Cuando Juan Antonio Morales se convirtió en una persona molesta para Vox en Extremadura, alguien intentó contratar a una agencia de detectives para sacarle fotos rodeado de putas y cocaína y destruirle política y personalmente. A cientos de kilómetros de ahí, en el municipio madrileño de Galapagar, a Cristina Gómez le pasó algo similar. También se convirtió en una voz incómoda para el partido y alguien la denunció por consumir cocaína delante de sus propios hijos. Con esa denuncia cayó también su amigo Miguel Abolafía, que habría llegado a concejal al correr la lista y al que acusaban de unos comportamientos aún más graves con los hijos de Cristina.
En los tres casos, ese ‘alguien’, hasta ahora misterioso, es siempre la misma persona: Loic Veillard, alias El Francés. Se trata de un exconvicto que creció en las peleas callejeras del Madrid de la Movida y que actualmente tiene vínculos con una mafia búlgara que intentó apoderarse de la noche de la capital. Ahora, también se dedica a realizar trabajos sucios para purgar la disidencia interna de Vox y es amigo de Víctor Sánchez del Real, fundador y número tres de la formación liderada por Santiago Abascal.
Contaba el director de cine Rodrigo Sorogoyen que mientras escribía el guión de El Reino, la película protagonizada por Antonio de la Torre que desentraña el fondo de las corruptelas patrias, había muchas cosas reales que había dejado fuera por inverosímiles, porque podía parecer que el guionista se estaba viniendo arriba. La de Loic Veillard es una de esas historias de thriller político fantasioso que, sin embargo, es 100% real.
Nacido en Marsella el 17 de diciembre de 1964, Veillard es hijo de un militar francés y pasó su juventud en Madrid. Ahí, entre los 80 y 90, fue fundador de la mítica Panda del Moco, un grupo de jóvenes acomodados adictos a las artes marciales que se movía por la discoteca Pachá y aterrorizaba las calles a base de palizas, robos y tráfico de drogas. Eso le llevó a acabar en la cárcel de Carabanchel, pero se fugó, aunque fue indultado gracias a que había logrado salvar a unos niños que iban a ahogarse en la playa.
Ahora, pasa los días como empresario -tiene varios negocios dedicados desde al alquiler inmobiliario al comercio por mayor de aparatos electrodomésticos- y es dueño de un local en Las Rozas alquilado a una empresa de prostitución. Algunas de esas empresas las ha tenido con un socio peculiar, Ivo El Búlgaro, un viejo conocido de la Policía madrileña. Y, en medio de esa ecuación, aparece Vox.
“Soy de derechas pero no soy de Vox, soy antiextremista porque soy judío. Antes votaba a Ciudadanos pero, visto lo visto, ahora votaré al PP. Todo lo que hago, lo hago en mi nombre, no en el de Vox”, explica el propio Loic Veillard en conversación telefónica con EL ESPAÑOL. Sin embargo, aunque echa balones fuera, los vínculos con el partido de Santiago Abascal son indiscutibles.
Cuando intentó destruir a Juan Antonio Morales, en octubre de 2019, llamó al detective presentándose como intermediario del partido. “Este hombre está en un partido de… se ha pasado a Vox y está jodiendo mucho y queremos [...] lo que quiero es sacarle de la política, y más de Vox. Tengo que sacarle de ese partido”, comenta al detective en una grabación a la que ha tenido acceso este diario. “Mi objetivo es hacerle fotos cuando está con la puta y metiéndose coca si es posible. Tan sencillo como eso. Si puede ser antes de las elecciones, ya sería bordarlo. Es una cosa interna y está haciendo mucho daño”, añade en el audio.
El caso de la concejala Cristina Gómez, que tuvo lugar el pasado otoño, se ha parecido mucho. Según múltiples documentos judiciales a los que ha accedido este diario, Loic declara, en presencia de un juez y con la obligación de decir la verdad, que antes de denunciar a Gómez llamó a Víctor Sánchez del Real y que fue el mandatario de Vox quien le mandó poner la denuncia junto a José Hidalgo Serrano, un alto cargo del partido que actualmente ejerce como jefe de seguridad.
