de las mencionadas, podemos pagar 3 euros por 250 gramos de 'burguer meat'. Es decir, por regla de tres, este producto nos sale más caro que la carne picada.
Diferencias entre las carnes
A pesar de que su apariencia y su precio son similar, los productos son completamente distintos. En ocasiones suele confundir también el envoltorio: en todos suelen poner picada o vacuno en letras grandes que hacen de referencia. Un anzuelo fácil de picar. ¿Por qué no confiar en estas referencias en grande?
La carne picada propiamente dicha es la pieza fresca pasada por la máquina de trocear. Se puede encontrar en bandejas, pero el porcentaje de grasa no puede superar el 20% y la relación colágeno proteína no puede superar el 15%. También la podemos hacer comprando la pieza de carne y cortándola en pequeños cuadraditos en casa o a través de un robot de cocina.
El preparado de carne picada es de inferior calidad. Tal y como explica en la web de Provacuno, organización interprofesional de la carne vacuno, es "carne fresca troceada, a la que se añaden productos alimenticios, condimentos o aditivos, o que se somete a transformaciones que no alteran la estructura de la fibra muscular y, por lo tanto, no eliminan las características de la carne fresca". Es decir, aquí se permite la mezcla de la carne con otros ingredientes como cereales, sal o especias. En la etiqueta se especifica, por supuesto, todo lo que contienen estos productos, pero no se exigen unos requisitos de calidad de la carne.
Por último, encontramos la opción mayoritaria en los supermercados: la 'burguer meat'. Se trata de la peor opción sin ningún tipo de dudas. Aquí encontraremos un 4% de otros ingredientes, además de sulfitos, colorantes y demás sustancias que ayudan a dar sabor y mantener fresco el producto.
Como se puede deducir tras estos comentarios, el producto 'burger meat' es aquel que tiene a su vez una mayor durabilidad en la nevera una vez abiertos. Si la carne puede caducar en un plazo de 24 horas si no se conserva congelada, el otro producto podríamos tenerlo hasta cuatro días después de haberlos abierto.
Beatriz Robles, tecnóloga de alimentos, dietista-nutricionista y autora de 'Come seguro comiendo de todo', asegura que comprar cualquiera de estas carnes no compromete nuestra salud. "Son productos seguros. Tengan unos aditivos u otros, son seguros, de eso no hay discusión. El problema es que no estamos pagando solo por carne, sino por otro producto de menos calidad", comenta en conversación con EL ESPAÑOL.
La nutricionista nos explica la manera más fácil para diferenciarlos: "Más que en el aspecto o en los reclamos, deberíamos ir a la denominación de venta, que es lo que está delante de los ingredientes. Tiene que estar obligatoriamente en todos los productos".
Y es que, a veces, los reclamos son un impedimentos más a la hora de distinguirlos. Beatriz cree que las marcas lo ponen "muy difícil" a los consumidores y rozan lo ilegal en algunos casos. "Ponen en gigante 'picada' o 'vacuno'. Esto sí que creo que puede estar en el límite de lo legal, porque la legislación lo que nos dice es que no puede inducir a error. Pero claro, esto es interpretable. Solo estás destacando una palabra que está dentro del producto de venta...", explica sobre lo ocurrido.
Dónde elegir
La carne picada es uno de los productos estrellas de los supermercados. Se puede utilizar en muchas recetas, es fácil de cocinar y combina con casi todo. Además, es fácil acceder a ella. Coger una bandeja de este producto en cualquier tienda es fácil. Abres la nevera del establecimiento, eliges el paquete, lo metes en el carro y a pagar.
El costo —en tiempo— es mucho menor que acudir a la carnicería, esperar cola si hay gente por delante —reza para que no te toque antes el que le cuenta su vida al carnicero mientras le atiende y que no haya más de dos en la fila o prepárate para esperar—, hablar con el tendero y pedirle que te pique la carne, la pese y te cobre. "Pásamela dos veces", incluso hay que incidir si se quiere un acabado mucho más pequeño. Ahora sí, a la bolsa y para casa.
Este es el motivo por el que muchos no lo piensan: bandeja del supermercado y a otra cosa. Nada de esperas. Llegar y pegar. El precio, además, es inferior al que nos encontraremos en la carnicería. ¿Cuál es el problema entonces?
