José María A. F., el Dj gallego de 41 años que murió en un chalet de Marbella (Málaga) la madrugada del pasado lunes por el impacto de una bala perdida durante una fiesta ilegal, fue testigo en diciembre de 2020 de un suceso similar en el que otra persona estuvo cerca de perder la vida. En aquella ocasión, un marroquí acabó en el hospital tras recibir dos disparos en el cuerpo.
Ocurrió la madrugada del sábado 5 de diciembre del año pasado. José María fue contratado para pinchar música en una fiesta clandestina al margen de las restricciones impuestas por la pandemia. El encuentro se celebró en un chalet de la urbanización Los Flamingos, en Benahavís, otra localidad malagueña de la Costa del Sol.
En un momento dado de la noche, varios de los invitados protagonizaron un enfrentamiento verbal con un hombre de nacionalidad marroquí, de 37 años. El encontronazo fue subiendo de tono y, en mitad del jardín de aquel chalet, alguien le descerrajó dos tiros a quemarropa en la zona lumbar.
La víctima de los disparos acudió a un hospital en torno a la una de la madrugada. Varios conocidos le dejaron en las inmediaciones del centro sanitario. Los médicos que le atendieron dieron el aviso a las fuerzas policiales. Sin embargo, aquel marroquí apenas colaboró con los agentes.
José María se encontraba trabajando en el interior del inmueble. Desde el entorno más próximo al fallecido explican a este periódico que, a raíz de ese incidente, el Dj de origen gallego pero afincado en Andalucía desde hace 17 años se llevó un susto de consideración. Desde entonces, se acentuó su voluntad de querer buscarse otro trabajo y cambiar de aires.
Su hermano le insistía en que se alejara de ese negocio, aunque él siempre le respondía que de algo tenía que ganarse la vida, añaden las fuentes consultadas. No le dio tiempo a hacerlo. Este lunes, murió. Una bala que atravesó una pared de pladur tras salir rebotada del techo de una habitación contigua le impactó por la parte posterior de la cabeza. Al menos esa es la principal teoría que manejan los investigadores. En total, se produjeron tres disparos.
Dos detenidos
Este martes, a las 11 de la mañana, la Policía Nacional detuvo al presunto autor material de los disparos, de 30 años, y a otra persona que le habría encubierto, de 28. Ambos son de nacionalidad alemana. Se les arrestó cuando trataban de huir de España.
Al primero se le imputa policialmente la presunta comisión de los delitos de omisión del deber de socorro y tenencia ilícita de armas. Al segundo, por encubrimiento. Está previsto que en las próximas horas pasen a disposición judicial. La investigación está declarada secreta y la Policía Nacional no descarta más arrestos.
A primera hora de la tarde de este martes, el féretro con el cadáver de José María A. F. llegó al tanatorio de El Cuervo (Sevilla), el pueblo al que se había mudado desde Ferrol (La Coruña) con 24 años. En la actualidad, residía en Torremolinos (Málaga) junto a su pareja. La familia ha decidido que sea incinerado.
Crecen las fiestas ilegales
La pandemia está acentuando la proliferación de fiestas ilegales por todo el país, si bien distintas fuentes policiales explican a EL ESPAÑOL que uno de los puntos más ‘calientes’ de la geografía española es la Costa del Sol.
En distintos pueblos costasoleños, cada fin de semana se organizan “numerosas” celebraciones con alcohol y música en inmuebles que, en la mayoría de las ocasiones, son ofertados como alquileres turísticos.
Era el caso del chalet en el que José María A. F. murió la madrugada del lunes pasado. Su propietaria, de origen extranjero, suele arrendarlo los fines de semana. La noche del sábado al domingo también hubo otra fiesta similar. Los vecinos se quejaron.
En este tipo de inmuebles se organizan fiestas clandestinas en las que se incumplen los límites de aforo, los invitados no mantienen distancia de seguridad ni llevan mascarilla.
En algunas de ellas incluso se llega a cobrar "cientos de euros" a los asistentes. Los organizadores llegan a contratar a varios disyoqueis, que tienen que llevarse sus propios equipos de música y se embolsan entre 150 y 500 euros por sesión, aunque los precios son negociables y oscilan.
Un Dj que era amigo del fallecido y conoce bien este negocio surgido durante la pandemia explica que, en el caso de las fiestas donde "hay un organizador" y la gente "paga por acceder como si fuera una discoteca", se reúne "la escoria".
"Yo sé que hay gente pudiente de la zona que organiza fiestas particulares. Pero ni se cobra a nadie ni se arma mayor jaleo del que pueda generarse en una reunión de un grupo amplio de amigos. Se saltan las normas sanitarias, sí, eso está claro", añade esta persona. "Pero no se trata de esas otras fiestas donde van 40 o 50 personas y has de pagar. En esas no se puede esperar nada bueno. La pena es que en una así ha tenido que morir un buen chico, alguien que sólo buscaba llevar algo de dinero a su casa".