La cuestión de Vox y sus desavenencias con cargos y representantes locales ya da para largo. Desde que el partido empezó a crecer, en 2019, ha multiplicado sus frentes ante miembros que denuncian pucherazos, presiones y muy malas praxis para quitarse de en medio a cualquier voz crítica, por pequeña y minúscula. Así, líderes regionales, concejales en pequeños ayuntamientos y demás cargos denuncian constantemente acosos por parte de la dirección nacional, siempre pasando de lo político a lo personal. Ya lo definió Juan Manuel Martínez Ayala, concejal de la formación en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), cuando dijo que "Son peor que la mafia calabresa. En Vox no hay voz".
La Panda del Moco
La vida de Loic Veillard comienza en Marsella en 1964. Su padre era piloto militar destinado en Costa de Marfil y, cuando fue a nacer, su madre decidió que lo hiciera en Francia por la mayor seguridad del sistema sanitario. Tras un tiempo en el país galo volvió a África y la familia, adinerada pero absolutamente desestructurada, cayó en Madrid. Ahí comenzó sus andanzas de joven en la delincuencia, detalles que desgrana sin ningún tipo de problema en el libro Macarras Interseculares del escritor Iñaki Domínguez, que explica los distintos grupos urbanos violentos de la capital en la época, y en el que Veillard figura sin su nombre real, bajo el alias que se ganó en sus tiempos mozos: El Francés.
Así, pasó por varios colegios adinerados de la capital, como el Santa Cristina y el Liceo Francés, de los que le echaron, y montó junto a dos amigos una banda violenta que pasaría a conocerse como la Panda del Moco. Se trataba de un grupo que tenía mucha mística a su alrededor; le han salido filiales desde entonces y la gente creía, por su absoluta presencia en boca de todos, que era una especie de leyenda urbana como la de la Mano Negra. Pero existió y El Francés fue uno de los primeros, un fundador.
Según el relato de Domínguez, en ese Madrid de los 80 Veillard se dedicó a robar coches que luego tiraban por un barranco, a atracar gasolineras, a traficar con drogas, a poseer armas (y a enseñarlas más de la cuenta) y a meterse en peleas. En esas, se relacionó con El Jaro, mítico delincuente quinqui español cuya vida quedó plasmada en la película Navajeros. Pero uno de sus atracos, en una vivienda, a Veillard le salió mal y fue condenado en 1993 por robo con fuerza. Acabó en la cárcel de Carabanchel y asegura que se escapó en una revisión médica. Pero fue indultado en 1995, según figura en el BOE.
Para ese indulto ayudó una acción que protagonizó en Marbella, unos años antes, en 1984. El 23 de agosto de ese año, tal y como está recogido en la hemeroteca, Veillard salvó a dos niños y a una madre de morir ahogados. Según el relato, la madre intentó suicidarse matando con ella a sus hijos para no dejarlos con el padre y ahí apareció él para rescatarlos a todos. Eso contribuyó a que el ministro Juan Alberto Belloch, de Justicia e Interior con Felipe González, le otorgara el indulto y recibió una medalla de plata de parte de la Sociedad Española de Salvamento de Náufragos.
Ahora, ya mayor, casado y con cinco hijos, a Veillard le sigue yendo la marcha. Las pruebas que le vinculan a los trabajos sucios de Vox en propiedad de este diario dan prueba de ello. En su declaración ante la Guardia Civil, tras la denuncia a la concejala del partido, es testigo protegido de la Unidad de Droga y Crimen Organizado (Udyco) y de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (Udef) y tener matones a sueldo que son “personas de su confianza, que no son sicarios, pero que si tienen que pegar un tortazo, lo pegan”.
Uno de los delincuentes más famosos con los que se le ha relacionado es Ivo El Búlgaro. Este diario ha encontrado dos empresas de la que ambos han sido propietarios y, el pasado 16 de febrero, el diario El Mundo publicó una noticia sobre Ivo en la que se contaba que tenía policías municipales de Madrid a sueldo. En la fotografía, con la cara pixelada, aparece un hasta ahora desconocido Veillard, agarrado por el hombro por el búlgaro y tomando unas copas con los agentes.
La Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (Udev) está investigando desde hace más de un año una trama de agentes de la capital, presuntamente corruptos, por actuar en convivencia con el clan de Ivo, una mafia búlgara que controla la seguridad de los bares de copas de la ciudad. De nombre real Beyhan Memzi Rafi, es un viejo conocido de las autoridades por el caso de ‘Los Rompecostillas’ -en el que hubo un secuestro y lesiones- y el caso del ‘Clan de los Búlgaros’, que intentaron apoderarse de toda la seguridad de los locales de la noche madrileña.
Ivo y Loic se conocen porque ambos son vecinos de Las Matas y, ahí, reside también un ilustre vecino: Víctor Sánchez del Real, número tres de Vox y uno de sus principales líderes, siempre en la sombra, pero que, por ejemplo, dirigió la campaña andaluza de 2019, en la que Vox obtuvo parlamentarios por primera vez. Sánchez del Real reside en la urbanización de Las Rozas desde 2002 y entró en contacto con Loic porque los hijos de ambos iban al mismo colegio, según explica El Francés a este diario. A partir de ahí, la historia sigue haciéndose aún más surrealista.
El último ‘trabajo’
El pasado mes de junio, en plena desescalada, quizás lo recuerden, se empezaron a estilar las caceloradas de parte de una ciudadanía tendiente a la derecha ideológica. Empezaron en la calle Núñez de Balboa en Madrid y, poco después, pasaron a Galapagar, a las puertas del chalé que comparten ahí el entonces vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, y la todavía ministra de Igualdad, Irene Montero. En todo ese tejemaneje de escraches con la bandera patria, aparece Cristina Gómez Carvajal, concejala de Vox en Galapagar y a quien Montero denunció ante el juzgado de Instrucción de Collado Villalba por coacciones y acoso diario en su domicilio.
El 10 de junio Vox abrió un expediente de expulsión contra Gómez Carvajal. No fue solo por el acoso a la familia Montero-Iglesias sino también porque, en Twitter, difamó al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. “Apúntate a la cola de Marlaska que también le ponen los niños jovencitos”, y “¿A tí que te va más, lamer coño o comer polla? Me han dicho que Marlaska anda como loco reclutando voluntarios”, son algunas de las perlas que dejó en la red social. Carvajal se empezó a convertir en una figura incómoda dentro del partido, pero su expulsión quedó en nada. Por un tiempo. Hasta que, unos meses después, estalló todo.
La mañana del 13 de octubre de 2020, un conocido de Cristina se presentó ante el cuartel de la Guardia Civil de Galapagar y la denunció. La acusaba de consumir cocaína de forma reiterada delante de sus hijos, todos ellos menores. Y denunciaba también a Miguel Abolafía, militante que habría llegado a concejal tras correr la lista, por unos hechos aún más graves respecto a los hijos de ella. El partido de Santiago Abascal la expulsó en el momento y sacó pecho por la rápida actuación, acusando a Podemos de impedir que se investiguen los abusos a menores en Baleares. Lo que Vox no decía es que aquel que puso la denuncia es nuestro protagonista, el viejo amigo de Víctor Sánchez del Real, Loic Veillard, alias El Francés.
En el atestado de su declaración ante la Guardia Civil, al que ha accedido EL ESPAÑOL, Veillard comenta que acudió el fin de semana anterior, el del 10 de octubre, a una fiesta en casa de Cristina, que es pareja de otro amigo suyo al que conoce “desde hace un par de meses”. Ahí, la acusa a ella de consumir cocaína delante de los niños y a Abolafía de unas cuestiones más graves que no se van a reproducir en este reportaje por tratarse de menores.
En su posterior declaración en el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 6 de Collado Villalba, y tras recordarle el juez que tiene obligación de decir la verdad, Veillard cuenta que, después de estar en casa de Cristina hizo lo siguiente: “Llamó a un amigo suyo de Vox, el tercero nacional de Vox, que le pidió 24 horas para decirle algo. A las 2:00 de la madrugada llamó al Centro especializado y, luego, a las 4:00, llamó a Víctor Sánchez del Real, diputado por Badajoz, que a la media hora le llamaron y le dijeron que tenía que denunciar, pero que a ver si su hijo podía contactar con los niños, y su hijo contactó por redes sociales…”, y sigue.