Hace cuatro años que la Organización de Consumidores advirtió que, si podíamos elegir, no compráramos bandejas de carne picada. El motivo como ya se ha explicado es que contiene más ingredientes además de la carne. Por lo tanto, estás pagando por consumir algo más que carne: sulfitos, almidones, fibras, colorantes o conservantes, entre otros.
Además, no es posible conocer la procedencia de toda la carne consumida. Aunque se nos diga que es vacuno, está permitido que el 1% pertenezca a trazas de otras carnes. La OCU en su estudio llegó a encontrar, a pesar de todo, hasta un 3%.
Mientras tanto, en la carnicería sí que podemos elegir la pieza que queremos. De hecho, el carnicero suele preguntarnos antes de picar la carne delante nuestra: "¿Quieres que la pase una o dos veces?".
Aprovechando para desmitificar
El paseo por los supermercados realizado por EL ESPAÑOL es claro: en las neveras de las grandes superficies no suele haber carne picada. Hay compuesto y 'burger meat', pero no la carne picada propiamente dicha, fresca y compuesta únicamente de carne. De hecho, hay tiendas donde sólo se venden productos 'burger meat'.
Es obvio que las piezas de carne picada de ternera compradas en carnicería tienen exclusivamente carne picada de vacuno. Incluso, durante el paseo, uno de los carniceros nos pregunta: "¿Quieres que le eche carne magra?". "No, gracias", le respondemos para llevarnos 100% de carne de vacuno.
Además, sabemos la zona que nos ha picado de la ternera. No ocurre así con los otros productos comprados.
El preparado de carne picada de ternera que hemos adquirido expone entre sus ingredientes: "Carne magra de ternera asturiana (98%), dextrosa fermentada, dextrosa, extractos vegetales, especias y sal". Como se puede ver, su composición de carne es mayor.
En una de las etiquetas de los productos comprados por este periódico se puede leer entre los ingredientes de esta 'burger meat': 88% carne de vacuno, agua, 4% de proteína de soja, fibras vegetales, aromas, antioxidantes: citratos de sodio y ascorbato sódico, conservador: sulfito de sodio.
Hay que tener cuidado porque para que los productos establezcan que son carne picada tienen que tener unos requisitos de calidad. Cuando no nos lo dicen, entre la carne podemos encontrar tendones, ligamentos o zonas magras. Beatriz Robles nos dice que nuestro cuerpo lo digerirá sin problemas, pero aportan más nutrientes otras partes del animal con músculo.
Aprovecha la nutricionista para desmitificar que los colágenos ayuden a las articulaciones y por eso estos productos son de mayor calidad. Rotundamente no.
Las hamburguesas
Las hamburguesas son el plato estrella hecho de carne picada. Sin embargo, hay que tener cuidado, porque aquí también nos pueden dar 'gato por liebre'. O mejor dicho: burger meat por hamburguesa.
Dirán los más pulcros que la traducción de 'burger meat' es, literalmente, carne de hamburguesa. El acabado es muy similar: el gran público las llamará a todas hamburguesas, pero la denominación del producto es en muchos casos burger meat.
Los dos son derivados cárnicos. El Real Decreto 474/2014, de 13 de junio, por el que se aprueba la norma de calidad de derivados cárnicos establece las diferencias.
El texto consolidado establece que una hamburguesa es un "producto elaborado con carne picada con adición de sal, especias, condimentos u otros productos alimenticios".
Por otra parte, el 'burguer meat' es un "producto fresco, elaborado a partir de carne picada y otros ingredientes, incluidos los aditivos, con un contenido mínimo de cereal o de hortalizas, o de ambos, del 4%".
Así que lo mejor es hacer las hamburguesas en casa o comprarlas directamente en la carnicería. A pesar de que comprar la bandeja preparada nos pueda ahorrar tiempo, esto será lo único en lo que nos beneficie. La recomendación de nutricionistas y la Organización de Consumidores es la misma: si usted puede, pase por la carnicería y apoye al comercio local con una sencilla frase: "Jefe, píqueme cuarto y mitad de esa ternera".