Pero el silencio es más...
Durante años he acumulado un abundante material de miles de archivos sobre el rey Juan Carlos. No pienso ni quiero hacerlos públicos. Nunca.
Dirijo estas líneas a los lectores de EL ESPAÑOL que hayan leído el interesante obituario de José Joaquín Puig de la Bellacasa, escrito por Miguel Ángel Mellado, como él sabe y suele: con exacta y novedosa información y con un elegante subrayado de la grandeza moral del fallecido diplomático, consejero de Estado y durante años secretario general de la Casa de S.M. El Rey Don Juan Carlos.
Conocí, traté y visité numerosas veces a José Joaquín en su domicilio madrileño, de modo que tuve el privilegio de disfrutar de sus relatos y vivencias, como embajador en Roma, en Londres y en Lisboa y de los recuerdos que mantenía palpitantes sobre sus años en Zarzuela, al servicio del Rey Juan Carlos. Ciertamente, le escuché también lo que ha contado Miguel Ángel Mellado. Es un episodio histórico y puede pasar exactamente así a las hemerotecas y a la Historia.
Pero, si me siento ahora ante el teclado a redactar estas letras, no es por enmendar ni una tilde ni una coma al relato de mi admirable colega y gran amigo Miguel Ángel, sino por aclarar una frase suya, que me concierne: "Pilar Urbano –dice- lo tiene documentado y quizás algún día lo publique con todo detalle".
Ante esa afirmación, me importa precisar que, siendo cierto que tengo mucho investigado y documentado sobre la vida y obra de Su Majestad Don Juan Carlos, y que hasta ahora he publicado buena parte de ello, por considerar que, como periodista, era mi deber informar con rigor, sin favor y sin temor de aquellos hechos que construyeron Historia y el pueblo tenía y tiene derecho a conocer; y siendo cierto también que durante años he acumulado un abundante material de miles de archivos escritos en Word, y que se refieren a asuntos de índole más privada, incluso más procelosa, deseo dejar bien claro que no pienso ni quiero hacerlos públicos. Nunca.
Fue una decisión que tomé en solitario un día concreto, el 14 de junio de 2019. Para comprometer mi voluntad y no volverme atrás, pocos días después, el 24 de junio, con ocasión de su onomástica, se lo comuniqué al propio Don Juan Carlos por carta on the paper, que antes le había enviado vía email. Después de desearle una jubilación 'jubilar', en la que encontrara la verdadera paz para su alma, le decía: "Señor, tengo un extraño regalo que hacerle. Es un 'no regalo', un 'no libro', en el que llevo trabajando mucho tiempo y estaba ya muy elaborado, sobre la base de exactamente 3.403 archivos..., etc. etc".
Obviamente, no expuse al Rey -ni hacía falta- el albarán de los contenidos de ese 'no libro'.
Con el paso del tiempo, algunas de esas cosas han ido sabiéndose por otros. Pero yo seguí manteniendo mi palabra dada. Y dada por mi real gana, en conciencia, libremente, sin serme pedida. Y sé que no escamoteé nada que mereciera pasar a la historia de nuestro país.
En mis tiempos de estudiante de Filosofía, colgué un letrero en mi pequeño estudio de entonces, un cuchitril. Escrito a mano decía: "Pero el silencio es más". Después de aquella carta al abdicado rey Juan Carlos, palpé casi físicamente el valor de esa frase.