En su declaración también reconoce él mismo ser consumidor de cocaína, tener “un matón”, “haber sido condenado por varios delitos” y que es testigo protegido de la Udyco y de la Udef. Y, de nuevo en el atestado, se recoge que “el denunciante quiere dejar constancia de que acude a presentar la denuncia junto a José Hidalgo Serrano, miembro del partido político Vox, el cual es director nacional de seguridad, ya que ha creído conveniente acudir con él debido a que Doña Cristina y Don Miguel son miembros del mismo partido”.
Esa denuncia sirvió para expulsarlos a todos del partido de Santiago Abascal. Se acabó así la incomodidad que suponía la concejala díscola. Cabría pensar que, independientemente de su pasado y de sus intenciones, Loic Veillard es de nuevo un héroe por salvar a los niños igual que hizo en Marbella. Sin embargo, el pasado 15 de diciembre, el juzgado de Collado Villalba decretó el sobreseimiento provisional y el archivo de las actuaciones porque “de las diligencias de investigación practicadas (exploración de menores, testificales y declaraciones de investigado con asistencia letrada) se considera que no exista indicio alguno de la comisión del delito denunciado”.
“Putas” y “coca”
El ataque contra Cristina Gómez y Miguel Abolafía no es el primero que Loic Veillard hace para beneficiar a Vox y ayudar a borrar del mapa a su disidencia interna. Unas prácticas similares fueron las que usó contra Juan Antonio Morales, candidato de Vox a la Junta de Extremadura en mayo de 2019 y al que el partido también quería quitarse del medio por ser molesto para sus intereses.
Según ya publicó este diario, Morales fue víctima de un intento de extorsión. Alguien -ese alguien que siempre es Veillard- llamó a un detective privado en Extremadura para ver si podía pillar a Morales con “putas y metiéndose coca”, tal y como se puede oír en la grabación a la que ha tenido acceso EL ESPAÑOL. En las elecciones de mayo de 2019, Morales consiguió menos del 5% de la barrera del voto para entrar en la Asamblea extremeña y, a partir de ahí, comenzó una cacería. Y como no se iba por las buenas, optaron por las malas.
En la grabación, Loic se hace pasar por intermediario de Vox y se puede oír como quiere fotografías del político con la droga y las prostitutas para “publicarlo, sacarlo en redes y que se pire de Vox” porque “está jodiendo mucho”. “Lo que queremos es… quiero sacarlo de la política”, cuenta, y añade, “si puede ser antes de las elecciones sería bordado, está haciendo mucho daño, es una cosa interna”.
Morales acabó enterándose de esta jugada y lo puso en conocimiento de la Secretaría General que dirige Javier Ortega Smith, de la Vicesecretaría de Organización y también del Comité de Garantías. Pero nadie le contestó. No es ninguna novedad que los dirigentes de Vox críticos denuncien presiones y malas praxis por parte de la dirección nacional, pero el paso de Loic Veillard es un nuevo escalafón que afecta no sólo a lo político, sino también a lo personal. El detective rechazó el encargo porque Veillard no era una persona legitimada para pedir un trabajo así.
“Es cierto que llamé al detective”, reconoce El Francés en conversación con este diario. “Pero yo y por mi cuenta, dije, vamos a averiguarlo, por un negocio que quería montar”, explica. ¿Y lo de los concejales de Galapagar? “Es que yo vi cosas…y me importa un pijo que la tipa sea de Vox”, elude. Y sentencia: “Pero yo todo lo hago en mi nombre, no en el de Vox”.
—Dice Víctor Sánchez del Real que ustedes no son amigos.
—Hombre, nos conocemos del colegio. Sus hijos y los míos iban al mismo cole y somos muy amigos. Entiendo la cagada que he hecho y que diga que no somos amigos.
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